El
lema que vamos a estudiar es tan
antiguo como el Cristianismo.
La preocupación del fin del mundo está latente en la vida
espiritual de todos los pueblos y de todas las religiones. Pero
lo que a nosotros nos interesa es la proyección literaria de
esta
constante inquietud en el mundo medieval románico y
concretamente en Berceo.
El hombre
cristiano se ha sentido desasosegado ante este espantoso momento
y ha procurado buscar una serie de signos o señales que le
adviertan y prevengan de su llegada.
Estos signos,
hijos de su preocupación, han sido concebidos de muy distintas
maneras y han aflorado en multitud de textos desde casi los
tiempos evangélicos hasta nuestros días.
Como el río que
se desliza unas veces pausado, tranquilo, otras impetuoso,
arrollador; de tal modo vamos fluir la constante inquietud del
día del juicio y sus signos a través del mundo cristiano
medieval. Unas veces parece que los textos se agotan, otras nos
asaltan pujantes. El tema nunca, está muerto, puede dormitar
algunos momentos, pero, cuando menos se espera, se despierta
lleno de vida. No hay duda que estos altibajos obedecen a la
acción de un sedimento de la realidad cotidiana: cualquier
catástrofe, cualquier desgracia era enseguida considerada como
inequívoca señal del fin del mundo.
Por su parte la
Iglesia continuamente ha procurado conservar
la
tradicional enseñanza según la cual el cristiano debe hallarse
siempre presto para recibir el fin de los siglos, sin embargo
nunca ha fijado una fecha determinada. Es un secreto que el
Todopoderoso se ha reservado. No obstante cuantas y cuantas
veces el relato de una catástrofe ha hecho pensar a los que la
padecieron que el fin de los tiempos había llegado.
Oigamos a un
testigo presencial de las invasiones bárbaras en nuestra patria,
al obispo Idacio:
"Los Bárbaros —dice— que habían penetrado
en las Españas,
las desvastan en lucha sangrienta. La peste hace por su
parte no menos rápidos estragos.
Desparramándose furiosos los Bárbaros por
las Españas,
y
encrueleciéndose al igual el azote de la
peste, el tiránico exactor roba y el soldado saquea las
riquezas y los mantenimientos guardados en las ciudades;
reina un hambre tan espantosa, que obligado por ella, el
género humano devora carne humana, y hasta las madres
matan a
sus hijos
y
cuecen sus cuerpos, para alimentarse con
ellos.
Las fieras, aficionadas a los cadáveres
de los muertos por la espada, por el hambre y por la
peste, despedazan hasta a los hombres más fuertes, y
cebándose en sus miembros, se encarnizan cada vez más,
para destrucción del género humano.
De esta suerte, exacerbadas en todo el
orbe las cuatro plagas: el hierro, el hambre, la peste y
las fieras,
cúmplense las predicciones que hizo el
Señor por boca de sus profetas
(1).
Pero no era solo
Hidacio quien pensaba de este modo, el pueblo cristiano se
sentía sobrecogido por las calamidades que presenciaba y quizás
aun con más fuerza que el obispo de Chaves imaginaba que el fin
de los siglos se les echaba encima. No hay duda de que Hidacio
se hace eco de un ambiente de consternación y pavor propicio
para la imaginación de hechos sobrenaturales. Solo así podremos
comprender esa extraña proliferación de portentos que en su
Cronicón
se sorprende. El
sol se eclipsa múltiples veces, la luna aparece como convertida
en sangre, en dos ocasiones un cometa pasea por el cielo su roja
cabellera.
"el día antes de las nonas de abril,
feria III (martes 4 de Abril de 452), luego que el sol
se pone, toma el cielo por la parte del Septentrión un
color ropizo. como de fuego o sangre, destacándose en
medio de la ígnea claridad líneas más luminosas, que
figuran a modo de lanzas rutilantes. Dura el portento
desde la puesta del sol hasta la hora tercia de la noche
peco más o menos y se reproduce después de la manera más
imponente."
En otra ocasión
el sol presenta ciertas señales como si estuviese en lucha con
otro. Por dos veces también el sol sufre disminución en la luz
de su disco apareciendo como la luna cuando tiene cinco o seis
días. En otra ocasión agrega:
"Los legados que habían regresado de la
corte de los godos refieren algunos portentos observados
en las Galias: que a la puesta del sol se habia visto
aparecer al instante otro sol, que era como la imagen
del primero; que cierto día en que los Godos se hallaban
congregados en una de sus asambleas, los hierros o
puntas de los dardos que tenían en las manos, perdieron
por algún tiempo su brillo natural, volviéndose unos de
color verde, otros rosáceo, otros negros y otros
dorados, y que por aquellos mismos días, en medio de la
ciudad de Tolosa brotó sangre de la tierra y estuvo
fluyendo por espacio de un día entero.
Un último
prodigio cierra el texto hidaciano:
En este mismo año. el invierno, la
primavera, el estío y el otoño fueron
extraordinariamente calamitosísimos, siendo general el
daño, por la mudanza verificada en el aire y en toda
clase de frutos.
En las regiones de Galicia vénse
distintamente algunos prodigios y señales misteriosas.
En el río Miño, como a unas cinco millas del municipio
de Lais, cogiéronse cuatro peces, de aspecto y figura
nunca vistos, los cuales, como refirieron los mismos que
los habían cogido, hombres cristianos y piadosos,
presentaban varios signos, consistentes en letras
hebraicas y griegas, números latinos de eras, en esta
forma CCCLXV, y un círculo con los meses del año, a
igual distancia unos de otros. No lejos de dicho
municipio, cayeron del cielo cierta especie de granos, a
manera de lentejas, muy verdes, como la hierba y
sumamente amargos; y observáronse además muchos otros
portentos que sería prolijo de mencionar".
Muchos de estos
prodigios, que aquí hemos visto, luego los encontraremos como
característicos de los "signa judicii". Pero tres siglos después
de estos años angustiosos la Hispania visigótica iba a verse a
su vez cercada de peligros y cargada de presagios, mas esta vez
los cronistas no tuvieron tiempo a reparar en agüeros porque las
lanzas les cercaban y sus vidas estaban en peligro. Cuando la
seguridad se conquistó las horas de zozobra se habían olvidado;
aunque también es verdad que el cambio sufrido esta vez no fué
tan radical como el primero, los testimonios de Alvaro Cordobés
(Indiculus
Luminosus,
XXXV) nos
muestran cuan convencido estaba de vivir los tiempos del
Anticristo, personificado en Mahoma y sus secuaces.
No solo España
sino Europa entera ha creído ver en cualquier momento en que el
devenir histórico se agitaba, un presagio funesto de los últimos
días del planeta.
En la Lorraine se
esparció el rumor de que el mundo sería aniquilado el año 970
porque en dicho año el Viernes Santo, coincidía con el día de la
Anunciación: el ciclo que mediaba entre el anunciamiento de la
Redención y la muerte del Redentor se concretaba en un punto y
todo se acabaría.
Otros apoyándose
en un pasaje del Apocalipsis anunciaron que el día fatídico
tendría lugar dentro del año 1000. Odón de Cluny contribuyó a
difundir esta creencia.
"En mi juventud —nos dice Abbon de
Fleury— he oído predicar en la Iglesia de París que tan
pronto como los mil años se vean consumados, vendrá el
Anticristo, y que, poco tiempo después tendrá lugar el
juicio universal" (2).
El año
1033
se
vió
azotado por un
hambre terrible y ello hace exclamar a Raúl Glaber:
"Se creía que el orden de las estaciones
y las leyes de los
elementos, que hasta entonces habían gobernado el mundo,
retornaban al eterno caos y se temía el fin del género
humano" (3).
Expresiones como
esta o similares desatan las pestes y hambres de los años 1000 y
1042 o las terribles epidemias de la Peste Negra (1346-1350) que
diezmaron media Europa.
La historiografía
decimonónica hizo de esta preocupación una> especie de leyenda
concretándola al siglo X e imaginándola como una psicosis
colectiva que afectó a una gran parte de Europa. España,
empeñada en sus luchas con los moros, no tuvo tiempo para
hacerse eco de esta angustia aunque las campañas de Almanzor a
más de uno le despertaron muy negros pensamientos.
Si
los hechos
históricos han sembrado en las mentes de los cristianos
medievales inquietudes semejantes, la Iglesia a su vez procura
tener alerta a los fieles para que la hora de iodos no les coja
desprevenidos (4). Los escritores eclesiásticos desde los mismos
evangelistas hasta hoy día han rendido culto a esta grave
preocupación. El Oficio de Difuntos nos lo recuerda a cada
momento:
Dies irae, dies illa
solvet saeclum in favilla.
teste David cum Sibylla
Este himno debido
a Tomás de Celano, compañero de San Francisco, nos revela un
clima espiritual hermano del que ha hecho brotar en todas las
literaturas medievales europeas el tema de los
signa judicii
(5) que vamos a
estudiar.
Los Oráculos
Sibilinos formados entre el s. II antes de J. C. y el III
después de J. C, escritos primeramente en griego y luego
traducidos al latín ya gozaron de gran predicamento entre
algunos escritores cristianos como Lactancio
(Divinae
Institutiones y Epitome Divinarum Institutionum
(6) y San Agustín
(7).
Durante la Edad
Media fueron difundidísimos y citados a cada paso, en cada
ocasión que se hablaba del Juicio Final o de sus señales se
comentaba sin la menor sospecha un pasaje de estos Oráculos. Al
mismo Beda se le ha atribuido un opúsculo titulado "Sibyllinorum
verborum interpretatio"
en donde se halla
una de las versiones de dichos Oráculos:
Versus sibyllini de Christo
Judicii signum : tellus sudore madeseet,
E coelo rex adveniet per secla futurus,
Scilicet in carne praesens, ut judicet
orbem:
Unde Deum cernent incredulus atque
fidelis,
Celsum cum sanctis jam terminus exstat in
ipso,
Sic animae cum carne aderunt, quas
judicat ipse,
Cum jacet incultus densis in vepribus
orbis,
Rejicient simulacra viri cunctam quoque
gazam,
Exuret térras ignis totumque polumque:
Inquixens tetri portas eííringet Averni,
Sanctorum sed enim eunctae lux libera
carni,
Tradentur fontes. aeternaque flamma
cremabit
Occultos actus manifestans quisque
loquetur,
Secreta atque Deus reserabit pectora
lucis;
Tunc
erit et luctus, stridebunt dentibus omnes.
Eripitur solis jubar, et chorus interit
astris,
Volvetur coelum, lunaris splendor obibit,
Dejiciet colles, valles extollet ab imo:
Non erit in rebus hominum sublime vel
altum,
Jam aequantur campis montes et caerula
ponti,
Omnia cessabunt, tellus contracta peribit;
Sic pariter fontes torrentur fluminaque
igni.
Sed tuba per sonitum tristem dimittet ab
alto,
Orbe genus facinus miserum variosque
labores,
Tartareum chaos monstrabit térra
dehiscens.
Et coram hoc Domino reges sistentur ad
unum,
Recidet e coelis ignisque et sulphuris
amnis
(8)
Las lenguas
románicas se hicieron eco de este poema y conservamos una
traducción provenzal incluida en un ms. del s. XV, publicada por
Milá y Fontanals (9) de la cual son estos versos:
Car del Judici tot enant
parra una senya molt gran :
la terra
gitará sudor
e tremirá de gran pahor.
Aprés s'esbadarà molt fort,
donant senyal do greu conort,
e mostrará ab crits et ab trons
les infernáis confusions.
Un corn molt trist ressonarà
del cel
que morts
reysidirà
la luna e'l sol s'escurirà
nulla'stela noy loyrà.
Cascun cors l'arma cobrará
qui és bé o mal aqui parrà
;
los bons irán vers Diéu la-sus,
e ls mal irán en térra jus.
Foc dexendrá del cel ardent
e sófre qui és molt pudent;
cel, térra, mar, tot perirà
e tot quant es foc delira.
Los puits e plans serán eguals;
aqui serán los bons e ls mals,
los reys, los comtes e ls barons
qui de lurs fayts retran rasons. (10)
Al lado de este
relato atribuido a la Sibylla, corría desde muy antiguo otro
texto sobre los
signa judicii
el cual decían
remontaba a San Jerónimo. Dicho texto ofrece una variedad
bastante acusada según los autores.
Todos ellos se
limitan a respaldar sus asertos con la autoridad de San Jerónimo
pero sin citar concretamente el texto en que se apoyan.
Recogemos a continuación tres versiones de los Quince Signos que
han de preceder al Día del Juicio según tres autores diferentes
y de distintas regiones.
Comenzaremos por
la narración en prosa de San Pedro Damián :
Signa
praecedentia judicii diem
ex S. Hieronymi sententia.
Illud tamen quod de quindecim signis
totidem dierum diem judicii praecedentium beatum
Hieronymum referre didicimus, hic eisdem verbis inserere
non superfluum judicamus. Quibus proferto verbis sicut
nec autoritatis robur adscribimus, ita nec fidem penitus
denegamus. Res ergo sicut ad nos pervenit, hujus stylo
se simpliciter inserat, ut antiquis etiam Hebraeorum
populis, qui divini judicii terror increverit, ex eorum
paginis innotescat.
Signum, inquit, primi diei: Maria omnia
in altitudinem exalta-buntur quindecim cubitorum supra
montes excelsos orbis terrae, non aífluentia, sed sicut
muri aequora stabunt.
Signum secundi diei: Omnia aequora
prosternentur in imum profundi,
ita ut vix queant ab humanis obtutibus conspici.
Signum tertii diei: Maria omnia
redigentur in pristinum statum, qualiter ab exordio
creata fuerant.
Signum quarti diei: Beluae omnes, et
omnia quae moventur in aquis marinis, congregabuntur
super pelagus, more contentionis, invicem mugientes et
rugientes; nescientque homines quid cantent, vel quid
cogitent, sed tantum scit Deus, cui omnia vivunt,
officio gerendi.
Haec quattuor signa pelagi sunt, et tria
sequentia signa aeris, et aetheris sunt.
Signum quinti diei: Omnia volatilia
coeli concionabuntur
in campis.
unumquodque
genus in online suo: eaedem volucres invicem
collociuenles et plorantes erunt
non gustantes neque
bibentes,
adventum
judicis
timentes.
Signum sexti
diei: Flumína ignea ab
occasu solis surget, contra
faciem firmamenti, usque ad
ortum currentia.
Signum septimi diei : Errantia
sidera, et stationaria spargent ex se igneas
comas, qualiter in cometis
apparet orbi et ejus
habitatoribus.
Signum octavi diei: Terraemotus erit
magnus, ita ut nullus homo stare possit. aut nullum
animal, sed solo sternentur omnia.
Signum noni diei: Omnes lapides tam parvi
quam magni scindentur in quatuor partes, et unaquaeque
pars collidet alteram partero, nescietque ullus homo
sonum illum, nisi solus Deus.
Signum decimi diei: Omnia ligna silvarum,
et olera herbarum sanguineum fluent rorem.
Signum undecimi diei: Omnes montes, et
colles, et omnia aedificia humana arte constructa, in
pulverem redigentur.
Signum duodecimi diei: Omnia animalia
terrae de silvis et montibus venient ad campos rugientia
et mugientia non gustantia et non bibentia.
Signum decimitertii diei: Omnia ab ortu
solis sepulcra usque ad occasum patebunt, cadaveribus
surgentibus, usque ad horam judicii.
Signum decimiquarti diei: Omne humanum
genus, quod inventum fuerit, de habitaculis et de locis
in quibus erunt velociter abscedent, non intelligentes
neque loquentes; sed discurrent ut amentes.
Signum decimiquinti diei: Vivi homines
morientur, ut resurgant cum mortuis longe ante defunctis
(11).
San Pedro Damián,
nacido en Ravenna en 1002, se hace eco de una tradición que
atribuía los tales signos a San Jerónimo, sin embargo siente sus
dudas sobre el crédito que se ha de dar a los mismos. En Italia
circulaba durante el primer tercio del siglo XI la leyenda que
acabamos de transcribir. Casi medio siglo después Hildeberto de
Tours (m. 1134) pone el mismo texto en versos leoninos:
Hieronymus in annalibus Hebraeorum de XV signis
quindecim dierum ante diem judicii.
Cognitio talis fiet finis generalis
Omnibus
in rebus ter quinis ante
diebus:
Atque dies unus dans mundi
cernere funus,
Testes horr[or]is tot habens
dirique furoris,
Est ostentendus per signa
tremenda tremendus.
I.
Aequor
inundabit montesque tumens superabit,
Ter quinis
cubitis excrescens altius istis,
Non involvendo sed fluctibus
alta petendo.
II.
Rursum summissum subterfluet aequor
abyssum
Ut vix cernatur quo cursus et unda feratur.
III.
Antiquusque status posthinc fuerit
reparatus.
IV. Quidquíd
aquis tegitur vita sensuque potitur
Aequora nudabunt, incertaque
voce sonabunt.
V. Aera
linquentes, in campis convenientes,
Voce sua plangent volucres nec
pascua tangent.
VI.
Solis ab occasu crebro labentia casu
Fulgura, splendentem
pertransibunt orientem.
VII.
Sidera flammabunt et longo crine
micabunt.
VIII.
Motus terra
dabit: animal nullum pede stabit.
IX.
Saxaque vis scindet partem pars,
altera findet,
X.
Lignaque viventum nemorum genus omne
virentum
Sanguinis in morem, sudabunt omnia rorem.
XI.
Montes solventur
quasi pulvis et efficientur
Quodque laboravit, nuper labor
aedificabit
Tunc
conf'undetur, tunc in
nihilum redigetur.
XII.
Abdita silvarum
fugiet genus omne
ferarum,
Venturum metum resonans
communeque lethum.
XIII.
Bustis
confractis ac omnino patefactis
Surgere nitentur quae corpora
clausa tenentur.
XIV.
Urbibus exibunt homines properanter et
ibunt
Passim plangentes, sine
sensu nilque loquentes.
XV. Summa dies rerum post
haec erit atque dierum,
Qua quotquot vivent morientur; moxque resurgent
Mundi defuncti, necnon ab origine cuncti
Si quo salventur, ii perpetuo crucientur.
Huius terrorem quis díceret atque laborem!.
Quam tot portentis conturbatis elementis.
Coelum, terra, mare monstrabunt appropiare
Dantia majorum multo documenta dolorum
Istius horrorem timeamus, amemus honorem.
Quo se noscendum plane
dans atque vivendum
Justis praebebit; secreti nilque latebit
Quod non cernatur ac in Deitate sciatur;
In qua gaudebunt, quia gaudia
fine carebunt (12).
Pedro Comestor
(m. 1179) incluye dentro de su
Historia
Scholastica
(In Evangelia
cap. CXLI) una versión de los Quince Signos atribuida también a
San Jerónimo, bastante diferente de las anteriores, según
podemos ver:
De signis quindecim dierum ante Judicium
Hieronymus autem in annalibus Hebraeorum
invenit signa XV dierum ante diem judicii; sed utrum
continui futuri sint dies illi, an interpollati non
expressit.
Prima die eriget se mare XL cubitis super
altitudinem montium stans in loco quasi murus.
Secunda tantum descendet ut vix posset
videri.
Tertia marinae belvae apparentes super
mare dabunt rugitus usque ad celum.
Quarta ardebit mare et aqua.
Quinta herbae et arbores dabunt rorem
sanguineum.
Sexta ruent aedificia.
Séptima petre ad invicem collidentur.
Octava fiet generalis terraemotus.
Nona aequabitur terra.
Decima exibunt homines de
cavernis,
el ibunt velut amentes nec poterunt mutuo loqui.
Undecima
surgent ossa mortuorum, et stabunt super sepulchra.
Duodécima cadent stellae.
Tredécima morientur viventes, ut cum
mortuis resurgant.
Quartadecima ardebit coelum et terra,
Quintadecima fiet coelum novum et terra
nova et resurgent omnes (13).
Este texto ha
sido uno de los más afortunados y gozó de amplia difusión por lo
que fué utilizado con mucha frecuencia para las narraciones
romances.
En el
Líber
Sentenliarum ac Dictorum
memorabilum
de Alain de Lille
se incluye una versión semejante a la que acabamos de ver
(14).
Las versiones
romances del tema que se inauguran en la Galia septentrional a
finales del siglo XII ofrecen todavía relatos diferentes de los
Quince Signos. En algunos de ellos parece que se han mezclado
señales procedentes del
Oráculo de la
Sibila
con las
atribuidas a San Jerónimo y con las tradicionales de los relatos
evangélicos. Así ocurre en la primera versión francesa,
realizada en la zona occidental y que lleva por título:
Quinze signes du
jugement.
En ella los
prodigios se dan en este orden:
Caerá roció sangriento sobre la tierra y
los niños darán alaridos en el vientre de sus madres.
Las estrellas se desplomarán en el
abismo.
El sol perderá su luz.
La luna enrojecida caerá en el mar.
Los animales se refugiarán en el sepulcro
antes del día del juicio.
La tierra se allanará completamente.
Los árboles quedarán de pie
con las raíces hacia arriba, y los edificios se
derrumbarán.
La espuma del mar, llegará al cielo.
Los habitantes de la tierra y del cielo
andarán aterrorizados.
El arcoiris caerá y penetrará en el
Infierno entre las lamentaciones del Demonio.
Los hombres andarán descarriados.
Se desencadenarán tormentas y el cielo y
la tierra arderán, después de lo cual la trompeta
anunciará el comienzo del juicio de Cristo.
Si de los textos
franceses pasamos a los italianos del siglo XIII nos encontramos
también con una gran variedad de
signa.
Solamente
Bonvesin da la Riva en su
De quindecim
miraculis que debent apparere ante diem
iudicij
(15) se atiene
con gran fidelidad al modelo jeronimiano seguido por Pedro
Comestor, apartándose sin embargo del transmitido por San Pedro
Damián.
Jacopone da Todi
(1230-1306) en cambio en su
Giudizio
Universale
(16) utiliza una
serie de elementos dispares que pueden concretarse al
Apocalipsis, al Oráculo de la Sibila y los
signa
de San Jerónimo.
Pasemos ahora a
la Península Ibérica y concretamente al opúsculo
De los signos que
aparesçeran
ante del Juiçio
de Gonzalo de
Berceo. El propio autor confiesa que toma el relato de San
Jerónimo; T. A. Sánchez, que desconocía la leyenda medieval, se
remonta directamente a los comentarios de Jerónimo sobre todo
las exposiciones del cap. XIV de Zacarías y el XIII de Isaías.
Una acción directa del texto del padre de la Iglesia tiene pocos
o ningún viso de probabilidad. J. Cejador cree que Berceo sigue
el
Prognosticon futuri
seculi
de san Julián de
Toledo, entonces, dice, atribuido a san Jerónimo (17). Tal
afirmación es totalmente gratuita por lo menos en cuanto a lo
que se refiere a la parte correspondiente a la descripción de
los
signa
(estrofas 5 a
22), solamente las estrofas 23 y 24 contienen materia tratada en
el Prognosticon pero como esa misma especie se trata con
frecuencia en muchos otros textos nos parece superfluo acudir a
dicha obra para explicarlas.
G. Baist
considera como fuente del opúsculo de Berceo el texto incluido
en la
Historia
Scholastica
de Comestor (18)
el cual hemos transcrito en las páginas precedentes. Tal
afirmación merece la pena de ser comprobada, y al hacerlo, nos
encontramos con ciertas divergencias que podrían a primera vista
achacarse al capricho o inventiva del adaptador, pero, dada la
divergencia que se observa entre las diferentes narraciones de
las Quince señales jeronimianas, conviene contrastar el texto de
Berceo con las narraciones latinas antes señaladas.
Para ello hemos
de dividir el opúsculo en tres partes netamente distintas: la
primera está constituida por las cuatro estrofas iniciales, la
segunda por las 22 siguientes y la tercera por las restantes.
En las cuatro
primeras estrofas rinde tributo el autor al inevitable
prólogo:
Sennores, si quisieredes atlender un
poquiello,
Querriavos contar un poco de ratiello
Un sermón que fue priso de un sancto
libriello
Que fizo Sant Iheronimo un preçioso
cabdiello.
Este recuerda muy
de cerca a la primera estrofa del relato de Bonvesin:
Aprov la fin del mondo, s'el è ki'n
voia odire,
Quindex mirabi signi in quel temp den
parire,
Li quai quindex di sí devran avenire,
E zo da san Yeronimo sí fi trovao a
diré.
O la versión
francesa que comienza:
Sains Geroymes si nous descrit (19).
Tal recuerdo no
ha de buscarse en relaciones mutuas
de unos textos románicos con otros, sino más bien en
las fuentes latinas, las cuales invariablemente tratan de
fortificar la poca veracidad de los
signa
con la autoridad
de S. Jerónimo. En la versión latina de S. Pedro Damián, lo
mismo que en la de Pedro Comestor, se advierten ciertos reparos:
"ita nec fidem penitus denegamus" (S. Pedro Damián), Comestor,
por su parte advierte al final del capítulo:
Nota
quod dicitur juditium futurum in Valle Josaphat. Sed
nota quod tunc non erit vallis, quia quarto décimo
die (sic) aequabitur terra, sed contra illum locum
erit, Vel forte propter interprelationem hujus
nominis Josaphat, interpretatur enim iudicium.
Vallis ergo Josaphat, humilitatem
judicii sonat.
(20).
La segunda
estrofa:
Nuestro padre Iheronimo
pastor de nos entienda,
Leyendo en ebreo, en essa su leyenda,
Trovó cosas estrannas, de estranna
fagienda :
Qui las oyr quisiere, tenga que bien
merienda.
anuncia la
materia a tratar y el lugar de donde la toma; es un claro eco
del comienzo justificatorio de atribución a San Jerónimo que
aparece en las fuentes latinas. Concretamente del comienzo de la
versión de Pedro Comestor: Hieronymus autem
in annalibus Hebraeorum invenit signa... Berceo, por razones
métricas o por otras que desconocemos, acude a un circumloquio
para traducir "in annalibus Hebraeorum" "leyendo en ebreo, en
essa su leyenda" ; aquí "essa su leyenda", "el libio ese que
leía" son los "Annales Hebraeorum."
"Trovó cosas
estrannas" responde al "invenit signa", en donde "signa" tiene
el valor "señales milagrosas", "portentos" (21) y
se rinde
tributo a la costumbre de traducir los sustantivos neutros
precedidos de la palabra "cosa":
"Cosas estrannas".
"De estranna façienda"
es una reiteración a modo de glosa de las dos palabras
anteriores: "cosas estrannas", es decir "de estranna façienda"
= "de factura extraña, de naturaleza extraña."
El último verso
"Qui las
oyr
quisiere, tenga que bien merienda"
es un verso auténticamente de Berceo, lleva ese sello
personalísimo del autor, que suele acudir en sus símiles y
metáforas a expresiones de la vida vulgar. El pasto espiritual
que el libro encierra es como la breve cantidad de comida que
entretiene el hambre hasta la hora de cenar, el libro es
pequeño, breve, su pasto no puede ser abundante, largo, rico
como el de una comida, sino que ha de ser ligero
y rápido como el de una merienda. Pero, se nos ocurre pensar,
¿no habrá tras de esta expresión un rasgo de fino humor? La
comida, si se toma muy en serio, y Berceo parece tomarlo con
toda la seriedad, no es un plato de gusto, suave y de buen
paladar, antes al contrario, las funestas señales, si sembraban
el terror entre los hombres del primer milenio, no sería de
esperar que dejasen muy tranquilos a los oyentes de nuestro
poeta y él consciente de la materia dice que "bien
merienda"
cuando quiere
expresar todo lo contrario. Todavía nos queda la posibilidad de
rebajar el símil y recortar la ironía o el fino humor, dejando
el sintagma en un simple latinismo: "tenga que bien merienda" =
"crea que ha de merecer bien".
Hecho el inciso
sobre el fuerte plato que espera al auditorio, vuelve el poeta a
recoger el hilo de su relato, prosiguiendo con el mismo verbo de
la frase precedente:
Trovó el omne bueno, entre todo lo al,
Que ante del juiçio,
del juicio cabdal,
Vernan muy grandes signos, un fiero
temporal,
Que se verá el mundo en presura mortal.
Imagina Berceo
que cuando San Jerónimo leía en los Anales de los Hebreos,
encontraría muchas cosas extrañas, pero sobre todo halló que
antes del Juicio Final, aparecerán grandes señales. Aquí hemos
de observar un hecho curioso y que no puede ser fortuito. El
poeta de la Rioja tiene un especial empeño en omitir el número
de dichos
signos,
cosa
rara
puesto que tanto las fuentes latinas como las romances
(recordemos los títulos de las versiones francesas, del poema de
Bonvesin o de la versión provenzal, etc.) no se recatan nunca de
señalar que serán
Quince
el número de
signos.
El título del
opúsculo:
De los Signos que
aparesçeran
ante del Juiçio,
lo mismo que la
oración
"Vernan muy
grandes signos"
nos lo está
confirmando. ¿A que será debido tal hecho? Probablemente el
autor conoce, muchas más señales que las que aquí se narran, las
Sagradas Escrituras le señalan otras bien distintas y por eso el
autor no querrá concretar demasiado, ceñir su número, aunque
luego tendrá que ajustarse a los quince días susodichos. ,("Un
fiero temporal" no tiene la actual significación de "tempestad"
sino la de "período o especie de tiempo"; es decir: "vendrán muy
grandes señales, una feroz temporada durante la cual el mundo se
verá en mortal aprieto."
La cuarta estrofa
es una prudente admonición del poeta:
Por eso lo escribió el varón acordado,
Que se tema el pueblo que anda desviado,
Meiore sus costumbres, faga a Dios
pagado,
Que non sea de Xpo estonçe
desemparado.
Berceo atribuye a
San Jerónimo sus propios propósitos. La Iglesia en todo tiempo
ha procurado poner ante los ojos de sus fieles la presencia del
Juicio Final y así lo hallamos confirmado a cada paso.
Aquí hemos de
advertir, si seguimos la opinión de G. Baist, que nuestro autor
no se atiene fielmente al relato de Comestor, puesto que éste
advierte "sed utrum continui futuri sint dies illi, an
interpollati non expressit" y Berceo da por sentado que los
signos se suceden sin intervalo alguno, como luego hace después
Comestor.
Seguidamente pasa
el autor a la enumeración de los signos.
Esti será el uno de los signos dubdados:
Subirá a las nubes el mar muchos estados,
Mas alto que las sierras e mas que los
collados,
Tanto que en sequero fincaran los
pescados.
Pero en su derecha será el muy quedado,
Non podrá estenderse, será comino elado,
Commo parés
enfiesta o muro bien labrado,
Quiquiera que lo vea será mal espantado.
Comparemos ahora
las fuentes latinas breves y secas:
Prima die eriget se mare XL cubitis
super altitudinem montium stans in loco quasi murus
(Comestor).
María omnia in altitudinem
exaltabuntur quindecim cubitorum supra montes
excelsos orbis terrae, non affluentia, sed sicut
muri aequora stabunt. (S. Pedro Damián).
Agreguemos a
estos textos la versión lombarda de Bonvesin de la Riva:
Lo premeran miraculo il premer di
será
Ke l'aqua de la mare in alt se
drizará
E sor tut le montanie plu olta parirá
E ferma in so logo a moho de mur
stará.
Comparemos los
dos poetas, tan cercanos a veces, en Berceo el hecho está
plenamente realizado en la imaginación, recibe la fuente latina,
la revive y la plasma en romance. Las hieráticas palabras
latinas son casi traducidas al pié de la letra por Bonvesin. Sin
embargo hay una coincidencia entre ambos autores: omiten el
número de codos que las fuentes latinas dan
(40 o 15).
Este hecho no debe de ser fortuito sino que posiblemente ha
habido versiones latinas que callan este detalle.
No hay duda que
la observación: "Tanto que en sequero fincaran los pescados" es
propia y personal del autor, no tiene justificación en el latín.
Supongamos que sea así pero de todos modos los
pescados
no perecerán ya
que en el tercer día "andarán... todos sobre la mar. Advirtamos
aquí que Berceo, hombre de tierra adentro, no hace distinción
entre
pez
y
pescado
(22).
El sentido del
segundo y tercer verso de esta estrofa es un poco vacilante a
causa de los dos posibles valores de la preposición "a" que
igual puede expresar dirección hacia o lugar hasta: "El mar
subirá hasta las nubes", nos parece
la interpretación más correcta aunque se aleja del modelo
latino, Berceo exagera un poco y asi acrecienta los prodigios
como ya ha hecho antes. Eleva el mar hasta las nubes pero se
deja los pescados en sequero, que vaya lo uno por lo otro, que
al fin y al cabo el estupor del auditorio sería siempre grande.
El comienzo de la
segunda estrofa ofrece una dificultad lingüística:
Pero en su
derecha
será el muy quedado
El sentido del
contexto es perfectamente claro: el mar al subir estará
tranquilo,
derecha
equivale aquí a
ascensión,
elevación, subida.
No conocemos
ejemplos similares de tal sentido por lo que nos parece casi
obligatorio suponer una lección anterior
erecha
la cual ha sido
deformada por los copistas modernos (23). De no ser así hemos de
suponer un deverbativo del verbo
derezar
<*dìrectiare
ya que el valor
de
derecha
es el de "acto de
elevarse", sin relación con el adj. o sustantivo
derecha.
Los dos vfersos
siguientes respondiendo a "stans in loco quasi murus" o a "sed
sicut muri aequora stabunt" revelan el poder de evocación del
poeta. Solo un agua helada puede estar como un muro y por eso
acude al símil: "será commo elado" amplificando al mismo tiempo
con un fin reiterativo el "muro" latino en las dos expresiones
"parés
enfiesta" y
"muro
bien labrado".
Extrema el poeta más la maravilla con sus adjetivaciones sin
correspondencia en el latín.
El último verso:
Quiquiera que lo vea será
mal
espantado
pertenece a la
inventiva del poeta, es el relleno necesario para completar la
estrofa. Hemos de advertir que los estudios lingüísticos sobre
Berceo no señalan el uso de
mal
como adverbio de
cantidad equivalente a
mucho,
grandemente
(24).
El segundo signo
se describe así:
En el segundo dia paresçera
affondado,
Mas baxo que la tierra, bien tanto commo
fué puyado,
De catarlo nul omne sol non será pensado;
Pero será ayna en su virtut tornado.
Corresponde a las
fuentes latinas:
Secunda tantum descendet ut vix
posset videri (Comestor).
Signum secundi diei: Omnia aequora
prosternentur in imum profundi, ita ut vix queant ab
humanis obtutibus conspici. (S. Pedro Damián).
Cualquiera de los
dos textos puede ser el inspirador de la versión castellana.
"Bien tanto commo fué puyado" ofrece un pequeño indicio en favor
de Comestor con su "tantum descendet", sin embargo el último
verso:
Pero será ayna en su virtud tornado.
recuerda muy de
cerca lo que leemos en Pedro Damián pero considerado allí como
signo aparte:
Signum tertii diei: María omnia
redigentur in pristinum statum, qualiter ab exordio
creata fuerant.
Esto nos lleva a
suponer la utilización de un texto semejante al conservado por
Pedro Damián pero con ordenación distinta de los
signa.
Tal hipótesis,
como veremos enseguida, la hallamos confirmada en otros lugares.
En el tercer
signo, el poeta se extiende a dos estrofas:
En et terçero
signo nos conviene tablar
Que será grant espanto e un fiero pesar:
Andarán los pescados todos sobre la mar
Metiendo grandes voces non podiendo
quedar.
Las aves esso mesmo menudas e granadas
Andarán dando gritos todas mal espantadas
:
Assi farán las bestias por domar e
domadas,
Non podrán a la noche tornar a sus
posadas.
Los modelos
latinos aquí ya no van acordes:
Tertia marinae belune apparentes super
mare dabunt rugitus usque ad celum (Comestor).
La narración de
S. Pedro Damián relata el prodigio como perteneciente al cuarto
día:
Signum
quarti diei: Beluae omnes, et omnia quae moventur in
aquis marinis, congregabuntur super pelagus, more
contentionis, invicem mugientes et rugientes;
nescientque homines quid cantent, vel quid cogitent,
sed tantum scit Deus, cui omnia vivunt, officio
gerendi.
A primera vista
el
modelo más cercano sigue siendo Comestor:
Andarán los pescados todos sobre la mar
Metiendo grandes voçes
non podiendo quedar.
El segundo verso
de la primera estrofa:
Que será grant espanto e un fiero pesar,
está íntegramente
inventado por el autor, el cual se debe a una técnica de
acrecentamiento de espantos y pavores como puede observarse en
cada uno de los
signa:
1.
Esti será
el uno de los
signos
dubdados
2.
De
catarlo nul omne sol
non será
pensado
3.
Que será
grant
espanto et un fiero pesar
4.
El signo
empues esti
es mucho
de temer
5.
El quinto
de los signos
será de
grant pavura
6.
Será el
día sexto
negro e
carboniento
7.
En el día
septeno
verná
priessa mortal
8.
En el
octavo día
verná
otra miseria
9.
En el
noveno día
vernán
otros porteros
11.
El del
onceno día si saber lo queredes,
Será tan bravo signo que vos espantaredes
12. Non
será el doçeno
quien lo ose catar
14. El dia quarto déçimo
será
fiera barata
Todas estas
introducciones que tratan de sobrecoger al auditorio faltan en
los textos latinos y su presencia en el castellano se explica
por una finalidad puramente religiosa: la de atemorizar a los
fieles oyentes. Recordemos las palabras del Prólogo:
Por esso lo escribió el varón acordado
Que se tema el pueblo que anda desviado,
Meiore en costumbres, faga a Dios pagado,
Que non sea de Xpo estonçe
desemparado.
Es curioso que
teniendo Berceo la ocasión de haber añadido una nota más de
pavor como se lo ofrecía el original latino "marinae beluae", la
haya despreciado contentándose con traducir grismente
"pescados". No ha hecho lo mismo Bonvesin:
Lo terzo di apresso
grang bestie
den parir
Ke tut ad alta vox
firan
olzue ruzir.
La segunda
estrofa consagrada a los prodigios de este día no tiene eco en
los textos arriba
señalados, en
consecuencia nos sentiríamos inclinados a considerarla como
imaginación de Berceo ; pero he aquí que la versión de los signa
transmitida por
S.
Pedro Damián
predice para el quinto día que:
Omnia volatilia coeli concionabuntur
in campis, unumquodque genus in ordine suo; eaedem
vulneres invicem colloquentes
et plorantes erunt, non gustantes,
neque
bibentes, adventum judicis
timentes.
cosa bastante
cercana a lo que se lee en la segunda estrofa:
Las aves esso mesmo menudas e granadas
Andarán dando gritos todas mal
espantadas:
Assí farán las bestias por domar e
domadas,
Non podrán a la noche tornar a sus
posadas.
No puede haber la
menor duda sobre el origen del pasaje, pero ahora vemos que el
modelo de Berceo participa de un original en donde se combinan
elementos diferentes de los conservados por Comestor. Es decir
no se puede admitir la idea de G. Baist arriba señalada de que
era el texto de Comestor el inspirador de Berceo. Ya hemos visto
como a San Jerónimo se adscribía una serie de
signa
que varían de
autor a autor; allí reuníamos dos tipos diferentes y aún
podríamos agregar algún otro, en donde se combinan signa
jeronimianos con
signa
sibilinos. Lo más
importante es que el original latino utilizado por Berceo,
original que nosotros desconocemos, representa un compromiso
entre la versión de Comestor y la de Pedro Damián.
Todavía nos queda
la duda de si los dos últimos versos serán invento del autor o
por el contrario remontan a un texto en donde entrasen en juego
los pobladores de los tres elementos: agua, aire y tierra.
Nuestra sospecha encuentra inmediatamente confirmación en los
prodigios correspondientes al día duodécimo en el modelo
transmitido por S. Pedro Damián:
Omnia animalia terrae de silvis et
montibus venient ad campos rugientia ad mugientia non
gustantia et non bibentia.
Por lo tanto el
tercer signo remonta a uno en donde entra en juego el destino de
todos los seres vivos menos el hombre. De todos modos del último
verso nos sentimos inclinados a hacer responsable al poeta de la
Rioja.
Examinemos ahora
el cuarto de los signos:
El signo empues esti es mucho de temer,
Los mares e los rios andarán a grant
poder,
Desarrarán los omnes, iranse a perder,
Querríanse, si podiesen, so la tierra
meter.
Aquí las
coincidencias con los textos latinos son sólo en parte, ya que
el relato de Comestor difiere mucho del de Pedro Damián:
Quarta ardebit mare et aqua (Comestor)
Signum sexti diei: Flumine ígnea ab
occasu solis surgent contra faciem firmamenti, usque ad
ortum currentia (S. Pedro Damián).
Prescindiendo de
la ordenación, que en último caso no tiene gran importancia, las
semejanzas entre ambos textos no son muy grandes y se observa
una decidida inclinación por el modelo de Comestor, a pesar de
su brevedad. Pero, para que tal adecuación haya de realizarse,
es necesario suponer que el texto salido de manos de Berceo
ha llegado a nosotros alterado por obra de copistas antiguos o
modernos. Es completamente neutra e inadecuada la lección:
Los mares e los rios
andarán
a grant poder
No hay duda de
que
andarán
no tiene objeto
alguno en la frase y si ha sido introducida en ella se debe a un
copista poco ducho que ha leído mal un primitivo
arderan
el cual está
conforme con la fuente latina
"ardebit
mare et aqua".
Por eso nos parece absolutamente necesario rectificar la lectura
hasta hoy aceptada, desprovista de sentido y pálido reflejo de
lo que el contexto reclama:
Los mares e los rios
arderán
a grant poder
Compárese, por
ejemplo, la versión de Bonvesin, que sigue fielmente a Comestor:
Lo quarto di dé arde la mar a le
fontan.
Sin embargo
Berceo prosigue el relato imaginando el espanto que tales
prodigios han de producir en los hombres:
Desarrarán los omnes, iranse a perder,
Querríanse, si podiesen, so la tierra
meter.
El signo
siguiente:
El quinto de los signos sera de grant
pavura,
De yerbas et de arbores et de toda
verdura,
Commo diçe
Sant Iheronimo, manará sangre pura:
Los que non lo vieren, serán de grant
ventura.
corresponde al
texto de Comestor:
Quinta herbae et arbores dabunt rorem
sanguineum
Menos probable
parece pensar en el de S. Pedro Damián, en donde el prodigio,
por otra parte pertenece al día décimo:
Signum decimi diei: Omnia ligna silvarum,
et olera herbarum sanguineum
fluent
rorem.
El penúltimo
verso de esta estrofa está diciéndonos claramente la ingenua
postura de Berceo ante los
signa.
El poeta de la
Rioja es de una fé candorosa. Profesa un gran respeto al libro,
un cariño y una devoción admirables. Nos lo imaginamos en la
librería de su convento deleitándose amorosamente en su
contemplación. Advertimos su mínima ignorancia ante aquellos
monumentos de sabiduría,
le notamos
débil y flaco sin el apoyo de sus queridos libros. Nunca duda de
ellos, ellos son la verdad, y si ellos le faltan no puede
caminar, si al códice le falta una hoja, él no se atreve a
adivinarla, nos hace saber su ausencia. Sencillo proceder éste
del humilde poeta cuya fantasía está atada por las grises
páginas de los códices que romancea.
Sus libros son la
verdad misma, y él es siempre fiel a la verdad. Es para mi éste
uno de los mayores encantos de Berceo. Pensemos en la postura
que Pedro Damián, o Comestor nos descubren ante este antiguo
apócrifo, se permiten dudar de él sin el menor disimulo; su
reflexión de sabios les invita a rechazarlo, sin embargo Berceo
no siente ante él la menor sombra de duda, está escrito y le
cree, incluso su fantasía le lleva a aureolarle de un nimbo de
profética santidad: "un sancto libriello", nos ha dicho al
comenzar.
Y ahora su
andadura poética viene a fortalecerse otra vez en el recuerdo
del
autor:
"Commo dice Sant
Ihleronimo."
Pasemos al sexto
día:
Será el sexto día negro e carboniento,
Non fincará ninguna labor sobre
çimiento,
Nin castiellos nin torres, nin [otro
çe]rramiento
Que non sea destruido a todo [a
f]ondamiento.
El texto se halla
estropeado y las palabras entre corchetes han sido restituidas
por T. A. Sánchez.
Pedro Comestor se
expresa en esta ocasión con una parquedad asombrosa:
"Sexta ruent aedificia"
Casi del mismo
modo hace Bonvesin de la Riva:
Lo di sexen tal segno devra parir
perman
Molt cas e mult dificij aruinar devran.
S. Pedro Damián
en este pasaje difiere totalmente de Comestor y señala para
dicho día:
Flumina ígnea ab occasu solis surget,
contra faciem firmamenti, usque ad ortum currentia.
Sin embargo para
el undécimo nos augura:
Omnes montes et colles, et omnia
aedificia humana arte cons-ructa, in pulverem redigentur.
Aquí vemos en
sustancia lo que Comestor supone ocurrirá el sexto día. Otras
versiones tardías de los
signa jeronimiana
reúnen incluso
estas dos variantes. Cf. por ej. lo que dice la Legenda Áurea:
Sexta ruent aedificia. In hac etiam
sexta die, ut dicitur, fulmina ignea surgent ab
occasu solis contra facien firmamenti usque ad ortum
concurrentia.
Jacobo de
Vorágine (1228-1298) nos presenta un texto en donde se ve un
compromiso entre las versiones tipo Comestor y las tipo Damián.
Y es muy posible que éste no sea debido al autor de la Legenda
Áurea sino que ya haya dispuesto de textos en donde ambas se
entremezclaban.
Berceo carga de
realidades el prodigio aquí señalado. Bonvesin más gris en su
imaginación evoca el derruido de "molt cas e mult dificij", sin
embargo Berceo de más altos vuelos nos ofrece una perspectiva
más osada, pone ante la mente de sus oyentes, el imponente
derrumbamiento de las más atrevidas construcciones de las gentes
de su siglo: las torres y los castillos, orgullo de su tiempo,
se vendrán abajo:
"nin castiellos, nin torres, nin otro
çerramiento."
La "labor sobre
çimiento"
parece un eco lejano del "omnia aedificía humana arte constructa"
de S. Pedro Damián.
El primer verso
de esta estrofa, como ya hemos dicho es debido a la técnica de
acrecentamiento que antes hemos considerado :
"Sera el sexto
día negro e carboniento" con la reiteración final "negro e
carboniento" tan del gusto del poeta riojano.
En el séptimo día
Berceo se extiende más ampliamente, le consagra dos estrofas:
En él dia septeno verná priessa mortal,
Avran todas las piedras entre si lit
campal;
Lidiarán commo ommes que se quieren fer
mal,
Todas se faran piezas menudas commo sal.
Los omnes con la cuyta e con esta
presura,
Con estos tales signos de tan fiera
figura
Buscarán do se metan en alguna angustura:
Dirán montes cubritnos, ca somos en
ardura.
Ello contrasta
con la hierática expresión de Comestor:
Séptima petre ad invicen collidentur
seguida
muy de cerca por Bonvesín:
Lo di seten molt pree insema trussaran
E l'una contra l'oltra trussand se
spezaran.
San Pedro Damián
recarga todavía más el elemento maravilloso y lo reserva para el
día noveno:
Signum noni diei: Omnes lapides
tam
parvi quam magni scindentur
in quatuor partes, et unaquaeque pars collidet
alteram partem, nescietque
ullus homo sonum illum, nisi solus Deus.
Sin embargo
Berceo no conoce o no aprovecha estas circunstancias ; lo más
probable es que siga el texto de Comestor remozándolo con su
formidable visión de la realidad. Su imaginación creadora le
lleva a concebir la pétrea batalla al modo de las humanas, como
una lid campal, como las batallas de los hombres en campo
abierto
Lidiarán commo omnes que se quieren
fer
mal.
Es en esto en
donde se quiere revelar mejor la personalidad de Berceo. Todas
las historias de los
signa judicii
atienden más a
los prodigios en sí que a la reacción que en los humanos, cuya
desdicha les lleve a contemplar aquellos funestos días, éstos
despertarán. Berceo parece más interesado por lo segundo que por
lo primero; su profundo sentido humano, le guía, aún sin
proponérselo, hacia esa ladera. Todo lo humaniza, todo lo pone a
la medida de los hombres, hasta esta extraña batalla de las
piedras.
Y luego la
realidad cotidiana, ese poetizar de las cosas vulgares, ese
empeño artístico de sus símiles buscados entre los elementos
triviales de la vida, en el pan que se come o en los granos de
sal que le condimentan, o en el figo o en la nuez o en cualquier
otra cosa que pasa por nuestras manos despojada de toda
sensación poética, por la mágica acción de su palabra se torna
viva, y nos deja un no sé que emocionado y cargado de misterio.
O nos hace asomar la sonrisa candorosa que el poeta buscaba en
la faz de sus oyentes. Eso esperaría de este último
verso de
su primera estrofa, como un descanso en la angustia de esa hora
decisiva:
Todas se farán
piezas menudas commo sal.
La primera
estrofa es de prodigio, la segunda de reacciones; un breve
descanso en esta ascensión pavorosa nos ha dejado el último
verso; y el poeta vuelve a la carga, despacio, como trepando
hacia ese vértice de la humana conversión, como el predicador
que aspira a conmover los corazones de su auditorio, y nos
muestra a los hombres cargados de temor, en una serie de
reiteraciones, que abarcan los dos primeros versos:
Los omnes con
la cuyta
e con esta
presura,
Con estos tales signos
de tan fiera figura.
Luego pasa a la
consecuencia, a la reacción que tales espantos desencadenarán en
ellos.
Buscarán do se metan en alguna angustura
Dirán montes cubritnos, ca somos en
ardura,
Y aquí nos
encontramos ante un pasaje evocado por los recuerdos de las
lecturas evangélicas del poeta. Es un eco del siguiente, del
Apocalipsis:
...
absconderunt se
in speluncis, et in petris montium: et dicunt
montíbus et petris: Cadite super nos, et abscondite
nos a
facie sedentis super thronum... (VI, 15-16).
Una nueva
reiteración, cierra el último verso de la estrofa
"ca somos en
ardura",
ella se alinea
entre las que antes hemos visto:
cuyta, presura,
ardura.
Prosigue Berceo
con los portentos del día octavo:
En el octavo día verná otra miseria.
Tremerá todo el mundo mucho de grant
manera,
Non se terna en pies ninguna calavera,
Que en tierra non caya, non será tan
ligera,
La concisa
expresión de Comestor:
Octava fiet generalis terraemotus
contrasta con la
dilatada expresión del poeta riojano, el cual parece seguir más
de cerca la variante de S. Pedro Damián, que coincide
cronológicamente con la de Comestor:
Signum octavi diei: Terraemotus erit
magnus, ita ut nullus homo stare possit, aut nullum
animal, sed solo sternentur omnia.
El primer verso
ya hemos visto como es debido a la técnica del acrecentamiento a
que Berceo rinde culto. Luego vemos las reiteraciones: el
magnus
de la fuente se
despliega en "mucho, de grant manera."
Non se terná
en pies ninguna
calavera
Que en tierra non caya, non será tan
ligera.
Aqui
calavera,
si la lección del
ms. no está viciada, vale lo que el
homo
del texto latino,
y acaso también comprenda el sentido de
animal,
es decir
calavera =
"ser vivo, hombre
vivo" (Cf. J. Coraminas: DCELC, I, p. 590-591). No habrá ser
vivo que se pueda tener en pié, ninguno será tan ligero (ágil)
que no caiga en tierra.
Bonvesín de la
Riva es fiel al texto de Comestor:
L'ogien di tut lo mondo ingualment
tremará,
Ingualment terremoto per tut lo mond
será.
El día siguiente
está también incluido en una sola estrofa:
En el noveno día vernan otros porteros,
Aplanarse han las sierras e todos los
oteros,
Serán de los collados los valles
companneros,
Todos serán iguales, carreras e senderos.
La imaginación de
Berceo, como siempre, desborda el laconismo del Comestor:
Nona aequabitur
terra.
No puede ser el
poeta riojano el único responsable de este modo de traducir. Hay
coincidencias sorprendentes entre su versión y la de Bonvesin:
Lo di noven apresso la Ierra
s'degguará
Lo val co
la montania
ingualment
andará.
El texto de S.
Pedro Damián no da pié para justificar ninguna de estas
versiones. Una fuente común tiene que explicarlas, probablemente
se tratará de un modelo latino inspirado por el pasaje
evangélico:
Omnis vallis implebitur: et omnis mons et
collis humiliabitur et
erunt prava indirecta, et áspera in vias planas (Luc.
III, 5).
También podemos
pensar en una influencia directa del pasaje sobre ambos autores.
Así nos explicamos las particularidades de la versión española.
El primer verso,
"En el día noveno vernán otros
porteros",
la última palabra
ofrece una especial acepción, la de "nuncios, mensajeros" de la
proximidad del día del Juicio (25). El
mons
y
collis
latinos se
reflejan en las
sierras
y
oteros.
El verso tercero
parece traducir el "omnis vallis implebitur", y las
carreras
y
senderos
son un eco de
"áspera in vias planas."
La estrofa
siguiente está consagrada a los portentos del día décimo:
El día que viniere, el noveno passado,
Saldrán todos los omnes cada uno de su
forado.
Andarán estordidos, pueblo mal desarrado.
Mas de fablar
ninguno solo non será pensado.
Aquí Berceo se
atiene con bastante fidelidad al texto de Comestor:
Decima exibunt homines de cavernis, et
ibunt velut amentes
nec poterunt mutuo loqui.
Este no difiere
sustancialmente del que Pedro Damián reserva para el día
decimocuarto:
Omne humanus genus, quod inventum
fuerit, de habitaculis et de locis in quibus erunt
velociter abscendent, non intelligentes
neque
loquentes; sed discurrent ut amentes.
En esta ocasión
Bonvesín supera a Berceo en amplitud y detalles:
Lo dexen di tug homini che serán stai
ascusi.
Li quai serán
fuzidhi
stremidhi e spagurusi,
Appariran il plaze tremand e angustïusi,
Ni favellar porran, tant han ess
angoxusi.
I no porran parlar, com omni
dexsensai,
Staran mut entre si, stremidhi e
spagurai,
Vezando lor miracui e li temp
stracamblai,
Vezand li sign mirabi ke mai no fon
cuintai.
En realidad la
segunda estrofa es casi la repetición de los mismos motivos que
aparecen en la primera.
El primer verso
de Berceo, está posiblemente motivado por las exigencias de la
rima, de ahí que acuda al circumloquio:
El día que viniere, el noveno passado.
Por ello tiene
que prescindir de su tendencia a la acumulación de elementos
pavorosos, y penetra decididamente en el tema sin previa
admonición.
Es un tanto
graciosa la versión de
cavernis
por
forado;
sin embargo la equivalencia
amentes
= estordidos
desvirtúa un poco
el modelo latino. El "pueblo mal desarrado" pertenece
íntegramente a la inventiva del poeta que por otra parte deja el
poterunt mutuo
loqui
desprovisto de la
fuerza del modelo.
Para undécimo
reserva también una sola estrofa:
El del onçeno
día si saber lo queredes,
Será tan bravo signo que vos espantaredes.
Abrirse an las fuessas que
çerradas
veedes.
Saldrán fuera los huessos de entre las
paredes.
El modelo de
Comestor es el que mejor da cuenta del texto de Berceo:
Undécima
surgent ossa mortuorum, et stabunt super sepulchra.
El poeta riojano
consagra los dos primeros versos a su técnica admonitoria según
ya hemos visto. Los otros dos los dedica a la exposición de los
hechos, aunque desvirtúa un poco las concisas expresiones de su
modelo.
Bonvesin de la
Riva parece acercarse al tipo preconizado por S. Pedro Damián
L'undexen di apresso tal segn se dé
mostrar:
Le oss de tug li morti devran tut
resustar.
So le soe sepulture apparegiae den
star
E l'ora dra sententia illó den
aspegiar.
En el Santo
italiano se lee:
Signum decimitertii diei: Omnia ab ortu solis sepulcra usque ad
occasum patebunt, cadaveribus surgentibus, usque ad horam
judicii,
La última frase
parece la inspiradora del verso final de Bonvesín.
"Que
çerradas
veedes" responde a la inventiva de Berceo y lo mismo hemos de
decir de "de entre las paredes". El "stabunt super sepulchra" no
parece haberse tenido en cuenta.
Como en la mayor
parte de los casos los prodigios del duodécimo día se encierran
en una sola estrofa:
Non será el doçeno
quien lo ose catar
Ca verán por el cielo grandes flamas
volar,
Verán a las estrellas caer de su logar,
Commo caen las fojas quando caen del
figar.
Aqui nos
sorprende el laconismo de Comestor:
Duodécima cadent stellae.
Sin embargo Pedro
Damián, para los días sexto y séptimo pronostica estos
prodigios:
Signum sexti diei: Flumina ignea ab
occasu solis. surget, contra faciem firmamenti,
usque ad ortum currentia.
Signum septimi diei: Errantia sidera,
et stationaria spargent ex se
igneas
comas, qualiter in cometis apparet, orbi et ejus
habitatoribus,
A ellos parece
atenerse Bonvesín de la Ríva:
Lo dosen di será tal segn meraveioso,
Ke molte stell illora
parrá
ke cazan zoso.
Le grang coae del
fogo
faran l'om spaguroso,
Le que a moho de stelle darán per
l'airo zoso.
El texto de
Berceo es más complejo. El primer verso ya conocemos a que
técnica obedece. El segundo, parece inspirado por un texto
contaminado con elementos del sexto día de Pedro Damián; o
incluso es posible del séptimo día. El verso tercero evoca el
lacónico "cadent stellae" de Comestor. El último parece llevar
ese personalísimo sello
de los símiles del poeta riojano, cargados de vida y sabor
campesino; sin embargo no conviene dejarnos seducir por ese
encanto
personal.
Berceo está bien empapado de tradición artística, de
procedimientos expresivos tradicionales, tanto que ya hemos
visto que no camina bien sin ellos. Le vienen holgados, no le
aprietan, no ahogan su vitalidad artística, le dejan marchar
lento y sosegado al monorítmico paso de su cuaderna vía, y este
verso que nos parece tan vivo y personal tiene un extraño
parecido a esta frase del Apocalipsis:
Et stellae de caelo
ceciderunt
super terram,
sicut ficus emittit grossos suos
cum a vento magno
movetur (VI, 13).
No
hay duda que los recuerdos del Apocalipsis se cruzarían por la
mente del poeta al escribir el tema, y consciente, o
inconscientemente estos se cuajaron en los dos últimos versos de
la estrofa. Acaso las contadas sílabas del verso hayan ceñido un
poco la frase latina, y acaso también esas
fojas
sean una lectura
viciada en vez de
figos,
pero todo ello no
ha nacido al acaso, el parecido es demasiado fuerte para pensar
en una coincidencia ocasional (26).
Para el decimotercer
día nos augura el poeta:
Del treçeno
fablemos, los otros terminados,
Morrán todos los omnes menudos e
granados,
Mas a poco de término serán resuçitados,
Por venir a juicio justos e condenados.
Como siempre
Comestor es más escueto:
Tredécima morientur viventes ut
cum
mortuis resurgant,
La concisión de
Comestor la observamos en Bonvesin:
Lo tredhesen di apresso morrá
omihom vivente.
Berceo humaniza
un poco el hieratismo de su fuente y los
viventes
del pasaje se
concretan en los hombres "menudos e granados", y la segunda
frase latina se
arregla según las necesidades métricas en:
Mas a poco de término serán resuçitados.
El último verso
pertenece íntegramente a la inventiva del poeta. Pasemos ahora
al signo siguiente:
El dia cuarto deçimo
será fiera barata,
Ardrá todo el mundo, el oro e la plata,
Blanquines e púrpuras, xamit e escarlata,
Non fincará conejo en cabo nin en mata.
Una vez más nos
encontramos con la simplicísima expresión de Comestor:
Quartadecima ardebit coelurn et terra,
Bonvesin, ahora,
es también más locuaz:
Lo di quatordesen
dé caz lo fog
ardente,
Ke devrá ard lo mondo
e l'airo
incontinente,
E le figur
del mondo den caz tut in nïente,
El texto de Berceo
enormemente amplificado guarda el eco de la fuente latina en el "Ardrá
todo el mundo" del segundo verso, todo lo demás es invención del poeta,
o por lo menos no lo encontraría en el modelo latino. Su imaginación le
lleva a considerar el destino de las cosas más codiciadas por los
hombres: el oro y la, plata, las telas preciosas, todo será entregado al
fuego devastador. Y finalmente los demás seres vivos, hasta el tímido
conejo, perecerán abrasados:
Non fincará conejo en cabo nin en mata.
T. A. Sánchez
sospecha que este cabo es una lección viciada en vez de
coua,
su congetura nos
parece muy de tenerse en cuenta. Y al fin llegamos al último día:
El día postrimero, commo diçe
el Profeta,
El ángel pregonero sonará la corneta,
Oyrlo an los muertos cada uno en su capseta.
Correrán al Juicio quisque con su maleta,
Aquí Berceo se aparta
decididamente de las narraciones pseudo jeronimianas de Comestor y
de Pedro Damián, los cuales dicen simplemente:
Quintadecima fiet coelum novum et terra
nova et resurgent omnes (Comestor).
Signum decimiquinti diei: Vivi
homines morientur, ut resurgant cum mortuis longe ante
defunctis (S. P. Damián).
Nada se habla de la
trompeta o corneta en estos autores, por eso nos parece evidente que
Berceo prefiere atenerse a fuentes más auténticas, al Profeta como
él dice. Son muchos los pasajes bíblicos en que ha podido inspirarse
(Matt. 24, 31; I Cor. 15, 52; I The. 4, 15; Apoc. 11, 15) lo
fundamental de ellos es el ángel con la corneta y Berceo no ha
querido olvidar esta particularidad, abundantemente consignada en
los textos sagrados, desechada sin embargo en estos apócrifos.
Con esto vemos una
vez más esa continua efervescencia, ese fermentar de textos y
lecturas, de frases recordadas y recuerdos desvaídos, esa memoria
recreadora que sabe elaborar lo ajeno como lo propio porque uno y
otro pertenecen a ese patrimonio universal que no conoce lo mío ni
lo tuyo, el gran legado del saber humano.
Y así vemos a Berceo,
saltando de un lugar a otro, de un autor a otro, de una fuente a un
recuerdo, de un recuerdo a otra fuente.
Pero digámoslo de una
vez, no imaginamos al autor como un premioso sabio que con paciencia
y pesadez va recogiendo girones de sabiduría o de leyenda ; nada de
eso, no existe tal trabajo, no hay labor previa, no hay un forzado
acomodarse de diversas partes, lo habría si no fuese un poeta, y
Berceo lo es de cuerpo entero. Y por eso todo se estructura y
armoniza en el terso fluir de su pluma y los cortes, las disecciones
que hemos hecho son obra nuestra, nunca los imaginaríamos entre las
delicadas sombras grises con que el envuelve su obra.
Sin embargo existen,
son reales, y como el río no puede desmentir sus afluentes tampoco
el poeta puede negar las profundas aguas que se mezclan al correr de
sus palabras. Porque las palabras son de todos y todos somos de las
palabras, y las nuestras sólo son nuestras porque nacidas en los
oscuros veneros de nuestras mentes han salido por nuestra boca, y
las hemos oído, aprehendido o arrancado de alguien y muchas veces no
podremos decir de quien, pero si podremos asegurar que no son
nuestras.
Así vemos nosotros el
problema de las fuentes. Sería absurdo arrancar la persona de Berceo
del texto analizado, todo el lleva su sello, su
energeia;
pero antes fué
ergon,
fué
obra
de varias personas,
fué letra muerta. Ella penetró por el alma del poeta, estremeció las
fibras de su corazón, inquietó su conciencia de cristiano, y un
deseo de hablar se asomó a sus labios. La obra de los demás se hizo
propia y suya fué porque en él se ha encarnado, porque es hija de
sus sentimientos aunque estos sean los mismos que hemos advertido en
otros autores.
En resumen la primera
parte de! texto de Berceo, se debe a una tradición literaria, a la
que el poeta, como muchísimos otros extendidos por el mundo
occidental, rindió pleitesía. Es un tema literario y moral cultivado
en casi todas las lenguas y dialectos románicos medievales.
Se funda en unos
Signa Iudicii
atribuidos a San
Jerónimo. Tales
signa
variaban de unos
textos a otros. Hemos distinguido dos tipos bastante distanciados,
el tipo que aparece en Comestor y el que ofrece S. Pedro Damián.
Hasta hoy la
filiación de la fuente de Berceo se había emparrentado con el modelo
de Comestor (según Baist). Ahora después de este análisis, nos
parece evidente que Comestor no da cuenta plena del texto de los
Signos
de Berceo, hay
algunos pasajes que solo hallan explicación dentro de unos
signa
semejantes a los que
presenta S. Pedro Damián.
En consecuencia o
hemos de admitir que Berceo conocía las dos variedades y las acopló
o que siguió un modelo latino en donde ambos tipos ya se habían
entremezclado. Los escasos materiales bibliográficos de que
disponemos nos impiden dar una sentencia definitiva sobre la
cuestión.
Mas no sólo estas dos
versiones han colaborado en la creación literaria de Berceo, sus
conocimientos escriturarios, sus recuerdos evangélicos asoman
también de vez en cuando.
En otra ocasión
estudiaremos las fuentes del resto de la obra las cuales en realidad
ya pertenecen a otros temas literarios y morales.
Es curioso que las
historias de la literatura española sigan todavía creyendo que las
fuentes de esta obra están en San Jerónimo, aún después de que G.
Baist señaló el influjo de Comestor, mejor todavía del apócrifo que
Comestor incluye en su
Historia Scholástica.
cuya antigüedad, como
hemos visto, es mucho mayor.
NOTAS
(1)
Citamos por la
traducción de M. Macias: Aportaciones o
la historia de
Galicia,
pp. 86-87.
(2)
Cf.
Histoire de l'Eglise...
publiée sous la
direction de A. Fliche et V. Martín, vol. 7:
L'Eglise au pouvoir
des
laiques par E. Arnann
et A. Dumas, pp. 457-459.
(3)
Id. id.
p. 459.
(4)
Son
abundantísimos los docs. hispánicos en que se habla del temor al día
del Juicio Final.
5)
Cf. E.
Ermini:
Il "Dies
irae"
e
l`inología ascética
nel secolo XIII.
Genève. Olschki, 1928.
(6)
Cf.
Libro VII, cap. XI: De temporibus postremis, atque de anima et
corpore; cap. XV: De mundi vastatione et mutatione imperiorum; cap.
XVI: De mundi vastatione ejusque prodigiis. Epií. cap. XI De
postremis temporibus.
(7)
Cf. B.
Althaner:
Patrología,
págs. 95-97.
(8)
Migne,
Patrología Latina
90, col.
1186.
Estos versos se citan
asi
mismo en Paulo Warnefrido o Paulo Diácono: cf. Migne, P. L. 95, col.
1474. También en Marbodio : P. T,. 171, col. 1731.
(9)
E!
Canto de la Sibila en
lengua de oc,
Romanía, IX, pp.
353-365.
(10)
Seguimos el
texto de A. Bulbena e Tosell:
Crestomatía de la
llenga Catalana,
II, pp. 63-64.
(11)
S. Petri Damiani:
Opúsculo, Varia,
Opusculum LIX:
De Novissimis et
Antichristo,
edición de Migne: P. L.
145, cols.
840-842.
(12)
Migne: P. L.
171, cols. 1287-1288.
(13)
Migne: P. L.
198, col. 1611.
(14)
Migne: P. L. 210, col.
229.
(15)
Consultamos
la ed. de Gianfranco Contini:
Cinque volgari di Bonvesin
da la Riva,
pp. 41-43. Bonvesin
afirma, frente a las narraciones arriba transcritas: "Lo terzo di
apresso grang bestie den parir" sin especificar que serán marinas.
(16)
Consultamos
el texto publicado en: F. De Sanctis:
Storia della Letteratura Italiana
a cura di Gerolamo Lazzeri, I, pp. 610-612.
(17)
Historia de la Lengua y
Literatura castellana,
I, 1.a parte,
2.a ed. p. 230.
(18)
Die spanische Litteratur,
p. 402 del
Grundriss...
de G. Gröber, II, 2.
(19)
Cf. G. Gröber:
Grundriss der rom.
Phil.
II, 1,
Franzós. Litt.
pp. 692
y 865.
(20)
En muchos
textos manuscritos e impresos el cap. de Comestor lleva una nota
marginal que dice:
Apocrypha sunt.
(21)
Cf. A. Souter:
AGlossary of Later Latín to
600 A.
D.", p. 378.
(22)
No es exacta la
observación de J. Corominas
(Dic. Crit. Et. de la
Lengua Cast.
III, p. 762) pues, si
pescado
en Mil. 454a
ya tiene el valor de "pez fuera del agua", no lo tiene aquí, ni en la
estrofa 8: "Andarán los pescados todos sobre la mar", o en S. Dom. 55:
"San Ihoan el Baptista, luego en su ninnez, / renunçió el vino, sizra,
carne, e
pez",
en donde
pez
está por
pescado.
(23)
Berceo usa
en una ocasión la palabra. Cf. R. Lanchetas:
Gramática y Vocabulario de las obras de Gonzalo de Berceo,
p. 329, s. v.
erecho.
(24)
Cf. M.
Pidal:
Cantar de Mió Cid. Texto,
Gramática y Vocabulario,
III, p. 740,
(25)
R. Lanchetas, o. c.
p. 588, le supone el significado de "portero, apremiador."
(26)
Cf.
Cadent in térra sidera, Ut fructus de ficulnea,
Eritque mundi spatium Ut fornacis incendium,
Tunc
in montium specubus Abscondent se exercitus
del
Hymne Abecedaire contre
les Antitrinitaires
publicado por A. Boucherie
en la
Revue des Langues Romanes,
VII, pp. 23-24.
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