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1. Características generales
Así pues, analizaremos toda una serie de sustantivos que, formando parte de una comparación implícita2, contienen la noción de 'pequeñez', 'insignificancia' o 'poco valor'. Es precisamente este contenido semántico lo que permite su empleo como refuerzos negativos pues, no en vano, la negación supone en definitiva llevar a su extremo la idea de pequeñezz, cantidad o valor mínimo 3. A diferencia de Llorens (1929: 185), para quien algunos de estos sustantivos perdieron en español su primitivo significado y adquirieron valor adverbial4, nosotros consideramos que todos los términos que vamos a citar a continuación conservan su sentido pleno y propio. No ocurre lo mismo en francés donde algunos de ellos -es el caso de pos, point, mié, goutte, chose, mot... etc.-, se han gramaticalizado perdiendo parte de su significado originario y adquiriendo simultáneamente un valor adverbial 5. Es decir, se ha verificado aquí un proceso por el que estos vocablos, al quedar desprovistos de su valor léxico, ya no son considerados como refuerzos expresivos de la negación, sino como parte imprescindible de esta, constituyendo tal resultado una de las características fundamentales del sistema negativo francés frente al de otras lenguas romances. Esta pérdida de contenido semántico se traduce, por un lado, en la imposibilidad de variación genérica y numérica de estos sustantivos; y por otro, en la ausencia de determinantes. En castellano, en cambio, estos términos se acompañan, siguiendo la terminología propuesta por Alarcos (1980: capítulo XVII), tanto de adjetivos del tipo I como del tipo II. Entre los primeros se emplean, según Menéndez Pidal (1976: 376, T. I), aquellos que sirven para rebajar aún más el valor del término usado como refuerzo. Así, en nuestro corpus son muy frecuentes vil y malo6. Respecto a los segundos es patente el predominio de los cuantificadores y, especialmente, un 7, dos y tres 8. No hemos registrado ningún caso de demostrativos ni posesivos. Pero no son estos los únicos determinantes. En un ejemplo aparece el tradicionalmente considerado artículo determinado: la seca sardina (Libro 820d). En el resto de citas hemos encontrado adyacentes nominales introducidos por de que especifican y precisan el sustantivo (un vil grano de mijo, Libro 390d; un dinero de daño, Cid 252; un cabello de paula, Libro 1278d; un vaso de agua del río, Alex 2627d; una punta de lanza, Libro 1287d; un pelo de buboso, Just: 448; un pelo de la cabeza, Quij: 803; un pelo de la ropa, Trot: 264); o bien, la ausencia de determinante, coincidiendo entonces con los refuerzos gramaticalizados del francés9. Otra semejanza entre castellano y francés es la que se refiere al empleo de estos sustantivos con una serie de verbos vinculados a nociones de estimación y aprecio: valer, preciar, dar por, prestar, dársele a uno algo, importar, tener en, etc.
2. Dos observaciones en torno al vocabulario
Anotamos un par de puntualizaciones con respecto a la organización del vocabulario que incluimos a continuación. 1. Los términos han sido agrupados, en la medida de lo posible, en campos semánticos, lo que permite mostrar a qué parcelas de la realidad acuden los hablantes buscando palabras que les sirvan para reforzar expresivamente la negación. 2. Hemos comprobado si las voces por nosotros recogidas son también documentadas por otros autores empleadas como tales refuerzos. Por ello hemos consultado las monografías de Llorens (1929) y Wagenaar (1930), las recopilaciones de textos elaboradas por Gifford & Hodcroft (1966) y González (1980), los vocabularios de Cejador y Frauca (1971) y Menéndez Pidal (1977), así como los trabajos de Sas (1974, 1976) y Nykl (1927, 1931). Para determinar la pervivencia de estos refuerzos más allá del siglo XV hemos consultado, para el Renacimiento, la obra de Keniston (1938), y las de Haynes (1933) y Fernández Gómez; (1962, 1971) para el Barroco. Finalmente, no podíamos dejar de lado los diccionarios de Corominas y Pascual (DCECH), Moliner (1970) y el de Autoridades a cargo de la RAE 10.
3. Sustantivos utilizados como refuerzo
3.1. Mundo vegetal
Bajo esta denominación tan genérica incluimos toda una serie de términos que hacen referencia a la vida vegetal en general, los árboles y sus frutos, las plantas, las semillas, etc.
AJO: Al igual que Llorens (1929: 185), Wagenaar (1930: 76), Sas (1974: 471; 1976: 37, s.v.) y Nykl (1927: 312) tan sólo hemos recogido un ejemplo11:
No aparece en épocas posteriores a la Edad Media.
Arveja: Vocablo más frecuente que el anterior, es mencionado por Llorens (1929: 186), Wagenaar (1930: 76), Nykl (1927: 312)12, Sas (1974: 471; 1976: 65, s.v.) y Cejador y Frauca (1971: 47, s.v.).
Este uso aparece en Lope de Vega bajo la variante alberja (Fernández Gómez, 1971: 100) y también el Diccionario de autoridades (RAE, 1979: 427, T. 1, s.v.) recoge la frase no vale una arveja.
avellana: Al igual que Llorens (1929: 186) y Wagenaar (1930: 76) solamente lo hemos documentado en el Libro de Alexandre, donde es también señalado por Sas (1974: 471; 1976: 78):
No aparece en épocas posteriores.
Cañavera: Es citado por Llorens (1929: 186-187), Wagenaar (1930: 79), Sas (1974: 471; 1976: 116) y Cejador y Frauca (1971: 89):
castaña: Es apuntado por Llorens (1929: 187) y Wagenaar (1930: 76). De nuestro corpus extraemos los siguientes casos:
La frase no dársele a uno dos castañas aparece en Lope de Vega (Fernández Gómez, 1971: 519, T. 1). No hemos documentado ningún otro ejemplo posterior a la Edad Media.
cermeña13: Tan sólo hemos recogido un caso, el único que también apuntan Llorens (1929: 187) y Wagenaar (1930: 76):
corteza: Únicamente podemos proporcionar un ejemplo también anotado por Llorens (1929: 187), Wagenaar (1930: 79), y Sas (1974: 471):
Figo (actual higo): Es uno de los términos más frecuentemente utilizados como refuerzo expresivo de la negación a lo largo de la Edad Media. Es recogido por Llorens (1929: 188), Wagenaar (1930: 77), Cejador y Frauca (1971: 229, s.v.), Sas (1974: 472; 1976: 287, s.v.), Menéndez Pidal (1977: 689, s.v.), Gifford y Hodcroft (1966: 37.8) y Nykl (1927: 312):
Este empleo persiste en los siglos posteriores. A los ejemplos aportados por Haynes (1933: 119) y Fernández Gómez (1962: 525; 1971: 1423) correspondientes al XVII, añadimos nosotros el siguiente:
Cabrahigo ('higuera silvestre'), término compuesto, también se utiliza con el mismo valor:
ejemplo este recogido asimismo por Fernández Gómez (1962: 161-162, s.v.). Hoy día no es un empleo muy habitual, pero Moliner (1970: 43, T. 2, s.v.) no deja de registrar frases como (no) importa una higa (un higo), y no dársele a alguien dos higas17. Algunos ejemplos modernos son:
Grano: El término es recogido por Sas (1974: 472), Llorens (1929: 188), Wagenaar (1930: 77) y Nykl (1927: 312).
No hemos anotado ningún ejemplo posterior a la Edad Media, pero Keniston (1938: 634) apunta un caso en el siglo XVI.
Hava: Este término no es mencionado por Sas (1974, 1976), pero uno de los ejemplos aportados por Llorens (1929: 188), Wagenaar (1930: 77) y nosotros mismos corresponde precisamente al Libro de Alexandre:
Nykl (1927: 312) y Fernández Gómez (1962: 509, s.v.) recogen un caso de este uso en el siglo XVII, el único que también nosotros hemos encontrado:
MANZANA: Sólo tenemos un ejemplo, también anotado por Llorens (1929: 189) y Wagenaar (1930: 77), y que corresponde a ME:
NUEZ: Es registrado por Llorens (1929: 190), Wagenaar (1930: 77), Nykl (1927: 312) y Sas (1974: 474; 1976: 434):
PIÑÓN: Nuevamente nuestro ejemplo coincide con el proporcionado por Llorens (1929: 190) y Wagenaar (1930: 80):
prisco19: Tan sólo citamos un ejemplo, el único que también Llorens (1929: 191), Wagenaar (1930: 77), Cejador y Frauca (1971: 321, s.v.) y Nykl (1927: 312) han recogido y que constituye, según Corominas y Pascual (DCECH: 654, T. 4, s.v.), la primera documentación de este término:
Estos mismos autores no dejan de mencionar tampoco la significación de 'ser de poco valor' que tiene la frase no valer un prisco.
puerro: El único ejemplo de nuestro corpus se corresponde con el propuesto por Llorens (1929: 190), Wagenaar (1930: 77), Sas (1974: 474, 1976: 515) y Nykl (1927: 312):
Sarmiento: No hemos encontrado ninguna referencia a este término en las obras consultadas. Por nuestra parte, tan sólo hemos apuntado un ejemplo:
3.2. Mundo animal
Dentro de este amplio epígrafe incluimos nombres de cuadrúpedos, aves, insectos e incluso pescados.
Cabrón: Al igual que en otros muchos términos no proponemos más que una cita, la misma que Llorens (1929: 186) y Sas (1976: 107, s.v.):
can: Sólo tenemos un ejemplo:
Es señalado por Llorens (1929: 186).
Gallo: Anotamos un caso, también registrado por Sas (1974: 472):
GORRIÓN: La cita recogida por Llorens (1929: 188), Wagenaar (1930: 78), Sas (1974: 472; 1976: 311) y nosotros mismos es, según Corominas y Pascual (DCECH: 182-183, T. 3, s.v. Vid. también nota 1), la primera documentación de tal término:
Langosta: El ejemplo que citamos es también el único anotado por Llorens (1929: 188), Wagenaar (1930: 78), Sas (1974: 473; 1976: 337) y Nykl (1927: 313):
Sardina: El ejemplo siguiente, mencionado asimismo por Llorens (1929: 191), constituye la primera documentación de este vocablo (Corominas y Pascual, DCECH: 162, T. 5, s.v.):
3.3. Dinero
Blanca 20: No es señalado por Wagenaar (1930), sí por Llorens (1929: 186) que apunta el único caso que también nosotros hemos encontrado:
Si bien no hemos recogido ninguna cita posterior al siglo XV, Keniston (1938: 634) documenta este empleo en el XVI (blanca de azafrán) y Haynes (1933: 119) y Fernández Gómez (1971: 367, T. 1), este último en las frases estimar una cosa en una blanca y no dársele a uno una blanca, en el XVII.
Dinero 21: A diferencia de lo que ocurre con otros términos es muy frecuente. Es registrado por Llorens (1929: 187), Wagenaar (1930: 78), Cejador y Frauca (1971: 154, s.v.), Sas (1974: 471; 1976: 214), Menéndez Pidal (1977: 629, s.v.) y Nykl (1927: 313). A nuestro corpus corresponden los siguientes casos:
Pese a su profusa utilización a lo largo de toda la Edad Media su uso no pervivió en épocas posteriores. Al menos, nosotros no hemos recogido ningún ejemplo, al igual que tampoco lo hacen Keniston (1938) ni Haynes (1933).
Maravedí : Tan sólo tenemos el siguiente caso, también citado por Llorens (1929: 189), Wagenaar (1930: 78) y Nykl (1927: 313):
Es, sin embargo, habitual a lo largo del XVII, como lo demuestra el testimonio de Haynes (1933: 119), las citas proporcionadas por Fernández Gómez (1962: 649, s.v.; 1971: 1750, T. 2, s.v.) que son variantes de las frases No dársele a uno dos maravedís una cosa, No valer uno dos maravedís para una cosa, y nuestros propios ejemplos:
Meaja 23: Término habitual en la Edad Media, es documentado por Llorens (1929: 188), Wagenaar (1930: 78), Sas (1974: 473; 1976: 382), Nykl (1927: 313), y Cejador y Frauca (1971: 270) que recoge las variantes meaia, miaja, medalla, medagia y miaia. Ejemplos de nuestro corpus son:
Fernández Gómez (1962: 658, s.v.) y Haynes (1933: 120) recogen varios casos en Cervantes. Por nuestra parte anotamos el siguiente:
PEPIÓN 24: Es señalado por Nykl (1927: 313), Llorens (1929: 190), Wagenaar (1930: 78) y Sas (1974: 474; 1976: 474). Nuestras citas son:
SUELDO 25: Tan sólo un caso, el mismo que apuntan Llorens (1929: 191), Wagenaar (1930: 78), y Sas (1974: 475; 1976: 605):
3.4. Otros términos
ACENTO: Hemos encontrado un único ejemplo, también recogido por Llorens (1929: 185), Wagenaar (1930: 79) y Sas (1974: 471; 1976: 21, s.v.):
CABELLO: Anotamos un caso, que coincide con el de Llorens (1929: 186):
Corominas (1973: 478), comentando este verso en la edición del Libro que hemos utilizado, señala que paula no parece ser un nombre propio femenino, sino que es más bien la forma mozárabe y andaluza paulilla 'polilla, mariposa'. Un cabello de paula haría entonces referencia a uno de los finos filamentos que forman las alas de las mariposas o polillas al comerse los paños. No tenemos ninguna cita posterior, pero Fernández Gómez (1971: 426, s.v.) recoge un ejemplo de la frase no importar una cosa un cabello y la RAE (1979) refiriéndose a ni un cabello señala que "Significa lo mismo que cosa ninguna, ni la más mínima" (RAE, 1979: 15, s. v.).
ÇATICO: Corominas (1973: 130) parafrasea sólo un çatico por 'ni un mendrugo' y en el DCECH (p. 35, T. 4, s.v.) este término es incluido como el descendiente castellano de la traducción vasca de mendrugo (zati) 26. Sólo aportamos un ejemplo, también anotado por Cejador y Frauca (1971: 414) y Wagenaar (1930: 79):
CLAVO: Tenemos una sola cita que coincide con la de Llorens (1929: 187), Wagenaar (1930: 79) y Sas (1974: 471; 1976: 135).
No hemos anotado ningún caso posterior a la Edad Media, pero Fernández Gómez (1971: 587) recoge varias citas en las que los personajes lopescos parafrasean la frase no dársele a uno un clavo una cosa. De igual modo, el Diccionario de autoridades (RAE, 1979: 378, T. 1, s.v.) apunta la frase No importa un clavo cuyo significado es el de 'no valer nada, no ser de aprecio ni estimación alguna, no valer un ardite'.
Feste: Hemos encontrado una única referencia. Es la que hace Corominas (1973: 204) comentando el verso de J. Ruiz en el que aparece dicho término:
Tal vocablo significa, según este autor, 'una pizca, un comino', aunque no deja de reconocer que es palabra rara y mal aclarada" (Ibid.).
Gota: Tan sólo hemos recogido un ejemplo, también señalado por Llorens (1929: 188) y Wagenaar (1930: 74):
Haynes (1933: 120) y Fernández Gómez (1962: 496, s.v.) apuntan este empleo en Cervantes. La Academia, por su parte, recoge en su Diccionario de autoridades las frases no dará una gota de agua y no ver gota, queriendo significar respectivamente 'no dará nada', 'no ve nada o muy poco' (RAE, 1979: 65, T. 2, s.v.). Hoy día se sigue empleando con este mismo significado. Moliner (1970: 1410, T. 1, s.v.) cita el siguiente caso:
También en el asturiano actual se utiliza este término como refuerzo al igual que gotera (García Valdés, 1979: 82). En francés sólo aparece en frases como ne voir goutte, n'entendre goutte o ne comprendre goutte 27.
Migaja: A los ejemplos apuntados por Llorens (1929: 189), Wagenaar (1930: 80), Cejador y Frauca (1971: 277) y Sas (1974: 473; 1976: 403, s.v.) añadimos los siguientes:
El uso persiste en los siglos posteriores. Keniston (1938: 634) proporciona el siguiente ejemplo que también forma parte de nuestro corpus:
Haynes (1933: 120) y Fernández Gómez (1962: 673, s.v.) lo anotan en Cervantes. Nosotros hemos registrado esta cita:
La RAE en su Diccionario de autoridades señala que "Se suele tomar vulgarmente por nada ó casi nada" (RAE, 1979: 566). Hoy día más que migaja se emplea miga: no quedó ni una miga; empleo este recogido por Moliner (1970: 413, T. 2, s.v.). También se utiliza, según Beinhauer (1978: 246), miaja significando 'un bocado, un poco'. En el asturiano actual se encuentra miga, así como sus derivados y diminutivos: migayu, migaya, migayina, migaína, migayín... (García Valdés, 1979: 82). En francés su uso es hoy día bastante escaso, pero en épocas anteriores su importancia fue equiparable a la de pas y point 28.
Mote: Tenemos únicamente un ejemplo que es también anotado por Llorens (1929: 189) y Cejador y Frauca (1971: 282, s.v.):
Corominas (1973: 548), comentando este verso del Arcipreste, observa que, frente a la opinión general que identifica mote con palabra, él se inclina más bien a pensar que significa 'broza, brizna, hilito' como el castellano mota. No obstante, en el DCECH (pp. 168-169, T. 4, s.v.) se adhiere a la significación de 'palabra, sentencia breve' y cita nuevamente el caso anterior como ejemplo de conservación del sentido etimológico negativo que tenía el latín non muttum facere 'no abrir la boca, no decir chus ni mus'.
Muesso 29: Es apuntado por Cejador y Frauca (1971: 283, s.v.), pero no hemos encontrado ninguna referencia en el resto de autores. Nosotros no tenemos más que un ejemplo:
PALABRA: Se trata de un término que, al igual que otros incluidos en esta serie, aun no refiriéndose a un objeto de escaso o nulo valor, sí se utiliza para reforzar las expresiones negativas. Conocido ya en la Edad Media, es un empleo que ha pervivido a lo largo de los siglos. Haynes (1933: 119) y Fernández Gómez (1962: 746) lo documentan en el XVII y, aún hoy día, son habituales expresiones como no decir, hablar, responder, saber palabra (Moliner, 1970: 609, T. 2, s.v.). Ejemplos de este uso serían:
PASO: Al igual que ocurre en el caso anterior no se alude con este vocablo a algo de poco valor. No obstante, la idea de 'pequeñez' presente en el mismo, permite su empleo como refuerzo de la negación en ejemplos como los recogidos por Wagenaar (1930: 74) y por nosotros mismos:
Haynes (1933: 121) documenta su uso en el Quijote. Nosotros, aunque ni en el DCECH ni en la obra de Moliner (1970) hemos encontrado ninguna referencia al mismo, pensamos que ejemplos como el siguiente son la herencia actual de tal utilización:
En francés, al igual que en catalán, este vocablo se gramaticalizó llegando a ser parte integrante de la negación32.
PUNTO: Es recogido por Llorens (1929: 190-191) y Wagenaar (1930: 82-83). De nuevo es la idea de 'pequeñez' -punto supone la dimensión más reducida posible-, la que autoriza el empleo de este vocablo como refuerzo. Aunque Sas no hace ninguna referencia a este término en 1974, y en 1976 se limita a señalar su equivalencia con 'una gota, un poquito', son varios los casos que aparecen en El libro de Alexandre:
Otros ejemplos medievales son:
Este empleo persiste en los siglos siguientes. Según Keniston (1938: 634) es el único término que aparece regularmente como refuerzo expresivo de la negación en la prosa del XVI. A nuestro propio corpus corresponden:
También es usual a lo largo de los siguientes siglos. Haynes (1933: 121) y Fernández Gómez (1962: 847) lo registran en el XVII. En Cervantes, por ejemplo, es muy frecuente:
Expresiones similares son habituales en el período neoclásico y romántico:
En la actualidad no es muy frecuente este empleo, pero Corominas y Pascual (DCECH: 694, T. 4, s.v.) no dejan de mencionarlo. En asturiano punto, con la posibilidad de variar en género y número: nun tengu nimpuntas ganas de comer (García Valdés, 1979: 82), se utiliza en algunas zonas del bable occidental con el significado de 'ninguno'. También perdura en el Alto Aragón (Corominas & Pascual, DCECH: 694, T. 4, s.v.). Asimismo es general en italiano, mientras que en francés constituye, junto con pas, uno de los términos fosilizados como parte integrante de la negación33.
RISO 34: Al igual que ya hemos visto sucede con otros vocablos, riso sirve como refuerzo negativo aun sin referirse a un objeto de poco valor. Sólo hemos registrado un caso, el mismo que apunta Llorens (1929: 191) y que corresponde a ME:
Vaso: Se repite la situación precedente, aunque esta vez el ejemplo recogido por Llorens (1929: 191) y por nosotros mismos corresponde al Libro de Alexandre:
Sas (1974, 1976) no hace, sin embargo, ninguna referencia a este uso.
VIENTO: De nuevo es ME la obra que nos proporciona el único ejemplo que hemos encontrado y que es también citado por Llorens (1929: 191192):
Anotamos, por último, otros dos términos. El primero, pico, aparece en Llorens (1929: 190), Wagenaar (1930: 80) y Nykl (1927: 313); el segundo, punta de lanza, tan sólo en Llorens (1929: 190):
Estos son algunos de los términos que a lo largo del medievo se emplean como refuerzo negativo. No son, sin embargo, los únicos. Llorens (1929: 185-191), Wagenaar (1930: 76-81) y Sas (1974: 471-475) anotan además los siguientes: agalla, aulana, bestia muda, caiga, cognado, chirivía, espina, fuelle, lixo, mencal, millares, moneda, mosca, paja, pelo, pitança, pules, rapaz, pera, mosquito, bodigo, çapato, gallara, huevo, murgón y pan. La mayor parte de ellos no fueron utilizados más allá del siglo XV, pero el procedimiento se mantuvo y aún hoy día cuando queremos reforzar la negación acudimos a sustantivos como pizca, ápice, pito, bledo, rábano, pepino, comino y un largo etcétera entre los que habría que incluir algunos de marcado carácter vulgar 35. Ejemplos modernos en los que se puede observar el empleo de estos sustantivos son los siguientes:
Otros, de un empleo más o menos ocasional, son resultado del constante esfuerzo creativo de hablantes y escritores en pro de la enfatización del contenido negativo que se quiere transmitir:
4. Conclusión
Los ejemplos citados constituyen una muestra si no exhaustiva38, al menos sí bastante representativa, de los sustantivos empleados como refuerzo de la negación durante la Edad Media. Llegados a este punto queremos destacar unos cuantos aspectos: 1. Son pocos los términos utilizados durante la Edad Media que persisten en épocas posteriores. Algunos se conservan en el XVII -arveja, higo, castaña, maravedí, clavo, meaja, hava, blanca, cabello, etc.-, pero muy pocos han llegado hasta nuestros días. Tan sólo podemos citar gota, punto, paso, palabra y pocos más, habituales en frases como no queda una gota de licor en la casa, no se apartó un punto de la verdad, no dio un paso por él, o no dijo palabra. Así pues, si bien el procedimiento se ha mantenido en sus líneas esenciales a lo largo de la historia, los vocablos empleados han estado sujetos a un constante proceso de renovación. Este cambio se explica desde una doble perspectiva. Por un lado, es necesario cambiar constantemente los términos utilizados como refuerzo ya que es el único modo de lograr la intensificación del significado negativo que se pretende lograr mediante su empleo. De otra parte, es preciso que los términos empleados se ajusten a los esquemas valorativos existentes en el momento en que se utilizan. De poco serviría aludir a objetos cuya pequeñez o insignificancia no son conocidos por todos. En palabras de Sas (1974) estos sustantivos tienen que contener realidad en el momento histórico en que se usan y deben ser comprendidos por las personas que figuran en el diálogo lingüístico. (Sas, 1974: 477). No obstante, aun teniendo en cuenta que en la Edad Media se empleaban unos términos concretos dictados en gran medida por las condiciones económicas y sociales de tal período39 y que, por otro lado, resulta también incuestionable que hoy día no tendría mucho sentido la comparación con meaja, pepión, sueldo, çatico, feste, etc; no es menos cierto que la explicación de este empleo ha de atender más que a la información sociológica que puede proporcionar, a las razones básicas que motivan su uso: el deseo de reforzar la negación mediante sustantivos que tienen una significación minúscula, puntual o de poco valor. 2. Aunque, según acabamos de ver, el procedimiento se mantiene, ha variado, sin embargo, su ámbito de empleo. Así, mientras en la Edad Media tales términos aparecían con profusión en autores eruditos y no eran ni mucho menos desconocidos por el Mester de Clerecía 40, hoy día tienen, no obstante, un carácter popular y coloquial, cuando no extremadamente vulgar. Lo mismo ha sucedido en francés donde en la actualidad estos términos son propios del nivel oral y, especialmente, del argot, mientras que en la Edad Media aparecían con frecuencia en las obras literarias. 3. Otra de las características que queremos destacar es la preferencia por determinados campos semánticos como lo demuestra el hecho de que también en otras lenguas -y pensamos concretamente en el francés-, se utilicen esos mismos términos. El paralelismo en muchos casos es evidente: chastaigne-castaña, chevell-cabello, clo-clavo, feve-faba, fie-figue-figo, grain-grano, lance-punta de lanza, noisete-avellana, noiz-nuez, point-punto, pome-mangana, porel, poret, porete, porion-puerro, sar-ment-sarmiento, vent-viento, etc. 4. Todos los términos que hemos recogido no sólo no han perdido su contenido semántico convirtiéndose en instrumentos gramaticales al servicio de la negación como ocurre en francés con pas y point, sino que además conservan su valor positivo por lo que no pueden equipararse con jamás, nadie y nada y el resto de vocablos que, si bien fueron en principio utilizados como refuerzos, pasaron con el tiempo a ser ellos mismos negativos. Es decir, tal y como afirma Hernández Alonso (1971) en este caso no es una semantización hacia el valor negativo, sino que estamos ante un caso de afirmación en grado mínimo tan extremado que está a punto de traspasar el límite de lo positivo a lo negativo; de aquí que con un carácter hiperbólico, por ese uso del grado mínimo, adquieran significación negativa estas frases. Todo esto me importa un comino, un pepino o un bledo, quiere decir que me importa muy poco, tan poco, que prácticamente no me importa nada; pero no hay negación, es afirmación de grado mínimo; y la contraposición, la distancia que existe entre la importancia del elemento supuesto, la frase expresada y la despreocupación del hablante, provoca este sentido tan próximo a lo negativo.(Hernández Alonso, 1971: 54). Por tanto, estos refuerzos ni son parte constituyente de la negación como pas o point en francés, ni han adquirido valor negativo como nadie, nada, etc. 5. Todo lo dicho ratifica la idea de que la expresión de contenidos negativos es uno de los aspectos en el que juega un papel más importante la afectividad. Esto explica que, a veces, el hablante abandone los cauces de un lenguaje objetivo y sustituya el vacío y abstracto nada por otros vocablos que enfatizan y realzan el contenido negativo. Entre tales circunloquios de la idea de 'nada', los términos que hemos considerado a lo largo de este capítulo constituyen uno de los procedimientos más efectivos y más constantemente empleados a lo largo de la historia.
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BIBLIOGRAFÍA
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NOTAS
1 Una versión resumida de este artículo fue presentada en el XXIII Simposio de la Sociedad Española de Lingüística, celebrado en la Universidad de Lérida del 13 al 17 de diciembre de 1993. 2 En la base de este empleo hay, según ha indicado Mohren (1980: 8-10) actualizando opiniones formuladas ya en el XIX, un recurso a la comparación. En efecto, un primer término, aquel que se quiere negar, es puesto en relación con otro que hace referencia a un objeto de valor nulo o de uso muy corriente. La idea aparece ya en Schweighaeuser (1852: 65) y, también en el XIX, Martin (1879), aunque no la formula explícitamente, construye sobre tal base su explicación de goutte en construcciones del tipo je ne vois goutte. 3 Al vinculo entre negación y cuantificación se han referido múltiples autores. Vid. una síntesis de tales planteamientos en Rueda (1993:234-242). 4 Opinión que es compartida por García Valdés (1979:81). 5 Para Queftelec (1985:556-557) este vaciado semántico es uno de los criterios que sirven para identificar los auxiliares de la negación. 6 Sas (1974:476) alude al predominio de adjetivos como vil y podrido. 7 Sobre un, considerado desde una perspectiva funcional como cuantificador, Vid. Alarcos (1980: capítulo XVII). 8 Beinhauer (1978), refiriéndose a la época actual, señala dos, tres y cuatro. 9 En francés antiguo las características de los determinantes empleados son similares. Los llamados tradicionalmente calificativos son, en general, de carácter peyorativo. Respecto a los numerales los más frecuentes son un, dos y tres. Cuatro es bastante raro y su uso obedece a razones métricas. El empleo de posesivos, demostrativos y artículos definidos es excepcional y la ausencia de determinante sólo es frecuente con los sustantivos que se refieren a cantidades mínimas en el ámbito de la extensión (Mdhren, 1980: 14-17; Queffelec, 1985: 866-867). 10 Para el empleo de estos vocablos en otras lenguas romances Vid. ademas del trabajo de Móhren (1980) sobre el francés antiguo, Brown (1938) para el italiano medieval, Krflll (1952: 6-10) se refiere al portugués actual y Gutia (1953, 1954) al rumano. Por otra parte, Comfort (1908) recoge ejemplos del italiano, francés y castellano. Vid. asimismo la bibliografía citada a lo largo de todo el estudio. 11 Como ya hemos dicho, nos referiremos tan sólo a los autores que lo recogen utilizado como refuerzo expresivo de la negación. Se comprobará que, en muchos casos, el único ejemplo que nosotros citamos coincide con el que también mencionan Llorens (1929), Wagenaar (1930) u otros autores lo que viene a demostrar que en el nivel escrito una gran parte de estos vocablos no se repiten más de una vez. Lo mismo es verificado por Móhren (1980: 14) con respecto al francés. Asi, de las 423 palabras por él recogidas, 59 son atestiguadas en dos ocasiones y 215 tan sólo en una. La explicación puede radicar en el constante deseo de encontrar nuevas fórmulas que mantengan toda la intensidad que se pretende transmitir. 12 Recoge las variantes arueia, erueia, arveja y arbella (Nykl, 1927:47). 13 "Variedad de pera pequeña muy sabrosa" (Moliner, 1970:584, T. 1, s.v.). 14 Este y otros ejemplos (Vid. Infra s.v. dinero) cuestionan lo establecido por Nykl (1927) según el cual "None of these rustic símiles occurs in the Poema de Mió Cid" (Nykl, 1927: 311); opinión esta ya discutida por Dale (1929:323). 15 Según Corominas y Pascual (DCECH: 358, T. 3, s.v. higo), a resultas de la confusión que en latín tardío existía entre masculinos y neutros, se originó un plural fica ('higos') que se mantuvo como singular en algunas lenguas romances. De este tipo, en su sentido propio ('higo') sólo existe en castellano algún caso esporádico en antiguos textos de la zona oriental. Este ejemplo parece ser uno de ellos. Fica se conservó, pero como nombre del órgano genital femenino de donde pasó a designar la acción que se ejecuta con la mano para escarnio de otra persona. Este es el sentido que tiene en la actualidad en castellano y que aparece ya en estas citas de los siglos XVI y XVII respectivamente: "Toma una higa para vos, don villano" (Pasos: 176); "que de mí no podréis llevar sino una higa" (Quij: 763). 16 La frase es recogida por el Diccionario de autoridades (RAE, 1979: 154, s.v.). Este señala que con ella se significa el poco caso, cuidado o estimación que se tiene de algo. 17 Vid. Supra nota 15 a propósito del significado actual de este término. 18 Es uno de los pocos casos en que el sustantivo utilizado como refuerzo va acompañado de un adjetivo que no tiene carácter peyorativo. 19 "Especie de melocotón o albérchigo poco apreciado" (Corominas;, 1973: 462, nota al verso 1230d). 20 Moneda de vellón que tuvo diferentes valores" (Moliner, 1970:383, T. 1, s.v.). 21 "moneda de plata que primero valía diez ases" (Corominas & Pascual, DCECH: 497, T. 2, s.v.); 21 Moneda de cobre antigua en España" (RAE, 1979: 284, T. 2, s.v.). No existe acuerdo absoluto a la hora de establecer el valor de esta moneda. El mismo Diccionario de autoridades reconoce que "Sus especies y valor han sido varias y de dificultosa averiguación" (Ibid.) Menéndez Pidal (1977:629, s.v.) señala que "El dinero en el siglo XIV era la décima parte del maravedí, y cada dinero valia seis meajas". 22 Moneda de cobre, que ha corrido en España con diversos valores, en lo antiguo y en lo moderno, motivado de las alzas y baxas de la moneda de vellón" (RAE, 1979:494, T. 2, s.v.). 23 Moneda antigua de Castilla, de vellón, que valía la sexta parte de un dinero" (Moliner, 1970:374, T. 2, s.v.). 24 "antigua moneda pequeña que corría en Castilla" (Corominas & Pascual, DCECH: 481, T. 4, s.v.). 25 Moneda de poco valor (Sas, 1974:475). 26 Opinión esta que ratifica en el volumen 6 de la misma obra donde, aunque zatico es interpretado como 'porción, pedazo', se señala que es casi siempre 'pedazo de pan', raramente 'pedazo de otras cosas'. 27 Sobre este vocablo, uno de los afectados en francés por el proceso de gramaticalización, no hay mucha bibliografía y las distintas explicaciones que inciden sobre su uso en las construcciones que estamos considerando, no aportan nada nuevo a lo que ya estableciera Martin en 1879. Tan sólo Price (1986: 571-574) intenta profundizar sobre su historia sintáctica. 28 Sobre el empleo de este vocablo en francés Vid. Bastin (1891: 13-14), Schweighaeuser (1852: 101-103), Price (1986: 570-571) y, especialmente, Tilander (1951, 1963a, b) y Price (1962). Este último analiza las diferencias sintácticas entre mié, pas y point en el francés antiguo, medio y moderno. 29 Porción de comida que cabe de una vez en la boca" (RAE, 1992: 1000, s.v.). 30 En este caso una letra funciona también a modo de refuerzo expresivo de la negación. 31 El ejemplo, aunque corresponde al Libro de Alexandre, no es mencionado, sin embargo, por Sas (1974, 1976). 32 Sobre este término Vid. Yvon (1948), Flores (1977) y Muller (1988: 356-360). Su comportamiento en el francés actual es analizado por Chigarevskaia (1967), Cristea (1971: 7075,220-222) y Gaatone (1971:39-60). Respecto al francés antiguo Vid. Price (1962). 33 Sobre su funcionamiento en francés actual Vid. Gaatone (1971: 61-63) y Cristea (1971: 7577). 34 'Sonrisa' (Andrés, 1964: 237, s.v.). 35 Vid. los recogidos por Beinhauer (1978: 234-249), así como los respectivos comentarios sobre cada uno de ellos. El francés moderno y contemporáneo tampoco es ajeno a este uso. En este sentido, George (1970) ofrece una amplísima relación de ejemplos del lenguaje popular y argótico, aunque limitándose a la zona de París. 36 La expresión no importar o no valer un bledo es también recogida por el Diccionario de autoridades (RAE, 1979:622, T. 1, s.v.). 37Las frases no dársele, no importar un pito aparecen en el Diccionario de autoridades (RAE, 1979:285, T. 3, s.v.; Moliner, 1970: 757, T. 2, s.v.). 38 No sería posible dar su relación completa desde el momento en que tales vocablos forman parte de inventarios abiertos. 39 Nykl (1927, 1931), por ejemplo, afirma que "The predilection of the ecclesiastical men (...) for these símiles may be due to their envíronment in the days when fruit and vegetables were árdeles of barter, and were also used for the payment of the diezmo" (Nykl, 1927: 311; 1931: 167). A una explicación sociológica semejante se adhiere Queffelec (1985) para justificar la extraordinaria productividad durante la Edad Media de denier al señalar que tal profusión "n'a ríen d'étonnant, puisqu'il constitue l'unité monetaire de base dans une société oú le troc fait de plus en plus place au commerce fondé sur la monnaie" (Queffelec, 1985: 865-866). Para este autor los sustantivos usados como refuerzo son reveladores de la mentalidad medieval y de la escala de valores vigente en ese momento. 40 Ya hemos citado abundantes ejemplos del Libro de Alexandre, del Poema de Fernán González y del Libro del Buen amor. Al empleo de estos términos en el lenguaje elevado ya se refirió Menéndez Pidal (1976:376, T. I; 1980:1208-1209, T. III).
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