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Vaya por delante que el Alexandre no es un libro fácil,y no se dice esto como excusa, al contrario, sino como incentivo. La actitud del lector, ante una obra de esta envergadura, determina en buena parte su comprensión, porque no se entiende este largo y complejo poema sin esfuerzo. Es más, ni siquiera se puede superar un mero entendimiento superficial aunque se tengan en cuenta los dos textos largos, conservados en los manuscritos O y P, y los otros fragmentos menores. Su autor nos permite el lujo —del que él, probablemente, no era demasiado consciente— de ver cómo no hay comprensión en la Edad Media sin profundo conocimiento de las diversas corrientes que se entremezclan y que, en el caso de la literatura castellana, rebasan el marco de la cultura latina y románica. Así, el Alexandre implica la tradición latina, con sus recuerdos y remedos clásicos, las historias veterotestamentarias, las genealogías, los comentarios bíblicos, las etimologías, y la literatura latina medieval, hasta la Alexandreis, amén de la naciente «escritura» románica (con el francés en lugar fundamental para el origen del texto hispánico) y, en menor escala, pero no como simple aderezo, de lo que el mundo semítico islámico añade a lo que el semitismo cristiano había aportado ya a la Latinidad. Adviértase que esta última nota es importante porque, además, aunque el origen último de las leyendas árabes sobre Dulcarnain = Alejandro sea griego y, por ende, clásico, la vía de transmisión de las mismas es decididamente popular, con sus ribetes de oral y tradicional. Parodiando una célebre frase podemos decir que el conjunto textual alejandrino no constituye una literatura, sino un universo, en el que se conjugan los saberes más viles e los más altos. Todo un mundo de interinfluencias, reflejos y huellas se da cita en este libro magnífico, en el que no faltan las dotes naturales del poeta, orgulloso de su propia maestría y con el cual vemos cómo la literatura española medieval no se circunscribe a temas locales o religiosos, sino que toma los grandes asuntos de su tiempo. La extensión del texto, la importancia de las fuentes y los temas tratados, la enorme erudición mostrada, y la universalidad de la intención, hacen de este libro tal vez el más interesante de los medievales hispánicos. Tan interesante, al menos, como problemático. Desde la tradición manuscrita, con no ser abundante, presenta problemas casi insolubles, que nos obligan a repasar brevemente cómo se ha conservado este conjunto de 2675 estrofas de cuatro versos alejandrinos aconsonantados (te-trástrofo monorrimo o cuaderna vía).1 El manuscrito más antiguo es el de Madrid, O porque procede de la Biblioteca de la casa de Osuna; se conserva en la Biblioteca Nacional. Se trata de una copia del siglo xiv, en pergamino, con correcciones de una mano del xv; lo firma, en su última estrofa, la 2510, Juan Lorenzo de Astorga, quien lo «escreuio». Aunque algunos críticos —como Baist, ya en 1880— pretendan que la copia es de mediados del xiv, podría ser anterior, e incluso de finales del xm. Es de notar que las estrofas que faltan en este ms., en relación con P, por ejemplo, no interrumpen la continuidad de la lectura, así como que el texto incluye, de modo muy oriental, las dos epístolas en prosa de Alejandro a su madre, entre las estrofas 2468 y 2469. Del siglo xiv es el fragmento Med, del archivo ducal de Medinaceli, donde se conservan las seis primeras estrofas y tres versos de la cuarta, cercanos a O. En el siglo xv, en papel, se copió el manuscrito más largo que conocemos, conservado hoy en la Biblioteca Nacional de París. P. Contiene 2639 estrofas, en la última de las cuales se lee que lo «fizo» Gonzalo de Berceo. Mientras que O tiene rasgos leoneses, P los tiene de los romances orientales, aragoneses o riojanos, de acuerdo con esta atribución. No está de más señalar, empero, que por las estrofas finales tanto puede pensarse en Berceo o en Juan Lorenzo como el autor, o en ninguno de los dos, y recordar que también se ha dicho que lo escribió Alfonso X el Sabio. También en el siglo xv escribió Gutierre Diez de Games el Vitorial, o Crónica de don Pero Niño, con la cual se relacionan dos fragmentos de nuestra obra, G comprende diecisiete estrofas incluidas en las págs. 221-222 de la edición de la crónica que hizo Llaguno y Amirola en Madrid, en 1782,2 mientras que G', escrito seguido, como prosa, corresponde a un manuscrito madrileño, de la Academia de la Historia: tiene una estrofa más que G, la 77 (ambos tienen en común 51-55, 57-58, 61, 66-67, 73, 75-76, 80-82 y 84). Finalmente, en 1651 se publicó en Madrid la continuación de la crónica de Marci Maximi Caesaraugustani, cuyo autor, Francisco de Bivar (+1635), copió las estrofas 787-93, 851 y 1167-1168b de un manuscrito de pergamino existente a la sazón en el monasterio de Bugedo, B, hasta ahora perdido, como argumento en favor de la antigüedad de la lengua española. Además de Plutarco,, en su Vita Alexandri, de Quinto Curcio y de Flavio Josefo, difundió especialmente la leyenda de Alejandro un autor griego, que conocemos como pseudo-Callisthenes, quien compuso su texto en Egipto hacia el s. n J. C.3 En Occidente, la traducción de Julio Valerio, en el s. iv, al latín, junto con la «Conversación de Alejandro con Dindimo, rey de los brahmanes», y la «Epístola de Alejandro a Aristóteles», se encargaron de difundir su leyenda. En Oriente, prescindiendo de otras derivaciones, recientemente estudiadas por Nagel,4 originó dos versiones arábigas, perdidas. Una, que arranca de un texto griego derivado del original, emparentado con el ms. griego que el arcipreste León se trajo de Constantinopla, en el siglo x, a la vuelta de la embajada de los duques de Campania, Juan y Marino, es la que, traducida al latín, se designa con la forma abreviada de Historia de Praeliis (HP), o sea, la famosísima Historia Alexandri magni regís Macedoniae de Praeliis, o Nativitas et Victoria Alexandri Magni Regis. Esta primera versión del griego al árabe fue traducida primero, en el Irán, al pelví, al final de la época sasánida, según Nöldeke; este texto pelví, no posterior al vii, se ha perdido, pero no sin ser antes traducido al siriaco por un sirio nestoriano: de ese texto siríaco se hizo la primera traducción árabe, perdida, aunque con restos importantes para la tradición hispánica, como ha puesto de manifiesto Emilio García Gómez. De la versión árabe, por otra parte, se conserva una versión etiópica, de modo que, entre el antecesor siriaco y el sucesor etíope, podemos saber bastante bien cómo era el texto árabe, cuya traducción siguió tan complicado camino —habitual, por otra parte. La segunda versión árabe es una retraducción o retrotraducción, a partir de la H P, más o menos interpolada; de ella deriva una traducción hebrea de Arles, 1199-1204, por Samuel Ibn Tibbon, lo que hace suponer a García Gómez que la versión del latín al árabe se hizo a mediados del siglo xii. La leyenda árabe de Alejandro se conservó en España entre los moriscos, lo cual es buen testimonio de su vitalidad en el mundo árabe clásico, en el texto sagrado, Alejandro = Dulcarnain aparece en la azora xviii del Alcorán, buena prueba del temprano conocimiento que los musulmanes tuvieron de estas leyendas, ya desde el siglo vii, como muy tarde. Quizás sea más difícil resumir la repercusión de la leyenda alejandrina en el mundo románico, pues fue enorme. En el área francesa, la más próxima a nuestro texto, sabemos que hubo un poema épico, del que sólo se conserva un fragmento, escrito por Alberic de Besançon, cuyo nombre conocemos gracias al traductor alemán, el clérigo Lamprecht, o Lambrecht, de la primera mitad del xii. El Libro de Alexandre, como ha demostrado Willis,15 deriva fundamentalmente de un poema latino, la Alexandreis, escrito por Gualterio de Châtillon, en 1178-1182, según Christensen..5. A este poema se suman los elementos fantásticos procedentes del mundo árabe, con historias como la de Gog y Magog, los pueblos salvajes de extrañas costumbres, el descenso al fondo del mar, el vuelo por los aires.„ de los que tenemos, incluso, abundante iconografía, hasta el Norte de Francia, además de tas abundantes referencias moriscas, las obras históricas, a las que hay que añadir la Historia Scholastica de Pedro Comestor, las Etimologías isidorianas, la patrística, y la incidencia de la Historia de Praeliis, a través de una obra francesa, el Román d'Alexandre de Lambertr le Tort y Alejandro de París.6 A partir del texto que nos ocupa, ya en la literatura española, la repercusión es constante, desde el Poema de Fernán González, escrito h. 1250 y que, precisamente, nos sirve como data ante quam hubo de escribirse el Alexandre, situado así en la primera mitad del s. xii, entre dos fechas sobre las que no se ponen de acuerda los críticos: no obstante, si atendemos el verso 860 d, referido a Damieta, podríamos relacionarlo con sucesos de la quinta cruzada (1217) y la reconquista de esta ciudad en 1219. La estrofa 2522, en cambio, puede contener una alusión al rey de Sicilia y la cruzada de 1228. El editor de un texto —y el autor de un comentario filológico debe sentirse un poco editor— sabe que su trabajo fundamental es doble: reseñar los manuscritos que lo recogen y corregir sus posibles faltas, con objeto de acercarse lo más posible a la obra, tal como la hubiera considerado «original» el autor. En esta búsqueda se puede llegar a distintas etapas: al antecesor común más próximo de la tradición, al subarquetipo, al arquetipo o, incluso, a algún prearquetipo, situado entre lo que el crítico puede reconstruir y espera reconstruir habitualmente, y ese teórico original del autor. Cuando el texto que se va a editar —o comentar— es el Alexandre, la situación es bastante diferente, porque los dos manuscritos extensos, O y P, difieren mucho entre sí, de manera que, o bien la separación de su tradición manuscrita se produjo en fecha muy temprana, o bien uno de ellos —presumiblemente P— ha sufrido transformaciones posteriores, modificaciones y correcciones, que lo han alejado del prototipo que inició la cadena de copias. Los fragmentos, por desgracia, no son lo suficientemente extensos como para resolver mucho, si bien parecen estar situados en la línea de transmisión de O, con la posible excepción de B. Pero ya es hora de que veamos los problemas concretos en un texto determinado. Hemos elegido las estrofas 1508-1512 de la numeración conjunta establecida por Willis, que corresponden a 1346-1350 de O y 1488-1492 de P.8 Nos situamos, por tanto, pasada la mitad del libro, en una zona en la que el autor ya está, creemos, plenamente impuesto en su intención y posibilidades de creación. En cuanto al tema, como veremos con mayor detalle, se trata de una digresión bíblica, lo que significa que las fuentes son abundantes, y no se limitan a lo específicamente alejandrino. Dividiremos nuestro comentario en cuatro apartados, que cerraremos con una propuesta de edición del fragmento y algunas observaciones complementarias: 1) Gráfico-fonológico; 2) Morfológico; 3) Sintáctico, y 4) Léxico-semántico. Dadas las limitaciones de espacio, y la índole de esta publicación, no trataremos de ser exhaustivos, sino de dar unas posibles guías, acompañadas de informaciones que se nos antojan útiles y que pueden ser difíciles de localizar bibliográficamente, sobre todo para quienes no disponen de buenas bibliotecas a su alcance.
I. Grafía y fonología El texto está escrito en castellano medieval, dentro de la norma alfonsí, es decir, respetando el sistema de sordas y sonoras, especialmente en las sibilantes, donde es más visible en O, por no presentar los problemas de grafía de P, de los que nos ocuparemos inmediatamente. Usa u y v, i y j para vocal y consonante, no conserva la h- inicial del latín (ouo, 1509; oy 1511, de habuit y hodie, respectivamente) y mantiene la f- inicial latina (faulauan, 1508) como notas más representativas de una situación bien conocida.9 En la confrontación de los dos textos se advierten algunas peculiaridades: así, en 1508, faulauan es de O, mientras que P trae fablauan; los dos coinciden en lo esencial, mantenimiento de la f- inicial latina de fabulari, y grafía и para representar la labial fricativa de la desinencia del copretérito (lat. -abant, cast. med. -auan = avan), mientras que difieren en la evolución de la b del radical. No se trata de nada extraño, y podemos pensar dos cosas, la primera es que O, aunque escriba fablar en la conocida estrofa 2 10 y en otros muchos lugares, ofrece de modo dominante faular, lo que puede interpretarse, bien como una realización de consonante labial fricativa, procedente de una sonora intervocálica etimológica, bien como una vocalización en posición implosiva —separando las sílabas fau/lar-, o bien como una representación de una posición en la que, ante l, se neutralizan la oclusiva /Ъ/ y la fricativa /v/; la segunda cosa que podemos pensar es que P, manuscrito del xv, que corresponde, además, a la última reacción contra la vocalización de labiales implosivas (cfr. cabdales, no caudales, en 1492 b) prefiere claramente la grafía b. Aparte de peculiaridades que afectan a la morfología, como dezie/dizie, oujeron/ouioron, en 1511 tenemos llamada en O y clamada en P; ese grupo cl- inicial es uno de los rasgos hispanorrománicos orientales, de tipo aragonés-riojano, del texto de P: conservación del grupo latino inicial, que en castellano tiende a evolucionar a ll (y en gall.port. a ch). Se puede advertir que la evolución de los grupos latinos iniciales con lateral corresponde a lo que Malkiel11 ha llamado cambio fonético débil, es decir, que no impone con regularidad generalizada el resultado previsible de la evolución. La consecuencia más importante de ello es que no tenemos por qué considerar formas sin evolucionar, como flor, bledo, plano, necesariamente como cultismos, sino como formas léxicas en las que, por una suma de circunstancias, la evolución esperada, hacia ll o, en todo caso, l, no se ha cumplido. El primer verso de 1512 acaba en O con maorales y en P con mayorales, derivado de maior, con el sufijo -al, que ofrece en O, si no se trata de una simple errata de escriba, la pérdida de la palatal sonora intervocálica resultado de la i consonántica latina.12 Siguiendo con las consonantes, lo más llamativo dentro de P es la variedad de representaciones de las sibilantes, mientras que O no tiene más que las grafías habituales de ç y z para las predorsodentoalveolares africadas, sorda y sonora, respectivamente, la s normal y la s alta (que no debe confundirse con la f), que, en grafía simple intervocálica representan la sibilante alveolar sonora y, en grafía simple inicial o doble intervocálica, la sorda; P, en cambio, como es esperable en un manuscrito del xv, nos presenta una variedad formal, desde la sigma griega hasta la s corriente, que no supone alteración de la fonología, pero que conviene conocer. Menéndez Pidal, en su reseña de la edición de Libro de Buen Amor de Ducamin, divide los manuscritos españoles en cuatro grupos, según la variedad de s. Como se trata de un texto difícil de encontrar, y disponemos, además, de una fotocopia del ejemplar con las correcciones del propio don Ramón,13 creemos que puede tener interés la cita in extenso: 1) Los buenos mss. del siglo xiii ofrecen una Γ inicial o medial, una s final, y una z; el mismo sistema que prevaleció siempre en los escribientes más esmerados, hasta imponerse en los primeros siglos de la imprenta. Con el empleo de letra más cursiva se perturbó esta sencillez de las siguientes maneras. 2) En el siglo xiv la z se escribe cada vez más semejante a la s; pero .-siempre distinta de ella por tener en lugar de la curva superior de la s un trazo horizontal ligeramente prolongado a derecha e izquierda; así están escritos los privilegios de Alfonso XI, con igual sistema de Γ s z que los del siglo xiii, salvo esta figura de la z que los editores modernos transcriben por s, pero que nunca se debe confundir con ella, ni jamás se escribe con Γ.
3) Fuera de los privilegios, en la letra más cursiva de albalaes la cuestión se complica; de una parte, la diferencia entre s y z se hace apenas perceptible, pues el trazo horizontal superior pierde su prolongación izquierda, de modo que la z viene a quedar con la forma de una ς griega; de otra parte, la s toma una segunda forma cursiva igual a la σ griega, que se usa también en algunos manuscritos juntamente con la Γ en medio de palabra; y la ς = z toma también la forma de σ que sólo se distingue de la σ = s en tener el trazo superior algo más prolongado; éste es el estado que reflejan los códices Gayoso y Toledo del Libro de Buen Amor. Los mss. menos cursivos no usan la σ = s, ni la s en medio de palabra, sino sola la Γ con forma más o menos de enlace, de modo que en medio de palabra toda σ o ς equivale a z, aunque por la rapidez de los enlaces su rasgo horizontal esté casi suprimido; a este estado pertenece el códice de Salamanca de Juan Ruiz.14 Los códices de letra no cursiva continúan la tradición de los privilegios de Alfonso XI, con la sola diferencia de dar a la z la figura de ς; véase, como muestra, el facsímil del Cancionero de Baena. A esta misma clase pertenecen, según creo, las otras obras que enumera el señor Cuervo en la Rev. Hispanique, II, 25 y 26, como escritas con s en lugar de z.15 4) La confusión de s y z que hasta ahora es meramente gráfica, hija del rasgueo de la pluma, lo fue también hija de la pronunciación seseante, que aunque no atestiguada por los gramáticos hasta el siglo xvi (v. Cuervo, Rev. Hisp., II, 39), existió naturalmente mucho antes; hay mss. que confunden la Γ s σ ς en todos sus empleos, por ejemplo, el de la refundición de la Crónica General de 1344,16 Bibl. Nac. T-282, que escribe fiΓieΓen, quiςo, rreςiento;17 estas confusiones nos prueban que el copista seseaba en la pronunciación y quería corregirse en la escritura, sin acertar siempre.
Indudablemente, hay multitud de fenómenos que afectan al consonantismo en los que podríamos entretenernos: palatalizaciones, como en magna>manna, sonorizaciones en grupos con labiovelar, como aqua>agua, evoluciones fonéticas galorrománicas, no castellanas, como lenguaje (de linguaticu el cast. habría dado lenguazgo, como portazgo), o algún caso específico, como girgonz, que exige mayor detenimiento. Ninguna consideración minuciosa nos permitiría alterar las conclusiones que podemos avanzar sobre la relación entre grafía y fonología, en lo que se refiere a la situación del texto dentro de la norma medieval de un castellano ya fijado, aunque con algún rasgo externo (el grupo cl-, el sufijo -aje, p.ej.). El vocalismo, que tratamos a continuación porque su interés gráfico es menor, confirma lo antedicho: los timbres vocálicos son los castellanos, con dos notas morfofonológicas, la forma leonesa u occidental -ioron, en O, y la forma -ie del copretérito, limitada temporalmente. La yod (semiconsonante románica) de -ie ejerce un efecto de inflexión sobre la vocal átona precedente (palatal, no velar) en P (dizie, 1489c), no en O (dezie, 1347 c) (ambos, con velar, tienen podien, 1510, no pudien). Hay diptongación castellana en fiera y tierra, sin vacilación en el elemento más abierto del diptongo. Como es normal en la Edad Media, el wau de la segunda sílaba de habuit, tras la metátesis, da ovo, no uvo (mod. hubo). El diptongo eu, finalmente, ha evolucionado a -ió.18 Las vocales átonas aparecen, salvo los casos de inflexión señalados en P, como muy estables, salvo la final. Esta estabilidad es engañosa, y se debe a que nuestro fragmento es demasiado corto (no plantea, por ejemplo, la cuestión de los verbos en -er o en -ir,19 fundamental, no sólo en este texto, sino en todos los anteriores al xv). Esta observación nos permite insistir en la advertencia —nunca excesiva por reiterada— de que, cuando se presenta un comentario textual, a modo de ejemplo, ni se pretende dar recetas o salvoconductos, ni se puede pretender que un fragmento encierre la rica complejidad del texto que lo incluye. La salvedad previa sobre el comportamiento de la vocal final se refiere a dos fenómenos: cambio de timbre y pérdida. En principio, por supuesto, los timbres finales latinos aparecen reducidos a los tres habituales, -a, -e, -o. En P, sin embargo, tenemos li en vez de le, lo cual es un conocidísimo rasgo riojano, explicable, en consecuencia, como rasgo dialectal, a tono con el resto del manuscrito. La pérdida de la vocal final, o apócope, es un fenómeno bien conocido también: se trata de una tendencia estructural del castellano medieval, acrecentada por el influjo galorrománico a partir del siglo xi, y que va disminuyendo en el siglo xiii. La vocal que más fácilmente se pierde es la -e; pero también se ve afectada la -o, y hasta la -a. La vocal perdida, en el curso de la evolución de la lengua, no se recompone tras las consonantes que pueden quedar en posición final: m, n„ s,. I, r, d, z, x, cuando se trata de una -e. El: ms. O apocopa mucho más que P, dato que refuerza su fecha de fines del xiii principios del xiv y es posible que el «original» apocopara aún más (1347 O se leería el otrol daua cal); apocopa incluso; la -o- (1347b morter por mortero). La apócope de los pronombres átonos, como el se de nos (1348 O), llega hasta el xv, de modo que lo llamativo aquí es el empeño de P en deshacerla. En una obra en verso, cuyo autor, además, presume de la maestría de contar las sílabas, ha de tenerse siempre en cuenta en qué medida los fenómenos gráficos y fonéticos afectan a la métrica. D. Nelson, en la introducción; de su edición —salvando el empeño en referirlo todo a Berceo—, nos advierte de cómo el poeta emplea todos los recursos: síncopas, elisiones, apócopes, para salvar la métrica. No debemos olvidar que, en un texto de nuestra época, la sinalefa es un último procedimiento del crítico; lo más natural, cuando vemos que una vocal final y otra inicial deben unirse para medir bien un verso, es pensar en apócope de la final, primero, o aféresis de la inicial, si es seguro que no hay apócope. Un verso como O 1347 a Sel uno pedie agua //el otro le daua cal, debe separarse en sílabas como
Otro fenómeno fonológico que afecta a la métrica es la. acentuación: en el alejandrino, además, la acentuación es esencial. El primer hemistiquio debe tener siete sílabas, para ello, si acaba en palabra aguda, se cuenta una sílaba más, como vemos en O 1347b, 1348b y. 1349c, corto de todos modos, con la fácil solución de esta o esa en lugar de la. Nuestro fragmento nos advierte algo más respecto a la acentuación: la sílaba final del copretérito incluye ie, que no se divide, en dos sílabas como el moderno ía, lo cual refuerza su posible carácter monofonemático, señalado por Alarcos en su Fonología. (O 1347b pedia parece corrección de copista por el regular pedie.) Los rasgos apuntados, sin pretensión de exhaustividad,contribuyen a la caracterización de nuestro texto en su época, como ya sabíamos, de modo que tienen carácter de confirmación, y, además, nos permiten establecer una primera hipótesis crítica: el texto de O, aunque no haya gozado de favor desde el descubrimiento de P, es más interesante filológicamente que el de P, en cuya transmisión las libertades y correcciones han sido mayoesa a costa del prototipo, como ha sidó señalado también para otros puntos lingüísticos, concretos»20 La, supuesta atribución, a Berceo no se refuerza con estos hechos.,
II. Morfología Cuando enfocamos los fenómenos gramaticales; como los lingüísticos en general, desde unan perspectiva histórica, y nos ocupamos del castellano medieval, tenemos siempre un eje con dos sentidos: podemos ver en qué medida el sistema que analizamos se ha separado del punto más antiguo, el latín,, y también en qué medida se acerca al punto más moderno, el español actual. Nos parece bastante evidente una observación inicial: un hablante normal de español entiende, más o menos, el texto, que comentamos, mientras que un hablante de latín no lo entendería en absoluto. En el plano morfológico, que analizamos, ello implican que la morfología del fragmento es una morfología castellana, no latina, y así lo hemos de ver enseguida; En. el plano nominal consideraremos los morfemas de género, número, caso y grado, en las categorías de sustantivo, adjetivo, pronombre y artículo—y,.para el grado, también el adverbio. En el primer punto, el género, es poco lo que se puede decir, desde el español actual: tan sólo este girgonz (mod. esta jerigonza) tiene género distinto; añadamos el valor del femenino en la locución adverbial a una, que responde a un rasgo típico del femenino en locuciones adverbiales (a tontas y a locas, a oscuras) y el resto neutro pronominal en al (mod. «otra cosa»). Con esa excepción, una categoría entera, el neutro latino, ha desaparecido. Sobre el número, menos que decir, más sintáctica que morfológica es la observación de que en O 1346c faulauan lleva su sujeto cada uno en singular porque se trata de un plural de vinculación recíproca, y supone un colectivo, con posibilidad de esa concordancia, y más fonético que morfológico sería, para hablar aquí de los nombres de número o numerales, decir que en 1512 setenta refleja la evolución hispanorromántica del sufijo -aginta, con el resultado -enta, frente al -anta del resto de la Romanía. El caso, como categoría morfológica, ha desaparecido, lo que no quiere decir que su estudio carezca de importancia, sobre todo en la sintaxis.21 Formalmente, nos interesan los restos como el nominativo Deus>Dios, con su -s final conservada, o el ablativo etimológico latino hodie (por hoc die) en hoy. La alternancia oy día/oy en día (1511) responde a la posibilidad de mantener una construcción de ablativo sin preposición como resto sintáctico, o sustituirla por una frase prepositiva, lo que sobrepasa también los límites morfológicos. En cuanto a los pronombres, los dativos le, en O, o li, en P, parecen señalar el mantenimiento de las diferencias de caso, pero tendríamos que recurrir a otras partes del texto para afirmar que así es.22 En cuanto al grado, P 1491 b nos trae un ejemplo de superlativo prefijado que falta en O, presumimos que por descuido material del copista: sobra mucho es el equivalente de nuestro muchísimo; pero, en la lengua medieval hasta el Renacimiento, el superlativo en -ísimo se emplea rarísimas veces (Berceo, Duelo de la Virgen, 20d), en clichés o como cultismo latinizante, lo usual son las formas analíticas, como la que comentamos, donde podríamos llegar a la interpretación 'elevadísima', con mucho (entonces intercambiable con muy) como refuerzo de superlativo —muy alzada—, y sobre como refuerzo de toda la construcción. Sobre es partícula equivalente a los derivados de multum y forma superlativos absolutos analíticos en aragonés y riojano (en la obra de Berceo se encuentra en los Milagros, 524 c). 23 Los adjetivos son tan escasos como puede esperarse de un texto antiguo (cuatro en O, tres en P), sin que pueda deducirse nada de su colocación, por su situación en el verso y porque, salvo el claramente valorativo fiera guisa (1511), son más descriptivos o relacionantes que valorativos. Trataremos conjuntamente el pronombre y el artículo: si hoy nos parece que hay bastantes razones en favor de considerar al artículo junto con los pronombres, más claro es esto cuando históricamente está mucho más cerca de ellos. Además, al no haber en el texto más artículo que el, la, es decir, el procedente del demostrativo, junto a la forma lo de lo que, parece más coherente considerarlo en conjunto, desde la etimología. Considerado con los pronombres, no cabe duda de que nuestra interpretación será que, en los compuestos el que, lo que, el núcleo es él, lo y que es un adjunto de ese núcleo pronominal. En los indefinidos el uno, el otro, puede pensarse en una argumentación similar, frente al neutro al. Por último, los distributivos, nos ofrecen una diferencia entre sendos (P) y cada uno (O), que existe en todo el Poema, en el cual sendos aparece en P en quince ocasiones, mientras que O sólo lo tiene en cuatro. A pesar de las apariencias, por tanto, el sistema nominal del texto es sensiblemente diferente del latino, con cambios categoriales importantes, supresión del caso y del neutro, casi totalmente, sustitución del sistema de construcción del grado, y predominio de formas analíticas. En relación con la lengua actual señalaríamos un carácter más netamente pronominal de los derivados de ille, y la ausencia del artículo un, de aparición más tardía y desarrollo más lento que el, la. La morfología verbal ofrece alteraciones mucho más importantes, porque es bastante menos lo que queda del verbo latino. Así, aunque no tenemos ejemplos de tiempos . compuestos activos. con haber, o con ser (intransitivos y reflexivos), y todos los verbos que aparecen están en indicativo, las formas del texto nos permiten señalar tres características morfológicas básicas: 1. Los tiempos.usados, expresados en formas simples, corresponden al pasado y al presente. Los tiempos de pasado se distinguen por la indicación de que la acción se considera terminada o no, es decir, por el aspecto: metio, oluidaron expresan acción terminada, .es decir, aspecto perfectivo en el pasado, mientras que faulauan o entendie expresan acción no terminada, o sea, aspecto imperfectivo. Dicho así parece que se conserva la distinción latina de aspecto, lo que no es cierto: el latín —aunque no todos los tratadistas estén totalmente de acuerdo—vinculaba el aspecto imperfectivo a las formas llamadas de infectum, y el perfectivo a las de perfectum (es lo que nuestra tradición escolar designa como «temas de presente y de pretérito»): amo es presente, imperfectivo, amaui es pretérito, perfectivo. El castellano, en cambio, ha roto esa estructura, tan bruscamente que tiempos del perfectum como la forma en -ra, indicativo en latín, han cambiado incluso de modo, y son subjuntivo en castellano actual: la morfología, castellana distingue entre tiempos simples, donde se mezclan infectum y perfectum latinos, y tiempos compuestos, con haber como auxiliar (ser podía ser auxiliar de intransitivos y reflexivos en la lengua medieval).24 2. La voz pasiva, expresada en latín por medios morfológicos, amor, y sintácticos o sintagmáticos, amatus sum/fui, sólo se expresa en castellno sintagmáticamente, en una perífrasis que, en el fragmento, aparece con dos auxiliares, ser, en 1511 c y d (en ambos casos la lengua actual preferiría una pasiva refleja, con se), .y estar, en 1511a, si lo interpretamos como un uso perfectivo, con está empeçada = ha sido empezada, prolongado en el alçada del verso siguiente, y dentro de una estrofa que, en este caso, estaría totalmente construida en pasiva. Esta interpretación parece más coherente con el uso medieval de la pasiva, aunque esté más lejos de nuestras preferencias actuales.25 3. Aunque el latín no desconoce las perífrasis gramaticalizadas, como la de futuro o prosecución con -urus esse, p. ej., el castellano desarrolla mucho más las posibilidades iniciales latinas, empezando por sus tres perífrasis gramaticalizadas, los tiempos compuestos, la pasiva, y la prosecución con estar+gerundio. En este tercer apartado queremos hablar de otras perífrasis, de las que tenemos un tipo con dos variantes formales: ouo yr/ouioron a dexar: en el español actual correspondería hubo de. Es un fenómeno bien conocido de alternancia de/a, aunque la falta de preposición es más rara. Menéndez Pidal26 precisa: «El pretérito ouo rigiendo a un infinitivo con de o a, expresa, no la necesidad, sino un acaecimiento subsiguíente o futuro respecto al tiempo pretérito de una narración», se trata de una perífrasis de postpretérito. Este valor de futuridad de la perífrasis es fácilmente comprensible si nos damos cuenta de que, al menos hasta el xvi, como nos dice Keniston,27 se tenía conciencia del futuro como compuesto de haber e infinitivo. A estas tres observaciones tenemos que añadir las peculiaridades diacrónicas y diatópicas a las que ya hemos hecho mención antes: los imperfectos en -ie y los pretéritos en -ioron; la primera es común, la segunda característica de O. La evolución de -eba a -ie en los copretéritos, en general excepto en la primera persona, es un caso bien conocido de inflexión por palatal, más sencillo de explicar si, con Alarcos, aceptamos el carácter monofonemático del diptongo, que si entramos en la discusión que plantea Hanssen (p. 106 de su Gram. Hist.) sobre el lugar del acento.28 En todo caso, desde los primeros textos hasta el siglo xiv, la forma en -ie tiene su época, para ir descendiendo ya en el xiv, aunque conserve restos durante mucho tiempo, incluso en el Toledo del xvi. En el siglo xiii es, desde luego, rasgo típico. Las formas -ioron de O, en cambio, junto con -iron, son un rasgo típicamente leonés, dialectal, que Alarcos (Investigaciones, cap. III, I), de acuerdo con Baist, considera rasgo de copista, no del autor. Aquí debemos recoger una observación que hace Nelson en su prólogo, en el sentido de que el texto conservado nos ofrece más pretéritos débiles, es decir, de acentuación desinencial (metió) que fuertes o de acentuación radical (ouo). Es arriesgado reformar el texto de acuerdo con lo que esperaríamos en el xiii (miso por metió, p. ej.); pero debe señalarse. Una pequeña nota final, en este apartado dedicado al verbo, sería la que se desprende de observar cómo 1512 b es en O (1350b) tantos ha y en P (1492b,) tantos son: es una alternancia entre haber impersonal (sin y porque el circunstancial va expreso, por el mundo) y el ser existencial, valor predicativo más frecuente en la lengua antigua y del que sólo quedan restos en expresiones como Dios es (hay Dios). Para terminar la revisión morfológica, unas notas sobre partículas: O utiliza, aunque no en exclusiva, la nota tironiana como abreviatura de la conjunción copulativa, que es e en P. La lengua medieval, en cambio que culmina a fines del xv, vinculado a la pérdida del adverbio pronominal y, tiene una distribución de las copulativas e/y inversa a la nuestra, con uso general de e, salvo si la palabra siguiente empieza por e, en cuyo caso se prefiere y. Pero (1511 b) tiene valor concesivo que Rivarola29 considera variante de pero que, procede de un per hoc, por propter hoc, señalado por J. Vallejo. Es interesante el dato, que recogen Corominas y Pascual, en el Diccionario C E C H, de que el castellano prefiere la colocación al principio de la frase, frente a los dialectos orientales, que lo posponen. Aunque a lo largo del siglo xm va reemplazando a mas, como adversativa, su uso concesivo se registra en disminución en el xiv y xv; si bien aparece en el Cancionero de Baena, en el xv se desarrolla aunque, consolidada en el xvi y triunfante hoy. Qual procede de un relativo-interrogativo latino, se usa para la cualidad y es fácil que pase a introductor de modales o comparativo-modales: en O 13486 —donde era es un uso medieval al que hoy correspondería estaba, digamos de paso— introduce un adverbial modal. Que es el bien conocido sincretismo del relativo latino y sus parientes con la forma fosilizada quod, con valores pronominales o conjuntivos, en sus distintas apariciones. En cuanto a la alternancia de la partícula condicional por excelencia —a menudo, como aquí, cargada de notas temporales—, se (O) /si (P), es bien conocida y se distribuye en las distintas lenguas románicas, entraría en el campo de lo diatópico.30 Es curioso que se, fechada por Corominas, DCEC, hasta el siglo xiv, en textos leoneses, aragoneses y riojanos, no aparezca en P. La Morfología, como la fonología y la grafía, nos ofrece algunos pequeños rasgos dialectales, marginales, dentro de un tipo de lengua del siglo xiii, bastante evolucionado y con paradigmas amplios, muy alejados ya de la lengua latina. La consideración conjunta de los dos manuscritos —dentro, claro, de su carácter limitado y fragmentario— no permite establecer conclusión alguna respecto al autor, si bien no favorecen el carácter oriental del mismo.
III. Sintaxis Del mismo modo que en la Fonología hubimos de adelantar algunos rasgos morfológicos, también hemos visto aspectos sintácticos en la Morfología: lo importante no es crear compartimentos estancos, sino saber las interrelaciones que pueden establecerse entre los distintos apartados convencionales que nos sirven para clasificar los fenómenos lingüísticos, que se presentan en la unidad del texto. Una posibilidad metodológica de hacer algunas observaciones sintácticas a estos versos es comenzar por la sintaxis de la frase, para pasar luego a la sintaxis oracional. Empezaremos, por ello, con los sustitutos de los casos latinos, consecuencia primaria de la pérdida, en sustantivo y adjetivo, de esta categoría morfológica latina. Las sustituciones por frases prepositivas son las habituales: nos encontramos en consecuencia con un por causal-consecutivo en por ende y por nada (por guisa ninguna en P), lugar por donde en por el mundo o, sólo en O, por las tierras. Ya hemos hablado de oy dia y de fiera guisa, en relación con los ablativos latinos de tiempo y de modo, o circunstancia concomitante o construcción expresiva del medio ambiente, y tendríamos que añadir ahora la falta de la preposición a en 1509b, imprescindible al ser sustituto de un dativo latino (es decir, un acusativo con ad en latín tardo-vulgar), cuya explicación es un anacoluto: el que empieza verso como si fuera el sujeto, pero- fuego el pronombre redundante le/li nos indica que es un objeto de interés personal,31 o sea, un indirecto. Quizá sea más interesante, por más discutible, el verso 1512 d, que está mal copiado en P, donde queda con tres sílabas, y que, en consecuencia, debe leerse: (O 1350d) son se controbadiços entre los menestrales La combinación de ser y el reflexivo se no es anómala, y llega al Siglo de Oro (en el xvi Keniston lo recoge en la tercera Celestina). Teniéndolo en cuenta, podemos admitir, no que tenga el sentido de 'existir' o 'hallarse', que propone Nelson en su edición, sino el más claro de dativo pronominal ,de 'ser uno para otro' o 'uno con otro', interpretaríamos así 'entre los menestrales son controbadizos unos con otros', y tendríamos que explicar la posibilidad de construir el sujeto con la preposición entre, lo cual ha quedado" perfectamente dilucidado por Lapesa, en su estudio sobre los casos: aunque entre rigiera acusativo en latín, en castellano medieval, y aun en clásico, puede introducir a un sujeto cuando la acción de ese sujeto, plural, se realiza conjunta o mancomunadamente, el sentido, bastante claro ahora, sería que, a causa de la confusión de las lenguas, los obreros se dan las cosas cambiadas, se confunden y conturban. Girgonz, singular, no puede ser sujeto de son, y no necesitamos entonces tomar, como hace Nelson, el segundo hemistiquio de P 1492c para completar O 1350c, que se mantiene como en el manuscrito (con la posible salvedad de suprimir la e más débil interna, la pretónica, cuya conservación es un rasgo de leonesismo32 que no hemos advertido en el apartado fonético). Es una posibilidad que apuntamos con ciertas precauciones. Si pasamos a la relación que se establece entre dos elementos nominales a través de un índice verbal, tendremos que atender, además de a las construcciones como «los menestrales son controbadissos» o el verso 1512a, en cualquiera de sus dos variantes, que serían copulativas, a construcciones como 1514d, donde —pese a las variantes— la estructura es la misma, con un complemento predicativo, Babilonia, referido al sujeto, «esa tierra toda».33 La sintaxis-oracional, al menos en nuestras estrofas, tiene mucho 'interés, por su compleja mezcla de riqueza y simplicidad. Él texto de O, -que seguiremos, tiene, en su primera estrofa, tres «principares» yuxtapuestas, con núcleos del predicado en metio, faulauan y entendie: de metio depende una consecutiva, introducida con el cuantificador tan ante el adjetivo manna (magna, 'grande') de cuya amalgama surgirá el sustantivo tamaño, en la prótasis, mientras que introduce la apódosis,34 se trata de una consecutiva de intensidad. La yuxtaposición entre las suboraciones de faulauan y entendie puede interpretarse como una relación consecutiva de cualidad, «en tal son que no entendía...»; entendie, a su vez, es un núcleo del que depende una completiva introducida lpor que, interrogativa indirecta, que se expande en una coordinación disyuntiva, con o, sin verbo patente. La segunda estrofa se inicia por un período condicional, introducido por si/se, que se mantiene aunque con expresión de oraciones de relativo con el que y lo que (si uno decía,... si otro hacía') y culmina con una causal-consecutiva, introducida por un por ende que no aparece hasta el último estico. La estrofa 1510 va de yuxtaposición en yuxtaposición, sin más que la modal qual era, que se prolonga, lógicamente, ¿en el assy inicial de 1511, que sigue en la concesiva que introduce el pero comentado antes. Tras alçada un editor crítico moderno pondría un punto o un punto y coma, de modo que la estrofa terminaría con la oración de es llamada, cuyo complemento de causa por la confusión se expande en la adjetiva introducida por que, en la que hay, por tanto, un matiz semántico consecutivo. En cuanto a 1512, cuyo verso c es corrupto, y resulta demasiado largo, en las dos redacciones, tendría un verso b como inciso aclaratorio o explicación de a, yuxtapuesto, y podríamos arreglar c con toda libertad como este girgonz que traen, con una relativa, seguida de la aposición de P, estos lenguajes tales, como sujeto, lo cual nos da catorce sílabas. Puestos a volvernos a escribir la estrofa, notando la falta de partitivos en el texto, y la frecuencia con que, en general, acompañan a ha, podemos regularizar 1512 b en tantos ha por el mundo de lenguajes cabdales.
El último verso ya lo hemos comentado, a propósito de ser + se, junto con otra interpretación global posible. Esta consideración semántica de las estructuras sintácticas nos permite afirmar dos cosas: que el texto es rico en nexos y matices semánticos oracionales (completiva, adjetiva, causal, consecutiva, concesiva, condicional, modal son algunas de las oraciones analizadas en conjunto, además de las yuxtapuestas), y que hay un predominio semántico de los valores consecutivos: el texto se presenta, en su relación entre estructura y significado, como una consecuencia, lo cual es perfectamente coherente con su contenido, y su situación en la cultura de su tiempo: la división de las lenguas es una consecuencia de una actitud humana de soberbia y desconfianza, si se mira por ese lado, o una consecuencia del castigo divino, si se mira por el otro. De lo analizado se desprende una consecuencia más, que hacemos especialmente —y perdónesenos la digresión didáctica— para las personas no muy versadas en textos medievales: a menudo se piensa —y hasta se escribe— que la yuxtaposición es un procedimiento que indica pobreza de relacionantes, o de posibilidades formales de construcción de la estructura oracional ( y se suele repetir lo mismo para la coordinación copulativa). Nuestras cinco estrofas son una clara muestra de lo contrario: el autor nos ha demostrado cómo puede usar los nexos cuando le place, incluso con una variedad formal llamativa y rica, y que, pese a ello, la unión directa de unas oraciones con otras no le parece que empobrezca un discurso tan cuidadosamente construido. Indudablemente tenemos que contar con los matices de la lectura en voz alta y el recitado, las pausas, que el paupérrimo sistema de notación de la entonación no nos permite más que sospechar; pero también tenemos que ver en ello una manera de concebir la expresión de las conexiones semánticas, dependientes del contexto, y no imprescindiblemente ligadas a una forma lingüística. Esto no es pobreza sintáctica de la lengua medieval, sino una elección de los medios de expresión de las relaciones distintas de la que se fue haciendo posteriormente, y que —salvando lo salvable— podemos poner en paralelo con lo que —relativamente— se ha enriquecido nuestro sistema de puntuación, frente a lo habitual en la Edad Media, por mantener los parámetros. No pretendemos agotar con esto las posibilidades de análisis semántico-sintáctico, ni simplemente sintáctico (donde sería tan interesante un estudio histórico de la evolución de las reglas que permiten construir las distintas estructuras sintácticas del texto, y disponer ordenadamente sus elementos), y hemos de renunciar a tratar de la presencia, ausencia y distinta distribución del artículo, o su alternancia con los demostrativos, ya apuntada en la Morfología, así como al orden de las palabras en la frase: colocación de sujeto, verbo y complementos, posición de los clíticos, análisis más detallado de lo esbozado sobre el grupo de adjetivo y sustantivo. Valga esta enumeración incompleta como puerta abierta a la lectura personal y la investigación, en relación con otros textos, para que podamos pasar a la última etapa de nuestro análisis.
IV. Léxico y semántica Prescindiendo de la semántica oracional, tan sucintamente apuntada en el apartado sintáctico, vamos a dedicar este apartado a algunas observaciones léxicas muy específicas, y a una semántica^ que llamaremos «filológica», pues se referirá al lugar de este texto dentro de su tradición, y a su relación con el mundo literario en que se incluye. Histórica o genéticamente considerado el texto ofrece, junto al normal predominio de voces patrimoniales, unos elementos galorrornánicos y otros cultos, que le dan un carácter particular. Corominas, en el DECH, llama la atención sobre el aspecto catalán de morter, tal vez vinculado a técnicas orientales de construcción: la forma mortero está documentada a principios del xiii. Otros elementos léxicos también parecen haberse fijado en esta época, como el verbo controbar, que está en Berceo, o el cultismo confusión, repetido, que aparece en el Fuero de Soria (1190-1214),35 en la Fazienda de Ultramar y en nuestro Libro. El galicismo lenguaje, con su sufijo característico, también se documenta a principios del XIII, y, por primera vez, parece, en el nuestro, la forma girgonz, que es —dicho sea como anécdota— la que nos ha llevado a elegiría. La génesis y distribución del léxico, en sus elementos, es, como los otros apartados que hemos visto, representativa y característica de un texto del siglo xiii o, dicho de otro modo,,de un texto posterior a 1200, aproximadamente. El término girgonz, recientemente estudiado por A. Moralejo,36 es el antecedente, en su traje galorrománico, de nuestra jerigonza: El copista de P no lo entendió, y se inventó ese verso sin sentido, una más de las muestras que nos hacen preferir O, con todas las dificultades que implica. Varios elementos se cruzan en el origen de la voz jerigonza; pero el fundamental, nos parece, es el Ihericuntina lingua de la Vita S. Emiliani aducido por Moralejo, referido a la lengua de Jericó, como lengua incomprensible para los israelitas: no se trata del hebreo, sino del moabita, y, por si fuera poco, los textos que lo aducen están repetidas veces vinculados al verbo latino conturbare, como el controbadiços de nuestro poema, o al simple turbare. Es indudable que los otros elementos apuntados por Corominas, desde el arabismo azarcón 'minio, color anaranjado subido' hasta el francés jargonce y el cast. girgonça, 'jacinto, piedra preciosa', pueden haber intervenido o haber sido afectados de alguna manera, ahora bien, la explicación desde la incomprensible lengua de las mujeres de Jericó, que tanto turbaron a los nada comedidos israelitas, evita el recurso a onomatopeyas y otras fórmulas in extremis, a la vez que añade una nota de exotismo al siempre interesante estudio genético del léxico. La estrofa 1512, indudablemente la más oscura del fragmento, nos presenta, en O 1350 b, la forma deuisades (cabdales en P). La rima exigiría -ales/-alles, aunque no es imposible una dental por una lateral. El participio deuisado 'dividido' aparece en O 277b y 'diferente! en 2133 d, en ambos manuscritos, el sentido conviene, y se adecúa al principio de la lectio difficilior, lo cual, empero, no basta. La forma -ades es más fácil de explicar desde -adas que desde -ados y, aunque podemos pensar que las palabras en -aje se pueden encontrar como femenino (O 2433b, y en portugués), la primera palabra del verso es tantos, no tantas: lo más arriesgado es lo más atractivo, corregir esa -o- en -a- y leer tantas ha por el mundo lenguaies deuisades 'por el mundo hay tantas lenguas diferentes', o sea, las setenta y dos bíblicas. Con esto, y dejando de lado otras cuestiones,37 pasamos a centrarnos en la interpretación filológica, de fuentes y transmisión, es decir, a movernos en los conocimientos de-una semántica del mundo. El tema de nuestro texto es la confusión de las lenguas como castigo divino por la construcción de la> torre- de Babel: la estrofa inmediatamente anterior, 1507, nos- ha dicho que hasta entonces todos los hombres hablaban una sola lengua, el hebreo, es decir, la de nuestros primeros padres, creencia que se mantuvo durante muchos siglos, hasta el nacimiento de la filología moderna, y que todavía en el xvii planteaba grandes problemas de conciencia que no son del caso.38 Estamos, pues, ante la interpretación ortodoxa de la fragmentación lingüística, en la que destacan tres aspectos: 1. La narración del Génesis: construcción de la torre y castigo divino. 2. El elemento anecdótico de la construcción: la confusión de los materiales como consecuencia de la confusión de lenguas y la ininteligibilidad mutua resultante. 3. La división de las lenguas ligada a la genealogía de Noe. La fuente remota es, obviamente, el Génesis, 11, que citamos por la traducción de Nácar y Colunga: Era la tierra toda de una sola lengua y de unas mismas palabras. En su marcha desde Oriente hallaron una llanura en la tierra de Senaar, y se establecieron allí. Dijéronse unos a otros: «Vamos a hacer ladrillos y a cocerlos al fuego». Y se sirvieron de los ladrillos como de piedra y el betún les sirvió de cemento; y dijeron: «Vamos a edificarnos una ciudad y una torre, cuya cúspide toque a los cielos y nos haga famosos, por si tenemos que dividirnos por la haz de la tierra». Bajó Yavé a ver la ciudad y la torre que estaban haciendo los hijos de los hombres, y se dijo: «He aquí un pueblo uno, pues tienen todos una lengua sola. Se han propuesto esto y nada les impedirá llevarlo a cabo. Bajemos, pues, y confundamos su lengua, de modo que no se entiendan unos a otros». Y los dispersó de allí Yavé por toda la haz de la tierra, y así cesaron de edificar la ciudad. Por eso se llamó Babel, porque allí confundió Yavé la lengua de la tierra toda, y de allí los dispersó por la haz de toda la tierra.39 El hecho de que los hombres se dividan en setenta y dos grupos, tribus o familias de gentes procede también del Génesis, 10, donde se habla de los descendientes de los hijos de Noé: Sem, Cam y Jafet. El ms. 816 de la B. N. de Madrid nos da la siguiente versión, en la General Estoria alfonsi (fols. 15 r y v): e destos tres fiios de Noe assi como dize moysen enel segundo Capitulo del génesis nascieron todos los omnes que enel mundo son que se esparzieron después por la tierra & la poblaron. Et ansi como cuenta mahestre pedro enel libro delas generationes del uieio testamento destos tres hermanos. salieron las Lxxa'ij generationes que tienen oy poblado todo el mundo. Imposible recoger todo lo que la patrística (tan útilmente recogida en la Patrologa Latina -citaremos PL) ha dicho sobre este punto. Nos limitaremos a algunos hitos esenciales, para evitar la tendencia a la simplificación de las fuentes de nuestro autor. San Jerónimo (PL, XXVII), en su traducción de las crónicas del armenio Eusebio Panfidio, en el punto 1. del cap. IV, Alexandri Polyhistoris de turris aedificio, recoge una de las versiones más caras a la Edad Media, la de la célebre sibila, una de las síntesis de la cultura pagana y cristiana, incluso en el aspecto profético: Subylla ait, omnes homines una lingua utentes turrim celsissimam exstruxisse, ut in coelum conscenderent: Deum vero fortissimum vento afflato eamdem turrim dejecisse, peculiaremque singularis sermonem tribuisse, ideoque et urbem Babylonem esse appellatam. Mox post diluvium Titanum atque Prometheum exstitisse: tum etiam a Titano bello Saturnum esse appetitum. De turris aedificio hactenus. 40 San Isidoro dedicò el libro IX de las Etimologías a escribir De linguis gentibus, regnis, militia, civibus, affinitatibus (PL, LXXXII):
1. Linguarum diversitas exorta est in aedificatione turris post diluvium ;nam prius quam superbia turris illius in diversos signorum sonos humanam divideret societatem, una omnium nationum lingua fuit, quae Hebraea vocatur, qua patriarchae et prophetae usi sunt, non solum in sermonibus suis, verum etiam in litteris sacris: initio autem quot- gentes, tot linguae fuerunt, deinde plures gentes quam linguae, quia ex una lingua multae gentes sunt exortae. 2. Linguae autem dictae in hoc loco pro verbis quae per linguam fiunt, genere locutionis illo quo is qui efficit per id quod efficitur nominatur: sicut os dici solet pro verbis, sicut manus pro litteris. Beda el Venerable (s. viii a. 730, PL, XGI), en su In Pentateuchum Commentarii (Col 228 y 229) se refiere a la autoridad de Josefo, cuya historia ejerció tan notable influencia en las letras hispánicas, como ha estudiado repetidas veces la llorada María Rosa Lida de Malkièl, y que, a nuestro juicio, está detrás de los versos que comentamos. Beda, a propósito de Gen. 10 había hecho el recuento de los descendientes de Noé (en lo cual, como veremos luego, no todo está tan claro, matemáticamente): «De Japhet nati sunt filii XV, de Cham XXX, De Sem XXVII: .simul LXXII, de quibus ortae sunt gentes LXXII». Sobre la torre es conciso y claro: 'Babel autem, quae et Babylon, interpretatur confusio, eo quod ibi confusae suht linguae. Erat autem civitas regni Nemroth, quem principem turris aedificandae Josephus affirmat. Hebraie autem confusionem Babel vocant. Autor de directa influencia en las letras hispánicas, especialmente en obras como la Historia alfonsi, es Petrus Comestor (+ 1179), cuya Historia Scholastica (PL, CXCVIII, col. 1089 y"titula el cap. XXXVIII. De turre Babylon Post obitum vero Noe, moventes pedes suos ad Oriente, convenerunt duces in unum, in campum Sennaar, et timentes diluvium, Consilio Nemrod volentis regnare, coeperunt aedificare turrim, quae pertingeret usque ad coelos, habentes lateres pro saxis, et bitumen pro caemento. Descendit autem Dominus, ut videret turrim (Gen. XI), animadvertit, Ut puniret et ait ad angelos: Venite, et confundamus lìnguàm eorum, Ut non intelligat quisque vocem proximi sui. In hac divisione nihil non fecit Deus, quia voces eadem sunt apud omnes gentes,sed dicendi modos, et formas diversis generibus divisit. De hac turri dicit Josephus, quia latitudo erat ita fortissima, ut prope eam aspicientíbus longitudo videretur in minus. Dii vero ventos immitentes averterunt turrim, et vocem propriam unicuique partiti sunt. Propterea Babyloniam contigit vocari civitatem. Babel enim Hebraei confusionem appeliant. De hac turri memini sibylla dicens: «Cum omnes homines existerent unius vocis, quidam turrim aedificaverunt excelsam, tamquam per eam ascensori in coelum». De campó vero Sennaar in regione Babylonis meminit Esicius dicens: Qui de sacerdotibus sunt erepti: Jovis sacra sumentes, in Sennaar Babylonis venerunt, divisique sunt post haec, diversitate linguarum migrationes agentes, apprehendentes mediterranea simul, et marítima. Nec praetereundum puto quod Moyses dicit Regma,filium Chus, duos habuisse filios Saba, et Judam, quorum Judas Aegyptiacam gentem Hesperiorum inhabitans, Judaeis cognomen suum reliquit. (...) Cómo penetrò este texto en España es indudable tras la lectura de los fols. 18 r y v del MS 816 BN Madrid de la General Estòria, que puede servirnos de traducción y síntesis de lo que antecede: DELAS RAZONES DEL CONFUNDIMIENTO DEL LENGUAGE EN SENAAR XXII Desque cato dios aquella obra dixo. Euat que Un pueblo es este e uno el lenguage de todos. & començaron esto a fazer. de mas que se non partieran de sus cuydares malos fasta que los cumplan por obra. Mas uenid & descendamos alia & confundámosles el lenguage que an agora todos uno. Et mezclemos gele de guisa. Que maguer que se oyan que se non entiendan aun que es ten muy de cerca unos dotros. Sobresto que dize moysen uenid. departe la glosa que lo dixo la trinidat assi mesma. como enel primer capitulo del génesis, fagamos ell omne. Mahestre Pedro departe enel capitulo desta torre babel, que lo dixo dios alos angeles.. Seuilla cassandra segund retraye della iosepho enel seseno capitulo dize ende assi, seyendo todos los omnes de un lenguage. fizieron una torre muy alta para sobir por ella al cielo. Mas los dioses enuiaron uientos que trastornaron la torre & la destruyeron. & partieron a cada uno el lenguage que era antes uno comunal de todos. & diz. que de guisa fue partido que ninguno de quantos se y açertaron non ouo y que un lenguage todo entero retouiesse. nin que sopiesse dezir nombre nin palabra de toda cosa, menos de non aprender & tomar ende alguna ayuda dell otro su uezino. & Sobresta razón fabla mahestre pedro en este departimiento dun lenguage en muchos. & diz que non fizo y dios ninguna cosa de nueuo. Ca las razones e las sentencias délas palabras unas fincaron en todas las gentes, mas que les partió allí las maneras e las formas de dezir las. de guisa que non sopiessen los unos que dizien los otros, nin que querien. & quedarie luego la obra. & daquel campo de Senaar & delos que y uinieron dize Estio. que aquellos que fueron librados de los sacerdotes, tomaron las reliquias de Júpiter. & uinieron con ellas a Sennaar de Babilonia. & llama aqui estio sacerdotes a aquellos que fueron librados del diluuio por ell arca, que fincaron delos sanctos padres del uieio testamento por la merced de dios lo que ellos non catauan. & a dios llama iupiter segund que estio era gentil. Et estio fizieron ellos desconosciendo asu dios por que fueron alli partidos. & Onde dize moysen enel onzeno capitulo, que los partió dios daquel logar por todas las tierras desta guisa. Que quando // ell uno demandaua ladriellos. ell otro le daua bitumen. Et quando ell otro pidie bitumen ell otrol aduzie agua. Et quando ell otro dizie agua, estel traye alguna de las ferramientas que y tenien o alguna otra cosa, de guisa que nunca ell uno daua lo que ell otrol pidie. Et quedaron de fazer la cibdat & la torre. & por que fue alli mezclado & confondudo en muchos ell un lenguage que antes era de toda la tierra uno. & dize ell ebrayco babel por confundimiento, pusieron aquel logar nombre babel, del su ebrayco que usauan quando esto fue. Onde babel tanto quiere dezir como confondimiento. Por que lo que era antes un lenguaie. fue alli confundido & partido en muchos como ya es dicho. & Ca todos quantos y eran lo oluidaron alli aquel lenguage que auien. si non baber solo & su conpanna. en que finco el linguage. Et por esso dizen los iudios oy en dia. que aquel lenguage es ell ebraygo. Esta es la versión alfonsí, que no puede ser anterior a la redacción del Alexandre, y en la que encontramos hasta algunos ecos de la confusión (el «confundimiento») de los materiales. No importa que a todos los autores no les salgan tan bien las cuentas de los setenta y dos, puesto que ese es el número establecido y el que, en definitiva, se fija. Nuestro poema recoge una tradición firmemente asentada, que trata de modo ortodoxo, y que refleja su conocimiento de las autoridades en la materia que trata. Prestemos ahora un poco de atención al elemento anecdótico de la confusión, porque ahí encontramos, o bien una muestra de que la originalidad del autor del Alexandre se refleja en la General Estoria, o bien una muestra de que sigue una fuente diferente de la fuente francesa conocida. Empecemos por esta última. Estos versos del Poema no siguen la Alexandreis, sino que tienen como fuente más directa el Roman d'Alexandre. De este poema francés se nos ha conservado, en Venecia, un ms. B, que es bastante parecido a la versión que conoció el autor del Alexandre, aunque no sea exactamente igual.41 El episodio ocupa desde el verso 7779 en adelante (la enumeración de los pueblos y lenguas sigue a partir del 7806),42 desarrollando anecdóticamente la confusión de lenguas, pero, a diferencia de los textos españoles, sin que se confundan los instrumentos de trabajo unos con otros, como ya han advertido los críticos: esta es una originalidad hispánica. He aquí los versos franceses: Après la mort Nöé, qui fu pros e vaillans, 7788 Cil commencent la tor qui furent fier e grans, Tant la cuident lever qu'as nues seit tenans; El ciel cuident monter per lor grans ardimans. Dont vit lor grant orgoil le peire reïmans, 7792 Il descent a la tor e vit les païsans; Il n'i aüst un sol qui en Deu fust creans. Adonc ere li pobles d'une raisons parlans; Deus les a departiz per ses commandemans: 7796 Cant l'uns demande pieres o morter o cimans O martel o escarpre o autres ferramans, Li autre portent pan o coutels bien taillans, Li autre amenent civals o palafrens amblans, 7800 Li autre portent escuz o espees trenchans, Li autre portent enas o viez vins o pimans. La tor remest a faire, de l'ovre fu nians, Entr'els chossent e tencent et ont grans maltalans. 7804 No deja de ser posible que el poeta hispano, al reducir el copioso material del Roman, tuviera la genial idea de confundir sólo los instrumentos y materiales de construcción, en cuyo caso el texto alfonsí sería un reflejo del Libro, una huella más que añadir a su notable influencia; sin embargo, las posibles fuentes no han sido consultadas en su totalidad, por no desviarnos del objetivo principal, que, no lo olvidemos, era un comentario filológico, no una crítica de fuentes. Léxica y semánticamente, nuestro texto queda, incluso en lo literario y «científico», perfectamente enmarcado entre 1200 y 1250, época de la que es representativo en todas sus facetas. La historia de los manuscritos y comentarios de la obra de Pedro Comestor en la Península Ibérica puede ser otro factor que ayude a fecharlo más precisamente.
Conclusión Al final de cada apartado hemos insistido en la adecuación del texto con unas décadas de la primera mitad del xiii. Si repasamos ahora la complejidad que sus múltiples detalles encierran tendremos que decir, sin duda, que esa fecha de composición ha de estar bastante alejada de la de otras obras fundamentales. Así, si admitimos para el poema del Cid una fecha de composición fundamental hacia 1157 (recuérdese que el punto de partido menéndezpidalino era que no podía ser anterior a 1140), es decir, en el segundo tercio del siglo xii, nuestro texto podría ser una muestra excepcional de una lengua de principios del xiii. En todo caso, nuestra opinión personal es que difícilmente podríamos pensar en años anteriores a 1225, en números redondos, para el Alexandre. También creemos haber insistido bastante en que, pese a la mala calidad de los dos manuscritos, y a que es imposible prescindir de uno de los dos, preferimos O como punto de partida (ni siquiera llegaríamos a decir «como base»), porque el copista de P se ha tomado demasiadas libertades: resumiendo podríamos decir que nuestra opinión es que el de O se equivoca por ignorancia, mientras que el de P inventa cuando ignora —a veces hasta pensamos que él o algún otro manuscrito de su cadena se plantea una nueva versión, «mejorada». Con todo ello, parece obligado dar una lectura crítica (no anotada, por brevedad, hemos rebasado ya el espacio concedido), de estas cinco estrofas. Es un atrevimiento, del que somos conscientes, y que quisiéramos hacer compatible con la sincera humildad de quien reconoce la provisionalidad de lo que presenta: Metió Dios entrellos tan manna confusión, que olvidaron todos el natural sermón: fablavan cada uno lenguage en su son, non entendie uno a otro quel dezie o que non. Si'l uno pedie agua, el otrol dava cal, 1509 al que pedie morter, davanle cordal; lo que dezie el uno, el otro fazie al, ovo toda la obra por ende ir a mal. Non se podien por nada a una acordar, 1510 ovieron la labor qual era a dexar, ovieron por el mundo todos a derramar, cad'uno su comarca ovieron a poblar. Assi esta oy dia la torre empeçada; 1511 pero de fiera guisa sobre mucho alçada: por la confusión que fue entrellos dada es esa tierra toda Babilonia llamada. Setenta e dos maestros fueron los mayorales, 1512 tantos ha por el mundo de lenguages cabdales: 43 este girgonz que traen por tierras e por calles; son se controbadiços entre los menestrales. Hemos cedido, al fin, sobre todo en 1510d y 1512c, a la tentación, de la regularidad: esperemos que a este escriba, preocupado sobre todo por mostrar la riqueza que esconden estas viejas líneas, le sean perdonadas estas, y otras tentaciones: qui scripsit scribat, semper cum Domino uiuat.
NOTAS 1 Como punto de partida, cf. Raymond S. Willis, Jr., El libro de Alexandre. Texts of the París and the Madrid Manuscripts prepared with an introduction, Princeton University, 1934, reimp, de Nueva York (Kraus), 1976; Jesús Cañas Murillo, Libro de Alexandre, Madrid (Editora Nacional), 1978; Dana Arthur Nelson, Gonzalo de Berceo. El Libro de Alixandre, Madrid (Gredos), 1978; Emilio García Gómez, Un texto árabe occidental de la leyenda de Alejandro, Madrid (Instituto de Valencia de Don Juan), 1929; Emilio Alarcos Llorach, Investigaciones sobre el libro de Alexandre, Madrid (CSIC), 1948; María Rosa Lida, «La leyenda de Alejandro en la literatura medieval», en La tradición clásica en España, Barcelona (Ariel), 1975, 165-197. Para las Investigaciones de Alarcos cf. la reseña de R. S. Willis, en HR, XIX, 1951, 168-172, para Nelson y el libro de Sas citado en nota 10, cf. ZRPh, 97, 1981, pp. 172 y ss. 2 Queremos agradecer a Blanca Alonso-Cortés las facilidades concedidas para consultar esta edición y los valiosos fondos de la biblioteca de Santa Cruz, en Valladolid. 3 Hay edición española, Vida y hazañas de Alejandro de Macedonia, trad. de Carlos García Gual, Madrid (Gredos), 1977. Para la compleja historia de la transmisión y su bibliografía cf. las versiones de nuestro trabajo publicadas con los títulos de «Notas de historia léxica para las literaturas románicas medievales», en Cuad. Inv. Filológica (Logroño), III/1, 2, 1977, 19-61, y «Notas de literatura medieval (Alejandro, Mainete, Marco Polo...) desde la investigación léxica de brahmán y sus variantes», Vox Romanica, 36, 1977, 121-161. 4 Tilman Nagel, Alexander der Grosse in der frühislamischen Volksliteratur, Walldorf-Hessen (Vg. für Orientkunde Dr. H. Vorndran), 1980. 5 R. S. Willis, The relationship of the Spanish Libro de Alexandre to the Alexandreis of Gautier de Chatillon, Princeton University, reimp. Nueva York (Kraus), 1965. 6 Utilizamos la edición de la Patrología Latina, CCIX; ahora disponemos de: Galteri de Castellione, Alexandreis, ed. M. L. Colker, Padua, 1978. 7 Cf. R. S. Willis, The debt o} the Spanish Libro de Alexandre to the French Roman d'Alexandre, Princeton University, reimp. Nueva York (Kraus), 1965. 8 El texto de O se encuentra en los folios 84 v y 85 r; el de P en 109 v y 110 r. 9 Cf. Rafael Lapesa, Historia de la Lengua Española, Madrid (Gredos), 19819, y F. Marcos Marín, El comentario lingüístico, Madrid (Cátedra), 19815 y Reforma y modernización del español, Madrid (Cátedra), 1979. 10 Louis F. Sas, Vocabulario del Libro de Alexandre, Madrid (RAE), 1976, p. 271. 11 Cf. Y. Malkiel, en Lingua, XI, 1962, 263-275. 12 Vid. los estudios sobre las palatales de Emilio Alarcos y Manuel Ariza, recogidos en la compilación Introducción plural a la gramática histórica, Madrid (Cincel-Kapelusz), 1983. 13 La reseña se publicó en Romanía, XXX, 1901, 434-440. Corregimos el texto cuando don Ramón lo hace así de su mano y añadimos en nota las adiciones de su ejemplar. Agradecemos a D. Catalán la posibilidad de utilizar este documento. 14 Al margen, «cf. Knust, Mittheilungen, p. 595, n. 1». 15 Añade: «v. Ford, Old Sp(anish) Sibil(ants), p. 100, no como en s=z en las pp. 11, 17, 31». 16 Al margen: «obra de un judío converso toledano (Crónicas Generales, 1º edic, 1918, p. 155)». 17 Al margen añade: «Ra f (original difuso, edit. web) ones, BN, ms. 1.197, fol. 2, v.». En su nota a la p. 437, impresa, hace la valiente afirmación que sigue: i «V. mi libro sobre La Leyenda de los Infantes de Lara, p. 404; en él cometí errores graves, como suponer que dozientos y trezientos se debían escribir con ç, sobre lo cual v. el ya citado estudio del señor Cuervo, Rev. Hisp., II, p. 17, línea 8». Naturalmente, la i bibliografía sobre el seseo y el ceceo es hoy mucho más extensa, cf. la Introducción plural, cit. en n. 12. 18 Para todos estos cambios, como es natural, deben consultarse los manuales de Gramática Histórica, y la Fonología Española de E. Alarcos. Para el paso de еu a io cf. Y. Malkiel, «From falling to rising diphthongs...», Romance Philology, XXIX/4, 1976, 435-450. 19 Cf. D. Nelson, «The domain of OSp -er and -ir verbs: a clue to the provenience of the Alexandre», RPh, XXVI, 1972, 265-303. 20 Los nombres propios, por ejemplo. Cf. N. J. Ware, «The testimony of classical names in support of metrical regularity in the Libro de Alexandre», H. R., XXXV, 1967, 211-226. 21 Cf. R. Lapesa, «Los casos latinos: restos sintácticos y sustitutos en español», Bol. RAE, XLIV, 1964, 57-105. 22 Vid. M.ª T. Echenique Elizondo, «El sistema referencial en español antiguo: leísmo, laísmo y loísmo», en RFE, LXI, 1981, 113-157. 23 Utilizamos, por comodidad, notas multicopiadas del curso de Sintaxis Histórica de Rafael Lapesa en la Universidad Complutense (1966-1967). 24 Cf. nuestro Curso de gramática española, Madrid (Cincel-Kapelusz), 1980, párrafo 21.6. 25 Curso, cit., 13.5. 26 Cantar de Mió Cid, Madrid (Espasa-Calpe), 19644, I, par. 161. 27 H. Keniston, The Syntax of Castilian Prose, Chicago (Univ.I Press), 1937, párrafo 34.44. Aunque no recoge, en este punto, ejemplos del Alexandre, ni advierte, por tanto, el interés de la alternancia con y sin a en nuestro texto, o el valor especial con ouo señalado por Menéndez Pidal (pese a tomar el ejemplo del Cid, han lidiar, como único seguro), tiene un útil resumen de las varias opiniones expuestas A. Yllera, Las perífrasis medievales, Zaragoza (depto. Filología Francesa), 1980, párrafo 2.2. 28 Cf. Y. Malkiel, «Toward a reconsideration of the Old Spanish imperfect in -ía ~ --ié», HR, XXVII, 1959, 435-481. 29 Cf. J. L. Rivarola, Las conjunciones concesivas en español medieval y clásico, Tubinga (Max Niemeyer), 1976, y J. Muñoz Garrigós, «Sobre el origen de los nexos adversativos en español»,,CLHM (París), 6, 1981,41-56. 30 Cf. nuestras «Observaciones sobre las construcciones condicionales en la historia déla lengua española», NRFH, XXVIII, 1979, 86-105, incluidas parcialmente en-el Curso, cit., cap. 19. 31 «Cf. nuestros Estudios sobre el pronombre, Madrid (Gredos),197«, esp. cap. IV y pp. 307-308. 32 Cf. R. Menéndez Pidál, Orígenes del Español, Madrid (Espasa-Calpe), 19564, párrafos'33 y 40.3. 33 Las construcciones predicativas estáh detalladamente descritas en R. Lapesa, «Sintaxis histórica del adjetivo calificativo no atributivo», en Homenaje al IFLH «Dr. A. Alonso» en su cincuentenario, 1923-1973, Buenos Aires, 1975, 171-199. 34 Cf. A. Narbona, Las proposiciones consecutivas en español medieval, Granada (Universidad), 1978, p. 95. 35 Vid. J. de Bustos Tovar, Contribución al estudio del cultismo léxico medieval, Madrid (RAE),1974. Nos inclinamos, por tanto, a no estar de acuerdo con: la interpretación «se usan», con sujeto lenguajes, propuesta por Keller y admitida por Sas. 36 «Para la etimología de la palabra jerigonza», en RFE, LX, 1980 (1978-1980), 327-331. 37 Como la alternancia de prefijos, en 1510 c, P derramar, O, arramar, que puede venir arrastrado por la a, preposición, precedente. 38 Cf. nuestro libro Lingüísitica y lengua española, Madrid (Cincel), 1975, cap. 6 y par. 7.4.6. 39 Para la diversidad de lenguas como causa de aversión y de división, vid. Dt 28, 49 y Jer 5, 15. 40 El anotador (n. 4, col. 26) nos dice: «Consonat huic loco Josephus Antiq. I, 4; Eusebius Praep. ev. IX, 14; Epiphanius haeres. I; Cyrillus,T in Julian., ed. Lips., p. 9; Cedrenus ed.Paris. an. 1647, p. 11, aliique scriptores, quos inter Chorenensis Híst.;I, 8; Sibyll., lib. III, vv. 35 sqq.». 41 Ian Michael, The treatment of classical material in the Libro de Alexandre, Manchester (Uni. Press), 1970, 201-203. 42 The Medieval French 'Román d'Alexandre, vol. I. Text of the Arsenal and the Venice versions. Prepared with an introduction and a commentary by Milán S. La Du., 1937, reimp. Nueva York (Kraus), 1965. 43 O nuestra propuesta, más atrevida: tantas ha por el mundo lenguaies deuisádes.
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