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INTRODUCCIÓN
No sé si es oportuno en estos días hablar del tema, pero siempre me ha llamado la atención comprobar cómo pueden variar las ideas y los conceptos según la óptica con que se enfoque, hasta tal punto que, mis que enfoque, se produce un desenfoque en el sentido de que. haciendo resaltar un solo punto, aspecto o parte de algo, dejamos a oscuras los demás, abandonándolos y no teniéndolos en cuenta a la hora de resolver cualquier cuestión, trasladando a la totalidad lo que sólo es. en el mejor de los casos, una visión muy pormenorizada si se quiere, pero parcial, del tema que se trata. Y uno de los «desenfoques» que con más frecuencia se produce y que puede acarrear consecuencias imprevisibles, es la creencia religiosa, cuando ésta llega al grado de fanatismo e intolerancia. No pretendo analizar la razón ontológica ni histórica de este fenómeno, sólo comentarlo sucintamente para trasladarlo a nuestra literatura medieval, que vivió intensamente esta circunstancia, apoyándome en dos textos del Berceo. el primero de nuestros poetas; en concreto, en «Los Milagros de Nuestra Señora» y en «El Martirio de San Lorenzo».
1. LA GUERRA SANTA
Dos líneas teóricas, en algunos puntos contradictorias, se han formulado sobre la tolerancia/intolerancia religiosa de la España medieval. Por un lado, la formulada por Américo Castro en el libro «España en su historia» 1, a la cual manifiesta su desacuerdo el profesor Rubio García 2, y que nos presentad Alcorán, inspirado en las doctrinas judías y cristianas como un modelo de tolerancia y convivencia. Por otro lado, el profesor C. Sánchez Albornoz 3, que afirma que en el Alcorán exigen las tesis más contradictor, pero partiendo de la base de que Mahoma dispuso la propagación de la fe por medio de la guerra, aunque a esta la considerase como santa, lo cual se contradice bastante con la doctrina y moral evangélica. De esta «tolerancia musulmana» pueden dar muestra las comunidades cristianas del Norte de África desaparecidas por completo. Tampoco es cierta la idea extendida de que los musulmanes respetaran, tal como dice el Alcorán, a las gentes del Libro, es decir, judíos y cristianos. Trataremos de aportar alguna referencia más bien en sentido contrario: musulmanes y cristianos no sólo no se toleraban como gentes religiosas, sino que se acusaron mutuamente de infieles o idólatras. En primer lugar, los judíos y los musulmanes nunca asimilaron ni aceptaron el misterio de la Santísima Trinidad, dogma central del cristianismo. A este respecto recuérdese el texto de Ben Hazm que dice: «Fuerza es no asombrarse nunca de la superstición de los hombres. Los pueblos más numerosos y más civilizados están sujetos a ella. ¡Ved los cristianos! Son tan numerosos, que sólo su Creador puede contarlos: hay entre ellos sabios ilustres y príncipes de rara sagacidad. Sin embargo, creen que uno es tres y que tres son uno que uno de los tres es el padre, otro el hijo y el tercero el espíritu; que el padre es el hijo y que no es el hijo; que un hombre es Dios y que no es Dios; que el Mesías es Dios enteramente, y que, sin embargo, no es el mismo Dios; que el que ha existido desde toda la eternidad ha sido creado. La secta Ilamada de los jacobitos que comprende centenas de millares, cree también que el Creador ha sido azotado, abofeteado, crucificado y muerto, en fin. que el Universo ha estado privado durante tres días de aquel que le gobierna...» Con esta interpretación del cristianismo, a juicio de los musulmanes, el pueblo cristiano no sólo no fue un pueblo religioso, sino un pueblo idólatra, lo que ellos llaman politeísta, uno a los que el Alcorán manda exterminar: «El profeta (¡Dios lo bendiga y lo salve!) dijo: «Evitad los siete pecados mortales». Le preguntaron: «¿Y cuáles son?, oh Enviado de Dios». Contestó; «El politeísmo; la hechicería; el matar al semejante, que Dios hizo sagrado, no siendo justa la causa: la usura; el despojo de los huérfanos; la huida en el día de la batalla, y la calumnia de adulterio proferida contra mujeres honradas, que no se cuidan de las apariencias pero que son creyentes». De este caldo de cultivo se deduce la dureza, fanatismo y encarnizamiento con que se llevaron a cabo las luchas entre ambas comunidades a lo largo de los siglos, que a su vez encaja con la violencia que suele caracterizar las guerras con fondo religioso, ya que no se pretende sólo conquistar más o menos territorio, sino aniquilar el ideario que mantiene una comunidad. Por tanto, hay que acabar con el tópico de la tolerancia árabe. De esta intolerancia son buena muestra los conversos en uno y otro sentido. Es cierto que la población hispano-goda siguió dando a los siervos el mismo tratamiento que le daban los romanos. Fueron los primeros en abrazar el islamismo. Les bastaba recitar la fórmula simplista: «No hay más que un solo Dios, y Mahoma es su enviado». Desde ese momento pasaban a ser musulmanes libertos; fue el grupo de los muIadíes. Eran apóstatas del cristianismo, que abjuraban por no pagar impuestos, por tortura o por debilidad. La religión musulmana se apoderaba de ellos y, en algunos casos, estos apóstatas se distinguieron por su odio en las persecuciones a los cristianos, unas veces por su fervor de nuevos conversos, otras por congraciarse con los musulmanes viejos que los miraban con recelo o, incluso, por resentimiento hacia quienes se habían mantenido firmes en la fe. Por todo lo anteriormente expuesto, para los musulmanes la lucha contra los cristianos del norte fue una lucha contra los enemigos de la fe y se trataba, por tanto, de la Guerra Santa predicada por Mahoma y prescrita en el Alcorán. El objetivo era matar cristianos; la recompensa, la vida eterna en el Paraíso rodeado de huríes y toda clase de placeres.
2. LA CONVIVENCIA
Otro rasgo de intolerancia lo vemos en la convivencia entre comunidades diferentes en la misma ciudad. Cuando se daba este caso, ambos pueblos vivían separados, aislados unos de otros; en barrios separados por murallas cuyas puertas se cenaban o bien, llegado el caso, podían ser alejados a los extramuros de la ciudad y formar un barrio alejado de la comunidad dominante. Tal es el caso que cita el profesor J. Torres Fontes en las Capitulaciones de la Reconquista de Murcia por Jaime I en I266 6. A este respecto, son particularmente severas las disposiciones de varios reyes de Castilla contra moros y judíos recogidas en las Ordenanzas Reales de Castilla, recopiladas y compuestas por el Doctor Alphonso Díaz de Montalvo. Así. la reina D.ª Catalina no sólo confina a ambas comunidades a un lugar apartado y cerrado por una sola puerta, sino que les prohibe ser especieros, boticarios, cirujanos, físicos, vender pan. vino, harina, aceite, manteca o cosa que puedan comer los cristianos bajo pena corporal. Del mismo modo. es curioso observar como ante la transgresión de una ley. la pena aplicada a judíos, moros y cristianos puede tener distinto calibre según quien la cometa y quien la aplique. El mismo Alfonso X. cuyo talante aperturista y conciliador de las tres culturas nadie pone en duda, dedica el Título XXIV de la Partida 7.ª a regular la vida de los judíos en la comunidad cristiana, las penas que merecen por determinados delitos tales como yacer con mujer cristiana, o a los judíos que tienen esclavos cristianos, y como deben ir señalados en la vestimenta. Bien es verdad que se les permite tener sinagoga, respetarles el día de sábado y acogerles si se convierten al cristianismo, pero también se castiga a los cristianos que reciban en su casa a los judíos o que se conviertan al judaismo 7. De todo ello se deduce que la vida en la Edad Media debía ser miserable y dura para todos, especialmente para súbditos y siervos.
3. EL MUNDO CRISTIANO
Estas formas de conductas sólo son explicables si nos colocamos en el marco de la fuertes convicciones religiosas arraigadas en la época medieval y que están presentes tanto en el mundo musulmán como en el cristiano, Éste. estaba convencido de la pureza, dignidad y verdad de su doctrina y. por tanto, chocaba su concepción con la religión musulmana que intentaba armonizar la adoración al Dios único con el materialismo de la vida. Mahoma era presentado como un falsario y gran pecador, digno de las peores cadenas del Infierno. Ramón Lull. en Libre de Maravelles, dice que la pena de Mahoma en el Infierno sería multiplicada. Otro tanto podríamos decir de la opinión que se tiene de la religión musulmana en el libro «Los castigos y documentos del rey D. Sancho», pues tras alabar la virginidad, pone como polo opuesto la doctrina de Mahoma que permite los deleites de la carne. Así pues, si los musulmanes tachaban a los cristianos de politeístas, los ensílanos los tachaban a su vez de idolatras, utilizando el adjetivo pagano como sinónimo de moro.
4. ESPÍRITU DE CRUZADA
Sí los árabes consideraron su expansión como la Guerra Santa, los cristianos peninsulares consideraron la Reconquista como una Cruzada. Cruzada de hecho, aunque no de derecho, porque nunca hubo bula pontificia, ni colaboraron gentes de allende los Pirineos, pero el espíritu que les animó siempre fue la consideración del moro como enemigo secular de la cruz, y la lucha contra ellos fue una lucha esencialmente de fe, y la muerte en el campo de batalla abría las puertas del Cielo. Este sentimiento es más fuerte a fines del XI y durante el XII en que toda Europa se dispone a la conquista de Tierra Santa. Nuestras primeras Crónicas manifiestan el dolor por la pérdida de España, dándole una interpretación providencial isla y considerando la invasión como un castigo por los pecados de los hombres, de ahí que la Reconquista sea una dolorosa penitencia impuesta por Dios para redimir nuestros pecados. Y en los momentos cumbre de la Reconquista, los reinos cristianos, no siempre bien avenidos, se alían para luchar contra los infieles. Tal es el caso del sitio de Almería. 1177, la batalla de las Navas de Tolosa, 1212. etc. También los papas, a finales del XI, especialmente a partir de Urbano II. invitan a la cristiandad para que los creyentes y sus iglesias fueran liberados de la tiranía y opresión que sufrían bajo los paganos. Y es frecuente encontrar misivas, bulas, cartas incitando a la lucha contra los sarracenos en los mismos términos que en los documentos árabes, contagiándose de la misma violencia, intransigencia y fanatismo. Como ejemplo podemos citar las arengas de Cid, las fórmulas épicas, («Por el cobdo ayuso la sangre destellando»), los cantos de trovadores, etc. Es digno de señalar también que la idea de considerar mártires a los que morían en lucha contra los musulmanes, puesto que derramaban su sangre por la fe, estaba totalmente extendida. Lo vemos en la propia Chanson de Roland, que a la muerte de Roland. los propios ángeles recogen su alma para presentarla al Cielo; en Tirant lo Blanc, en el Libro del Amigo y Amado de Ramón Lull. etc. Por todo ello el Dr. C. Sánchez Albornoz ve el espíritu religioso de nuestra Reconquista y sitúa esta guerra en un intermedio entre una Cruzada y una «guerra santa» a la manera árabe. Él acuña y le aplica el adjetivo -divinal», y lo justifica porque no se luchó porque Dios lo mandara, sino para mayor honra de Dios; no se luchó por la extensión de un credo religioso, sino para eliminar a los enemigos de la religión. Lo cierto es que los que van a la guerra, en muchas ocasiones van en verdadera penitencia, poniendo su alma en paz con Dios y defendiendo la fe católica.
5. EL ANTISEMITISMO EN BERCEO
Gonzalo de Berceo es una figura señera de la literatura del Mester de Clerecía del siglo XIII. Perteneció al monasterio benedictino de San Millán de la Cogolla. en La Rioja. y podríamos englobarlo en la épica religiosa que durante el XIII produjo obras propagandísticas de las vidas y milagros de santos y advocaciones ligados a los distintos monasterios. Tres vidas de santos, tres poemas marianos, tres poemas doctrinales y algunos himnos constituyen su obra, si exceptuamos la todavía dudosa paternidad del Libro de Alexandre. Suele la crítica aplicar vanos tópicos a Berceo tales como los de «sencillez», «ingenuidad» y «popularismo». contra los que hay que prevenirse. Lo que se oculta tras esa aparente sencillez no es sino una gran complejidad y habilidad para cumplir unos fines concretos y determinados: la defensa de los intereses de su monasterio y la extensión de su fama. Pero Gonzalo de Berceo es fiel hijo de su época, defensor de la religión, de la institución eclesial y del orden establecido. Por ello es frecuente la utilización de metáforas y referencias campesinas, militares, juglarescas, textos latinos, etc.. con técnica retórico-eclesiástica tanto como las de la nueva maestría. Ciñéndonos a su intransigencia religiosa, analizaremos su libro Milagros de Nuestra Señora 8 y el Martirio de San Lorenzo 9.
5.1. Milagros de Nuestra Señora El primero de los libros citados está concebido para ser oído, lo que nos hace pensar en una técnica juglaresca. Se abre con una Introducción, que es un toque de atención a los posibles oyentes, en la que se nos describe un maravilloso prado cuyas bondades superan en cierto modo a las del Paraíso Terrenal. Es un lugar alegórico donde reina la Gloriosa y lo adorna con toda suene de milagros. Berceo recopila veinticinco milagros prologados con una introducción en que la Virgen se propone como Mediadora Universal entre Dios y los hombres. Proceden de las colecciones latinas, frecuentes en esta época. 10 La introducción y el milagro XXV. La Iglesia robada, tienen un carácter más personal, ya que aún hoy desconocemos su origen. Es fundamental todavía el estudio de Mussafia 11, sobre el conjunto de leyendas mariales; y para el conocimiento de las redacciones latinas de los milagros de la Virgen, es indispensable el artículo de A. Poncelet El que Berceo haya usado unas fuentes preexistentes en toda Europa, no menoscaba su mérito ni su valor poético, si se tiene en cuenta que todos los escritores medievales hacen una labor de traductores y refundidores. Por tanto, su originalidad estriba en el tratamiento y en la sutileza poética más que en la materia de los milagros. El esquema de los milagros, bastante sencillo, suele ser siempre el mismo. Una breve introducción, que nos sirve de localización y situación del lugar, presentación del protagonista, devoción mariana, etc. Luego, la caída del personaje en un pecado fatal, y, por último, la intervención de la Virgen para salvar al pecador que se halla irremediablemente perdido. La calidad del milagro depende de las situaciones; desenterrar muertos que se hallan en situaciones prodigiosas, regalos extraordinarios de la Virgen, castigos a descreídos, detención de la hora de la muerte para dar lugar al arrepentimiento, ejecuciones no realizadas para buscar la salvación, etc. Todo ello como premio a personas que aunque pecadoras, son grandes devotas de la Virgen. Veamos tres milagros en los que Berceo hace intervenir a judíos y cuál es el tratamiento que da de ellos.
5.1.1. Milagro XVI (El niño judío) 13 Está situado en una ciudad «extraña». Borges, y fue nombrado en Francia y Alemania por lo extraño del suceso. Un niño del lugar, de religión judía, «judihuelo», asiste a la escuela de un clérigo por el gusto de estar entre niños. Era bien acogido por todos. Y el día de Domingo de Pascua asiste con los otros cristianos a la celebración de la Eucaristía comulgando con ellos. Mientras comulgaba vio sobre el altar la figura de la Virgen coronada, con su Hijo en los brazos. La contemplación de la imagen le produce gran gozo y, ya en casa, no duda en contarlo a su padre. Éste, airado, lo arroja al fuego del que sale indemne por un milagro divino a instancias de la Virgen. Enterados todos del suceso, maniataron al padre que fue arrojado al fuego que anteriormente había preparado para su hijo. El niño judío nos es presentado con un diminutivo afectivo semejante al de los cristianos: a uno llama judihuelo, a los otros cristianillos. Este niño goza de la ceremonia religiosa, de sus cantos, de la figura de la Virgen, llama a la comunión hostia sagrada. El padre reacciona con ira: Berceo le llama endiablado, endemoniado, perro traidor, descreído, falso; como tal queda deshonrado ante la comunidad al ser vencido por la protección que presta la Gloriosa al niño. La reacción de la comunidad es doble y en sentido contrario. Por un lado se celebra con «grandes laudes» y con rica fiesta el milagro realizado. Por otro lado se castiga al judío que había maltratado al niño. Este castigo está contado con todo lujo de detalles y con saña;
Ahora el judío es convertido en cenizas y carbones y camina hacia la otra vida entre maldiciones. No hay nadie que intervenga en su favor; se justifica el castigo, se nos presenta a la Virgen llena de bondad y misericordia par sus devotos y justiciera, en todo su rigor, con los que no los son. Y hasta tal punto es así que la fama del suceso no sabemos si se debe al milagro o al castigo ejemplar.
5.12. Milagro XVIII (Los Judíos de Toledo) Este milagro acaeció en la noble y nombrada ciudad de Toledo y en el día de la Asunción de la Virgen. En medio de la celebración de la Misa, con la iglesia llena de gente en devota oración y el coro repleto, se oye una voz del Cielo que avisa que en Toledo se está volviendo a crucificar a Jesucristo. Ante tal anuncio sale todo el clero y el pueblo a buscar dónde podía pasar tal cosa. Encuentran en casa del «rabí más honrado» un cuerpo de cera, crucificado a la manera de Cristo, con sus clavos, llaga del costado, etc. Ante tal espectáculo, son ejecutados todos los judíos que pudieron tomar presos. Además del planteamiento semejante al anterior, ahora hay un matiz nuevo, Ese rasgo de magia u ocultismo de los muñecos de cera a los que se les clavan alfileres, clavos, etc.. para allegar males al ser que representan. La Virgen llama a los judíos «Los que en mala hora nacieron» falsos, traidores, amargo majuelo, etc. Contrasta la expresión con «El que en buena hora nació» referida al Cid. Los judíos están condenados de antemano, no tienen posibilidad de salvación. La Virgen María y Jesucristo conducen a los cristianos por la judería a casa del rabino que oficia el siniestro sacrificio. La justicia se aplica sin demora. Se cierra el milagro con la estrofa:
Parece una moraleja al estilo de los cuentos, apólogos o fábulas clásicas, pero ¿es una consecuencia o es una advertencia temerosa? ¿Es un premio otorgado de forma «graciosa» o es más bien una amenaza para quien no cumpla? Indudablemente Berceo quiere propagar la devoción mariana. de la cual su convento es un gran exponente, pero la forma de hacerlo es la que nos hace dudar.
5.1 3. Milagro XXIII (La deuda pagada) En este caso se trata otro de los grandes vicios que se achacan al pueblo judío: la avaricia en forma de usura. Un burgués rico y bueno, por repartir sus bienes entre los que nada tenían, quedó en la miseria. Como era emprendedor, decidió pedir un préstamo y marchar a buscar fortuna. Acudió a un judío que. por conocerlo, decide prestarle todo cuanto necesite a condición de que le presente unos fiadores de confianza. El cristiano responde con los fiadores que más valen a sus ojos:
Otro aspecto más complejo es el religioso, ya que el judío no reconoce como suficientemente válidos los fiadores presentados. Al insistir el cristiano, se toman otros judíos por testigos y marchan a la iglesia, y allí, delante de todos, el cristiano los presentó como únicos fiadores suyos:
La posibilidad ile afrenta hacia la religión cristiana queda a merced del pago que haga este cristiano. Si el cristiano, tenido por principal entre su comunidad, cumple, la religión cristiana quedará bien parada. Pero si el cristiano no cumple, la mofa de todos los judíos hacia el cristianismo será importante. Es necesario saber en qué estima tiene el cristiano su religión, hasta el punto de pagar un crédito, cosa muy seria para un judío. El hombre bueno parte a lejanas tierras para internar rehacer su fortuna. Ocupado en sus negocios olvido la fecha en que tenía que devolver el dinero, recordándolo sólo un día antes de agotar el plazo acordado. Viendo que por la distancia no podría llegar a tiempo, y lamentándose de que su Señor Jesucristo sería puesto en entredicho, tomó el importe de la deuda, la metió en un saco y la arrojó al mar rogando a Dios y a Santa María que llegara a tierra para que «el truhán fuera reintegrado». El mar llevó el dinero a la ciudad en que moraba el judío y aunque muchos intentaron coger el saco, nadie podía atraparlo, ni cristianos ni judíos, hasta que fue a parar a las manos del judío que había prestado el dinero. Una vez recaudado el dinero, sin atribuirlo como pago de la deuda, retaba el cristiano:
Su codicia le lleva a reclamar el dinero prestado, poniendo por testigo de tal deuda a Cristo y a su Madre. Fueron todos a la iglesia a pedir explicación y el Cristo habló dando fe de que la deuda había sido paga en el plazo convenido. Hasta aquí el esquema de Berceo es el mismo que se ha manifestado en los otros milagros, que tienen como eje o personajes centrales a los judíos. Son gente descreída y. por tanto, siempre quedan vilipendiados o terriblemente castigados. Pero la solución final de este milagro es llamativa porque es nueva con respecto al resto:
Esta victoria de la «fe buena» sobre la «mala» acaba siendo celebrada con cantos, músicas, procesiones y banquetes; y la fama del hecho se extendió por toda la comarca.
5.2. El Martirio de San Lorenzo Los relatos en torno a los mártires sufrieron, por lo general, transformaciones semejantes a las de los poemas épicos. SÍ en un principio se ajustan a la verdad de los hechos, a través de los siglos fueron recogiendo todo tipo de deformaciones que, si bien no les hace perder del todo su fondo histórico, sí les dan un carácter novelesco, con frecuencia inverosímil 15. Las formas literarias más antiguas en que se ofrecen sus vidas, las Acta, se ciñenbastante a los hechos históricos. De San Lorenzo no se conservan Actas. Si las hubo se perdieron antes del siglo IV. Los escritores posteriores no las citan y únicamente se refieren a lo que se conoce por la tradición, una tradición que no puede despreciarse porque sólo había transcurrido un siglo entre el martirio y los primeros testimonios conservados. En realidad, de San Lorenzo solamente se sabe que fue diácono romano, discípulo de Sixto II y que pareció martirio hacia el año 258. tres días después de la muerte del pontífice, durante la persecución de Valeriano. Fue en la época de las Passiones amplificadoras, a partir del siglo VI, cuando la tradición lo convirtió en español y de Huesca. Berceo tuvo que inspirarse necesariamente en una versión posterior a este siglo y cuando el tema llega a él, ya tenía una larga tradición. Quizá cayó en sus manos alguna Passio Sancti Laurentii de la biblioteca del convento, desgraciadamente perdida. El Martirio nos ha llegado incompleto. De las tres partes que recomiendan los antiguos retóricos en cuanto a la composición de los poemas épicos (invocatio - narratio - conclusio), falta la última. En total, la obra debió tener una extensión mucho mis reducida que las otras Vidas de Santos, y es probable que las estrofas perdidas relataran los milagros «posi mortem» del mártir. Pero centrándonos en el tema transigencia/intransigencia entre las tres religiones peninsulares medievales, en dos obras de Berceo. escoger esta parece anacrónico. San Lorenzo padeció martirio bajo la persecución de Valeriano, por tanto la tolerancia o intolerancia en la Península no ha lugar en esta época. El poema que estamos viendo no es de la época de la dominación romana sino del siglo XIII. sin embargo hay una estrofa en el poema que llama la atención al respecto, y es ésta:
Este texto está localizado en el pasaje en que Lorenzo se encuentra con Sixto, su obispo. Es un pasaje totalmente novelesco ya que los decretos de culpabilidad tenían ejecución inmediata y no es admisible el encuentro entre ambos y la plática consiguiente. Lo que aquí queremos resaltar es que Berceo llama «moros», a los que conducen a Sixto cautivo hacia el martirio. ¿Es un anacronismo? ¿Es una idea obsesiva de que los moros son perseguidores que conducen el martirio a los buenos cristianos? ¿Está tomado con valor sustantivo o con valor cualitativo?
6. CONCLUSIONES
De todo lo anterior se deduce que la época medieval fue una época dura para todos en la que hubo períodos de mayor o menor belicosidad. En conjunto, las tres religiones creyeron estar en posesión de la Verdad absoluta con exclusión de las otras. Las épocas de «tolerancia» no fueron sino épocas de paz más o menos relativa, de colaboración en algunos aspectos culturales, agrícolas, de comercio, etc.. pero con la correspondiente separación religiosa. Esta separación religiosa eran tan fuerte que llevaba implícita algunas consecuencias sociales: distinta legislación según los acusados pertenecieran a una u otra religión y según fuera el tribunal; cumplimento de distintas ordenanzas municipales según quien fuera y dónde estuviera establecida la comunidad; etc. Pero incluso esto hoy es discutible porque la consabida tolerancia de Alfonso X y la colaboración de judíos en la Escuela de Traductores de Toledo parece que tenía como fin subsiguiente, además de la irradiación de cultura no necesariamente cristiana, la eliminación de la lengua latina, que por ser la lengua de la Iglesia era odiada por los judíos. Por lo que respecta a Berceo, sigue la tónica del momento. Los milagros en los que intervienen judíos, éstos son presentados como las criaturas más perversas: falsos, engañadores, mezquinos, avaros, traidores, etc. En consecuencia es necesario el exterminio de este «amargo majuelo». En el Martirio de San Lorenzo coloca a los moros como mandaderos de los romanos en su persecución de los cristianos, gente de las más baja clase, que se «mancha las manos» con los peores menesteres.
7. BIBLIOGRAFÍA BERCEO. Gonzalo de: Martirio de San Lorenzo. Edición de Arturo M. Ramoneda, Clásicos Castalia. Madrid. 1980. — Milagros de Nuestra Señora. Edición de Daniel Devoto. Clásicos Castalia. Madrid. 1982. BLANCO AGUINAGA. C; RODRÍGUEZ PUÉRTOLAS. J.; M. ZAVALA, Iris: Historia Social de la Literatura Española, I, II, III, Madrid. 1986. CASTRO, Américo: España en su Historia. Losada. Buenos Aires. 1948. — La realidad histórica de España, 2.ª Edición de la obra anterior. Porrua. México. 1954. DÍAZ-PLAJA. Guillermo: Antología Mayor de la Literatura Española. I. II. III y IV. Labor. Barcelona. |958. DIEZ RODRÍGUEZ. M; DIEZ TABOADA. M. P.; TOMÁS VILAPLANA. L. de: literatura Española. I y II. Madrid. 1984. RUBIO GARCÍA. L.: -¿Tolerancia o intolerancia?-, en Estudios sobre la Edad Media Española. Universidad de Murcia. Murcia, 1973. SÁNCHEZ ALBORNOZ. Claudio: España, un enigma histórico, I y II. Editorial Sudamericana. Buenos Aires. 1956.
NOTAS (1) CASTRO, Américo: España en su Historia. Buenos Aires. 1948. Losada. La segunda edición apareció con el tílulo La Realidad Histórica de España. México, 1954. Porrua. (2) Dr. RUBIO GARClA. Luís en: -¿Tolerancia o intolerancia?-, en Estudios sobre la Edad Media Española. Murcia, 1973. Universidad de Murcia. (3) SÁNCHEZ ALBORNOZ. C: España, un enigma histórico. I. II. Bueno» Aires. 1956. Editorial Sudamericana. (4) HAZM. Ben: Tratado de las religiones. II. fol. 227. Cf. R. Dozy. Historia de los Musulmanes de España. III. Madrid Barcelona, pág. 306. (5) HAZM, Ibn: El Collar de la Paloma, traducción de EL García Gómez. Madrid. 1971, pág. 290. (6) TORRES FONTES, Juan: La Reconquista de Murcia en 1226 por Jaime I de Aragón. Murcia. 1967. págs. 167-8. (7) ALFONSO X: -Las Partidas. Partida 7.ª. Titulo XXIV. II Leyes-. En Antología Mayor de la Literatura Española. Guillermo Diaz-Plaja. I, II. III y IV. Barcelona, 1958.1 Labor, tomo I. págs. 320-324. (8) BERCEO. Gonzalo de, Milagros de Nuestra Señora, Clásicos Castalia Castalia. 1982. Edición versión de Daniel Devoto (9) BERCEO. Gonzalo de: El Martirio de San Lorenzo, Clásicos Castalia. Madrid. 1980. Edición de Arturo M. Ramoneda. (10) El manuscrito latino Tohtt 128 de la Biblioteca Real de Copenhague, coincide en veinticuatro milagro con la obra de Berceo. En 1910 Richard Becket publicó su tesis doctoral sobre la relación de este manuscrito y la obra de Berceo. (11) Studien zu den mirtelalterlichen Marienlegenden. Wien. Gerold. I887-1898, 5 fasc. (12) Index miraculorum B.V. Mariae quae saec. VI-XV latine conscripta sunt. En Anallceta Bollandiana. XXI: 241-360. Bruxelles. 1902. (13) Los nombres de los milagros proceden de la edición de Antonio García Solalinde Berceo, Milagros de Nuestra Señora. Madrid. 1922. (14) Estrofa 419, ibídem. (15) Sin embargo, aquí las transformaciones son debidas, por lo general, a escritores cultos, monjes y sacerdotes, mientras que la masa de los fieles, devotos y peregrinos «no ha contribuido a la formación de las leyenda sino en la pate relativa a las curaciones milagrosa», categoría de temas que no puede moverse sino en reducidos limites». (GENNEP. A. La formación de las leyendas. Madrid 1914, pág 121).
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