Canecillos románicos de la iglesia de Butrera: Nuestra Señora de Septiembre, también Nuestra Señora de la Antigua. Merindades, Burgos

 

 

 

 

 

La tarea docente de cercanas fechas —comienzos del curso 1969-1970 a efectos de fijación temporal— ha traído a mis manos un ejemplar de la Vida de Santo Domingo de Silos (1) de Berceo, en edición de Germán Orduna. A través de sus páginas prológales, tropecé con una idea métrica —violín de Ingres de mis aficiones literarias— que me sonaba mucho a conocida, pero no demasiado comulgada por mí. Las palabras son estas

Fitz-Gerald prefiere el nombre de cuaderna via porque distingue el verso de clerecía del alejandrino corriente en el que la sinalefa es permitida. En Berceo se da una métrica artificiosamente regular en la que el hiato es obligatorio.

En efecto, disiento de la afirmación porque no veo que responda a la realidad de los hechos literarios, poéticos.

Cabe destacar, en primer término, que no está muy claro eso de la distinción entre -verso de clerecía y alejandrino corriente. El alejandrino es único, qué duda cabe. Manejado con mejor o peor maestría, pero único. Común a lo corriente y a la clerecía, Y anejo por completo a la permisión o no de la sinalefa.

¿Cuándo nos cansaremos de ahogar el arte con el prejuicio, la norma y la hojarasca teórica? Un alejandrino es hermoso, detestable o discreto únicamente a expensas de su esquema creación al, pero no porque se ajuste a una norma de permisión o se aleje de ella.

Aun así, no es este el centro al que apuntamos. El dardo va dirigido a la diana misma

En Berceo se da una métrica artificiosamente regular, en la que el hiato es obligatorio.

Dos ideas fundamentales: artificiosidad en la regularización; hiato obligatorio. Ni una ni otra son verdaderas; cuando menos, válidas.

¿De dónde puede obtenerse la conclusión de que el hiato es obligatorio? Citemos sólo un ejemplo, bien a la mano, puesto que se encuentra en el segundo verso de la Introducción a los Milagros de Nuestra Señora

si vos me escuchassedes / por vuestro consiment

He aquí la manzana de la discordia

si vos me escuchassedes

con ocho hermosas sílabas gramaticales, convertidas en espléndido hemistiquio heptasílabo por obra y gracia de la obligatoria sinalefa —no por norma apriorística, sino a causa de la exigencia rítmica, fonética y, especialmente, literaria del texto—: que funde y destruye el hiato obligatorio

me's cuchassedes

con lo que el ritmo interno, que es el importante, trasciende una cadena rítmica externa lapidaria

o        óo         óo         óo

si  vos-mes  cu-cha   se-des

Incluso cabe hablar de cierto énfasis en la expresión poética, no sólo comunicativa, en el vocativo de atención, que aún levanta mejor el ritmo poético, refrendado de manera definitiva en el segundo hemistiquio que, por mejor definición y fijeza, es agudo, como el resto de los cuatro versos.

Pero volvamos a las campanas oídas, aunque no escuchadas. Levantada la liebre de la sospecha, el salto de comprobación vino de manera obligada: la Métrica española, de Navarro Tomás (2), canon, como se sabe, de cualquier estudio métrico y recurso siempre de toda última consulta. Pues bien, Navarro Tomás nada indica de la regularidad artificiosa de Berceo. Simplemente habla de sus variedades e interpreta, en esquema, su literaria significación.

¿Dónde intentar, de nuevo, la comprobación posible? El camino conduce de manera indefectible —ahora sí— a la Versificación irregular española, de Henriquez Ureña. Y allí leemos afirmación tan seca y tajante como esta:

Berceo obtiene la regularidad medíante el empleo artificial, forzado, del hiato: nunca emplea la sinalefa; sólo la elisión; paradójicamente, su regularidad resulta una manera de irregularidad, pues la pronunciación normal del español exige la sinalefa, y, leídos naturalmente, sin los hiatos anormales, los versos cojean (3).

De aquí surgió todo, en verdad. Y no es que yo disuene, en la totalidad, de cuanto afirma Henriquez Ureña. Únicamente creo que necesita de alguna precisión.

En principio, no veo muy adaptado a la verdad —literaria, poética,— el hecho de que emplear el hiato sea forzado y artificial. Puede sonar distinto de la normal fluencia fónica de la lengua, en la conversación coloquial y diaria. Pero ¿forzado? Igualmente forzadas resultan todas las licencias poéticas que se permiten los creadores de cualquier edad. Mucho más forzado es el empleo de la sinéresis; vulgar, me atrevería a decir, y admitimos su utilización apenas sin reparos.

La. cuestión es clara. O reconocemos la legitimidad de cualquier licencia, o las negamos todas. Pero no es lícito violentar los hechos precisando, retorcidamente, que la regularidad lograda no lo es, porque no se utilizó la sinalefa. Pienso, y esto es elemental, que Berceo ni se planteó el problema.

Porque del mismo modo que logra versos perfectos empleando el hiato,. igual los hubiera conseguido utilizando la sinalefa. Es un futurible, ciertamente, no muy arriesgado.

En cuanto a lo de artificial, ¿no estamos de acuerdo en que toda lengua literaria, por el solo hecho de serlo, es artificiosa? En todo caso, puede habiarse de grados de artificio. Y no sólo Berceo sería incluido en la nómina: todos los poetas son artificiales a causa de la entraña misma de su cometido.

"Berceo no emplea nunca la sinalefa, sólo la elisión...". Admitámoslo como cierto. Pero ¿es que la elisión no significa una de tantas formas de sinalefa? Por otra parte, se me ocurre traer a colación tan sólo dos alejandrinos, de esos que siempre se quedan en los rincones de la memoria a. fuerza de relecturas

Dizienli mal oficio / facienli mala ofrenda

El niño judío — 85.

 

Si oírme quisieredes / bien podedes iurar.

La abadesa encinta — 7.

cuyo esquema bien puede ser:

o       óo       óo     óo      o     óo      óo        óo

di-   zien-li mal-o fi-cio // fa zienli ma-lao fren-da

 

o      óo      óo     óo           óo       óoo    óo

sio ir-me qui sie redes // bien po dedes iu rar

Mírese como se mire, o rompemos totalmente cualquier vestigio de estructura rítmica, o admitimos la sinalefa realizada. Pero no divaguemos. Para mejor y cercana ocasión preparo un estudio sistemático de la versificación de Berceo. Hoy basta con esta pequeña nota como botón de muestra.

En cualquier caso me interesa dejar sentado que no existe irregularidad general en Berceo. Por el contrario, su versificación es regular en conjunto. Regularidad plenamente lograda, buscada y susceptible de justificación en cualquier momento.

Todo aquello de la pronunciación normal del español, exigencia sociológica, los versos cojos, etc., no son más que zarandajas.

La crítica literaria no puede basarse, aquí y ahora, en supuestos rígidos de teoría. No es lícito violentar lo más mínimo la realidad creada para que encaje en una concepción precisa, o personal, de las cosas literarias. La literatura puede ser ciencia, pero primero es arte. Cuando puede enunciarse una ley, se hace y todo queda bien. Cuando no, interpretemos artísticamente. Nada más. Y la versificación, aspecto tan externo y, aparentemente, sin importancia, también participa de la significación estética del poema. La métrica de Berceo es una de las facetas artísticas de su poesía. Por lo mismo, hay que interpretarla artística y poéticamente. Si no somos capaces, mejor dejarlo. Si sólo nos es dado realizar un estudio científico y erudito de Berceo, reconozcámoslo así y dejemos el trabajo en sus límites justos: en los linderos anteriores al puro campo de la poesía. Porque sigue siendo verdad, aunque suene a tópico de tan manida, la idea que preconiza facultad creadora —no sólo científica o de conocimientos abundantes— para criticar el poema. Aunque sea en los elementales predios de la versificación.

 

 

NOTAS

 

(1) G. de Berceo, Vida de Santo Domingo de Silos, Biblioteca Anaya, Autores Españoles, Madrid, 1968. Edición de Germán Orduna. Son ediciones especialmente dedicadas a estudiantes de Enseñanza Media. Bien presentadas, de formato manejable y con indicaciones precisas y acertadas a efectos de una más fácil y fecunda lectura.

 

(2) Navarro Tomas, T. Métrica Española, reseña histórica y descriptiva. Las Américas Publishing Company, New York, 1966, pág. 25.

 

(3) Henriquez Ureña, P. Estudios de versificación española. Universidad de Buenos Aires, Departamento Editorial, 1961.

 

 

 
 

 

 

EN TORNO AL ALEJANDRINO DE BERCEO
 

Victorino Polo García
Universidad de Murcia

Monteagudo 50 (1969) pp. 20-21