Del coro, en madera de nogal, de la catedral de Ciudad Rodrigo, obra de Rodrigo Alemán, principios  del XVI.

 

 

 

NOTA PRELIMINAR (DEL AUTOR)

Animado por la buena acogida de la comunidad científica en favor de mi Tradición Clásica y Literatura Española, Las Palmas de Gran Canaria, 2000, me decidí a continuar esta labor con una nueva entrega referida a la repercusión de la mitología clásica en la literatura española. Los siete estudios casi inéditos que componen esta monografía abarcan géneros diversos como la poesía, el teatro y la prosa didáctica en momentos de la literatura hispánica también distintos (Edad Media, Siglos de Oro, Romanticismo y Modernismo), poniéndose de relieve el tratamiento de los mitos grecolatinos durante siete siglos de creación literaria. Justo es aquí referir que cuatro de estos trabajos se desarrollaron como ponencias en los Coloquios Internacionales de Filología Griega dedicados a la influencia de la mitología clásica en la literatura española e hispanoamericana, celebrados en la Universidad Nacional de Educación a Distancia de Madrid a principios del mes de marzo durante los años 2000, 2001, 2002 y 2003, dirigidos por el Dr. D. Juan Antonio López Férez, catedrático de Filología Griega de dicha universidad, y que tan provechosos se han mostrado desde sus inicios allá por el año 1996. Los tres restantes tienen que ver con seminarios relativos a Bartolomé Cairasco de Figueroa y los albores de la literatura canaria (Arucas, 4-8 de noviembre de 2002), a Tomás Morales y el Modernismo (Moya, 14-18 de octubre de 2002) y a la Ilustración y Pre-romanticismo canarios. Una revisión de la obra del doctoral Graciliano Afonso 1775-1861 (Arucas, 15-19 de octubre de 2001). Este último acaba de ser publicado en el 2003 en un libro de idéntico título cuyo capítulo final se denomina "La mitología clásica en la poesía de Graciliano Afonso (I)", pp. 225-247.

Que sean siete los capítulos del libro obedece a la representación simbólica y mítica de la constelación de las Pléyades, las hijas de Atlas, de las que seis están presentes y una oculta, dando a entender la transformación y la integración de diversas jerarquías: siete son los sonidos de la escala musical, siete los colores del arco iris, siete eran las Hespérides, siete los jefes que atacaron y los que defendieron Tebas, siete los hijos y las hijas de Níobe, siete son las islas que componen el Archipiélago Canario desde el que se redacta esta nota, etc. Además, Hipócrates aduce que "el número siete, por sus virtudes ocultas, tiende a realizar todas las cosas; es el dispensador de la vida y la fuente de todos los cambios, pues incluso la luna cambia de fase cada siete días. Este número influye en todos los seres sublimes". Pero advertirá el lector, dejando a un lado los sentidos mágicos del número siete, tan propios de la cabala, que la presente investigación aborda autores archiconocidos como el Arcipreste de Hita, Tirso de Molina o Tomás Morales, frente a otros cuya obra ha pasado inadvertida en el transcurso del tiempo, bien porque todavía permanecen inéditos, bien porque sus ediciones son de difícil acceso. Sea como fuere, el objetivo que guía este trabajo no es otro que el dar a conocer la importancia que se concede al mito clásico en la configuración de estos textos literarios.

La línea metodológica que siguen los análisis aquí elaborados siguen los postulados de la Estética de la recepción o recepción de la literatura, corriente de la crítica literaria moderna que se ha mostrado muy efectiva al considerar todos los elementos relaciónales del texto, intentando poner de relieve tanto aquellos elementos que destacan por su alto índice de frecuencia y aparición como aquellos otros que pretendidamente permanecen escondidos o totalmente ocultos. No debe extrañar, pues, que junto a los elementos mitológicos atendamos las evocaciones culturales que las distintas obras procuran, a la par que situemos cada una de las composiciones en el marco social en el que se produjeron, procurando de este modo dar sentido al uso deliberado de estas imágenes de la tradición, definiendo en la medida de lo posible los mecanismos expresivos empleados por tal o cual autor a la hora de obtener el goce estético que se experimenta con la lectura de sus obras. Tampoco olvidamos el proceso de la intertextualidad y su extraordinario manejo por parte de algunos autores que se empeñan por transplantar la semilla del genio griego en un tiesto espacial y cronológicamente distinto.

Las Palmas de Gran Canaria, a 22 de mayo de 2003

Germán Santana Henriquez

 

 

 

 

 

 

ESTUDIO 1

Elementos míticos grecolatinos en algunas obras literarias del siglo XIII:
Diálogo del cristiano y el judío, Los diez mandamientos, Libro de los doce sabios, Libro de los cien capítulos,
y Semejanza del mundo

 

Nada sabemos del autor del Debate entre un cristiano y un judio pese a la suposición de Américo Castro de que se trataba de un judío renegado por los conocimientos judaicos que demuestra, afirmación cuando menos dudosa para Nicasio Salvador Miguel, pues pensar que nadie más que un judío renegado era capaz de poseer tales saberes implicaría mudar de un plumazo en conversos a todos los autores cristianos que, desde tiempos muy antiguos, emplearon su pluma en combatir la religión y las prácticas del judaismo. El autor ha elegido como tema la discusión entre un cristiano y un judío sobre tres preceptos de la religión del segundo. El asunto no es nuevo, ya que las controversias entre personajes de distintas religiones se repiten desde los albores del cristianismo. Contamos con un texto griego del siglo II considerado como la más antigua apología cristiana contra los judíos, Diálogo contra Trifón de Justino, además del Octavius de Minucio Félix que también presenta un diálogo entre un cristiano y un gentil bajo el modelo de Cicerón. La confrontación de opiniones sobre un tema mediante la disposición dialogística define el texto como un debate que, dado el argumento específico, se conforma en el género de la altercatio religiosa que tuvo amplio desarrollo en las letras cristianas. Precisamente en el siglo XIII en países europeos cristianos donde existían importantes comunidades judaicas se incremetaron las controversias públicas entre un cristiano y un judío, organizadas y presididas por autoridades civiles y jerarquías eclesiásticas, para discutir asuntos religiosos y acerca de los libros sagrados del judaismo, especialmente del Talmud, que no se conocía hasta entonces por parte de la Iglesia. El incremento de tales confrontaciones a partir de 1240 debido a las frecuentes denuncias contra dicho texto sagrado, como la mantenida ante Jaime I de Aragón en el año 1263 en la ciudad de Barcelona entre en el converso Pablo Christiano y el rabino Nahmánides, a pesar de la inferioridad de condiciones con que los judíos solían acudir a estos debates, significaban un avance notable respecto a otros métodos de ajustar diferencias, como el duelo con garrotes mediante el enfrentamiento en la plaza pública entre dos luchadores que representaban a sus respectivas comunidades. La obra se presenta como un breve tratado apologético de carácter didáctico que en forma de altercatio realiza una defensa polémica de la doctrina cristiana, al tiempo que satiriza la religión judía. El intercambio de preguntas y respuestas breves introduce la materia de discusión: las ordenanzas de la ley judía. El calificativo de judío define para el público la condición religiosa del opositor mientras que la del inquiriente queda velada y nunca se indicará de manera expresa. El comportamiento del cristiano descubre y anuncia el tono que se mantendrá a la largo de la disputa que no será un debate acerca de las dos religiones sino una inquisición del cristiano sobre la judía. El cristiano se adentra en la exposición de cada uno de los preceptos en porfía, de acuerdo con un orden que él también fija: la circuncisión, la observancia del descanso sabático y la imposibilidad de conciliar la creencia en un Dios único y verdadero con el concepto de las semejanzas de Dios. La circuncisión se inicia con la cita del nombre del precepto (milá), al que siguen los de las acciones del proceso ritual (peña o corte del prepucio y mezizá o succión de la sangre por el rabino). El interlocutor no se contenta con una mera cita de la prescripción sino que ahonda en detalles que revelan un conocimiento minucioso de la ceremonia. El reposo sabático cuenta con un claro fundamento en los libros proféticos (Éxodo, Deuteronomio, Isaías, Jeremías, Amos) y en la Tora, mientras que el punto referido a la creencia en un solo Dios verdadero, amén de indicar la condena del politeísmo, suscita el problema de su concepción antropomórfica referida a la representación de Dios por imágenes. A la exposición de cada norma sigue en los tres casos una argumentación contra la misma que pretende cimentarse en la propia ley judía o en su incumplimiento patente o presunto. Echa en cara el cristiano a su oponente la práctica de la circuncisión presentando el hecho como un ultraje mediante la repetición del vocablo fonta, expresando su repugnancia ante el mismo, verdadero sofisma, ya que el rabino no traga la sangre succionada sino que la escupe. Pero la aversión hacia tal acto se manifiesta con una imagen sexual atrevida, al alegar que el rabino utiliza su boca para una función propia de la vagina: "la boca de vuestro rabí que conpieça vuestra oraçión feches coño de mujer".

En cuanto a la denuncia del cristiano del comercio en sábado, actividad contraria a la ley judía, subyace una dura crítica social que remonta a las primeras noticias sobre judíos en el condado de Castilla, llegando a abrirse tiendas y locales de venta durante los siglos XII y XIII. Esta incipiente actividad comercial se amplía a otras áreas lucrativas como los negocios cotidianos a crédito, la recaudación de impuestos y el arrendamiento de las rentas del reino. La acusación de no creer en el Dios único y verdadero vendrá acompañado por parte del cristiano de varios pasajes que combinan textos de Isaías y del Deuteronomio, intercalándose en la disputa un nuevo asunto: la encarnación, con un oportuno empleo de la expolitio, variante de la amplificado. La respuesta del judío se sostiene mediante construcciones anafóricas y figuras etimológicas en la que los Salmos referidos a los ojos y la cara de Dios tienen cabida preponderante. El judío utiliza en su respuesta la versión latina de la Vulgata, aduciendo como autoridad el libro de los Salmos, el texto del Antiguo Testamento más leído, comentado y glosado por los escritores cristianos del Medievo.

La circuncisión y el sábado se convirtieron en los rasgos más llamativos del judaismo. La primera estuvo tan extendida en el mundo semítico que incluso se discuten sus orígenes exactos mientras que el descanso sabático fue práctica exclusiva del pueblo judío que la fue fijando en un largo proceso reflejado en la recopilación talmúdica. Así diversos autores se fijaron destacadamente en tales particularidades, como Novaciano, que según Jerónimo en De viris illustribus 70, de las tres epístolas contra los judíos, dos se ocupaban De circuncisione y De sabbato, y que un siglo después Gregorio de Granada, al tratar en sus homilías las relaciones entre judíos y cristianos, conceda también interés a la circuncisión y la observancia sabática. La tendencia sofística del cristiano se explica porque el texto en romance se destina a un público iletrado, frente a lo que ocurría con los debates en latín; el judío por las características de su intervención no queda atrás en argucia. Un preciso conocimiento de la Biblia en cuanto que las creencias religiosas constituyen el meollo de la disputa marginan el uso de cualquier elemento mítico que, no obstante, parece presagiarse en la condena de la idolatría ante los diversos nombres del Creador:

E demás dezides: «Eloe Abraam, Eloe Ysaac, Eloe Jacob». Si vos un Dios creedes, ¿cómo lo clamades de tantas naturas? O a aquel Dios que vos creedes, que me digades qué similias ha; si á similias de omne o de qué.

Los diez mandamientos es un manual de confesor redactado en dialecto navarro-aragonés que describe de manera sistemática cómo el sacerdote debe interrogar al penitente sometiéndole a un examen de conciencia basado en los diez mandamientos, en los cinco sentidos, así como en el interior y el exterior del pecador. Se contienen además recomendaciones acerca de las penitencias que el sacerdote debe infligir, descripciones de los pecados que los maridos cometen con su propia mujer y los casos reservados al obispo y al papa. Se trata del único manual de confesor del siglo XIII escrito en romance y que es traducción sorprendentemente fiel de una Formula Confessionis anónima con el siguiente incipit: «Cum ad sacerdotem peccator accesserit pro peccatis confítendis ...». La presencia de elementos míticos grecolatinos es nula, con una clara crítica del politeísmo y de la brujería, tal y como se recoge en el primer mandamiento:

El primero es no auras otros dieos si a mi non - En est / mandamiento pecan los que façen encantanciones o conjurjos /por mulleres o getan suertes por las cosas perdidas o / catan agüeros o van a devinos.

El tercero de los mandamientos recoge uno de los asuntos de la obra anterior, el de la observancia sabática, equiparado en esta ocasión con la santificación del domingo como día de descanso:

El terçero es vénga-sete / emjente del dia sábado que lo fagas sancto -*[Sábado tanto /quier decjr como dia de folgança Este es el nuestro domingo]* / en este mandamjento peca qui façe obra nenguna. Asi / como arar e cavar [e podar]* e coser e tallar / escribir e jr a molino [o a mercado]* o a segar [o exer / mentar]* o otras cosas que puede preguntar el preste al que / se confiesa catando el homne e la persona que es. E demande / si canto cantares luxuriosos en vigilias porque es grant /pecado en domjngo si fiço alguna obra servill.

Dentro de los casos reservados al obispo y al papa se contienen el homicidio, la violación, la sodomía, el incesto y la simonía, propias de los gentiles y paganos:

Aqui debe / saber el preste quales casos deven jr al bjspe. Si jaçe el / pecador con so hermana o con virgen o es omjcida o façe /sacrilegio o ferjeu padre o madre o es sodom[i]ta [que es omne que jace contra natura]*. Et estos casos deven / jr al papa. Asi como qui ençe[n]de eglesia o fi(e)re clérigo / o façe simonía [que es comprar ordenes o beneficio / de glesia o otros donos de dios que se dan por / natura e non por dineros]* o logrero publico.

Los cinco sentidos participan de las desviaciones más tópicas y perseguidas por la Iglesia en el Medievo y que se relacionan principalmente con el sexto (non fiaras fornjció) y el décimo (non cobdiciaras de to xristiano la muller ni la filia ni el servo ni la sierva ni el buey ni el asno ni ren que alma aya) mandamientos. A propósito del gusto y del tacto se nos indica:

E beven el / vino puro las carnes *[calentes] * muytas por ra/çon de luxuria e beven *[huevos]*por exa raçon ¡ ed es maor pecado que si quebrantas la  quaresma.

Del tañer si toco muller en las tetas o en otros logares / de vergonça. ¡

Como señala J. K. Walsh en la introducción de su edición de El libro de los doze sabios, conocido y redactado también con los títulos Tractado de la  nobleza y lealtad y Libro de la nobleza y lealtad, se trata de un manual para el  príncipe perfecto que comisionó Fernando III hacia 1237 con un epílogo escrito  en los primeros años del reinado de su hijo Alfonso X. Es ésta una de las primeras obras originales en prosa castellana que inicia una larga ristra de tratados  sobre el buen gobernador, tema especialmente frecuente en la prosa didáctico-moral del Medievo. Desde el siglo XII se suceden textos sobre el arte de gobernar coincidentes con un cambio profundo en la construcción política de las monarquías europeas que empiezan a formularse en rígidas definiciones legales las relaciones entre el rey y sus vasallos. Esta nueva conciencia monárquica renueva la clásica discusión de los deberes a la vez prácticos y éticos del rey y así contamos con el Policraticus de Juan de Salisbury (1159), De principis instructione de Giraldus Cambrensis (1217), De regimine principum de Egidio Romano (1287) o el Eruditio regum et principum de Gil de Tournai (1295). En España, además, los ritos de la coronación se acompañaban de sermones sobre el buen monarca donde se enumeraban y comentaban las virtudes más elogiables en el rey con una explicación sucinta de las funciones monárquicas, tal y como se documenta en el Ceremonial para la coronación y consagración de los Reyes de España, compuesto por Ramón de Losana hacia 1250. En el ciclo litúrgico igualmente el hecho de que los reyes magos reconocieron la sabiduría de Cristo, y que fueron guiados por la estrella de Dios, llegó a servir como momento de especulación ética sobre los deberes del buen príncipe. Hay que recordar que el escritor medieval se nutre de un sistema de educación en el que la retórica constituía parte primordial de la enseñanza. Su imagen del mundo se compone de una mezcla de ciencia griega y de teología judeocristiana y sus tres principios esenciales eran la armonía, la jerarquía y las concordancias que se dan entre los distintos órdenes de la existencia. El texto propuesto consta de un prólogo, unos sesenta y cinco capítulos y un epílogo en los que se concentran frases vagas y poco prácticas con discursos sobre tácticas explícitas de guerra y consejos utilitarios sobre maneras de mantener cierto dominio sobre los súbditos, al lado de motivos totalmente altruistas referentes al ejercicio y las metas del poder monárquico. La convocatoria de los doce sabios por parte del rey tiene como propósito ofrecer consejos al monarca sobre el arte de bien vivir y gobernar, además de preparar un tratado docente para el uso de sus hijos los infantes. Al parecer, la literatura medieval castellana conoció las anécdotas o tradiciones de reuniones de doce sabios entre los griegos antiguos. Así parecen atestiguarlo la General Estoria cuando describe cómo el rey Júpiter pretende establecer un nuevo nombre para Atenas convocando a doce de los más ilustres sabios y el Tratado de la comunidad, de su buen gobierno, del príncipe y sus ministros donde se menciona a los doce sabios jueces de Atenas. Las fuentes en las que bebe esta obra presentan una doble vía: árabe oriental, al modo de colecciones de sentencias y aforismos como Buenos proverbios y Bocados de oro, y occidental cristiana, visible en referencias a la Virgen, a la función de Cristo al guiar a los tres reyes magos, en las virtudes como armas contra los vicios enemigos y a fábulas y máximas que se derivan de la literatura latina medieval. Sin embargo, no es este libro ni una traducción de otro tratado ni un sencillo acomodo de los fragmentos árabes más atrayentes, como lo fueron otras compilaciones medievales. Asistimos a un tratado original de un cristiano que tenía familiaridad con el acervo de dichos y anécdotas sacados de las traducciones de obras árabes, pero que a la vez sabía latín y las máximas y fábulas corrientes de su época. Ideas de gran importancia literaria son las relativas a la fortuna y al mundo misterioso del más allá de los mares o de debajo de la tierra. También se observa un esfuerzo por armonizar el relato bíblico con la historia profana. La cristianización de libros, mitos y personajes paganos era corriente en la antigüedad, idea que parte de San Agustín que consideraba bueno "expoliar a los egipcios" de sus vasos preciosos dedicados a dioses paganos, para emplearlos en cosas santas y dedicarlas al verdadero Dios. Dentro de este proceso, una de las figuras que más se cita, aunque convertido en caballero medieval y fiel cristiano es Alejandro Magno. Los consejos dados por Aristóteles a Alejandro forman la base de numerosas obras didácticas de la época. En el Libro de los doce sabios las acciones ejemplares del macedonio se ofrecen como paradigma para el joven príncipe. Conocemos una larga serie de Vidas de Alejandro Magno, hijo de Filipo, rey de Macedonia. Entre los más conocidos escribieron su vida y hazañas Quinto Curcio {Historia de Alejandro Magno, años 30-70 de nuestra era), Plutarco y Arriano (Anábasis de Alejandro Magno), vidas que se influyeron mutuamente y que son los precedentes de obras ya cristianizadas y moralizadoras, como la del Pseudo-Calístenes del siglo III (Vida y hazañas de Alejandro de Macedonia). En España tres ediciones influyeron notablemente: la Nativitas et victoria Alexandri Magni o Historia de Preliis, editada por el arcipreste Leo de Nápoles, traducida al latín de unos manuscritos griegos que halló en Constantinopla, el Alexandreis del clérigo francés Gautier de Chatillon, escrita en hexámetros latinos entre 1178 y 1182, y el Román d'Alexandre (siglo XII), sin olvidar a El libro de Alexandre, de principios del siglo XIII y el más extenso de la producción del mester de clerecía.

Un Alejandro Magno mitificado se halla precisamente en el capítulo XXVI. De cómo el rey deve primeramente conquistar e ordenar lo suyo e aseñorearse dello:

Que fallarás que los que conquistaron mucho, asy Alexandre como todos los otros, más conquistó su boz e su temor que los colpes de sus espadas (12-13)

O bien en el capítulo XXIX. De las gentes quel rey non deve de levar a las sus guerras:

Que Julio César, e Alexandre, e Pompeo, e Aníbal, e los otros conquistadores con esto fezieron tan grandes fechos por tener gentes que curavan de las onrras e de las fazañas, (16-18)

E ya sabedes que Alixandre fizo quemar los tesoros porque vido sus gentes flacas con muchedumbre dellos, e desý ganó muchos más e fezo muy maravillosos fechos, (24-26)

El tema de la fortuna como azar divino apenas se documenta en tres ocasiones. En la primera de ellas para referirse a los pilares en los que se sustenta, registrándose en el capítulo V. Que fabla del esfuerço e fortaleza e de las virtudes que han:

El segundo sabio dixo: «Esfuerço e fortaleza son aparçioneros de la fortuna». (2-3)

Partícipes de la divinidad romana que presidía los sucesos de la vida, distribuyendo ciegamente los bienes y los males, se muestran la tercera de las cuatro virtudes cardinales que consiste en vencer el temor y huir de la temeridad, la fortaleza, y la actividad de ánimo que para conseguir una cosa vence las dificultades, el esfuerzo.

La segunda se concentra en el ya mencionado capítulo XXIX donde leemos:

E por ende non te enbargará fortuna, antes será tu amiga, e çercana de ty e toda tuya en todos tus fechos. (31-33)

El mismo tema se registra en el capítulo XLVIII. En quel rey debe dar a Dios loor de las glorias de los vençimientos:

E non te enbargará ninguna fortuna, e serás bienaventurado, e syempre vençedor.(3-4)

La actuación de la fortuna en estos dos casos comporta un matiz negativo, como si su caprichosa rueda impidiese, detuviese o paralizase los sentidos y potencias del alma. De hecho, para que esto no suceda se recomienda un comportamiento casto, bien intencionado y conforme a la voluntad y obra de Dios.

La figura mítica de Júpiter aparece en una única ocasión en el capítulo X. De como el rey o príncipe o regidor de reyno deve aseñorearse de su pueblo mediante el episodio de la viga que dio Júpiter a las ranas, fábula esópica cuyo uso más destacado en la literatura española medieval es el Libro de Buen Amor (cc.199ff):

E más temido deve ser de los grandes que de los pequeños, e con mayor abtoridad se deve aseñorear dellos, e que todos teman su saña e ayan pavor de errar e enojar con sus maldades e yerros, que non cumple que sea ygual a la viga que dio Júpiter a las ranas, que del golpe se asonbraron e después subían encima della. (7-12)

Otro ejemplo de prosa medieval sapiencial castellana es el Libro de los cien capítulos, que sigue al igual que el Libro de los doce sabios la tradición de los Specula principum o espejos de príncipes. Los manuales de conducta y educación de nobles junto con el adoctrinamiento de los laicos abarcaban, además, el ámbito espiritual y la actuación práctica mediante una serie de sentencias (enumerativas, símiles, comparativas, interrogativas, dialogadas) que deben mucho a obras árabes como Libro de los buenos proverbios, Poridat de poridades, Bocados de oro o Secreto de los secretos. La formación ético-cívica del individuo seguía una serie de coordenadas muy claras: deberes del rey con Dios, consigo mismo y con su pueblo. El rey como figura de gobierno está sujeto a la ley (debe gobernar rectamente a su pueblo y éste último debe obediencia y lealtad al rey), a la justicia y a las buenas maneras, con una serie de | cualidades y virtudes: fortaleza, paciencia, buen talante, nobleza, cortesía, humildad, etc., pero también con defectos que deben procurarse evitar: orgullo y codicia. En un término medio se sitúan otras cuyo fiel de la balanza se debe g equilibrar: mesura y derroche, mansedad y braveza, cordura y locura, avenen- l cia y desavenencia, osadía y pereza, conformación y ambición, apercibimiento y temeridad; en definitiva se atiende al lema de que un rey virtuoso augura un recto gobierno y al hecho de que un monarca por su cargo y posición debe reunir en sí al más alto grado todas las virtudes para dar ejemplo a su pueblo, esto es, la figura del rey como un espejo en el que debe mirarse la comunidad. El  compositor del Libro de los cien capítulos tomó la materia de Flores de filosofía  centrando su labor en el concepto político de la monarquía para a continuación  insertar la materia original de la obra haciendo hincapié en los oficiales del rey y en la magnitud de su labor de cara al soberano. La carga ideológico-política de la monarquía que se condensa en la obra así como la estructuración de la materia, de acuerdo con el esquema político-legal dominante en el siglo XIII, modela y concreta al soberano y a la monarquía como una conjunción perfecta entre la esfera ética y la política. El autor debió ser alguien que conocía bien los textos legales del siglo XIII y cercano al monarca, es decir, perteneciente a su cuerpo de oficiales, lo que justificaría el interés por subrayar algunos cargos específicos del séquito real.

La mitología clásica está prácticamente ausente de este texto, si bien se observan los consejos y sentencias de personajes de la antigüedad en referencia al tema objeto de estudio. Así se registran las de Aristóteles en el capítulo primero, de lo que dixieron los sabios en palabras brieves e complidas e fabla de las leyes e de los reyes e de los señores, qué es ley e qué es rey:

Aristótiles yunto la materia del mundo en pocas palabras e dixo así: el mundo es como vergel e la su cerca es regno e el regno es señorío con que se mantiene la ley; la ley es regla con que guía el rey a su regno e el rey es pastor e defiéndese con los cavalleros; los cavalleros son ayudas del rey e goviérnanse con el aver e el aver es ganancia que ayunta al pueblo e el pueblo son siervos, que se mantienen con justicia, e la justicia es enderesçamiento del mundo e onra del pueblo e enderesçamiento del regno.

O bien en el capítulo quinto del rey que sabe bien guiar a su pueblo e de cómo los debe levar:

Envió Aristótil su carta a Alixandre que l'consejava e l'dezía: apodérate del pueblo con beneficio y ganarás amor d'ellos, ca más val que ganes su amor con fazer bien que ganarlo por fuerça.

Semejanza del mundo es un tratado geográfico en prosa donde la elaborada combinación de dos fuentes latinas anuncia los logros de Alfonso X el Sabio. Encuadrado dentro del género didáctico científico, esta obra anónima parece ser la traducción del Mapa mundi de Isidorus Hispalensis llevada a cabo por un autor desconocido en el año 1222. Se confirma de este modo la opinión común de que la prosa romance coexistía con la latina y hasta cierto punto dependía de ella:

... onde el sabio que compuso el libro que dizen mapamu<n>di pone a tal semeja<n>ca que segud se fazen las ondas en[e]l ma<r> q[ua]ndo se mueben cesa. (fol.150r)

... segunt dize sant ysidro en[e]l llibro de mapa mu<n>di cosa es verdadera que en[e]ste monte ha muy grandes cuebas e llenas de piedra sufre. (fol.162r)

A diferencia de las obras anteriores, la profusión mitológica alcanza un notable desarrollo. Las primeras figuras que documentamos son monstruos un tanto singulares, pues aunque su estructura y forma son míticas sus denominaciones corresponden al Medievo: son la mantigora y el mozeris:

En esta pa<r>tida ha una vestía ot<r>osi que ha nonbre ma<n>ntigora / e esta vestía a la faz como ornen e a enla voca tres ordenes de dientes e ha cue<r>po de león e ha la color como escu<r>pion e ha muy mala catadura e ha los ojos verinejos e enbueltos en sa<n>gre e silva como serpiente e come ca<r>ne de omen muy de grado / e esta vestía de bezes de muchas maneras e corre mas que ave podría volar.

E en esta pa<r>tida a ot<r>osi unos buys que an tres cue<r>nos e an pies como caballos e aun ay ot<r>a vestía que dizen mozeris e esta vestía ha cuerpo com<m>o caballo e pies como elefant[e] e ha cabeça como pue<r>co e ha en medio dela fruente un cue<r>no tan luengo q<ua>nto es un espaçio de q<ua>tropies... (fol.139r)

Las hazañas de Alejandro Magno se tienen en consideración en la descripción del mítico Egipto, esta vez para referirse a la ciudad que lleva su insigne nombre:

Si en[e]sta tierra de egipto fizo alisandre una çibdat q<ua>ndo la vençió e fizo la muy noble e del su nonbre puso nonbre a la çibdad aljsandria (fol.140v).

La descripción del Cáucaso incluye el episodio mítico de las Amazonas y la tradicional fundación de Efeso por parte de estas mujeres guerreras. La ubicación del reino de este pueblo femenino se situaba en diversos puntos: en las laderas del Cáucaso, en Tracia y en la Escitia meridional, en las llanuras de la margen izquierda del Danubio. Aparte de la fundación de Efeso se atribuía además a esta belicosas féminas (a tenor de los numerosos combates con héroes griegos como Belerofonte, Heracles, Teseo, Aquiles, etc.) la construcción del templo de Ártemis Efesia, la diosa a quienes adoraban principalmente por su análogo género de vida (guerra y caza):

Estas tierras que avedes / oydo se aju[<n>]tan al mo[<n>]te que dizen / Cáucaso de pa<r>tes del çie<r>ço E es muy alto este mo[<n>]te e comença / a çe<r>car un ma<r> que dizen el ma<r> caspo e dela unap<ar>te del çierço çercalo el ma<r> caspio e tiene fasta la plaça que dize[<n>] europa / e en[e]ste monte moran unas mugeres que dizen amagónas e estas mugeres no an mas de sendas / tetas e Ijdian maravjllosa mente asi como buenos caballeros e çe<r>can estas amazonas e ot<r>osi mora<n>... (fol.140v).

Acaba asia la mayor asia la menor que es çerca destas tierras que oystes de suso e esta / asia la menor es toda cerrada de mares de toda p<ar>te en aq<ue>sta asia la menor es la çibdad que dizen epheso e esta çibdad ovjero<n> fundada aq<ue>llas muger[e]s que dizen las amazonas e esta çibdad moro e predico sant iohan ebangellista devedes sabe<r> q<ue> la p<ri>mera tierra de asia la menor e es bitiñja ... (fol.143v).

La genealogía antigua mezclaba el origen de las ciudades con las diversas divinidades y descendientes de éstas para dar realce al origen de los pueblos, tal como sucede con Europa y Júpiter, entre otros. Dárdano, hijo de Zeus y de Electra, mantuvo a Troya alejada de cualquier amenaza gracias a la posesión del Paladio, la estatua de Palas que Dárdano había llevado desde Arcadia hasta la Tróade. En las monedas de Ilión aparece representado como el héroe epónimo ya que Teucro le había concedido su reino al que llamó Dardania y a su capital, Dárdano:

Debedes sabe<r> q<ue> esta t<ie>rra es llamada en latyn frigia e es asi llamada de una fija de dona e[u]rupa que fue que dixieron doñ<a> frigia / e esta tierra misma ha nonbr[e] / e ot<r>osi dardanja del nonbr[e] de un fijo de do<n> jupite<r> que ovo nonbre da<r>dano / e deste mismo nonbr[e] de don da<r>dano es y ot<r>osi una çibdad q<ue> dizen dardania e en aq<ue>sta t<ie>rra de frigia es una t<ie>rra que dizen troya e este nonbr[e] le pusieron del no<n>br[e] de un rrey que ovo nonbr[e] don troyo e esta tierra es un buen rregnado e vie<n> grande / e enfejsta tiera ha un buen castillo que dize<n> segud latyn hulyon e es este castillo muy rrico e mucho abastado e dize<n> le por nonbr[e] hulion del nonbrfej de un rrey q<ue> ovo...(fol. 144r)

Desta ot<r>apartida que dizen europa de europa es llamada del nonbre de un rrey europa es dicha e llamada del nonbre de un rrey que dixieron don evrope e ot<r>osi puede see<r> dicha del nonbre de una rreyna que dixieron dona europa que fue fija del rrey don agenor... (fol. 145r)

Sorprende la inclusión de Ilión como ciudadela o castillo dentro de Troya. Recordemos que para Homero Troya e Ilión eran una misma ciudad, cuestión que la arqueología parece dirimir suponiendo dos emplazamientos distintos.

La región de Cilicia contempla otra serie de figuras míticas, en este caso las de Agenor y su descendencia, Perseo y la Quimera. Tras el rapto de Zeus convertido en toro de la princesa Europa, Agenor había ordenado a sus hijos Cadmo, Fénix, Cílix y Taso que salieran en busca de su hermana y que sólo regresasen cuando la hallaran. Así Taso llegó a la isla del Egeo que lleva su nombre, Cílix se instaló en Cilicia, Fénix regresó a Fenicia tras la muerte de su padre y Cadmo quedó en Beocia donde fundó Cadmea, la ciudadela de Tebas, tras desistir en la búsqueda de Europa:

E ovo la poblada don çilas que fue fijo d<e>l rrey don agenor e de aq<ui> tomo nonbr[ej toda la tierra de giligia e en esta tierra de giligia ha un grand monte q<ue> dizen en latin amana este monte ha muy grandes sierras e grandes yermos este monte es llamado gintero e en[e]sta tierra de giligia es una gibdat q<ue> dizen tarsis esta gibdat ovo poblada don pe<r>seo e en[e]sta gibdat moro luengo tiempo el glorioso apóstol Santpaulo de si y luego es tierra de giligia do es el monte que dizen chi<n>me<r>a e este monte arde de noche e echa de si grandes fuegos / segud q<ue> faze ot<r>o monte que dize ethua que es en tierra de giligia... (fol,144v)

El titán Océano, considerado como el padre de los dioses desde Homero, se registra en la consideración de la Gemianía, como límite del mar occidental:

... e esta tierra de ge<r>manja acaba apa<r>te de septent<ri>on e apa<r>te de ocçediente en la ma<r> que dizen oçeano. (fol.145v)

La zona de Epiro recoge el mito que le da nombre como descendiente de Aquiles al tiempo que se desarrolla el episodio de Caón. Pirro "el rubio" es el sobrenombre del hijo de Aquiles, Neoptólemo, porque su padre era llamado Pirra en casa de las hijas de Licomedes, en Esciros. Pirro pasaba por ser el epó-nimo de la ciudad de Pírrico en Laconia, y también el inventor de la danza guerrera llamada pírrica. Caón es el héroe epónimo de Caonia, una región del Epiro. Era hermano de Heleno, rey del país, que al caer Caón en una cacería, víctima de un accidente, dio su nombre a una parte del territorio en su memoria:

E yaze y luego tierra del epiro e ha nonbre en latyn ep<i>r<us> del nonbre de don puro que fue fijo de don a<r>chiles en[e]sta tierra a una fue[<n>]te en que se ençienden las fachas... que es llamada çaonia del nonbre de una çibdat q<ue> ay a esta tierra puso çania el rrey helemo por que por si desave<n>tura e por non sabe<r> mato al su ermano don caon en[e]l monte o andaba a venado su caça e este nonbr[e] le puso a honor e a solas de su ermano que matara e en[e]sta tierra... (fol.146v)

Al hablar del mar Egeo y de la multitud de islas que pueblan el Mediterráneo se menciona a la diosa Juno:

...e es en[e]ll ma<r> que dizen egue mare a que nasçio dona juno e segud dizen los poetas dona juno(<n>) era rreyna délos çielos era he<r>mana e muge<r> de don jupite<r> desta ysla fueron putagoras e sebillo e en aq<ue>sta ysla fueron primera mente fallados vasos e taças de tierra... (fol.147v)

También la divinidad homérica que rige los vientos, Eolo, se registra en una de estas islas:

Con otras yslas colie jnsule e son asy llamadas del no<n>br[e] del rrey don coleon que fue fijo de don epote e llama<n>le las auchores rrey délos vientos mas segud que dize un filosofo que dezien val[ ]edon eholo fue destas yslas por que dizen an se de se<r> del fumo que del famo e déla njebla grand destas yslas se levantarien gra<n>des vientos señeros a los Nesçios ca no<n> sabios es tenje el en su pode<r> los vientos / e estas mismas yslas que son dichas en latín nulcone por que arde<n> ent<re> si / asi como el monte q<ue> dizen echua e estas yslas son cont<ra> t<ie>rra de mjmjdia.

Uno de los héroes más importantes del ciclo mítico griego, Heracles, en su forma latinizada, Hércules, aparece en la descripción de la isla de Sardes como progenitor del fundador de la misma. En efecto, Sardo era hijo de Maceris, sobrenombre que los libios y los egipcios dieron a Heracles. A la cabeza de una expedición de libios, desembarcó en la isla llamada entonces Yenusa, y que tomó luego el nombre de Cerdeña:

... en enla ma<r> de áfrica e a ot<ra> ysla que dizen sardia es asi nombrada del nonbre de un sardo que fue fijo de do<n> ercules q<ue> la presio / e la fizo pobla<r> / e en[e]sta ysla non ha Serpiente nj<n> lobo nj<n> nj[<n>]guna vestía mala mas es y tan Sola mente una vestí [a] no la que dizen fuga que del morde<r> tan solamente mata los om<e>s...(fol.148r)

Otro de los vastagos del héroe tracio se documenta cuando se trata la isla de Córcega:

Y esta ysla misma es dicha carine del nonbre de don carino que fue fijo de don ercules q<ue> la pobló a en españa otras dos yslas que han nonbre en latyn vareales ynsule e dizenle los om<e>s mayorga e mjnorga /a q<ui> fueron las ffocideas/primera mente con que suelen arraya<r>las piedras e por esta rrazon an. (fol.148v)

Los siniestros y lúgubres escenarios del mundo subterráneo de los griegos, transformados en el cristiano infierno son descritos con particular detenimiento. El Tártaro fue confundiéndose con el infierno propiamente dicho, situándose generalmente en él el lugar donde eran atormentados los grandes criminales. El Aqueronte era uno de los ríos que tenían que atravesar las almas para llegar al reino de los muertos; la Éstige era el río de los infiernos cuyas aguas poseían propiedades mágicas mientras que el Folgorón era otro de los ríos infernales relacionado con el verbo quemar, "río de fuego":

... e asy como las piedras se sumu<r>guja<n> enla ma<r> asi las almas son sumu<r>guaxadas en<e>l fuego jnfernal e este loga<r> ha otros nonbres por muchas rrazones / e este loga<r> es dicho tierra de olvjdança ca asi como a los mesq<ui>nos que son no<n> les viene en mjente de dios e otrosí non viene en mient<e> de les ave<r> me<r>çed/e este luga<r> es dicha tierra de tinjebra por que es luga<r> tenebroso e lleno de fedor e de fumo e de niebla tartarus es dicho por que es luga<r> de lloro e de quemor e este loga<r> es dicho geema por que ay grant calentu<r>a e de grant frió e debedes save<r> que este fuego q<ue> nos veemos asi es como sonbra a los el fuego de alli es dicho p<ro>fuando es luga<r> muy fondo e lleno/ e de serpientes e de gusanos e este luga<r> es dicho báratro /por que sorven las almas los demunos e es llamado acheru<n>ta porque es lleno de muchos demonos e es dicho stix por rrazon q<ue> es luga<r> de t<ri>stiçia e de toda maldança / ca segund dize<n> los poetas es y un rrio q<ue> dizen folgoron e este rrio es muy estable I e lleno de fuego e de piedra sufre e ay otros lugares muy peores en t<ie>rra por las yslas que son malos ásperos por frió / e por vie<n>to e son lugares que fie<r>ven por fuego / e por mucha piedra sufre. (fol.149v)

En este recorrido geográfico en el que la realidad y el mito se entrecruzan no faltan tampoco los vientos y sus correspondientes identificaciones, como el euro, viento del sudoeste, hijo de la Aurora y de Astreo:

Subsolano es uno de los q<ua>tro vientos p<ri>nçipales e nasçe en oriente e este viento ha por conpanero a la diestra parte un viento que dezimos en latín vultign<us> / e de la sinjiest<ra> un viento que dize en latín euro e el segundo viento delos q<ua>ro prinçipales e es ábrego e este a por conpanero a la diestra parte el viento que dizen en latín euro an este e a la siniestra el viento que dizen en latyn austro africu<n> e el te<r>çero délos q<ua>tro vientos prinqipales dizenle en latyn favonj<us> e este a por conpane<r>o a la diestra pa<r>te el viento que dizen áfrica e a la sinjestra el viento que dizen en latín cora el qua<r>to viento delos q<ua>tro p<ri>çiales dizen en latín Septent<ri>on e este viento a por conpanero a la diestra pa<r>te el viento que dize<n> çierço e ala sinjestra el viento q<ue> dizen aq<ui>lon e estos doze vientos fieren e corren por todo el mundo enderredor. (fol. 150v)

El te<r>qero viento délos q<ua>tro prinqipales dizen en latyn fovonu<us> / e nos fallamos le favonio e dizenle este no<n>bre por rrazon q<ue> faze c<ri>a<r> e cresqe<r> las cosas que comjenqan ha nasqe<r> a este viento llaman los griegos ezefir<us> por rrazon que faze floresqe<r> los a<r>boles e las ye<r>bas... (fol,151v)

Se detiene además este libro en aspectos astronómicos y zodiacales de clara resonancia mítica. Recordemos que Faetonte ante la visión de los animales que representan el Zodíaco se amedrentó, abandonando el camino que le había sido trazado por su padre el Sol cuando accedió a dejarle conducir su carro, por lo que Zeus para evitar una conflagración universal lo fulminó, precipitándolo en el río Erídano:

... e devedes save<r> que cada una de estas siete planetas an sus logares espeçiales señalados en que estanca jupite<r> ha su logar espeçial el signo que dizen virgo mar[e]s a su loga<r> espeçial en<e> signo que dizen león e el sol a su loga<r> espeçial en[e]l signo que dizen gemenjs ven<us> ha su luga<r> espeçial que dizen sagitari<us> me<r>curi<us> a su logar espeçial en[e]l signo que dizen capricorn<us> la luna ha su luga<r> espeçial en[e]l signo que dizen aries e segunt dizen los savjos estos siete çirculos que son siete çielos que oyestes de suso buelvense alla suso en[e]l çielo enderredor con dulçe armonía que en un cantar... (fol.157v)

La descripción de piedras preciosas relaciona la obra con los lapidarios medievales en los que el elemento mítico se confunde con la magia y los encantamientos:

... en tierra de arcadia es una piedra que dizen abeston por rrazon que una vegada es ençendida jamas nu<n>ca se amata en esta piedra suelen faze<r> los gentiles e los otros encantadores muchos encantamientos e muchas marabillas / ende dizen q<ue> en[e]l tenplo de doña ven<us> avje un candelero e en este candelero a<r>die una ca<n>dela que viento nj luvja njn njnguna cosa non la puede amata<r> en tierra de pe<r>sia... (fol.158r)

Segud que faze la luna en esos mismos tienpos q<ue> la luna la piedra que dizen dionisi<us> es fue<r>ça de color e es rrayda de piedras vermejas e esta piedra es llamada asi por rrazon q<ue> q<ui>ebra desq<ue> se ama el augua e si la meten en <e>l vino faze la ole<r> vien maravillosa mente ... (fol.158v)

Las figuras de Baco, Febo, Helicón y Citerón se concretan en las explicaciones sobre las tierras de Tesalia. Citerón y Helicón eran dos hermanos; éste de natural dulce y amable; el otro, violento y brutal. Citerón había acabado por matar a su padre y arrojar a su hermano desde lo alto de una peña; él se mató  de una caída. Se dieron los nombres de Citerón y Helicón a dos montañas  vecinas; la primera en recuerdo del héroe brutal, por ser la mansión de las Erinias; a la segunda, en recuerdo del héroe benévolo por ser la de las Musas:

En tierra de thesallia es el monte que dize parvoso e es çerca de tierra de baeçia e este monte ha dos cabeças que puja<n> en alto suso en[e]l çielo e este monte se depa<r>te en dos collados al uno dizen cura al ot<r>o njsa e en cura fazie<n> ot<r>o tiempo sac<r>ifiçio a don febo en[e]l ot<r>o collado fazien a don baco asi como cuentan los abtores en sus fablas / e estos collados dizen çitterio Elinco del nonbr[e] de don çitero que fue ermano de do<n> elicon e ot<r>o si del nonbr[e] dekl ot<r>o he<r>mano que dezien elico<n> es llamado el otr<r>o collado çite<r>e elicon...(fol.162.r)

La figura del gigante que sostenía sobre sus hombros la bóveda celeste, castigo divino por revelarse ante los dioses, se recoge en el siguiente fragmento. Heródoto fue el primero en referirse a Atlante como a una montaña emplazada en el África septentrional, donde Perseo a su regreso de dar muerte a la Gorgona, transformó a Atlante en roca presentándole la cabeza de Medusa:

... cosa es verdadera que en[e]ste monte ha muy grandes cuebas e llenas de piedras sufre que athalante sufre el çielo en sus onbros e este rrey dio p<ri>mera mente ensenança de fortaleza e el mont<e> ha el su nonbre deste rrey que es en áfrica e por semejança dizen los sabios que este monte sufre el çielo... (fol.163r)

El autor de Semejanza del mundo suele introducir alguna que otra autoridad para dar realce a lo que cuenta. Aquí hemos documentado al historiador Salustio y al poeta Marcial, además de a San Jerónimo:

... e asi lo dize salustio que es abtor verdadero t<i>gris eufantes e estos dos rrios nasçen de una fuente en tierra de armenja e van por muchos logares / e depa<r>ten muy alvene e dize mesopotanja que toda la tierra que esta çerca enderredor mague<r> que dize san geromo que estos amos rrios nascen de medio de parayso... (fol,165r)

... segud los autores es el rrio que dizen guadalq(<ui>)ujbjr e segud que dize un poeta que dizen ma<r>çialis destas auguas sulen tenjr muchos panos e fazense muy fermosos de color de este rrio ha nonbr[e] beas por rrazon q<ue> corre por tierra muy vaxa en ti<e>rra de espana corre el rrio q<ue> dizen duero.

El periplo por el río Erídano concentra uno de los episodios más conocidos de la mitología antigua, el de Faetón y el carro del Sol, aventura llamativa que se desarrolla ampliamente mediante otro episodio mítico, el de Pafo y Faetón, donde Clímene se había casado con Helio, del que tuvo un hijo, Faetonte, y varias hijas, las Helíades:

...e este rrio llama<n> los griegos eridamo fijo del sol e a este llaman los actores fecto e seguí q<ue> nos ensenan los auctores en sus libros futon e papho eran dos njnos e paho era fijo de don jupite<r> e pehaco fijo del sol e ovo de see<r> que era<n> mançebos e un dia sobr[e] sus trevejos ovjeron de contende<r> e entre los otros denuestos que se dixieron llamo el papho al feton fide njnguno e dixo feto<n> que non era ve<r>dat nj<n> lo podrie prova<r> mas q<ue> fijo era de don febo e feto<n> tovos por maltrecho e por muy desonrrado e desçende e fuese p<ar>a su madre dona climena e q<ue>rello se le lorrando e rrogabala q<ue> le dixiese la verdat si era fijo del sol la madre dixol que ve<r>dadera mente su fijo era e si no creye fuese a su padre e preguntase....(fol.166v)

...segut oystes de suso e los caballos era<n> muy bravos e conpeçaron de escalentar e pheto<n> non los pudo sofrir nj la calentura que era muy grant e sallieron los caballos dela carrera pro solie<n> anda<r> e de mal g<ui>ador q<ue> abie<n> açendiese el mundo todo deçende don jupite<r> que era rrey del çielo e avje de guerrear el mundo tobo mjentes e vio como a<r>die el mu<n>do e dela gran sana non tobo mas a mano / e p<ri>so un rrayo /e ferio a feto<n> con[e]lle e dela grant ferida ovo de cae<r> e de morir en[e]este rrio que dizen eridano e por que a feto<n> dizen eridano finco el su nonbr[e] en[e]l rrio que llama<n> oy dia eridano... (fol.167r)

El estrecho de Mesina que separa a Italia de la isla de Sicilia sirve de marco idóneo y adecuado para la referencia a los monstruos odiseicos Escila, Caribidis y las Sirenas. Escila es un monstruo marino con cuerpo de mujer cuya parte inferior estaba rodeada de perros feroces que devoraban todo cuanto pasase a su alcance; Caribdis es fruto del castigo de Zeus a la hija de la Tierra y Posidón por haber devorado varios ejemplares de los rebaños de los Geriones, convirtiéndola en un ser que absorbía agua de mar en cantidad tres veces al día, provocando una corriente de agua que más tarde devolvía, mientras que las sirenas son genios marinos, mitad mujeres, mitad aves, que habitaban una isla del Mediterráneo y que con su música atraían a los navegantes que se acercaban peligrosamente a la costa rocosa de la isla y zozobraban, devorando las sirenas a los imprudentes. Tradicionalmente la isla de las Sirenas se sitúa frente a la costa de la Italia meridional, frente a la isla de Sorrento:

E con gran deleyto sabet que muchos a enla ma<r> en q<ue> se faze<n> grandes pelligros ent<re> los otros netamos enla esc<ri>ptu<r>a mayo<r>mente de tres e dizen los en latín al uno siçilla al ot<r>o caribdis al  ot<r>o sirçes siçilla llaman los sabios una pena que ha enla ma<r> e paresçe a semejança de muchas gujsas a los q<ue> la veen alvene los actores en sus esc<ri>ptu<r>as dan aq<ue>lla peña maravillosa semejanca estraña e dizen | q<ue> es forma de ornen e dela çintu<r>a ayuso es llena de cabeças de perros S q<ue> non fazen si non ladrar toda via por q<ue> q[ua]ndo se ayu<n>tan aq<ue>lla peña las fondas q<ue>brantanse tan fue<r>te e fazen gran rroydo que non semeja al si non perros que ladran ell segundo logar destos tres es cabidris por que es un tal lugar sorven las nabes todas las q<ue> y llegan a este luga<r> es en la ma<r> asi como pilago escondido en[e]ste loga<r> anda el agua enderredor e las nabes que paresçen y saca<n> las de fondón e faze las anda<r> a de suso en[e]ste luga<r> tres vezes al dia se faze<n> muy grandes vagas e otros tres vezes se sorve todas las aguas e todas las ondas... (fol.168r)

... e suele<n> dezir unos poetas q<ue> aq<ui> las serenas dela ma<r> (fol.168v)

El recorrido sucinto por estas obras anónimas del siglo XIII nos ofrece una ruta con altibajos y dientes de sierra en cuanto a la mitología clásica se refiere. Las dos primeras, Diálogo del cristiano y el judío, y Los diez mandamientos, insertas en una línea claramente cristiana, se olvidan de las referencias míticas para centrarse en su tema de objeto: la crítica a la religión judía en el primer caso, y los consejos y recomendaciones al penitente pecador en la segunda. Ambas están dirigidas a un público prácticamente iletrado, por lo que el lenguaje directo o en forma dialogada que se usa, junto con la brevedad de su contenido explican la intención y el acierto de sus autores. Las dos siguientes, Libro de los doce sabios y Libro de los cien capítulos, pertenecen a la prosa sapiencial castellana de origen oriental que jugó un importante papel en la consolidación de la literatura vernácula como lengua literaria debido a su estructura en forma de sentencias, con principios éticos de carácter universal avalados por el prestigio intelectual de grandes filósofos y pensadores, adaptables a la ortodoxia ideológica doctrinal cristiana, convirtiéndose en verdaderos manuales de urbanidad de nobles y vasallos, y donde el elemento mítico tímidamente va germinando aunque a pequeña escala. Finalmente, Semejanza del mundo despliega de manera enciclopédica todo el didactismo particular en el que se engloban las cinco, manifestando una profusión y conocimiento de la mitología grecolatina bastante notable, hasta el punto de que podríamos hablar de una geografía mítica histórica dirigida esta vez a un estrato de población más formado o culto.

 

Bibliografía

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Elementos míticos grecolatinos en algunas obras literarias del siglo xiii:
Diálogo del cristiano y el judío, Los diez mandamientos, Libro de los doce
sabios, Libro de los cien capítulos,
y Semejanza del mundo

 

MITOLOGIA CLASICA Y LITERATURA ESPAÑOLA,SERVICIO DE PUBLICACIONES UNIV. DE LAS PALMAS, SIETE ESTUDIOS,PP. 9-32,2003

 

GERMÁN SANTANA HENRÍQUEZ
Universidad de las Palmas