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La categoría e importancia histórica del gran cenobio emilianense es de todos conocida. Es suficiente argumento aludir a su dominio del espacio altorriojano, como ha puesto de manifiesto un especialista 1, a la gran trascendencia de su Cartulario y de su «scriptorium», o bien a los importantísimos restos artísticos y monumentales correspondientes a distintos momentos de la dilatada trayectoria del monasterio. Como es lógico, el estudio global de la vida del monasterio sería de una complejidad extraordinaria, y no ha sido abordado por nadie, dado su carácter interdisciplinar, aunque contamos con una interesante serie de trabajos que investigan distintos aspectos. Una de las primeras impresiones que se obtiene tras el análisis de estos estudios es la fatal coincidencia de un verdadero cúmulo de circunstancias negativas que parecen haberse cebado sobre la historia del monasterio, y que van desde los problemas planteados por la «Vita Emiliani» escrita por S. Braulio, la polémica sobre el emplazamiento geográfico de la vida y milagros del santo, la discutida destrucción del monasterio por Almanzor, los graves problemas suscitados sobre el visigotismo, histórico y arqueológico, del monasterio y la posibilidad de algún tipo de pervivencia de la vida religiosa desde S. Millán hasta el s. X, la inacabada e interesantísima excavación de la necrópolis, los muchos escollos interpretativos que plantea el estudio arqueológico-histórico de lo que nos ha llegado del monasterio de Suso, las imprecisiones de su Cartulario y sus falsificaciones, así como el funcionamiento del «scripto-rium» monacal y su magnífica producción de códices, su dispersión... , etc. En definitiva, diríase que sobre la historia de S. Millán se ciernen problemas e incertidumbres no habituales. No vamos a abordar en profundidad todos y cada uno de estos planteamientos que ocupan a diversos especialistas, pero procuraremos prestar atención a ciertos enfoques relacionados con el momento altomedieval y su dimensión arqueológico-artística.
ALGUNOS ASPECTOS DE LA «VITA EMILIANI»2 San Braulio, el sabio obispo de Zaragoza, antes de escribir el opúsculo sobre el santo confesor, se informa previamente sobre su vida y hechos a través de personajes que vivieron próximos al santo o que están en condiciones de proporcionarle datos de primera mano. Incluso les envía la «Vita» con objeto de que la revisen y corrijan antes de darla a la publicidad. Así, anota como testigos a Citonato (abad), Geroncio y Sofronio (presbíteros) y Potamia (religiosa), además de quienes encargaron la redacción de la obra, sus hermanos Juan, ya difunto, y Fronimiano. De todos ellos deja constancia en una carta que, dirigida a este último, se nos ha conservado como prólogo introductorio al comienzo de la «Vita»3. Además de la «Vita» alude a un himno que ha mandado componer a Eugenio, futuro obispo de Toledo. La serie de testigos citados por S. Braulio son en su mayoría clérigos, que nos hacen suponer una incipiente comunidad en torno al santo, o continuadora de su obra. Incluso en el texto se habla del presbítero Aselo, en concreto en el episodio de su muerte, y se dice que vivía en compañía del santo , mencionándose también a unas sagradas vírgenes que cuidan de S. Millán cuando es viejo y decrépito 5. Son datos que resultan preciosos para ayudar a la interpretación de ciertas formas de vida eremítica de la temprana Edad Media. Es probable, no obstante, que con el tiempo hubiese varias versiones de la «Vida de S. Millán», con mayores o menores variantes. En una de ellas, no en la conservada, parece haberse basado Gonzalo de Berceo. Es curioso en este sentido que Grimaldo, cuando narra la traslación de las reliquias de S. Felices de Bilibio, asegure que supieron su lugar de enterramiento a través de la lectura de la Vida de S. Millán, Las versiones conservadas nada puntualizan sobre ese extremo. En la «Vita Emiliani» de S. Braulio son escasos los datos que puedan proporcionar un contenido arqueológico, e incluso es probable que no deba dárseles un excesivo valor, dada la despreocupación del obispo zaragozano por estos aspectos que él consideró sin duda anecdóticos y secundarios6. No obstante, pueden entresacarse algunos datos que, según lo dicho, tendrán un valor desigual. Así, hay un episodio donde se narra cómo unos ladrones le robaron un caballo que tenía el santo para ir a la iglesia, lo que hace pensar que la iglesia se encontraba lejos de su morada o tal vez el anacoreta estaba a la sazón encargado de la iglesia de Berceo (en la narración de los milagros no sigue el autor un orden cronológico). Tras su fracaso como cura de Berceo, dice S. Braulio que «pasó inocente el resto de su vida en el sitio que ahora se llama su oratorio»7. Aunque alguna vez sale de viaje y recibe continuas visitas de gentes, sin embargo en el tiempo litúrgico de la Cuaresma se retira a su celdilla y sólo ve a su cuidador que le proporciona una frugalísima comida . Muere en su celda y es llevado a enterrar a su oratorio, con acompañamiento de religiosos. Queda establecido, según esto, que su celda y oratorio son dos lugares distintos pero probablemente próximos. Es enterrado en su oratorio «ubi et manet» (diríase que S. Braulio conoce el lugar) . El acompañamiento de religiosos puede hacer referencia a esa comunidad incipiente 10o a los anacoretas que según parece vivían dispersos por los montes Distercios 10. Del episodio en que se narra un milagro operado tras la muerte de S. Millán, en el que resucitó una niña, se deduce que el altar estaba ante el sepulcro de S. Millán. A través de esta misma fuente parece claro que, al menos en algún momento, S. Millán vive comunitariamente con otros monjes y monjas. Esta duplicidad es corroborada por el episodio en que los demonios reprochan a S. Millán que morase con mujeres, tema que será desarrollado en una de las placas de marfil de la arqueta de S. Millán. S. Braulio, que parece sentir ciertos reparos hacia esas formas dúplices, se apresura a advertir que el santo contaba con más de ochenta años y se encontraba enfermo, para seguir diciendo que esto es un beneficio especial que se concede a pocos y que nadie debe experimentar por su cuenta. Da la impresión de que San Braulio no gusta de estas formas dúplices, y propugna una más rígida separación de monasterios. Pero tras la obra de S. Braulio y los himnos de Eugenio se cierne un impresionante silencio sobre el valle que sólo se romperá en el s. X. Volveremos a encontrar mujeres, ahora como reclusas, en Suso: Sta. Oria y Amuña, ya del s. XI. Otro de los serios problemas que plantea el escrito de S. Braulio es el referente a la ubicación de «Vergegio». Se tuvo por solventada inicialmente la discusión a favor de la tesis riojana que identificaba Vergegio con Berceo, fundamentalmente desde los escritos del P. Yep es 11 que refutaban las tesis del Dr. Miguel Martínez que consideraba que el gran Emiliano vive y es enterrado en las proximidades de Calatayud (en Torrelapaja, cerca de Berdejo). Pero despierta de nuevo la polémica en el s. XIX protagonizada por el historiador y académico Vicente de la Fuente, a quien responde el primer rector de los nuevos moradores de Yuso, el P. Toribio Minguella 12. Hoy parece olvidada definitivamente la discusión en favor de la patria riojana de S. Millán y la referencia al pueblo de Berceo con el término «Vergegio». Así opinan autoridades como Gómez Moreno, Serrano o Balparda. «Sigue, no obstante, en pie la dificultad de la intervención decisiva en la vida del monje Emiliano por parte del obispo de Tarazona, a no ser que veamos aquí un error, poco creíble pero posible, por parte de Braulio de Zaragoza» 13. De gran interés puede resultar la opinión de Díaz y Díaz que afirma que los otros topónimos actuales que coinciden con los de la narración, como el «castellum Bilibium» o «Dircetii montes», son resultado de readaptaciones posteriores de los topónimos a los procedentes de la «Vita» 14 .
EL VISIGOTISMO DE SUSO Puede calificarse de eterna la polémica mantenida por los especialistas en torno al visigotismo de Suso. Aunque se acepte la identidad de nuestro monasterio con el lugar donde se retiró Emiliano, quedan, sin embargo, muchas dudas respecto a si hubo continuadores del maestro y la forma que tomaron. Tal vez no haya que pensar en un monasterio organizado y constituido, sino en la existencia de formas de vida eremíticas o semieremíticas. Pero el problema no acaba aquí sino que se cuestiona si existió una continuidad de esas manifestaciones desde la época visigótica hasta el s. X, sobreviviendo, por tanto, a la invasión musulmana. Por los testimonios recogidos de la «Vita Emiliani» parece detectarse un cierto tipo de vida comunitaria a la muerte de S. Millán15. Más difícil será resolver si nos han llegado restos arqueológicos de ese momento. Veamos la opinión de los expertos sobre este punto y sobre la discutible continuidad hasta el s. X. Gómez Moreno destaca la posible antigüedad de las cuevas pero niega absolutamente el visigotismo de la iglesia conservada 16. Por el contrario Iñiguez Almech, restaurador del monumento, defiende una etapa visigótica en el monasterio aportando en su argumentación, entre otros, los siguientes datos: las cuevas artificiales, restos de muro (materiales y aparejo), un capitel visigodo, un sarcófago del pórtico y «bastantes restos decorativos» 17, además de una cajita de reliquias en hueso encontrada en los trabajos de restauración, «que puede llevarla incluso al siglo V» 18. La conclusión a la que llega Iñiguez es clara: «Por consecuencia está asegurada la existencia del monasterio y la iglesia por aquellos años, así como haber permanecido en gran parte hasta hoy...». El P. Serrano, editor de su cartulario, adelanta en la introducción que nada sabemos de Suso desde la muerte del santo hasta comienzos del s. X, pero que por esta última fecha «aparece en Suso una comunidad de monjes perfectamente organizada, sin exhibir nunca su archivo documento alguno en que constara su restauración solemne por monarca cristiano, como ocurre en otros casos similares; este hecho arguye la probabilidad, la certeza moral, que el culto de S. Millán en Suso fuese continuado sin interrupción 20 por una comunidad de clérigos o monjes durante los siglos octavo y noveno»20. El propio Serrano avala su teoría con otros argumentos de interés: lo apartado del lugar; la conservación en el propio S. Millán, y en ningún o2t1ro sitio, de los manuscritos sobre la «Vita» o sobre la misa propia, de época visigoda 21; la existencia de códices 22 de los ss. VIII y IX, aunque duda si habrán salido del «scriptorium» emilianense (más tarde contemplaremos la opinión negativa de Díaz y Díaz). Serrano cifra en el 920 ó el 925 el primer documento referente a S. Millán por el que encontramos existiendo como de antiguo el monasterio 23. Linage opina que 24 es muy posible que el núcleo que quedó a la muerte 25 de S. Millán sobreviviese al 711 24. En parecidos términos se expresan G. Colombás 25, J. Fontaine y Díaz y Díaz . Interesante es la aportación de Juan B. Olarte al considerar que el opúsculo de S. Braulio y los himnos litúrgicos compuestos para la comunidad de Suso sólo tienen sentido con una vida monástica organizada 28. Por su parte A. Ubieto opina que es posible que existiesen unos anacoretas dirigidos por un abad que vivirían en Suso en torno a una rústica capilla, cuando a comienzos del s. X se reconquistó la Rioja. Este grupo de anacoretas se aglutinan en un monasterio entre el 924 y el 947 29. R. Puertas fundamenta su teoría, como Iñiguez, esencialmente en argumentos arqueológicos. Habla de una «fase primitiva» constituida por algunos sillares y restos constructivos y por las cuevas artificiales «que pueden remontarse cronológicamente a los siglos VI o VII»30. Estos restos constructivos no permiten recomponer una planta, pero tal vez fuese el oratorio al que dedicó su himno S. Eugenio. El estudio de los códices de S. Millán tampoco consigue llenar el vacío documental de los siglos VIII y IX. Díaz y Díaz concluye que no todos los manuscritos han sido elaborados en este monasterio, como lo pregonan «diferencias insalvables de escritura, decoración o técnica codicológica» . Incluso más adelante advierte que «los monjes que llegaron a la Cogolla sobre el 925 indudablemente venían cargados con sus libros litúrgicos y espirituales y probablemente 32 con manuscritos de gramática y de artes... Luego aparecieron los mozárabes» . Según el muestreo de opiniones que antecede, el pensamiento más generalizado parece referirse a la probable existencia de manifestaciones de tipo eremítico, tal vez con algunos lazos de vida cenobítica, que ocuparían ese largo lapso de tiempo de casi tres siglos, pero que nada hace pensar en un monasterio propiamente dicho. Debe añadirse, que estas formas de vida religiosa apenas dejan información que pueda ser constatable arqueológicamente. Demostrar la continuidad ininterrumpida del monasterio de Suso desde los tiempos de S. Millán siempre fue tarea difícil, y no sólo en nuestros días, sobre todo establecer el puente entre los siglos VII y X. Comprobativo de esto es la serie de falsificaciones, detectadas por la crítica, y al parecer hechas por manos del XVI-XVII, que añaden en los códices manuscritos de la Biblioteca de S. Millán colofones con fechas y otras anotaciones, imitando la letra visigótica, y que tuvieron precisamente como objetivo demostrar la antigüedad y la continuidad del monasterio emilianense. Sintomático resulta que en3 3esas épocas se decidan a forjar falsificaciones, a falta de mejores pruebas y métodos 33. Puede, no obstante, orientarse la investigación hacia un terreno que probablemente consiga aportarnos alguna luz al problema del visigotismo del monasterio y su continuidad hasta época mozárabe. Me refiero al estudio de la necrópolis. Si estas formas eremíticas o semieremíticas son poco proclives a dejarnos constancia de su paso por el mundo que han rechazado, sin embargo es posible que ayude al investigador el estudio de sus áreas cementeriales. Pero no hay que abrigar, por ahora, demasiadas esperanzas en este prometedor campo porque las campañas de excavación, al parecer, no han concluido. Veamos, por tanto, los datos que puede aportarnos al problema el estudio de las necrópolis de Suso. Alberto del Castillo, al plantearse la excavación de la amplia necrópolis de Suso, calibra la trascendencia de los trabajos afirmando que no se ha demostrado la existencia de un monasterio anterior al mozárabe, por lo que el estudio y excavación de la necrópolis puede ser el único sistema que permita aclarar la polémica, tanto en lo referente a la ocupación de Suso en época visigoda como su hipotética continuidad ininterrumpida, incluso tras la invasión y ocupación musulmana. Desgraciadamente, el ilustre arqueólogo falleció en 1976 sin concluir las excavaciones y, por tanto, sin haber ofrecido una interpretación de conjunto del área sepulcral. Sin embargo, a través de sus comunicaciones , puede entreverse la gran complejidad y riqueza de los elementos integrantes de la necrópolis, e incluso la posible existencia de más de una necrópolis. El estudio de A. del Castillo se centró, esencialmente, en la necrópolis de covachas sepulcrales que asciende por la escarpada ladera de Suso. Descubrió un buen número de covachas artificiales excavadas en la deleznable arenisca conteniendo cada una de ellas de dos a cuatro sepulturas antropomorfas que considera, sin duda, de la fase mozárabe, con algunas prolongaciones en las más altas, entre las que se encuentra la de Santa Oria 35, de finales del s. XI. No parece estudiar a fondo otros sectores, como las cinco sepulturas sueltas, sin covacha, que ocupan niveles bajos, asimétricas y de cabeceras trapezoidales, que en la publicación de 1972 fecha a mediados del s. IX, mientras que en la siguiente se limita a decir que parecen indicar un nivel más antiguo que las de covachas. También señala en una cueva mayor, del ángulo N.O. de la iglesia, un nivel de sepulturas antropomorfas de la segunda mitad del s. IX o principios del s. X, y sobre ellas los sarcófagos exentos del XII. Por último anuncia el descubrimiento de otra necrópolis «presumiblemente anterior a la primera... a occidente... y sin relación aparente con el monasterio mozárabe», donde lleva excavadas «nueve sepulturas de fosa y de forma rectangular y ovalada, normalmente con cubierta monolítica, sitas en torno a una pequeña iglesia cuyos restos han sido descubiertos el mes de agosto de 1973» 36. Al final del artículo promete una nueva campaña de excavación de esta necrópolis «de época quizá visigoda» 37. D. Manuel Ríu, en unas notas que tomó en 1976, hace referencia a este edificio diciendo: «... se trata de una construcción de recios muros (de unos 80 cm.) hechos con mezcla de piedras grandes y pequeñas y con apenas argamasa, acaso sólo barro... Sería muy interesante poder relacionar esta construcción, de aspecto muy primitivo, con la parte baja del cementerio situada debajo de la carretera y de excavación difícil sin dañar a ésta» 38. El área sepulcral de Suso no se limita al exterior, sino que abarca algunas cuevas que pudieran haber sido inicialmente de habitación, además 39 de la cueva-oratorio 40 donde hoy se conserva el espléndido cenotafio románico , y del pórtico donde se alinean una serie de sarcófagos, de los que varios no ocupan el emplazamiento primigenio y algunos son reaprovechados, como el que se aprecia hoy en el espacio central, considerado como del s. IV, con su tapa en tejadillo y sus escenas parcialmente borradas (Fot. 1). Iñiguez cree que pudo ser el sarcófago primitivo de S. Millán 41. Conocida es la tradición que relaciona los sepulcros con los siete Infantes de Lara y su ayo, así como con alguna reina navarra, ya constatada por el P. Yepes 42. ¿Qué concluir de este abundante caudal de datos que nos proporcionan las necrópolis de Suso?. Ante todo se deja sentir la necesidad de un estudio de conjunto de este área sepulcral que hasta hoy sólo ha proporcionado enterramientos de adultos, hombres y mujeres, y sin ajuar. La documentación nos advierte que no todos los allí enterrados son monjes, observándose fórmulas como «ubi corpus meum promisi ad sepeliendum», en donaciones de seglares . Respecto al problema de la continuidad del monasterio, del estudio de la necrópolis se sigue una innegable disminución del lapso de tiempo de indocumentación de Suso que, de confirmarse la necrópolis visigoda y la cronología de mediados del s. IX dada por A. del Castillo a varias sepulturas, reduciría el vacío secular entre la «Vita Emiliani» y los primeros documentos del s. X que hacen referencia al monasterio, e incluso pudiera caber que nuevas excavaciones llegasen a demostrar la continuidad efectiva del mismo también en época de ocupación musulmana.
ALGUNOS PLANTEAMIENTOS ARQUEOLOGICO-ARTISTICOS La complejidad estructural del monasterio de S. Millán es verdaderamente extraordinaria, como corresponde a un monasterio que parte de unas manifestaciones pobres y arquitectónicamente rudimentarias, para iniciar un proceso de enriquecimiento y desarrollo que le llevan a remodelaciones y ampliaciones progresivas que otorguen el adecuado marco material al viejo oratorio emilianense. Pero el emplazamiento originario no ofrece muchas posibilidades para responder a los nuevos tiempos, por lo que tras esa serie de esfuerzos se decide trasladar el monasterio al valle. Todavía después del traslado se detectan reformas románicas avanzadas que parecen afectar sólo a «la cueva de S. Millán». Por último seguirán los aditamentos modernos que contribuirán a dar esa desconcertante complejidad que caracteriza a un monumento cuya dilatada existencia está jalonada por frecuentes incendios y destrucciones. Tal vez la documentación corrobore este extremo al presentar varias consagraciones del edificio que pueden reflejar otras tantas remodelaciones o ampliaciones. Entre los avatares más penosos en la historia del monasterio emilianense acostumbra a contarse el incendio y destrucción del mismo por Almanzor, episodio que algunos expertos ponen en duda. Se ha tenido siempre por noticia segura que el monasterio de S. Millán fue destruido por Almanzor en su última campaña, antes de que le sorprendiese la muerte en Medinaceli. Pero las crónicas árabes hablan de la destrucción de «la casa grande» o «el monasterio grande» (al-dayr). A. Ubieto cree posible que se refieran a S. Martín de Albelda, mayor que 44S. Millán por esas fechas, o a un «Monasterio-Castro» o «Castillo-Monasterio» 44. La hipótesis de Ubieto pudiera acompañarse por otras noticias y opiniones como la aportada por Yepes que defiende, sin argumentos serios, que el mo4n5asterio y el sepulcro de S. Millán nunca fueron destruidos a pesar de su antigüedad45. En contra estaría la opinión de Dozy, seguida por Gómez Moreno, Iñiguez, Serrano y Fontaine, entre otros, que dan por cierto el testimonio del monje Fernando. Si el hecho militar protagonizado por Almanzor no se refiere al monasterio de S. Millán, pueden haberse cometido errores en el planteamiento de las modernas restauraciones del edificio, ya que anota Iñiguez como uno de los criterios básicos de las mismas: «... el incendio de Almanzor, que vale de fecha límite para todo lo mozárabe e inicia las reconstrucciones y reformas posterio4r6es», y, en consecuencia, la diferenciación de sectores calcinados y sectores limpios 46. Pero vayamos ya con el estudio del monumento. La serie de buenos trabajos que han abarcado la dimensión arqueológico-artística de S. Millán de Suso, y que venimos citando, nos excusa de intentar una descripción y análisis pormenorizado del mismo. Así, sólo abordaremos aquellos planteamientos que tienen relación fundamentalmente con las fases prerrománicas, insistiendo más en lo estructural que en los aspectos puramente estéticos y decorativos, bien estudiados en las obras citadas (capiteles, modillones de los aleros mozárabes, sepulcro del santo, etc.). D. Manuel Gómez Moreno publica su capital obra sobre las iglesias mozárabes años antes de llevarse a cabo las labores de restauración y limpieza de Suso4,7 y, sin embargo, es de alabar su genial intuición. Niega el visigotismo de la iglesia47, pero destaca la posible antigüedad de las cuevas. Rechaza que la disposición pareada de las naves fuese la primitiva, señalando que la iglesia originaria estaba constituida por una nave única conformada por los (ios tramos abovedados, mientras que la cabecera era la cueva llamada de Santa Oria . El resto formaba una especie de atrio . El arquitecto restaurador de la iglesia, D. Francisco Iñiguez Almech, expone sus teorías en dos publicaciones. En su obra de 1955 50 defiende la existencia de la doble nave en el edificio mozárabe, y su remate en sendas cabeceras, que vendrían a traducir en el edificio del s. X la disposición, también doble, de las dos cuevas-oratorio de época visigoda. Debe, sin embargo, consignarse que Iñiguez modificó levemente sus conclusiones iniciales en la publicación de 1971 51, admitiendo un pórtico ante las dos cuevas y con sobrepiso, aunque su exposición se hace confusa por dudar entre las dos posibilidades. D. Rafael Puertas presenta, entre sus más novedosas aportaciones, el estudio de las plataformas de cimentación del monasterio, necesarias por el fuerte declive natural de la ladera, y de ampliación imprescindible 52 de acuerdo con las remodelaciones sucesivas del monasterio 53. Proporciona además interesantes d a54tos sobre los materiales constructivos y un buen análisis metrológico de los arcos . La planimetría que ofrece es modélica. La interpretación general que da del conjunto, tiene muchos puntos en común con Gómez Moreno y con J. Fontaine:
J. Fontaine que defiende una interpretación similar, cree encontrar una posible exégesis a esa forma de arco de triunfo de triple vano que adopta el «atrium» ante las cuevecillas artificiales: «¿Después de la estrecha puerta de la vida anacorética, representa el arco triunfal un simbolismo celeste?» . Los planteamientos y materiales aportados por los especialistas, cuyas opiniones acabamos de sintetizar en un rápido recorrido, pueden completarse con otras consideraciones a la luz de nuestra investigación sobre eremitorios rupestr5e6s, esencialmente en lo que hace referencia a las etapas más antiguas del monumento 56. Iniciaremos la exposición con una visión de conjunto de las etapas, comprobables arqueológicamente, del monasterio, para posteriormente pasar al estudio monográfico de algunos aspectos de especial interés.
Esta serie de etapas son constatables arqueológicamente y acaban configurando un edificio de gran complejidad donde abundan las refacciones y los enlucidos que tratan de uniformar los interiores recubriendo paramentos, modificando las proporciones de los arcos y ocultando la improvisación y torpeza de los constructores. Analizamos a continuación algunos elementos arqueológicos y artísticos correspondientes a las fases prerrománicas del cenobio emilianense.
LAS CUEVAS [Láms. 1 y 2] Las cuevas artificiales de Suso, excavadas tal vez aprovechando oquedades naturales en areniscas de grano variable, en su configuración actual aparecen organizadas en dos pisos, de los que el inferior ocupa más espacio. Es probable que existiese un tercer nivel bajo de cuevas, destruido por ampliaciones, derrumbamientos o colmatado por las plataformas de época mozárabe o protorrománica, como también es posible que alguna de las cuevas sueltas de la ladera de Suso, luego utilizada para enterramientos en el s. X y XI, fuese celda antigua. Según esto, el complejo rupestre de Suso debió presentar un gran interés, hoy mitigado por el pésimo estado general de conservación y por las abundantes reformas que han modificado su aspecto original. Es probable que existiese una diversificación de funciones entre ellas, sirviendo unas de celdas y otras de oratorios. Ya más difícil sería demostrar que algunas de ellas tuviesen una inicial función sepulcral.
a. Celdas Cabe suponer que la mayor parte de las cuevas cumpliesen una función de habitación. Las mejor conservadas son las del piso alto, no exentas, sin embargo, de retoques. Están 8organizadas por un pasillo al que se abren tres cámaras desiguales en planta y dimensiones en las que se utilizan indistintamente las techumbres de formas planas y las abovedadas. Presentan hacia el exterior una sola puerta, retocada, que abre al S.E. El pasillo se despeja y ensancha hacia la izquierda para permitir practicar en el suelo un pozo circular que desciende al piso inferior de cuevas. ¿Es comunicación antigua?. Pudieron existir celdas aisladas en la ladera, además de las hoy modificadas y repletas de enterramientos del piso bajo, a diferencia del alto que no presenta sepulturas.
b. Oratorios En el nivel bajo se encuentran las dos cuevecillas más importantes del conjunto de Suso y que quedaron abiertas en el interior del edificio. Incluso pudieron constituirse en la razón de ser del monumento y de la vida monástica que se desarrolló en torno a ellas. Las numerosísimas reformas y adecentamientos que en ellas se observan son suficiente argumento para testificar el interés que despertaban. Al parecer ambas fueron iglesias, yuxtapuestas de modo que en la trasera de una comenzaba la cabecera de la siguiente, lo que nos trae inmediatamente a la memoria las dos iglesias rupestres desplomadas de Sarracho (Albaina, Condado de Treviño), y también otros casos de iglesias rupestres pares, como Arnedo (Rioja Baja), Las Gobas (Laño), Virgen de la Peña (Faido), Sta. M.a de Valverde, etc.
Tuvieron sus puertas al Sur y, como tantas otras rupestres, no conservan el frente en el que se abrieron. La más oriental (llamada capilla de Sta. Oria) presenta un probable altarcillo de nicho, correctamen6t0e orientado, adornado con arquito de medio punto de cantería, al parecer rehecho 60. La planta del oratorio es prácticamente cuadrada, y su arco de ingreso es pr6o1bablemente el más visigodo de la iglesia, lo que ayuda a la datación de las cuevas 61. La otra capilla rupestre, de planta oblonga, lleva triple altar de nicho 62 y frente a él se encuentra el cenotafio de S. Millán. Abre hacia lo que se interpreta como un «atrium». Ambas cuevas están muy deterioradas, sobre todo ésta de S. Millán. Dice su re6s3taurador que el antiguo sepulcro del anacoreta lo pusieron en un profundo pozo 63. De gran interés resulta la cajita de hueso encontrada junto a los altarcillos que sirvió de lipsanoteca, aunque originariamente pudo ser cajita eucarística. Iñiguez dice: «parece clara su fecha dentro de la tradición cristiana prim6i4tiva, con los avances que suponen los sogueados visigóticos, o un poco anteriores» 64. Desgraciadamente un objeto mueble como éste ha podido ser reutilizado; de hecho el cambio de función parece orientarnos en este sentido.
c. Otras cuevas Hay otras cuevas que no fueron oratorios ni tal vez celdas, aunque hoy aparecen comunicadas unas y otras. No me refiero a las cuevecillas sepulcrales cuyos fondos descubrió A. del Castillo en la empinada ladera sobre el edificio, sino a las que ocupan el piso bajo, es decir el mismo que la tumba de S. Millán. Algunas de ellas pudieron inicialmente ser celdas, pero luego recibieron una avalancha de enterramientos que parecen querer participar, por proximidad, del carisma del santo. Cuando las reliquias del anacoreta son trasladadas a Yuso, esta necrópolis pierde en buena medida su razón de ser. Hoy estas cuevas quedan bajas y oprimentes por haber tenido siempre poca altura como las sorianas de Deza y las de S. Braulio de Berlanga. Puede conjeturarse si no habrán sido practicadas en época mozárabe para satisfacer la demanda de enterramientos junto a la sepultura del santo. Es indudable que el conjunto debe ser interpretado como un eremitorio, con características comunes a ciertos grupos rupestres, con paralelos en series con disposición par de iglesias, con probables altares de nicho (S. Pedro de Argés, lateral de la Virgen de la Peña en Faido, Herce, S. Pelayo de Mave, etc.), e incluso con celdas de plantas similares (sobre todo la aislada, pero también la del piso alto que recuerda a las de «Peñarrota» en Salas de los Infantes, a las de Camprovín en el Najerilla, o a la de «Peña de Castrejón» en San Martín de Valdelomar). Pero, como siempre, la cronología es difícil de establecer a pesar del testimonio de S. Braulio. ¿Pueden ser de tiempos del santo eremita? ¿Vivió en ellas S. Millán y discípulos?. El obispo zaragozano nada dice de cuevas, pero de su escrito tampoco se descartan. Afirma que después de muerto fue trasladado a su oratorio donde fue enterrado. Hay una tradición secular que identifica el oratorio y la tumba con esta cueva artificial y que puede ser respaldada, como hemos visto, por la arqueología . Gonzalo de Berceo narra poéticamente la llegada de S. Millán a un valle escondido e inhóspito con cuevas abiertas en los peñascales, repletas de fieras y alimañas que huyen ante la llegada del Santo, que toma posesión de las cuevas. El poeta continúa diciendo que cuentan otra cosa, que él no ha encontrado escrita, y es que allí se ven unas oquedades que hicieron las bestias en las peñas, furiosas al no poder quedarse, lo que al parecer no perturbó al Santo . El poeta constata así una leyenda por medio de la cual se explicaban en su época las cuevas artificiales de Suso o algunos de sus elementos. El P. Yepes, a comienzos del XVII también recoge esas viejas tradiciones: «Vense por la iglesia rastros de antigüedad de muchas sepulturas y algunas cuevas que solía habitar S. Millán. Particularmente se muestra a donde hacía penitencia la Cuaresma y el sitio en que luchó con el demonio...» ; y en otro pasaje: «Muestran hoy día en S. Millán de Suso un grande agujero, del hueco que de ordinario suele tener un pozo, y señalan el aposento donde fue la lucha, y dicen que en aquella abertura no se halla suelo...»68. Pero ¿hubo otros anacoretas diseminados por los montes Distercios?. Deliberadamente hemos dejado para el final un documento que puede revestir un gran interés porque nos pone en la pista de una posible laura an6a9corética próxima a Suso. El documento, fechado por L. Serrano en el año 929 9, y que Ubieto corrige retrasándolo treinta años, 959 70, trata de la donación por parte de García Sánchez y su madre Toda a S. Millán de «quinque heremitas vobis vicinas, id est, S. Martini et Sancte Ma7r1ie et S. Sebastiani et S. Iohanis et Sancte Marie, quod vulgo dicitur Celia Alboheta» , a los que luego se refiere con el término «los monasterios». El documento parece adulterado pero sobre fondo auténtico 72. Probablemente se refiere a dos de estas ermitas un documento del año 1071 por el que Sancho el de Peñalén da al presbítero Nuño el monasterio de Sta. María en el río Cárdenas, próximo al monasterio de S. Sebastián73. Joaquín Peña localiza los «monasterios o ermitas» de Sta. María y de S. Sebastián en El Lugar del Río, en 7e4l barrio de Manzaneda, y por tanto muy cerca de S. Millán, aguas arriba del río 74. Ya el P. Yepes advierte la existencia de monjes con algún tipo de dependencia respecto al monasterio de S. Millán que «...residían en aquellas montañas, entre los riscos y cue7v5as alojados... , después que en el convento estaban ejercitados en la obediencia» . De hecho, a la muerte de S. Millán afirma S. Braulio que su cuerpo fue llevado con gran acompañamiento de religiosos 76. La arqueología apenas muestra algunos indicios vagos que respalden esta situación que parece intuirse, más que demostrarse, en las fuentes escritas y en las tradiciones. Las referencias obtenidas de quienes conocen los abruptos montes de la comarca hablan de algunas cuevas y abrigos naturales, en los que no se observan huellas de haber sido habitadas, a no ser modernamente y como refugio ocasional; así lo pudimos comprobar en algunas covachas próximas a Suso. Sin embargo, es bien conocida en la zona la «Cueva de S. Millán», cerca de Cabeza Parda, en las anfractuosidades de la Sierra de Pradilla, lugar de romería de todos los pueblos del Valle de S. Millán . La tradición identifica este lugar con el que habitó el Santo tras una inicial estancia en Suso molestado por la multitud de gente que acudía a él. Dice, efectivamente, la «Vita» que «caminó al sitio más elevado... y cuando llegó a lo más apartado y escondido del monte Distercio, y estuvo tan próximo a la cumbre cuanto lo permitían la temperatura y los bosques... habitó allí casi por espacio de cuarenta años» 78. De allí volvería a Berceo para encargarse de su iglesia por mandato de Dídimo de Tarazona. El paisaje donde se alza la actual ermita de S. Millán sobrecoge todavía por su soledad y sus bosques. ¿Pero no será esta identificación con el pasaje de la «Vita» una acomodación erudita y tardía, como al parecer pudo ocurrir según Díaz y Díaz con otros datos y topónimos extraídos del opúsculo brauliano, v.g. Bilibio, etc. ?. La ermita es una humilde construcción semirrupestre que aprovecha un abrigo rocoso, retocado levemente en ciertos sectores con algunos apiconados, mechinales y una larga muesca canalizadora de aguas. La modestísima ermita está deficientemente orientada (N.O.) y consta de planta irregular, con moderno pavimento de cemento, en la que se separa un estrecho sector trasero del resto por medio de tres peldaños que nos llevan hacia la cabecera actual, notablemente más ancha que aquél, rematada por altar moderno. En definitiva, nada puede avalarnos una prudente antigüedad, pero se enmarcaría dentro de la larga serie de cuevas naturales que la tradición relaciona con vidas eremíticas, como las del Valle del Silencio, o las alavesas de S. Julián de Angostina, S. Tirso de Bernedo o S. Román de Campezo, etc., en las que las acomodaciones artificiales son mínimas o inexistentes.
EL EDIFICIO «MOZÁRABE» [Fots. 2, 3 y 4] Sin duda más elocuente y conocido que lo rupestre, aunque en inequívoca relación con ello, es el conjunto monumental mozárabe que con reformas y mutilaciones ha llegado a nuestros días. Debemos insistir en que los buenos estudios dedicados por los especialistas citados anteriormente a S. Millán nos excusan de tratar todos los aspectos del complejísimo conjunto monumental de Suso. No obstante, consideramos oportuno tocar dos sectores especialmente confusos del mismo: la tribuna y las cámaras orientales. Ambos espacios, mal conocidos y prácticamente desaparecidos, nos permitirán establecer paralelos y nos sugerirán hipótesis de interés. La Tribuna. Es posible que el «atrium» tuviese un piso alto. Tanto Iñiguez 79 como R. Puertas 80 adelantan este dato pero sin explicitarlo convenientemente. Desde luego la hipótesis parece acertada y no ajena a lo prerrománico donde se constata con frecuencia, tanto en lo asturiano como en lo «mozárabe». Sin duda este piso alto tuvo que limitarse al sector ocupado por la actual primera nave, próxima a la puerta, de manera que la separación de niveles alcanzaría el espacio comprendido entre el trasdós de la triple arquería y la serie de arquillos altos, espacio donde se reconocen los apoyos para esta disposición, que debió ser plana. Desde esta tribuna, y a través de los arquitos, podía distinguirse la sepultura de S. Millán, y seguir el desarrollo de los cultos celebrados en su capilla, al mismo tiempo que dichos arcos cumplirían con su inicial función de descarga. El acceso a la tribuna se realizaría desde la actual trasera de la construcción (suroeste), aunque no ha dejado rastro al desaparecer este sector por las ampliaciones de Sancho el Mayor. Hay otros datos que avalan esta sugerente hipótesis: - La gran altura del «atrium», que, sin embargo, no debía ocultar los espléndidos modillones exteriores de los espacios abovedados. - Las grandes dimensiones, sobre todo en altura, del arco antiguo 81 que dignifica el ingreso al oratorio de S. Millán, y que estaría en función de permitir la visibilidad del mismo desde la tribuna. - Pudiera también cumplir el mismo objetivo la evidente desigualdad de arcos de una y otra «nave», ya que precisamente los de la primera son todos más bajos para así permitir un segundo piso. - La ampliación de Sancho el Mayor, que afectó a la trasera de las naves, hizo desaparecer el antiguo acceso a la tribuna, pero tal vez la continuó en la trasera 82, al mismo tiempo que practicó el nuevo acceso que hoy queda colgado en lo alto, y un vano de iluminación, retocado, ambos en el muro suroeste, mientras que en el sureste, también románico, abrió dos registros de vanos: la puerta y una ventana en el nivel bajo, y dos ventanas para iluminación de esta tribuna trasera. - Además, la presencia de un piso alto otorgaría a este amplio espacio un mayor grado de funcionalidad, aunque no sepamos concretar qué uso específico se le dio. No sería excesivamente difícil encontrar paralelos a los datos aportados que confirmarían la existencia de una tribuna en S. Millán. Así, en la iglesia rupestre de Arroyuelos existen tribunas laterales que obligan a que el arco triunfal de ingreso a la cabecera sea inusualmente alto para permitir desde ellas seguir los cultos. En S. Miguel de Las Presillas, también rupestre, la tribuna es trasera, como en S. Braulio 83 y en lo asturiano, si bien el destino de las tribunas asturianas no fue monástico. La Porta Ferrada de S. Feliu de Guixols (del s. XI) seguiría un esquema muy similar a este sector de S. Millán 84. A pesar de estas afinidades, este espacio del monasterio emilianense presentaría en la época mozárabe una disposición infrecuente, sólo explicable por los problemas derivados de la topografía, de la fidelidad a una orientación litúrgica correcta y, sobre todo, el inquebrantable respeto al originario oratorio y tumba del santo anacoreta. Pudiera también pensarse que la sobriedad interior del templo responde a ese mismo respeto p8o5 r la austeridad predicada con su ejemplo por S. Millán, como opina Fontaine 85. Es probable que esta tribuna desapareciese ya a finales de la época románica, si no lo hizo en las reformas de Sancho el Mayor, bien por incendio o desmontada por haber perdido su función, por lo que se macizó el gran arco de entrada al viejo oratorio y se sustituyó por otro románico tardío, apuntado y más reducido. La existencia de este piso alto no está en contradicción con la posibilidad de que la actual segunda nave pudiera estar descubierta, al aire libre, como creen Gómez Moreno, Fontaine y Puertas, que hablan de «sala hipetra», por lo que el conjun8to merecería el término de «atrium» con que se le denomina en algunos documentos 86. Los paralelos con un arco triunfal serían entonces más notorios, y, con el piso alto abierto hacia el patio por los arquillos, las similitudes con Guixols serían estrechas, y recordarían también formas carolingias (Pórtico de la Abadía de Lorsch). No debe, sin embargo, olvidarse que la disposición observada, (arquerías bajas culminadas por una sucesión de vanos arqueados en el registro alto), recuerda elementos propios de espacios interiores, como algunos iconostasis del prerrománico hispánico, las divisorias de naves o la fachada hacia el patio de algunas mezquitas, como la Gran Mezquita de Damasco, y las de ciertas iglesias mozárabes y mudéjares toledanas. Pero esta disposición puede encontrarse en monumentos mucho más antiguos, incluso del s. IV, como es el caso de la basílica de Kharab Chems, en el Norte de Siria, que presenta una solución muy similar, con dos vanos altos de medio punto, falsos, por cada una de las arquerías de separación de naves 87. Las estancias orientales. Probablemente es uno de los sectores más ocuros y problemáticos del complejo de Suso por las muchas refacciones que allí se produjeron. (tramo izdo.) un arco visigodo o de clara tradición visigótica, y en el otro un arco «califal» mozárabe 88 . Por lo tanto los departamentos a los que dan acceso necesariamente tienen que ser prerrománicos, aunque luego el gran experto francés apenas los llega a mencionar. R. Puertas opina que los arcos son posteriores a la fase mozárabe 89 y consiguientemente también las estancias. Por su parte Gómez Moreno y Lampérez 90 al parecer desconocieron la comunicación entre estos espacios y la iglesia, descubierta aquélla en la restauración, pero no los consideraron mozárabes. Iñiguez, en su publicación de 1955,s los creyó antiguos y en forma de dos estancias, que, siguiendo su inicial teoría de la doble nave mozárabe, constituirían las correspondientes cabeceras 91. R. Puertas habla de sacristías y usos similares, pero ya de época románica. Añadimos la posibilidad de celdas de reclusos y emparedadas 92.
EL PROBLEMA DE LA CONTINUIDAD DE LAS FORMAS DE VIDA EREMÍTICA O MONÁSTICA HASTA LO MOZÁRABE La serie de argumentos recogidos al analizar los sectores rupestres aconsejan pensar definitivamente en identificar las cuevas de Suso, y probablemente algunos otros elementos, con el lugar donde practicó el eremitismo Emiliano. Otra cosa es demostrar la pervivencia del eremitorio hasta lo mozárabe, en que aparece perfectamente constituido en forma de monasterio. Veamos en síntesis algunos datos. - S. Braulio escribe la «Vita» varias décadas después de la muerte de S. Millán y va dirigida, para su corrección, a ciertos clérigos que a la sazón viven, Citonato y Geroncio, que en otro tiempo le sirvieron de testigos para la recogida de datos, y sobre todo a Fronimiano, «varón de Dios y mi señor y hermano», según señala en el encabezamiento de la carta. Por tanto, se constata que hay continuadores indudables en el corazón del s. VII, si bien no se precisa el tipo de vida religiosa que llevan 93. - La realidad arqueológica del eremitorio rupestre, a pesar de las largas perduraciones de este tipo de manifestaciones, puede remontarse a la época visigoda, como los restos de muros y algunos arcos que analizan J. Fontaine y R. Puertas. Indudablemente visigóticos son algunos de los complejos rupestres del Condado. Indudablemente visigóticos son algunos de los complejos rupestres del Condado de Treviño y otros del Alto Pisuerga, con inscripciones que lo atestiguan, aunque también aquía son evidentes las reocupaciones 94. - Las sepulturas de la 2.ª necrópolis encontrada por A. del Castillo tal vez pudieron corresponderse con ese mismo momento. - En el cartulario de S. Millán hay documentos referidos al monasterio anteriores a la fecha de consagración de la obra mozárabe, tanto si nos atenemos a la fecha tradicional (984), como a la última dada por A. Ubieto (959). - Algunos códices salidos de su escriptorio son también de data anterior a esas fechas de consagración, aunque no en muchos años. Un «scriptorium» como el emilianense tuvo que necesitar un prudencial tiempo de preparación, a no ser que pensemos en la llegada de nuevos monjes en sus libros hacia el 925 como creen García de Cortázar 95 y Díaz y Díaz 96. - A. del Castillo excavó un grupo de sepulturas de mediados del s. IX. - El monasterio de S. Millán aparece con gran pujanza en la documentación del s. X, sin que se conserve su documento fundacional. Según estos datos, a los que habría que añadir su aislamiento geográfico y su hostil emplazamiento que lo haría pasar prácticamente desapercibido, hay indicios suficientes para pensar en una perduración de las formas de vida eremíticas o semieremíticas, modestas y poco notorias, que apenas pueden entreverse en sus manifestaciones arqueológicas y en la documentación posterior, y que tal vez no demuestren una continuidad ininterrumpida sino salpicada de posibles intermitencias. García de Cortázar concreta esta visión en unas células dispersas por la zona, tal vez más desarrollada la dispuesta en torno a la tumba del anacoreta, que perpetúan la actividad eremítica hasta que se reconquista la región y se centraliza, posiblemente por inducción real, la vida religiosa en Suso 97. La documentación emilianense, como era de esperar, corrobora esa trayectoria progresiva que descubría el análisis arqueológico del monasterio, pero sólo a partir del s. X en que afloran esporádicas consagraciones que parecen responder a obras de restauración, remodelación o ampliación del mismo, permaneciendo muda en las etapas anteriores. Incluso respecto al s. X debe advertirse que en la documentación de S. Millán existe, como ya lo hemos constado, una gran confusión cronológica que, según se ha señalado modernamente desde Bishko 98 , se debe a que los copistas posteriores ignoraban con frecuencia el valor de la X aspada visigoda, de lo que se deducen serios deslices de fechas que afectan incluso al Cartulario del P. Serrano 99. Ubieto reedita el Cartulario corrigiendo las fechas y recordando que S. Millán de Suso no es el único monasterio de la época con tal advocación, y, por tanto, no debe pensarse en Suso cada vez que aparezca el nombre de S. Millán en la documentación, aunque ésta proceda de los propios fondos emilianenses. Bajo estos supuestos propone un documento del 942 como el primer documento auténtico que hace referencia a S. Millán de Suso, denominándose «atrium» 100. El año 959 (corregida la fecha dada por Serrano: 929) se detecta tal vez una consagración de la iglesia («in sacratione basilice») 101. El 984: «in die dedicationis ecclesie S. Emiliani» 102 (¿Es la dedicación o el aniversario de la dedicación? ¿Responde a una reforma?). El 13 de Abril de 1030 se constata la traslación de las reliquias del santo: «placuit omnipotenti Deo sublimare post sepulturam huius prefati patroni addere illi diligenter translationis honorem» 103. Según Serrano este documento es el único auténtico sobre la traslación, y debió consistir en «colocar las reliquias sobre un altar, quizá en el mayor, incluyéndolas en un arca de piedra o metal» 104, y añade que hasta esa fecha yacían en el suelo, donde había sido sepultado el santo desde siglos, cosa no excepcional en la Edad Media. El 14 de Mayo de 1030 está fechado otro documento, considerado falso por Serrano, que hace referencia a esta traslación 105 . Acuden numerosos obispos, grandes del reino y el rey Sancho el Mayor. Dice el documento que hasta entonces S. Millán estaba enterrado en un sepulcro poco digno («vili») y que se procedió al traslado de sus restos «loculo arche sibi a me preparate» (a una arqueta) 106. Con fecha de 29 de Mayo de 1053 conocemos un importante documento de donación real a S. Millán con motivo de la traslación de las reliquias al monasterio nuevo: «de antiquo cenobio ad novum illi preparatum corpus eius a nobis est translatum» 107. Están presentes el rey García de Nájera y varios obispos. Se discute, sin embargo, la interpretación del documento ya que en tal año no parecen haber concluido las obras del monasterio de Yuso, por lo que pudo h10a8ber sido un traslado provisional a la enfermería como relata el monje Fernando 108. Conocida es la leyenda explicativa de este traslado que da el monje citado y que se recoge también en la Crónica Najerense, según la cual García de Nájera quiso trasladar a Sta. María las reliquias de S. Millán, todavía en Suso; pero llegado el cuerpo del Santo al llano ya no lo pudieron mover, por lo que decidieron construir allí un nuevo monasterio: el de Yuso 109. La causa real del traslado del monasterio hay que buscarla, como ya hemos advertido, en las escasas condiciones que ofrecía el viejo emplazamiento de Suso, ideal para la vida eremítica pero inadecuado para una floreciente y próspera comunidad cenobítica.
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NOTAS
1. J. A. GARCÍA DE CORTÁZAR en varios trabajos sobre el tema: - La Rioja Alta en el s. X. Un ensayo de análisis cartográfico sobre los comienzos de la ocupación y explotación cristiana del territorio. En Príncipe de Viana, 132-133. Pamplona, 1973. Pp. 309-335. - La ordenación económica y social en la Rioja Alta en el s. X. En Homenaje a]. M. Lacarra, vol. I. Zaragoza, 1977. Pp. 97-121. - El dominio del monasterio de S. Millán de la Cogolla (s. X-XIII)... En Acta Salmanticensia, Fil. y Letras, 59. Salamanca (Universidad), 1969. 2. Entre las versiones de la obra de S. Braulio pueden manejarse: VÁZQUEZ DE PARGA, L. Sancti Braulionis Caesaraugustani Episcopi Vita S. Emiliani. Madrid (C. S. I. C), 1943. En castellano: Minguella, T. Vida y milagros del gloriosísimo S. Millán presbítero y confesor de Cristo, según el texto de S. Braulio de Zaragoza. En S. Millán de la Cogolla en su XV centenario. Logroño, 1974. Pp. 19-51. Con frecuencia la versión es excesivamente libre. Se cree que la «Vita» fue escrita por los años 635-640. Emilianus habría muerto, ya centenario, en torno al 574. 3. En uno de los párrafos en que se refiere a sus fuentes de información dice: «nobis, quae ipsi uiderunt, fideli relatione narrauerunt» (Vita..., ed. VÁZQUEZ DE PARGA..., op. cit., p. 13, n.° 7). 4. «Cum quo habebat collegium» (ibidem, p. 34, n.° 34). 5. Ibidem, p. 31, n.° 30. 6. Por otra parte, la forma de enfocar el obispo cesaraugustano la vida de San Millán, pudiera estar influida por algunas breves hagiografías que en la última década del siglo VI escribiera San Gregorio Magno, concretamente en su «Dialogorum Liber III» (P. L. 77), cuando habla, entre otros, de Isaac, Martín, y del monje del monte Argentario (caps. XIV, XVI y XVII respectivamente). También San Gregorio se interesa por describir las fuentes de información y recurre a testigos directos, alaba la soledad y la pobreza, y relata la llegada de seguidores. Algunos de los milagros que les atribuye son muy parecidos a los obrados por San Millán. Todo ello pudiera no deberse a relaciones de dependencia, sino ser consecuencia natural de la utilización de un común género hagiográfico
7.
Traducción de T.
Minguella, op. cit., n.° 6, p. 32.
Vita...,
ed.
VÁZQUEZ DE PARGA...,
op. cit,, 8. Ibidem, (VÁZQUEZ DE PARGA) p. 35, n.° 34. 9. Este dato parece demostrarse en la carta de presentación del libro, cuando dice que al final de la obra añade algunos milagros del santo «según me los contasteis el año pasado, y los refiero como de vosotros los oí» (Ibidem, p. 21). «Ut a uobis accepi adieci» (Vita..., op. cit., p. 5, n.° 2). L. SERRANO lo asegura categóricamente: «... Braulio, cuya presencia en S. Millán es indudable... » (El obispado de Burgos y la Castilla primitiva. Madrid (Instit. Valencia de Don Juán), 1935-1936. T. I, p. 66). 10. Un estrecho paralelismo con respecto a San Millán presenta en su evolución el eremitorio de San Eutimio en Khan al Ahmar. San Eutimio fundó una pequeña laura (421-428) y vivió en una cueva, donde fue enterrado tras su muerte. Posteriormente la laura se convirtió en cenobio, del que la vieja gruta, ahora sepulcral, quedó como punto neurálgico del mismo (Cfr. CORBO, V. L'ambiente materiale della vita dei monaci di Palestina nel periodo bizantino. En Orientalia Christiana Analecta, 153. Roma, 1958. Pp. 251-252. También LECLERCQ, H. Laures palestiniannes. En Dict. d'Arch. Chret. etLit., 8, 2. París, 1929. Cois. 1961-1988). En el caso de San Millán, como acabamos de ver, el enterramiento no se practica en la celda sino en su oratorio. 11. YEPES, A. Crónica general de la Orden de San Benito. Madrid (B. A. E.), 1959-1960. I, pp. 69 y ss. 12. MINGUELLA, T. San Millán de la Cogolla. Estudios histórico religiosos acerca de la patria, estado y vida de San Millán. Madrid, 1883. Pueden seguirse las teorías «castellanistas» y «aragonesistas» con sus líneas arguméntales en: BAUDOUIM DE GAIFFIER: La controverse au sujet de la patrie de S. Emilien de la Cogolla. En Analecta Bollandiana, LI, 1933. Pp. 293-317. J. Peña se pregunta si no estará enterrado en Torrelapaja un personaje coetáneo de San Braulio, también llamado Millán, sacerdote y abad, al parecer muy encumbrado en Toledo, con quien se cartea San Braulio. La coincidencia de algunos datos pudo llevar al equívoco. El autor de tal suposición no encuentra, sin embargo, argumentos sólidos (PEÑA, J. Páginas emilianenses. Salamanca. (Ed. Rev. Ioseph), 1972. P. 24). 13. DÍAZ Y DÍAZ, M. C. Libros y librerías en la Rioja altomedieval. Logroño (Inst. Est. Riojanos), 1979. P. 98, n. 2. 14. Ibidem. De confirmarse esta hipótesis quedaría sin base, por ejemplo, la tradicional identificación de los riscos de Bilibio, cerca de Haro, con el lugar donde ejerció su magisterio Félix, el instructor de S. Millán. Menos probable es la adaptación del término «Dircetii montes», bien documentado en el s. X, ya que hay una inscripción romana de la zona con la forma «Dercetio» (Cfr. Lápidas romanas del valle de San Millán. En Bol. R. Acad. Historia, t. III. Madrid, 1884. Pp. 10-12. La nota la remitió el P. MINGUELLA). 15. Una interesante síntesis en: GARCÍA RODRÍGUEZ, C. El culto de los santos en la España romana y visigoda. Madrid (C. SI. C), 1966. Pp. 351-355. 16. GÓMEZ MORENO, M. Iglesias mozárabes. Arte español de los siglos IX-XI. (Madrid, 1919). Granada (Patronato de la Alhambra), 1975. P. 296. 17. IÑIGUEZ, F. Algunos problemas de las viejas iglesias españolas. En Cuad. de Trab. de la Escuela Española de Hist. y Arq. en Roma. VIL Madrid, 1955. P. 12. 18. URANGA, J. E. e IÑIGUEZ, F. Arte Medieval Navarro. Pamplona (Ed. Aranzadi), 1971. Tomo I. P. 193. 19. Algunos problemas..., op. cit., p. 12. 20. SERRANO, L. Cartulario de San Millán. Madrid, (Centro de Est. Históricos), 1930. Pp.XX-XXI. 21. VÁZQUEZ DE PARGA demostró en su edición de la «Vita» el error de Serrano (p. XVIII). 22. SERRANO, L. Cartulario..., op. cit., p. XXXIV 23. El problema de la deficiente datación de estos documentos es debido entre otras razones a un copista que ignoraba el valor de la x aspada o virgulada. Ubieto considera que el primer documento auténtico sobre San Millán es del 942. 24. LINAGE CONDE, A. Una regla monástica riojana femenina del s. X: el «Libellus a regula Sancti Benedicti Subtractus». Salamanca (Acta Salmanticensia, 74), 1973. P. 3.
25.
COLOMBÁS,
G. Monasterios. S. Millán de la Cogolla.
En
Dicc, de
Hist.
Ecles.
de España,
III. 26. El Mozárabe. Madrid (Edic. Encuentro), 1978. P. 229. Aporta testimonios artísticos. Considera visigóticos los muros y arcos de los tramos abovedados, aunque todo ello fue muy retocado en época mozárabe cuando se añadieron las bóvedas (pp. 229-231). 27. Libros y librerías..., op. cit., p. 14. 28. OLARTE, J. B. Apuntes para una interpretación de la Historia emilianense. En S. Millán de la Cogolla en su XV centenario. Logroño, 1974. P. 55. 29. UBIETO, A. Los primeros años del Monasterio de S. Millán. En S. Millán de la Cogolla en su XVcentenario. Logroño, 1974. 30. PUERTAS, R. Planimetría de San Millán de Suso. Logroño (I. E. R.), 1979. P. 38. 31. DÍAZ Y DÍAZ, M. C. Libros y librerías..., op. cit., p. 167. 32. Ibidem, p. 217. 33. Ibidem, p. 109. 34. CASTILLO, A. del: Excavaciones altomedievales en las provincias de Soria, Logroño y Burgos.En Exc. Arq. en Esp. 74. Madrid, 1972. Pp. 39-42. Ibidem. La necrópolis de covachas del monasterio de Suso, pervivencia del sistema de enterramiento eremítico. En XIII Congreso Nacional de Arqueología (Huelva, 1973). Zaragoza, 1975. Pp. 967-978. 35. La conocida reclusa de Suso cuya vida versificó Gonzalo de Berceo. SANDOVAL citando una «memoria de mucha antigüedad» dice sobre sus restos que descansan «ibi in quadam specu post basilicam eiusdem loci». YEPES (Crónica General..., op. cit., t. I, p. 81) dice que con Oria está enterrada su madre «en una capilla que está en la peña». Las reliquias fueron bajadas al monasterio de Yuso el 1609. 36. CASTILLO, A. del: La necrópolis de covachas..., op. cit., p. 969. 37. Ibidem, p. 978. En parecidos términos se expresó en unas declaraciones a «La Gaceta del Norte» (Edición Rioja), del 21 de Agosto de 1973. 38. Ríu, M. Apuntes comentados de un viaje arqueológico por tierras de la Castilla medieval. En la España medieval. Estudios dedicados al Prof. D. Julio González González. Madrid, 1980. Pp. 420-421. 39. Más adelante trataremos de las traslaciones documentadas de reliquias. Sin duda la pieza románica sustituyó a otra anterior y más pobre. Hay referencias a la tumba de S. Millán en documentos de 956, 959, 979, etc., según la revisión cronológica hecha por UBIETO, A. Cartulario de San Millán de la Cogolla (759-1076). En Textos Medievales, 48. Valencia, 1976. Docs. 69, 79, 91. 40. ¿De qué época es el pórtico? ¿Estuvo siempre cubierto? 41. Arte Medieval Navarro..., op. cit., t. I, p. 188. 42. Crónica general..., op, cit., t. I, p. 81. Para lo último se conserva inscripción empotrada en el muro del pórtico. 43. Por ejemplo en doc. de 952 (UBIETO, A. Cartulario die S. Millán..., op. cit., doc. 64, p. 75). La fórmula es una «traditio corporis et animae». 44. UBIETO, A. Los primeros años del Monasterio de S. Millán..., op. cit., pp. 90 y ss. 45. YEPES, A. Crónica General.., op. cit., T. L, p. 80. 46. IÑIGUEZ, F. Algunos problemas..., op. cit., p. 10. 47. Iglesias mozárabes.., op. cit., p. 296. 48. Ibidem, p. 297. 49. bidem, p. 300. 50. Algunos problemas..., op. cit., pp. 9-10 y 15. 51. Arte Medieval Navarro,..., op. cit., I, pp. 193-194. 52. Planimetría..., op. cit., pp. 13 y 14. 53. bidem, p. 46. 54. Ibidem, pp.42 y ss. 55. El mozárabe... , op. cit., p. 232. De esta triple arquería, el arco central es sensiblemente mayor que los otros dos, lo que subraya el efecto de arco de triunfo o al menos justifica su interpretación como tal. 56. MONREAL JIMENO, L. A. Eremitorios rupestres altomedievales. El Alto Valle del Ebro. Tesis Doctoral defendida en la Universidad de Deusto en el curso académico 1984-85. En prensa. 57. Algunos problemas..., op. cit., pp. 9 y 54-55. 58. Crónica General..., op. cit., t. I, pp. 79 y ss. 59. Ibidem, I, p. 80. 60. El análisis de los arcos puede verse en IÑIGUEZ, F. Algunos problemas..., op. cit., p. 11 y ss., y en PUERTAS, R Planimetría..., op. cit. 61. Pudiera parecer un exceso de ligereza considerar esta cueva como oratorio por el simple hecho de que en ella se encuentre una hornacina, de época indeterminada, que recuerda un altarcito de nicho. En las iglesias rupestres no siempre cumplieron este tipo de nichos función de altar. Aquí sólo parece avalarse su función litúrgica por la tradición y por el hecho de haberse convertido la cueva en el presbiterio de la posterior iglesia. Como se ve, no son argumentos definitivos. 62. Los altares estarían tan próximos que sería imposible la celebración simultánea de misas independientes. 63. IÑIGUEZ, F. Algunos problemas..., op. cit., p. 10. No especifica más. ¿Sería en un nivel bajo de cuevas? Porque en otro momento dice que el sarcófago tardorromano de escenas borradas pudo ser utilizado para S. Millán, ya que los restos del santo sufrieron varias traslaciones. 64. Ibidem, p. 12. 65. Los pocos datos que en la «Vita» pueden tener algún valor arqueológico, no encuentran contradicción con la realidad actual de Suso, e incluso se acomodan a ella. 66. «Fueron las bestias fieras con el fuert embargadas, / todas fuyien antelli las cabezas colgadas; / si les plogo o non, cambiaron las posadas, / escombraron las cuevas las bestias enconadas. Otra cosa retraen, mas non la escribieron, / hy muestran los forados que las sierpes fiçieron, / las pennas foradaron, quand fincar non podieron; / pero al omne bono nul pavor nol fiçieron». (Berceo, G. de: Vida de S. Millán en las Cuevas de Suso. En San Millán de la Cogolla en su XV Centenario. Logroño, 1974. Pp. 232 y ss.). 67. Crónica General..., op. cit., T. I, p. 80. La leyenda dice que el demonio, derrotado, abrió la tierra y huyó al infierno. 68. Ibidem, 1.1, p. 46. Muchas noticias le fueron enviadas desde Yuso, algunas falsas. Desconozco a qué abertura se refiere, ya que el pozo que intercomunica los dos pisos actuales de cuevas apenas alcanza los dos metros. 69. SERRANO, L. Cartulario..., op. cit. doc. 23, pp. 30-31. 70. UBIETO, A. Cartulario..., op. cit. doc. 77, pp. 91-92. 71. ¿Es topónimo árabe como creen Gómez Moreno y Michelena? ¿Es topónimo euskérico como quiere pensar García de Cortázar y defiende A. Irigoyen?. GÓMEZ MORENO, M Iglesias mozárabes..., op. cit., p. 292. MICHELENA, L. Onomástica y población en el Antiguo Reino de Navarra: La documentación de San Millán. En XII Semana de Estudios Medievales (fotella, 1974). Pamplona, 1976. Pp. 64-65. IRIGOYEN, A. Done Miliaga Kukullakoa eta euskara. En Euskera, XX. Bilbao, 1975. Pp. 173 y ss. 72. UBIETO, A. LOS primeros años..., op. cit., p. 84. 73. UBIETO, A. Cartulario..., op. cit., I, doc. 393, pp. 370-371. No aparece en la edición de Serrano. 74. PEÑA, J. Glosas a la «Vida de Sta. Oria» de Don Gonzalo de Berceo. En S. Millán de la Cogolla en su XVcentenario..., op. cit., p. 179. 75. Crónica General..., op. cit., T. I, p. 82. 76. MINGUELLA, T. Vida y milagros..., op. cit., p. 47. La traducción del autor es en este punto libre ya que el texto dice «cum multo religiosorum obsequio» (Cfr. Vázquez de Parga, L. Vita..., op. cit., p. 35, n.° 34). 77. GIL DEL RIO, A. La Rioja desde sus albores. Zaragoza (Impe. Tipo-Línea), 1972. P. 321. 78. MINGUELLA, T. Vida y milagros... , op. cit., p. 29. « Peruenit ad remotiora Dircetii montis secreta» (Vita..., ed. Vázquez de Parga, p. 16, n.° 11). Este exilio voluntario o «peregrinado» es muy frecuente en las grandes figuras eremíticas que por su carisma atraen discípulos y curiosos, y deben alejarse nuevamente para reencontrar la soledad. Sobre el sentido tradicional del término «peregrinado» véase: Leclercq, J. L'eremitisme en Occident jusqu'a Tan mil. En Seconda Settimana internazionale (Mendola, 1962). Milano, 1965. P. 34. 79. Arte Medieval Navarro..., op. cit., I, p. 193 y fig. 36. 80. Planimetría..., op. cit., p. 29. 81. Aunque el arco sea románico no se modifica el planteamiento ya que respetaría la altura anterior. 82. Pudo también ocurrir que al convertir el edificio en iglesia de dos naves, cubriendo la segunda, perdiese su razón de ser la tribuna y procediesen a desmontarla, para, al mismo tiempo, abrir vanos en el muro externo e iluminar la necesariamente oscura iglesia. Se trataría por tanto de una sustitución de la antigua tribuna por otra levantada en el sector añadido en tiempos de Sancho el Mayor. 83. En S. Baudilio de Berlanga también las tribunas tuvieron acceso desde el exterior. 84. Pueden verse éste y otros paralelos en Fontaine, J. El Mozárabe..., op. cit., p. 232. 85. El Mozárabe..., op. cit., p. 227. Pero tal vez se han perdido las labores decorativas primitivas, de las que hoy dan fe algunos capiteles y estucos, y, sobre todo, la magnífica serie de modillones exteriores. 86. Aunque el término «atrium» puede encerrar un contenido más genérico. Du CANGE, Ch. Glossarium mediae et infimae latinitatis. Graz, 1954 (reed.). I, pp. 453-454. PUERTAS, R. Iglesias hispánicas. Siglos IV-VIII. Testimonios literarios. Madrid (Min. Ed. y C), 1975. Pp. 86-87.
87.
Cfr
GRABAR,
A.
El primer
arte cristiano.
Madrid (Aguilar), 1967.
P.
177.,
fg. 184, y p. 179, 88. El Mozárabe..., op. cit., p. 230. 89. Piensa en época románica. Pero los arcos son de herradura, mientras que los románicos que se aprecian en la propia iglesia son muy diferentes. El arco de herradura del compartimento derecho es falso al carecer de dovelaje, pero el correspondiente al izquierdo es indudablemente antiguo. Parecería definitivo el argumento de que el muro es tardío porque monta sobre sepulturas de repoblación, pero del plano de Iñiguez se desprende que el muro no es el original, y que las estancias fueron más cortas. (Cfr. Arte Medieval Navarro..., op. cit., I, p. 187). 90. Historia de la arquitectura cristiana española en la Edad Media. Madrid (Of. Tip. de J. Blass), 1908-1909. Vol. I, p. 246. 91. «Posteriores en fecha, pero construidas antes del incendio de Almanzor» (Algunos problemas..., op. cit., p. 9). «Muy destruida para instalar allí la tumba de Santa Áurea» (Arte Medieval Navarro..., op. cit., I, p. 190). F. IÑIGUEZ reconoce que el arco de ingreso a la estancia derecha es falso y fue construido después del 1002 ya que no está calcinado (Ibidem, p. 194). Pero si, como afirma, la iglesia presentaba doble cabecera, es obvio que este falso arco de módulo califal tuvo que sustituir a otro anterior. 92. ¿Estuvo aquí la celdilla de Sta. Oria o la de su madre Amunia? De la primera dice Gonzalo de Berceo en su «Vida de Santa Oria»: «Emparedada era yazie entre paredes»,..., «En un rencon angosto entró emparedada», ... , «porque angosta era la emparedación». Y de la madre: «Entró emparedada de celicio vestida». Ambos personajes son del s. XI, y fueron enterrados en una cueva alta. 93. Más explícita resulta la carta n.° XIII del epistolario de S. Braulio, donde el sabio obispo denomina a su hermano «presbitero et abbati», y le aconseja no abandonar su cargo («senioratus tui»). (Cfr. RIESCO TERRERO, L. Epistolario de S. Braulio. En Anales de la Universidad Hispalense, Serie Filos. y Letras, 31. Sevilla, 1975. Pp. 88 y ss.). 94. MONREAL JIMENO, L. A. El visigotismo de los eremitorios rupestres de «Las Gobas» de Laño (Condado de Treviño). En // Congreso Mundial Vasco. Congreso de Historia de Euskal-Herria. Comunicaciones, Secc. I, vol. 1. Bilbao, 1987. Pp. 254-273 (Ejemplar mecanografiado). 95. El dominio... , op. cit., p. 28. 96. Libros y librerías..., op. cit., p. 167. El autor considera escrito en S. Millán un códice que contiene varios tratados, fechado el 933, y copiado por Jimeno, quien más tarde copió, el 946, las «Etimologías» de S. Isidoro (pp. 111 y 117-118). 97. El dominio... , op. cit., p. 28. 98. Bishko, J. Salvus of Albelda and frontier monasticism in tenth century Navarre. En Speculum, XXIII, 1948. Pp. 559-590. 99. Aunque ya el P. Flórez llamó la atención sobre esta grafía de la X virgulada. 100. UBIETO, A. LOS primeros años... , op. cit., p. 97. Id. Cartulario... , op. cit., doc 29, pp. 44-45. 101. SERRANO, L. Cartulario... , op. cit., doc. 24, pp. 31-33. UBIETO, A. Cartulario... , op. cit., doc. 78, pp. 92-94. 102. SERRANO, L. Cartulario... , op. cit., doc. 63, pp. 73-74. 103. Ibidem, doc. 100, p. 113. 104. Ibidem, p. XL. 105. SERRANO, L. Cartulario..., op. cit., doc. 101, pp. 114-116. 106. Interesa subrayar esto porque Ubieto cree que el documento alude a la traslación a Yuso, cosa que no sucede hasta 1053, y de forma provisional. (UBIETO, A. Cartulario..., op. cit., doc. 193, p. 193). 107. SERRANO, L. Cartulario..., op. cit., doc. 154, pp. 164-165. UBIETO, A. Cartulario..., op. cit., doc. 228, pp. 278-279. 108. SERRANO, L. Cartulario..., op. cit., p. I y ss. Allí habría permanecido hasta 1067 en que son trasladados sus restos a la iglesia, ya terminada, de Yuso, según la opinión de este monje de comienzos 109. UBIETO, A. Crónica Najerense. Textos Medievales, 15. Valencia, 1966. P, 26.
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