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La presencia del Imperio Romano al otro lado del Canal de la Mancha nunca adquirió la solidez conseguida en los territorios del continente. De las dos grandes islas, Britania (actual Gran Bretaña) fue débilmente romanizada. Las legiones no llegaron a las tierras altas de Escocia y se limitaron a elevar líneas de fortificaciones (muro de Adriano primero, luego muro de Antonino) a fin de defender el territorio ocupado de las incursiones de los pictos del norte. Irlanda se vio siempre libre del control romano. La crisis en que cayó el estado imperial se hizo irreversible desde los inicios del siglo V. Las tierras bretonas se vieron seriamente afectadas por ella, desde el momento en que las legiones efectuaron un repliegue que facilitó la violenta entrada y parcial ocupación de Britania por parte de anglos, jutos y sajones. La población, de ascendencia céltica, quedó confinada en las regiones. septentrionales (al norte del muro de Antonino). en los reductos de Gales y Cornualles ... y en Irlanda. Otros grupos humanos insulares optaron por la emigración a este lado del Canal, instalándose en la península Armoricana, que desde entonces recibiría el nombre de Britania Minor y, en el futuro, simplemente el de Bretaña. Estas poblaciones célticas se hicieron protagonistas de una peculiar civilización cristiana, ortodoxa, pero ajena a algunos de los dictados Iitúrgicos romanos. Inicios Los comienzos de esta cristiandad autóctona céltica son oscuros. A Ninian (360-432) se le ha presentado a veces como adelantado de las tareas apostólicas en el medio céltico insular. La tradición nos habla de su consagración como obispo en Roma en el 394, de la fundación del monasterio de Candida Casa (White House) en Wigtownshire, y de su labor proselitista entre pictos y bretones. Algunos de estos hechos parecen, sin embargo, dudosos y hay una tendencia a desplazarlos cronológicamente un siglo más tarde. Igualmente oscura parece la figura de Paladio, que, según la tradición, fue consagrado por el papa Celestina I como primer obispo de los cristianos de Irlanda hacia el 430. Por todo ello, la primacía cronológica quedaría en manos de San Patricio (390-460). Nacido en Daventry, fue hecho prisionero por pi ratas irlandeses, a los que en el continente se conocía con el nombre de escotos. Esclavo de un druida durante algún tiempo, Patricio logró huir a la Galia. Retornado a Irlanda con miras evangelizadoras, sus Confesiones constituyen el relato de lo que fueron sus preocupaciones espirituales. Probablemente fuera fundador de la diócesis de Armagh, que se convertiría en la primada del territorio irlandés. Vistas así las cosas, Irlanda fue un país tardíamente cristianizado. Las características sociológicas de la isla dieron a su cristianismo una gran originalidad. En efecto, la creación de una red episcopal al modo de la establecida sobre el territorio imperial romano no fue aquí viable, puesto que el instrumento encuadrador de la sociedad irlandesa no era -por su nula romanización- la ciudad, sino el clan y la tribu. Una vez evangelizadas las cabezas rectoras de la vida tribal se convirtieron en obispos y abades de sus respectivas comunidades. Un cristianismo de signo monacal acabó marcando la pauta en una sociedad que, por su aislamiento, mantuvo ciertos usos que tardará en abandonar. Dos en particular diferenciaron a la cristiandad céltica de la latina: la forma de tonsura y la celebración de la Pascua de acuerdo con viejos cómputos que la hacían coincidir con la judía, el 14 del mes de Nisán. Insula sanctorum De forma similar a Egipto, Irlanda se convirtió, desde el siglo V, en un auténtico enjambre de monasterios, integrados la mayor parte por grandes aglomeraciones de cabañas: Clonard albergaba a 3.000 monjes, Bangor a 2.000 ... De forma análoga también al monacato del desierto, los monjes irlandeses defendieron una fuerte ascesis penitencial: baños fríos contra las tentaciones de la carne, genuflexiones prolongadas y, sobre todo, una rígida tarifación de penas para las diversas transgresiones de las normas monásticas. La conocida como Regla común de San Columbano impone, por ejemplo, la recitación de cierto número de salmos según las faltas cometidas: 24 para los que parlotean sin orden, 24 para quien haga trabajos inadecuados después de cumplir el propio, 12 por acudir a la misa sin la debida compostura en el vestido ... El castigo a pan y agua se recoge también para determinadas transgresiones: dos días para quien coma antes de nona, dos días para quien pase una noche en casa de una mujer ... Azotes y bastonazos tampoco están ausentes como medio disciplinario: 50 por decir mentira, 50 por viajar sin orden del superior, seis por no esperar la bendición en la mesa, etcétera. Nos encontramos aquí ante el germen de lo que será la penitencia sacramental privada y repetida. Con el tiempo se acabará por tasar la forma en que los fieles habían de reparar los diversos tipos de faltas. La cristiandad latina, así, heredará de los irlandeses unas fórmulas que se harán familiares en su práctica religiosa: la confesión frecuente, la dirección espiritual y las consiguientes penitencias tarifadas. En este ambiente de ascesis desarrollaron su actividad los monjes del medio irlandés, pero también otros del ámbito céltico de la Britania libre de anglos, jutos y sajones. Serán, entre otros: IIltyd (450-535). fundador del monasterio de Llabtwit Major, importante foco de actividad misionera en Gales; el también galés Sanson (490-565), fundador del monasterio de Dol; Finnian (495-579), fundador del de Moville; Brígida de Kildare (muerta hacia el 535), abadesa del convento femenino de Cill-Dara; Ciaran y Coemgen, fundadores, respectivamente, de los cenobios de Clonmacnois y Glendalough en torno al 540; David, promotor, unos años más tarde, de la fundación de una docena de monasterios en Gales, en especial el de Mynyw ...
Insula doctorum Amén de la severa ascesis, las inquietudes culturales fueron otro de los elementos caracterizadores del monacato insular. Inquietudes que se dejarán sentir en todo el ámbito de la cristiandad occidental. La penetración de la lengua latina en el mundo irlandés se produjo con la implantación del cristianismo. El latín se mantuvo como lengua separada de la nacional gaélica, lo que le preservó del deterioro que progresivamente había experimentado en el continente. La producción literaria, por tanto, se va a diversificar. Tras su viaje a Roma, Finnian de Moville trajo la versión Vulgata del Nuevo Testamento y el Pentateuco. Los monjes irlandeses se convirtieron en personajes versados en las Escrituras, pero también en los autores clásicos, si tenemos en cuenta el que un Adamnan de lona (625-704) fue buen conocedor de Virgilio. Al lado de estas parcelas culturales, los monjes celtas se mostraron como excelentes hagiógrafos a través de obras como la Vida de San Columba, de Adamnan, o la Vida de San Patricio, de Muirchu Maccu Machteni. En el terreno artístico la cultura irlandesa fue producto de la conjunción de los elementos autóctonos y de los procedentes de Roma y Bizancio. El Libro de Kells, el Libro de Durrow o el Evangeliario de Lindisfarne, son expresiones de un cristianismo dominado aún por las fuerzas mágicas. El monograma que encabeza la primera de estas obras muestra un esquema de conocimiento que inspirará en el futuro a importantes manifestaciones artísticas.
Pese a su carácter áspero, que provocó numerosos roces con las autoridades políticas y eclesiásticas, Columbano y sus colaboradores (como Galo) promovieron la fundación de varias decenas de monasterios. Entre ellos, los de Saint Gall, en Suiza; Luxeuil, en los Vosgos, y Bobbio, en Lombardía. En este último acabaría Columbano sus días. Vistas así las cosas, la iglesia céltica parecía haber ganado la partida a la romana en los inicios del siglo VII. Las cosas, sin embargo, discurrirán por muy distintos derroteros.
Celtismo versus romanismo En el 597, siete años después del desembarco de Columbano en el continente, se produjo en Inglaterra, programado por el papa Gregorio Magno, el de Agustín y un grupo de monjes benedictinos educados en el monasterio romano de Monte Celio. Su objetivo era la conversión de anglos, jutos y sajones, un tanto descuidada en aquellos años por parte de los monjes celtas. De lo que fue esta evangelización nos ha dejado cumplida relación Beda el Venerable en su Historia eclesiástica del pueblo inglés, redactada en el primer tercio del siglo VIII. El primer éxito de los misioneros romanos fue la conversión del reino de Kent, consolidada por la fundación de la sede episcopal de Canterbury. En los años siguientes se trató no sólo de vencer el paganismo, en el que los régunos anglosajones caían con frecuencia, sino también la resistencia de los monjes celtas, que, a lo largo de toda la primera mitad del siglo VII, fueron consolidando sus, posiciones en el norte. En el 604, Agustín creó dos obispados sufragáneos de Canterbury; los de Londres y Rochester. En el 664, la conversión de anglos y sajones parecía oficialmente consolidada. A iniciativa del rey Oswy y de Wilfrido de Ripon se convocó un sínodo en Whitby, para decidir entre las normas célticas o las romanas. Estas acabaron ganando la partida. Unos años más tarde, Benito Biscop fundaba en plena Northumbria las abadías benedictinas de Wearmouth y Jarrow, que serán los más importantes centros culturales del territorio. . El celtismo en sus modalidades litúrgicas resistió aún una serie de años. El Abad Colman, uno de los asistentes al sínodo de Whitby, mantuvo una postura cerradamente nacionalista, aunque los últimos años de su vida (muere en el 676) los pase retirado en un monasterio irlandés. En el 716 tuvo lugar el hecho decisivo para la unidad entre celtismo y romanismo. Beda lo expresará con las siguientes palabras: No mucho después, los monjes de la nación escota que vivían en la isla de lona, junto con los monasterios bajo su jurisdicción, fueron conducidos, por la divina providencia, a aceptar el rito canónico de la pascua y el estilo de la tonsura. El responsable de lo que se ha dado en llamar la rendición de lona fue el monje northumbriano Egberto, que permanecerá en la isla hasta su muerte, en el 729. ¿Fin de la iglesia céltica y, consiguientemente, de su monacato y de su cultura? Resulta difícil, por no decir imposible, dar una respuesta categóricamente afirmativa: hay que tener en cuenta la pervivencia en Gales de núcleos de nacionalismo religioso más allá del 716. _ Pero -y esto es lo más importante- además de la asimilación por la cristiandad romana de ciertas prácticas de la céltica, tal y como ya hemos expuesto, esta última contribuirá de forma decisiva al enriquecimiento de la civilización carolingia.
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