)
Q uien escribe estas líneas ni es ni pretende ser Tácito; y
posiblemente los lectores verosímiles de las mismas tampoco
constituyan el público previsto por aquél para sus escritos
históricos. Sin embargo, quien se dispusiera a historiar lo
acontecido en el solar ibérico entre los siglos V a X bien podría
parafrasear al autor latino en el comienzo de sus Historiae.
Pues difícil resulta encontrar otro periodo de la historia
peninsular con más mudanzas en lo político, en lo cultural y en lo
social. Así, a lo largo de estos cinco siglos, se contabilizan como
mínimo dos invasiones generales de la península por parte de gentes
externas a la misma, con la subsiguiente destrucción casi absoluta
de poderes bien establecidos con anterioridad en todo su ámbito
territorial; junto a éstas también se testimonian varios periodos de
confusión política, con la aparición de una gran fragmentación
territorial en más de tres momentos; frecuente utilización de la
diversidad de credo religioso -Arrianismo, Catolicismo e Islamismo-,
e incluso cultural y lingüística, para justificar esa fragmentación
política; en fin, importantes transformaciones económicas, incluido
el mismo tipo de metal de la moneda. Y, sin embargo, a pesar de todo
ello al cabo de otros cinco siglos se volvería a establecer una
práctica unidad política, y particularmente religiosa y cultural,
con la idea de haber conseguido reconquistar la España goda
del siglo VII.
La explicación tradicional, y posiblemente su razón fundamental, de
esta aparente paradoja ha sido en clave ideológica: lo que se ha
quedado en llamar la "idea de reconquista". Pues sinceramente,
parece difícil no concluir que el gran motor de ese proceso de
reunificación política, y de lo que con toda propiedad se puede
llamar la etnogénesis española', fue la idea de reconquista, con la
aspiración a conseguir el restablecimiento del anhelado Reino de los
Godos, que a su vez se incardinaba en la realidad
político-administrativa de las Españas romanas. Y no podemos negar
que en ese ideal de reconquista la ideología, la existencia de un
imaginario más o menos mítico, fue elemento principalísimo 2.
Sin embargo los historiadores de la sociedad y de la economía en los
últimos cincuenta años se han esforzado más en ver discontinuidades
que continuidades3. No obstante, también eremos posible descubrir
razones sociales que pueden ayudar a explicar esa continuidad por
encima de tantos cambios y avatares. Para ello sería necesario
descender a la microhistoria social, descubriendo y analizando la
gran persistencia de grupos familiares en las estructuras del poder
político y socioeconómico en unas mismas tierras. Precisamente el
objetivo de este estudio será presentar unos cuantos casos, mejor o
peor conocidos, de tales grupos familiares, que tuvieron un papel
importante en la historia peninsular de antes y después de la
invasión musulmana del 711.
El primer ejemplo que quisierar trae aquí es el de la familia de
Cántabro de la antigua Conimbriga romana, actual Condeixa-avelha
a unos 13 kilómetros al sur de Coimbra. En el 464 Cántabro era el
cabeza del linaje probablemente más importante de esa ciudad
lusitana, pues el obispo Hidacio cuenta cómo los Suevos en su ataque
y saqueo de Conimbriga espoliaron particularmente a su familia
nobilis, y en su retirada a sus bases galaicas se llevaron en
cautiverio a la madre e hijos 4. El calificativo de "noble"
utilizado por Hidacio ha hecho suponer que Cántabro y su familia
pertenecían al orden senatorio 5. Privilegiada posición
probablemente alcanzada por una familia decurional de antiguo
asentada en la ciudad, pues parece lógico vincularla con los
propietarios de importantes talleres de cerámica sigilata, cuya
marca ha aparecido abundantemente testimoniada en Conimbriga 6.
En todo caso la familia también se distinguiría por poseer un
importante patrimonio fundiario. Pues en el llamado "Parroquial de
los Suevos", redactado en el 569 7, figura una iglesia diocesana
dependiente de la sede episcopal de Lamego en una localidad llamada
Cantabrianum 8, topónimo originado en el nombre de un antiguo
fundus propiedad de alguien llamado Cántabro. Sin embargo no
parece que los acontecimientos del 469 hubieran puesto fin a esta
poderosa familia, ni a su influencia en esta zona de la actual Beira
portuguesa. Pues en el 666 sabemos que la sede episcopal de Coimbra
9 se encontraba ocupada por un prelado llamado Cántabro; cuya
identidad de nombre hace muy verosímil que perteneciera a esa
antigua y poderosa familia conimbrigense romana10.
Un segundo ejemplo viene de tierras más meridionales: la familia de
los obispos sevillanos Leandro e Isidoro. Esta familia no había
vivido siempre a la orilla del Guadalquivir. Según nos informa el
propio Isidoro, su padre Severiano era natural de la provincia
Cartaginense 11. Ciertos indicios ofrecidos por Isidoro y su hermano
mayor, Leandro, han permitido por lo general reducir este origen
provincial a las mismas tierras sudorientales peninsulares, en el
ámbito próximo a la propia Cartagena 12. La católica pareja formada
por Severiano y Túrtura habrían engendrado en esta su térra
natalis a sus tres primeros hijos que llegaron a edad adulta:
Leandro, Fulgencio y Florentina. Sin embargo, al poco de nacer esta
última, la familia de Severiano se habría visto obligada a abandonar
sus solares cartageneros por otros situados en la Andalucía
occidental. Isidoro, el más pequeño del clan, nacería ya en esta
nueva morada 13.
A partir del conocido capítulo 31 del De institutione uirginum et
contemptu mundi, remitido por Leandro a su profesa hermana
Florentina, la mayoría de los estudiosos ha relacionado la marcha de
Cartagena de la familia de Isidoro con los trastornos políticos que
sacudieron el mediodía y levante peninsulares a mediados del siglo
VI, con motivo de la guerra civil entre Agila y Atanagildo y el
desembarco y reconquista imperiales de Justiniano 14. No
obstante las dudas recientes mostradas por J. Fontaine y P. Cazier
15, sigue siendo lo más verosímil que la familia de Severiano se
viera afectada negativamente por la implantación del poder bizantino
en Cartagena a partir del 554. Una buena parte de las propiedades
fundiarias que la familia poseía en dicha zona pudo incluso haber
sido confiscada por los imperiales 16. Aunque la familia de Leandro
pudo seguir teniendo contactos e intereses allí hasta unos cuarenta
años después lo cierto es que hacía tiempo, y de forma irreversible,
ésta había echado nuevas raices a la vera del Guadalquivir, entre
Sevilla y Écija. Demostración de ello sería la elevada posición
tenida por los hijos varones de Severiano y Túrtura en dicha zona
bética. El mayor, Leandro, ocuparía la sede metropolitana de Sevilla
desde antes del 579; a su muerte, en torno al 600, sería sucedido en
la misma por el menor Isidoro, que la ocupó hasta su muerte en abril
del 636 17. El segundo hermano, Fulgencio, sería consagrado pocos
años después del 600 obispo de Écija 18.
La familia de Severiano habría participado con un máximo de
protagonismo en la agitada historia del mediodía peninsular y del
Reino visigodo entre el 579 y el 636. Y, no obstante haber errado
alguna vez en la elección de bando ganador, lo cierto es que jamás
habría perdido un ápice de influencia y poder, sino todo lo
contrario. La decisión de Severiano de asentarse con su familia en
tierras héticas cercanas a Sevilla supuso, entre otras cosas, una
clara apuesta en favor de la opción política que en las Españas de
entonces representaba el Reino visigodo, y dentro de éste por la
dinastía de Atanagildo (550-568). Este último pertenecía a una muy
noble familia visigoda, posiblemente descendiente del linaje de los
Baltos 19, y había tenido a Sevilla por su punto fuerte en su
rebelión y guerra contra el rey Agila 20. Esta alianza entre ambas
familias explicaría que el ya obispo Leandro se convirtiera en el
579 en el mentor político de Hermenegildo, que acababa de contraer
matrimonio con una nieta de Atanagildo 21 y había realizado una
Versippung (prohijamiento) en el linaje de este último22. En el
579 Hermenegildo se rebeló en Sevilla contra su padre el rey
Leovigildo, y a instancias de su madrastra Gosvinta, viuda de
Atanagildo 23. Leandro sería entonces el inspirador de la conversión
al Catolicismo de Hermenegildo 24, lo que se constituyó en la
bandera ideológica de la rebelión, y su embajador en Constantinopla
hasta la derrota del rebelde en el 584 25. Pero el fracaso y triste
final de Hermenegildo no supusieron la ruina y pérdida de influencia
de Leandro y su familia. Al poco de acceder al trono en el 586 el
segundo hijo de Leovigildo, Recaredo, inició una política de
reconciliación con el poderoso linaje de Atanagildo 26, y asumió la
política religiosa de su hermano con la conversión al Catolicismo de
su persona y de la nobleza visigoda en el ni Concilio de Toledo de
mayo del 589, en el que Leandro fue protagonista principal 27. Sin
duda también sena Leandro el coordinador de la política exterior del
nuevo rey, en su intento de contrabalancear su enemistad hacia
Bizancio con unas buenas relaciones con su viejo amigo, el ahora
influyente Papa Gregorio Magno 28.
Poco antes del 600 moría el obispo Leandro, y para sucederle en la
poderosa mitra sevillana fue elegido su hermano Isidoro, que todavía
no debía tener la edad canónica exigida, lo que habla bien del poder
de su familia 29. Pero ni la juventud del nuevo obispo ni el fin de
la dinastía de Recaredo en el 603 supusieron a medio plazo una merma
para el protagonismo político del último representante de la familia
de Severiano. Como es sabido Isidoro de Sevilla se convirtió en
amigo personal e influyente consejero de los reyes Gundemaro
(610-612) 30 y Sisebuto (612-621). Este último, interesado en
mostrar su vinculación real o ficticia con el linaje de Recaredo y
Atanagildo 31, llevaría a cabo una nueva y decisiva campaña militar
contra las posesiones bizantinas en el mediodía peninsular 32, lo
que constituía una política tradicionalmente querida por la familia
de Isidoro. Isidoro perdería parte de su influencia con el nuevo rey
Suintila (621-631), dados sus modos más autocráticos y amistades con
enemigos del hispalense en el episcopado bético 33. Pero Isidoro
recuperaría toda su influencia, y más, en la corte de Toledo con el
triunfo de la usurpación de Sisenando (631-636). Isidoro sería así
el principal protagonista del concilio IV de Toledo del 634, donde
se limitó el poder absoluto del rey y se trató de convertir al
episcopado en principal poder legitimador de la realeza y arbitro de
los conflictos entre ésta y los nobles 34.
El tercer ejemplo que quisiéramos mencionar aquí es el de la famosa
estirpe real visigoda de los Baltos. Según Jordanes el linaje de los
Baltos entre todos los godos sólo cedía en nobleza al de los Ámalos,
y a él habían pertenecido tanto el fundador de la "Monarquía
militar" visigoda, Alarico I (395-410), como la familia de Teoderido,
que habría gobernado ininterrumpidamente sobre los visigodos entre
el 418 y el 53135. De estos últimos, llamados los "Baltos
recientes", conocemos los nombres y filiación de bastantes de sus
miembros (unos 12), así como de sus ramificaciones con otras casas
reales germánicas como la de los Burgundios, Suevos y Ostrogodos
(Ámalos), gracias a menciones de las fuentes contemporáneas36.
Sin embargo, existen mayores dificultades para reconstruir el árbol
genealógico al que pertenecía Alarico I, suegro del ya citado
Teoderido37. Por vía cognaticia era pariente de Alarico I su sucesor
Ataúlfo (410-415)38, que otros indicios hacen también miembro del
mismo linaje de los Baltos e hijo de Alateo, un famoso jefe godo
independiente 39. Afortunadamente un conocimiento mayor de la
historia más antigua de los Baltos se puede conseguir gracias a la
antroponimia. Si recordamos todos los nombres utilizados por los
miembros seguros de los "Baltos recientes" una evidencia se impone a
primera vista: la reiterada repetición de algunos de ellos -bien en
su totalidad o en uno de sus elementos, en el caso muy frecuente de
nombres compuestos- en el seno de la misma familia. Como si con la
práctica onomástica se quisiera indicar una cierta pertenencia de
familia o linaje. Aunque hoy no se puede admitir en su totalidad la
idea de una transmisión mecánica del nombre de un antepasado muerto
a otro miembro de la misma estirpe40, lo que sí parece indudable 41
es una muy particular afición por parte de cada linaje y familia
nobiliaria gótica por una serie de elementos onomásticos; siendo por
el contrario bastante rara la exacta repetición de un nombre, que
siempre suele ir asociada al recuerdo de alguna gran personalidad y
no constituir el exclusivo patrimonio de ninguna familia en
especial. Por otro lado, estas repeticiones siempre van asociadas
con una relación de parentesco directa, con frecuencia, aunque no
siempre, de abuelo a nieto. De esta forma se ha podido pensar con
bastante seguridad que también pertenecieron al linaje de los Baltos
Ariarico y Aorico, dos famosos iudices y reiks de los
Godos Tervingios del siglo IV; mientras que un nieto del primero de
ellos habría sido el famoso Atanarico, el más importante y conocido
de los iudices de esos mismos Tervingios (365-381) 42. La
simple observación de todos éstos antropónimos permite deducir una
arraigada tradición onomástica en el seno de dicho linaje: el gusto
por la aliteración en "A", unida a un cierto deseo de variatio
en su formación, y de ritmo en la recitación genealógica que en
un principio se haría oralmente. Todo lo cual apoya también la
consideración como uno de los últimos descendientes del linaje Balto
del ya mencionado rey Atanagildo (550-568), del que las fuentes
contemporáneas resaltan la extraordinaria nobleza de su familia y el
antiguo parentesco de la misma con los reyes de la llamada segunda
dinastía burgundia 43.
Anteriormente ya aludimos a los lazos de amistad y lealtad
existentes entre la familia de este rey Atanagildo y la de los
obispos sevillanos Leandro e Isidoro. Pues bien, este último en su
Historia Gothorum , legitimador ideológico de la Monarquía
visigoda en las Españas, hizo de Atanarico, ese lejano antepasado
Balto de Atanagildo, el fundador del Reino visigodo, el introductor
del Cristianismo entre los visigodos -y el culpable de que fuera en
la modalidad arriana sería el emperador Valente-, el vencedor único
de Adrianópolis y firmante de una relación de amistad en plano de
igualdad (ius amicitiae) entre los Visigodos y el Imperio
romano 44. Y, basándose en Isidoro, el documento de legitimidad real
que constituyó en el último cuarto del siglo VII la Chronica
regum Wisigothorum 45 le considera como el primer rey godo,
inaugurador de su Historia en el año 362, que en la llamada Era
hispánica correspondía a la cifra redonda del 40046. No cabe duda
que en las Stammestraditionen de la dinastía de los Baltos el
nombre de Atanarico, que recordaba al de este final Atanagildo,
constituía un mojón fundamental, no cediendo ante la tentación para
ello de modificar en su favor bastantes hechos históricos, en
especial sus luchas fratricidas con Fritigerno, uno de los heroicos
vencedores godos de Adrianópolis, su persecución contra los godos
cristianos, y el mismo abandono que al final sufrió por parte de su
pueblo y de sus mismos parientes (proximi) hasta el punto de
tener que refugiarse en el Imperio romano. La historia del linaje de
los Baltos, y más concretamente el de la rama de Atanarico, se nos
presenta así a los modernos como el fundamental hilo de continuidad
entre los todavía grupos tribales de Godos Tervingios asentados en
la orilla izquierda del Danubio a mediados del siglo IV y la
triunfante Monarquía visigoda de las Españas de mediados del siglo
VII.
Comparada con la historia visigoda la de los Suevos hispánicos
resulta todavía más fragmentada. Especialmente resalta la aparente
desconexión entre un primer periodo cubierto por la narrativa de
Hidacio, entre el 409 y el 469, y el final de la Monarquía sueva,
aproximadamente entre el 555 y el 585, conocido por testimonios
escritos contemporáneos; pues desgraciadamente no existen
testimonios escritos sobre el Reino suevo durante el largo periodo,
casi un siglo, transcurrido entre ambos47. Sin embargo es posible
que la historia de algunas familias suevas, relacionadas con su
Monarquía, ayude a romper algo esa desconexión e ilumine un poco esa
auténtica dark age.
Concretamente conocemos bien los nombres y relación de parentesco de
los primeros y de los últimos reyes suevos de la península. La
llamada primera dinastía sueva se habría iniciado con Hermerico
(409-441), al que sucedería su hijo Requila (438-448), y a éste su
hijo Requiario (448-456)48. Por su parte la sucesión real segura de
los últimos soberanos suevos sería la siguiente: Ariamiro (+561/5),
Teodomiro (561/5-570), Miro (570-583), Eborico (583-584), y Audeca
(584-585); siendo con seguridad Miro hijo de Teodomiro y padre de
Eborico, mientras que el usurpador Audeca casó con la viuda de Miro
para legitimarse49.
También aquí, como en el caso del linaje de los Baltos visigodos, se
observa una preferencia por ciertos componentes onomásticos en el
seno de una misma familia, con una tendencia a la aliteración (Requila-Requiario;
Ariamiro-Teodomiro-Miro). Sobre este supuesto sería posible
considerar también miembro de la familia de la primera dinastía
sueva a un tal Heremigario, un poderoso y aparentemente autónomo
jefe de una banda guerrera sueva muerto en el 429 en el curso de una
acción de saqueo en Lusitania50. Pues su nombre se puede descomponer
en dos elementos (Herm- y -arius) bien presentes en
miembros de esa familia, pudiéndose tratar tal vez del hijo mayor
del rey Hermerico51. Incluso podría considerarse también miembro de
esta familia al famoso Patricio Ricimer, auténtico jefe del gobierno
de Ravena entre el 456 y el 472, del que sabemos que era hijo de una
hija del rey visigodo Valia (415-418) y de un suevo también de
linaje real52. Pues el primer elemento de su nombre (Rec)
también fue repetidamente usado por miembros de esta familia53.
Lo que podemos considerar primer Reino suevo en la península
finalizó en el 456, con la derrota y muerte de Requiario a manos del
visigodo Teodorico II. Seguidamente siguió una fase de anarquía,
ocasionada en gran medida por la misma destrucción de la Monarquía
militar fundada por Hermerico, pero también por la incapacidad de
los visigodos de Tolosa de imponerse por completo a varias
subsistentes clientelas de guerreros suevos, que en parte contaban
con la connivencia de sectores de la población hispanorromana
también contraria los visigodos. De estas clientelas militares
suevas pronto destacaron dos grupos: una o dos dominantes al norte
del Duero y otra en las tierras situadas entre éste y el Tajo 54.
Las clientelas del grupo septentrional, tal vez las más potentes,
pasaron por jefaturas diversas -Fram-tan, Frumario, Requimundo55-
que trataron sin éxito de recrear una nueva Monarquía militar sueva
en torno suyo, cosa que finalmente conseguiría Remismundo, un nuevo
caudillo posiblemente emparentado con la dinastía de Hermerico y con
los Baltos de Tolosa, con cuyo apoyo contó para ser reconocido rey
de los Suevos en el 465 56.
|
Amanecía
en el naranjel.
Abejitas de oro
buscaban la miel.
¿Dónde estará
la miel?
Está en la flor azul,
Isabel.
En la flor,
del romero aquel.
(Sillita de oro
para el moro.
Silla de oropel
para su mujer.)
Amanecía
en el naranjel.
Federico García Lorca
A
Solita Salinas |
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Por su parte la clientela militar sueva dominante al sur del Duero
estuvo dirigida hasta su muerte en el 460 por Maldras57. Debía
pertenecer éste a una influyente familia sueva, pues que Hidacio
consideró importante recordar el nombre de su padre, Massilia58. De
nuevo nos encontramos aquí con una noble familia sueva en la que se
da una aliteración en su antroponimia. A diferencia de otros
elementos atestiguados en la onomástica de los suevos hispánicos de
los siglos V-VI los componentes Mal- y Mas- no tienen
paralelos en la contemporánea onomástica visigoda ni se explican
fácilmente a partir de la lengua gótica59, por lo que debemos pensar
que nos encontramos ante formas onomásticas típicamente suevas.
Precisamente en el 585 un suevo llamado Malárico intentó sin éxito
restaurar la Monarquía sueva recién suprimida por Leovigildo. De
ello cabe deducir que Malárico pertenecía a una poderosa familia
sueva, a lo que parece distinta de la de la dinastía recién
destronada por el visigodo, pues el Biclarense, a diferencia del
caso del usurpador Audeca del 584, no menciona ninguna conexión con
aquella60. Un mismo elemento onomástico presentan otros dos
personajes del Reino suevo de la segunda mitad del siglo VI: los
obispos de Britonnia Maliosus, testimoniado en el 561, y Mailoc que
lo fue en el 572 61. Con independencia de que ambos pudieran
resultar trascripciones distintas de un mismo nombre, debidas a la
incuria de los copistas62, lo que sí se puede afirmar es la raíz
germánica, y más concretamente suévica, de ambos nombres; pues,
entre otras cosas, la terminación en -oc se encuentra bien
testimoniada en la onomástica germana de la época63. De tal forma
que pudiéramos considerar tanto a ese obispo de Britonia como al
postrer pretendiente al trono de los Suevos miembros de una misma e
influyente familia de la aristocracia sueva de la segunda mitad del
siglo VI64
¿Podría esta familia pertenecer al mismo linaje del Maldras de un
siglo antes? Si el indicio onomástico estuviera en lo cierto se
explicaría así mejor por qué este Malárico pudiera aspirar a
restaurar la realeza sueva en el 585, no obstante no pertenecer al
mismo linaje de los últimos soberanos suevos: su estirpe era de las
más influyentes y poderosas entre los guerreros suevos de mediados
del siglo V.
Pero la influencia y la perduración del linaje de Maldras podría no
haberse limitado al posterior Reino suevo del siglo VI. Desde antes
del 573 y hasta su muerte hacia el 600 ocupó la muy rica e
influyente sede metropolitana de Mérida un obispo de nombre
Massona65. Según su biógrafo Massona pertenecía a una noble familia
de origen godo66, y lo cierto es que el obispo católico supo salir
con bien de una activa oposición a Leovigildo, que pudo incluir el
apoyo a Hermenegildo, y constituyó pieza clave en el desbaratamiento
de una rebelión contra Recaredo en Mérida en el 588. Todo lo cual es
prueba contundente del poder de su noble familia. Pero, no obstante
la afirmación del biógrafo de sus orígenes godos67, lo cierto es que
el nombre de nuestro obispo no tiene paralelo conocido en la
antroponimia goda. Por el contrario el primer elemento de ese
antropónimo coincide con el testimoniado en el padre del caudillo
suevo del siglo V Maldras: Massilia. Curiosamente fue al sur del
Duero donde Maldras ejerció su poder, habiendo saqueado territorio
lusitano 68. ¿Podría así la familia del obispo Massona constituir una
rama del linaje de Maldras que, con propiedades en Lusitania, se
hubiera decantado por asentarse en territorio controlado por la
Monarquía visigoda? Su ascendencia sueva anterior al 465 explicaría
bien la adscripción al Catolicismo de la familia de Massona, pues no
se habría visto afectada por la conversión al Arrianismo
protagonizada por la nueva Monarquía sueva de Remismundo como una
forma de mostrar su dependencia de la Monarquía visigoda de Tolosa
69.
La invasión musulmana del 711, la destrucción del Reino visigodo de
Toledo y la constitución de un Estado islámico en buena parte de la
península supuso una cesura histórica en muchos aspectos. Sin
embargo tanto en el territorio bajo poder musulmán como en los
pequeños núcleos cristianos del norte es posible rastrear
significativas continuidades familiares. Aquí nos vamos a contentar
con recordar sólo dos: una en la ciudad de Córdoba y otra en los
valles centrales del Pirineo. Pero sin duda que hubo otras varias,
tan significativas como esas dos 70.
En primer lugar la familia cordobesa del famoso clérigo, obispo y
mártir mozárabe Eulogio, a mediados del siglo IX. Conocemos a esta
familia principalmente por sendos testimonios de Alvaro de Córdoba y
del propio Eulogio. El primero, con referencia a los orígenes
familiares de su maestro y amigo Eulogio, afirma que este último
"engendrado en el seno de un linaje noble, era hijo de una familia
de senadores de la ciudad de Córdoba la Patricia"7'. Por su parte
Eulogio contó al obispo de Pamplona Wiliesindo que hacia el 850 72,
a su vuelta a Córdoba de su viaje pirinaico, se encontró con la
desagradable noticia de que a su hermano menor, José, "la cruel
indignidad del tirano en aquel tiempo le había expulsado del
'principado'" 73.
En los textos del Occidente tardoantiguo, y en especial en la España
visigoda, senator se convirtió en término usual para designar
a los principales de las curias municipales subsistentes74.
Mayores problemas puede tener concretar el significado en el texto
señalado del término principatus. Pues en principio alguien
pudiera verse tentado a identificar una tal dignidad y/o función, de
la que fuera expulsado José, con el aulae principale ministerium
mencionada en otro lugar por el propio Eulogio 75. Sin embargo
tal identificación debe rechazarse de plano, pues el propio Eulogio
indica que habría sido el Emir Muhammad, por tanto no antes de
setiembre del 852, quien habría procedido a expulsar a los
cristianos que ocupaban tales funciones en Palacio, mientras que la
destitución de José habría sido anterior. Y, en segundo lugar, el
sintagma en cuestión contiene con claridad una hipálage, debiendo
traducirse así: "el servicio en el palacio del príncipe". Por tanto
queda en pie la hipótesis más evidente: principatus es un
abstracto que se refiere a la corporación, a la dignidad y a las
funciones propias de los principales de la curia. Por
supuesto que la desgracia de José habría supuesto entonces la
expulsión de la familia de Eulogio de una dignidad tenida por la
misma por tradición familiar, pues en ese momento además de Eulogio
-un clérigo que no podía acceder a la curia según la legislación
romana-, José era el único varón superviviente de la familia 76.
La continuidad, y en posiciones de privilegio e influencia, de una
familia de la nobleza municipal cordobesa, como la de San Eulogio,
en la segunda mitad del siglo IX, permite comprender mejor las
identificaciones y el imaginario étnico que existían entre los
medios dirigentes mozárabes cordobeses de la época, y que conocemos
especialmente bien. Así bastantes de los miembros de dicha nobleza,
incluso algunos de los que se habían convertido al Islam y contraido
matrimonio con árabes, se enorgullecían de proclamar las raíces
preislámicas de su prosapia añadiendo a su nombre el calificativo de
"godo". Además esa nobleza mozárabe se esforzaba en mantener unos
hábitos culturales y modos de vida, entre ellos su religión y su
cultura latina, que coincidían totalmente con los de sus
predecesores de antes del 711. Y ello a pesar de que este
tradicionalismo les suponía más de un handicap para sus
aspiraciones de poder político en el Estado omeya 77.
Los orígenes del Condado, y después Reino de Aragón, se encuentran
ligados a la fortuna del linaje del conde carolingio Aznar Galindo,
emparentado con el fundador de la primera dinastía navarra, Iñigo
Arista 78. Referencias al linaje y a las relaciones de parentesco de
este Aznar Galindo se encuentran en las llamadas "Genealogías de
Roda"79. En las que el antropónimo Galindo aparece de forma repetida
en tres linajes, hasta el punto que pudiera considerarse como un
auténtico "nombre de familia": los de Galindo Belascotenes (§19),
Aznar Galindo (§2), y Galindo Jiménez de Pinitano (§8).
La familia de Galindo Belascotenes sólo aparece mencionada de
pasada, para recordar que aquél era el padre de García el Malo,
casado con una hija de Aznar Galindo; aunque algunos datos más
tendríamos del personaje si le identificáramos con el Ibn Balaskut
de las fuentes hispanoarábigas. En todo caso se trataría de una
familia poderosa; emparentada con la de Aznar Galindo, pero rival de
ésta por el control del primitivo Condado aragonés 80. El linaje de
Aznar Galindo sería el mejor conocido, por constituir al final el
origen de la histórica dinastía condal aragonesa. De procedencia
también aragonesa 81, además de emparentar con la familia de Galindo
Belascotenes lo haría con el linaje de Iñigo Arista 82, que a
principios del siglo IX se afianzó en el dominio de Pamplona, y con
los aliados y parientes de este último, los muladíes Banu Qasi, que
antes de la invasión islámica habían dominado en Olite y Ejea 83. El
tercer linaje, el de Galindo Jiménez, parece radicado en la zona de
Sos del Rey Católico 84 y el vecino valle del río Veral, si
consideramos hijo 85 de este Galindo Jiménez al Jimeno Galindez de
Berale de las Genealogías (§24). Estos dos últimos linajes todavía
mantenían como nombre de familia el antropónimo Galindo a mediados
del siglo X, si consideramos descendientes suyos respectivamente a
los dos barones Galindo Ysinari et Scemeno Galindonis iudicantes
Aragone de un documento del 94886. De esta forma podríamos
hablar de unos linajes nobiliarios caracterizados por el antropónimo
Galindo cuya esfera de poder a finales del siglo VIII se extendía
por la porción occidental del Pirineo oséense, desde Boltañá hasta
Sos. Tal vez descendieran todos ellos de un mismo tronco común de
tiempos visigodos, al que perteneciera propiamente el nombre
Galindo.
Ciertamente los tres linajes Galindo de las Genealogías de Roda usan
de antropónimos de tradición vasco-navarra: Velasco, García, Jimeno
y Aznar87. Pero, a diferencia de los otros dos grandes linajes
navarros de los Arista y Jiméno, con los que emparentarían, las
diversas familias Galindo ofrecen también desde un principio
muestras de una onomástica de tradición gótica. La mujer de Aznar
Belascotenes se llamaba Fakilo, nombre que reaparece testimoniado en
Bigorra en los siglo IX y X88. Oria, hermana89 de Jimeno Galindonis
de Beral y esposa de un Guntislo, bastardo de Galindo Aznar II, era
hija de un tal Quintila (§24)90. Con relación a la familia de Aznar
Galindo conocemos una Aylo91, hija del fundador de la casa condal
aragonesa, una Andregoto (§24), su tataranieta , un Miro (§24),
también tataranieto del mismo, y el ya citado Guntislo.
Visigotismo onomástico que parece convenir perfectamente con los
orígenes del mismo nombre Galindo. Porque la verdad es que éste se
corresponde con un antiguo etnónimo, los Galindai. Éstos en
otro tiempo constituyeron una fracción popular de los Aestios de
Prusia Oriental, citados por Tácito92 como emparentados
lingüísticamente con los britanos; tal vez un grupo protobáltico que
desde muy pronto habría recibido influencias germanizantes de
pueblos asentados en su vecindad. Los Galindai fueron ya
mencionados por Tolomeo como vecinos de los Sudinoi 93;
y su nombre se conservaría en una comarca medieval de Prusia (Galanda,
actual Golenz), ocupando una buena parte de la meseta lacustre de la
misma94. Los Galindai, como el resto de los Aestios, entraron
en un contacto estrecho con los Gutones con motivo del asentamiento
de estos últimos en el bajo Vístula. Nada extrañaría, por tanto, que
algunos linajes de los Galindai bálticos se unieran a la gran
migración gótica, que les habría conducido primero a las llanuras de
Ukrania y finalmente a la Aquitania y la Península ibérica,
posibilitando así la posterior reaparición de tal nombre, ya como un
antropónimo vinculado a nobles linajes, en los Pirineos occidentales
95.
Esta larguísima e inaudita emigración de los Galindo podría
explicarse todavía mejor si consideramos que el famoso linaje real
visigodo de los Baltos tenía también su origen en un antiguo grupo
étnico de la zona báltica, concretamente en la isla llamada Basilia
o Baltia96. Los Galindo del siglo VIII hundirían así sus raices en
una antiquísima Sippe goda que habría estado estrechamente
vinculada con la poderosísima de los Baltos. Habiendo esta última
protagonizado la etnogénesis visigoda y el Landnahme aquitano
del 418 es lógico que sus Hausherren se beneficiaran en grado
sumo del primer asentamiento y reparto de tierras: de ahí su
enraizamiento social y económico cuatro siglos después en una zona
muy próxima al primitivo asentamiento godo. Los Galindo habrían
podido tomar pie en estas tierras pirenaicas al mismo tiempo que los
grupos de Taifales de Tafalla 97, y habrían conservado un cierto
recuerdo de su identidad étnica hasta fechas muy tardías, al igual
que éstos. Pero los Galindo también se habrían aculturizado, habrían
emparentado con linajes vascones de la zona y habrían sabido aliarse
interesadamente con los poderes dominantes a uno y otro lado de la
gran cordillera, según fuera lo más conveniente para sus intereses.
Como en tantas otras ocasiones unos linajes nobles de origen muy
foráneo habrían sido pieza clave para procesos de coagulación étnica
y política, en este caso de los grupos euskéricos del Pirineo
occidental. El visigotismo de los Galindo sin duda ayudaría también
a comprender el surgimento de un neogoticismo en la naciente
Monarquía navarra de finales del siglo IX 98. Algo parecido había
podido producir entre los cristianos cántabro-astures-vascos el
linaje visigodo de Alfonso.
Los orígenes históricos navarro-aragoneses parecen así liderados por
los intereses y tradiciones culturales y étnicas de linajes
nobiliarios como los Galindo. Consecuentemente no parecería lógico
que entre éstos últimos fueran más determinantes otras tradiciones
que se remontasen a los tiempos prerromanos de los vascones
euskéricos. Sin embargo una curiosa historia referida por las
Genealogías ha dado pie para sostener el primitivismo gentilicio y
pagano de las familias de Galindo Belascotenes y Aznar Galindo.
Concretamente me refiero a la afrenta sufrida por García el Malo en
el hórreo de la aldea de Bellosta por obra de su cuñado Centolle
Aznarez; en venganza de la cual García habría dado muerte a su
cuñado, repudiado a su mujer Matrona, hija de Aznar Galindo, y con
la ayuda de Iñigo Arista y los Banu Qasi expulsado a éste de su
condado aragonés".
Basándose en una vieja sugerencia de Cirot 100 -que creía ver en la
supuesta broma (inluserunt) una referencia encubierta a nada
menos que un adulterio incestuoso entre Matrona y su hermano
Centolle- Vigil y Barbero interpretaron el hecho a la luz de sus
conocidas ideas sobre el primitivismo sociopolítico y cultural de
las poblaciones del septentrión peninsular en aquellos siglos.
Concretamente ambos autores veían en el supuesto adúltero incesto, y
en su realización dentro de un hórreo y el día de San Juan, la
pervivencia de antiquísimas tradiciones matriarcales y cultos a la
fertilidad prerromanos; para superar las reglas hereditarias
matriliniales los varones de los incipientes linajes feudales se
verían además impelidos a uniones incestuosas con las hembras de su
mismo linaje, con lo que rompían también la tradicional exogamia101.
Realmente a uno se le hace difícil pensar que autores del último
cuarto del siglo XX hayan podido escribir unas páginas más llenas de
errores epistemológicos y hermeneúticos, tanto en el detalle como en
el método. Sólo la soberbia y el fanatismo marxista, padre de la
ignorancia bibliográfica y madre del esquema apriorístico, pueden
ayudarnos a comprenderlo102.
Error de método es la ignorantuela confusión entre matriarcado y
matrilinialidad, con la implícita aceptación de las tesis de
Bachhofen sobre un común y primordial matriarcado en todas las
sociedades humanas; sin duda conocer lo que Rádcliffe-Brown publicó
ya en 1935 hubiera sido útil 103. Tampoco parece recomendable un
análisis dogmático de hechos sociales y culturales singularizados,
sin situarlos dentro de una estructura, y comparándolos con hechos
folklóricos y sociológicos de épocas y realidades socioculturales
muy diversas104. En fin, los autores no toman en consideración los
restantes testimonios que delatan una organización sociopolítica,
económica y cultural para aquellas tierras y gentes que resultan
contrarias a tales supuestas pervivencias prerromanas. Así olvidan
que Bellosta pertenece a la comarca de Boltañá, donde a mediados del
siglo VI el testamento del obispo Vicente de Huesca permite conocer
una realidad socioeconómica y religiosa nada primitiva ni prerromana
105; por no volver a recordar la multiplicidad de monasterios y la
riqueza libraría de los mismos en esas tierras pirenaicas a mediados
del siglo IX.
Respecto a errores de detalle, pero fundamentales, no estará de más
señalar que el verbo Mudo no está testimoniado como un
eufemismo para referirse a un adulterio e incesto: puede ser que
para algunas gentes de hogaño ambas cosas sean "un juego", pero para
las de antaño eran algo mucho más serio. Para indicar tales delitos
sexuales lo normal era utilizar verbos como fornicare o
peccare, y era normal especificar con claridad el hecho sin
utilizar eufemismos 106. De haberse tratado de un adulterio
incestuoso, domina consintiente, con más motivo que al
adúltero se debería haber castigado con la muerte a la adúltera, y
no sólo con un repudio. En fin, Mudo tiene un uso por lo
general intransitivo, y en un latín corrupto, tendente ya al
romance, hubiera sido más lógico una construcción del tipo
inluserunt de eo. Por todo ello parece lo más conveniente volver
a una antigua conjetura de Serrano y Sanz 107, de acuerdo con la
cual inluserunt sería un error por incluserunt;
restitución que explicaría muy bien tanto el uso del simple
acusativo (eum) como la precisión locativa in orreo.
Ciertamente que la encerrona en un hórreo y en una fecha tan
señalada no debió gustar a García el Malo. Su venganza puede
calificarse de ruda, pero no denotaría ningún survival
matriarcal ni pagano. Los Galindo podían ser expeditivos y más o
menos brutales, pero no se divertían recreando viejas ceremonias
hierogámicas. Eran cristianos, podían hablar euskera, pero mandaban
escribir en latin y se sentían también herederos de los visigodos.
Una vez más la historia de los individuos y de las tradiciones
familiares puede ser más iluminadora en el análisis histórico, a la
hora de descubrir continuidades, que las de supuestas creencias
colectivas e intereses de clase.
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NOTAS
1. Sobre el concepto de etnogénesis y la importancia de un
"mito-motor" en la constitución y consolidación de una etnia vid.
A.D. Smith, The Ethnic Origins of Nations, Oxford, 1986, 15 y
57 ss. En el caso hispano los "mito-motores" en el complejo
ideológico de la Reconquista (cf. R. Homet, "La pérdida de España",
mito motor de la Reconquista, Temas Medievales, 4, 1994,
89-113) fueron tanto dinásticos como comunales; pues, por un lado,
la dinastía aslurleonesa alfonsina se consideró pronto descendiente
directa de los reyes godos, y por otro se consideró a su populus
compuesto en buena parte por los godos que huyeron a las
montañas ante la invasión islámica y por las gentes que mantuvieron
su religión cristiana.
2. Una formulación rotunda de lo cual se encontrará en J.A. Maravall,
El concepto de España en la Edad Media, 2ª ed. Madrid, 1964,
249 ss.
3. Vid., por ejemplo, M. Tarradell, en J. Vicens Vives (ed.),
Historia social y económica de España y América, I, 2ª
ed.,
Barcelona, 1972, 178 ss.; J.A. García de Cortázar, Historia de
España Alfaguara II. La época medieval, Madrid, 1973, 16 ss.;
J.Mª Lacarra, Estudios de Alta Edad Media española, Valencia,
1971, 53 ss.
4. Hydat., a.a. 464, 229.
5. K.F. Stroheker, Germanentum und Spätantike, Zürich, 1965,
76; J.R. Martindale, ed., The Prosopography of the Later Román
Empire, II, Cambridge, 1980, 258.
6. P.C. Díaz Martínez, Estructuras de gobierno local en la
Antigüedad Tardía. Un estudio regional: el N.O. de la Península
Ibérica en el siglo V, Studia Zamorensia Histórica, 8, 1987,
245 ss.
7. De cuya autenticidad hoy no parece que se pueda dudar. Cf. K.
Schäferdiek, Die Kirche in den Reichen der Westgoten und Suewen
bis zur Errichtung der westgotischen katholischen Staatskirche,
Berlín, 1967, 128 ss. con la bibliografía anterior, en especial el
estudio de P. David (Eludes historiques sur la Galice et le
Portugal du VIe au Xlle siécle, Lisboa-París, 1947,19-82). La
edición última del documento en Itineraria et Alia Geographica
(CCh.SL, 175, Turnhout, 1965), 413-420.
8. Parr.Suev., III,4. Cantabriano podría localizarse en el
valle del rio Cambra (A. de Sousa, Topónimos do Paroquial suevo,
Boletim mensual da Sociedade de Língua Portuguesa, XIV, 1, 1963,
7, aunque con no mucha verosimilitud).
9. Trasladada desde la antigua Conimbriga a su emplazamiento actual
-el antiguo municipio romano de Eminio, sobre el Mondego- con
anterioridad al 569 (cf. P. Merea, Sobre os origens do concelho de
Coimbra, Revista Portuguesa de Historia, I, 1941, 51; K.
Schaferdiek, Die Kirche in den Reichen der Westgoten und Suewen,
208 nota 223).
10. Conc. I Mérida, suscripciones; vid. L.A. García Moreno,
Prosopografía del Reino visigodo de Toledo, Salamanca, 1974,
177; J.R. Martindale, ed., The Prosopography of the Later Román
Empire, II, 259.
11. Isid.,Virs.ills., 28
12. A la bibliografía previa reunida en L.A. García Moreno,
Prosopografía del Reino visigodo de Toledo, Salamanca, 1974 91
nota 2, añadir J. Fontaine - P. Cazier.Qui a chasse de Carthaginoise
Severianus et les siens? Observations sur l'histoire familiale
d'Isidore de Seville, en Estudios en Homenaje de Don Claudio
Sánchez Albornoz en sus 90 años, I,Buenos Aires, 1983,370 ss.
13. Esto se deduciría de Leand.,Regula, 31, según la cual
Isidoro sería con mucho el más joven de los tres, habiendo nacido la
precedente Florentina a punto de salir la familia de Cartagena (vid.
J. Fontaine - P. Cazier, art.cit.,361 ss., que piensan hasta en sólo
una posible concepción, no nacimiento real, de Florentina en su
patria de origen).
14. Vid. L.A. García Moreno,Prosopografía, 91 nota 2 y la
bibliografía citada.
15. J. Fontaine - P. Cazier, Qui a chasse de la Carthaginoise
Severianus et les siens, 379 ss.
16. Seguimos pensando que esta es la interpretación más lógica de
Leand.,Regula,31,...terra enim cui ciues erepti sunt et concessi
extranei, mox ut dignitatem perdidit, caruit et fecunditatem
(expropiación que es también admitida -aunque discuta el autor de la
misma- por J. Fontaine -P. Cazier, art.cit., 359 nota 25 y 386 n.
88). Cf. también L.A. García Moreno, Colonias de comerciantes
orientales en la Península ibérica,Habis, 3,1972,150.
17. Vid. L.A. García Moreno,Prosopografía, n° 178 y 179.
18. L.A. García Moreno,ob.cit., n° 192.
19. Esta ascripción a dicho linaje ha sido defendida con muy buenos
argumentos por M. Rouche, Brunehaut, wisigothe ou romaine?, en A.
González Blanco, ed.,Los Visigodos. Historia y Civilización,
Murcia, 1986,108 ss.
20. Cf. L.A. García Moreno, en Historia de España R. Menéndez
Pidal, III,1,159 ss. Esta relación que establecemos aquí entre
el linaje de Atanagildo y la familia de Isidoro tiene ciertamente
que superar una dificultad; pues, como muy bien ha sugerido R.
Collins (en E. James, ed.,Visigothic Studies. New Approaches,
Oxford, 1979,210 nota 2; id., Early Medieval Spain. Unity and
Diversity, 400-1000, Londres, 1983,39), en su Historia
Gothorum el hispalense parece minimizar sistemáticamente a
Atanagildo (así en la Chronica no se le da el título de
rex, y en la Hist.Goth., 46 y 47 se le califica de
tirano, es decir, usurpador). Tal vez lleve razón S. Teillet (Des
goths a la Nation gothique, París, 1984,473 ss.) de que dicha
animadversión se limite a Atanagildo por haber éste traido a los
bizantinos a España.
21. Bicl.,a.a.,579,2; Greg.Tur.,Hist.Franc.,IV,3,8 y V,38.
22. Cf. L.A. García Moreno, Gothic survivals in the Visigothic
Kingdoms of Toulouse and Toledo, Francia, 21.1, 1994, 10.
23. Bicl.,a.a.,579,3. Para la interpretación del factione
Gosvinthae que aquí proponemos vid. L.A. García Moreno, La
coyuntura política del III Concilio de Toledo, 275 con toda la
bibliografía anterior.
24. Greg.Mag.,Díal., III,31 (cf. L.A. García Moreno,Prosopografía,
n° 92 y nota 5 con toda la bibliografía anterior, a la que hay
que sumar J. Fontaine - P. Cazier,Qui a chasse de Carthaginoise
Severianus et les siens?,390; a este respecto también es interesante
una versión de la Hist. Goth., 49 de Isidoro «mss. de la
Academia de la Historia de Madrid, A-189 del siglo XII» en la que se
lee partim uxoris moneritis, partim Leandri episcopi predicatione
cf. M.C. Díaz y Díaz Malecta Sacra Tarraconensia, 31,1958,
267 nota 27). Vid. también Isid.,Vírs.Ills.,41.
25. Isid.,Virs.Ills., 28. Cf. L.A. García
Moreno,Prosopografía, n°178; y U. Domínguez del Val,San
Leandro de Sevilla y la lucha contra el Arrianismo, Madrid,
1981,41 ss.
26. Greg.Tur.,Hist. Franc., IX,1 y 16; cf. L.A. García Moreno,
La coyuntura política del III Concilio de Toledo, 281 ss.
27. Lo que es proclamado de forma evidente por el neutro Bicl., a.a,590.1.
28. Cf. L.A. García Moreno, La Andalucía de San Isidoro, en Actas
del II Congreso de Historia de Andalucía. Historia Antigua,
Córdoba, 1994, 569-571.
29. C.ÍV de Toledo,20 y vid. J. Fernández Alonso,La cura
pastoral en la España romanovisigoda, Roma,1955,48-50. M .C.
Díaz y Díaz, San Isidoro de Sevilla. Etimologías, I, Madrid,
1982,104 calcula arbitrariamente la fecha de nacimiento sobre la
base de que no conculcaría dicha norma su nombramiento episcopal.
Pero hay que tener en cuenta que hacia el 587 Leandro (Reg.,31)
habla de su hermano Isidoro como todavía muy joven, y que hacía no
mucho que su madre al morir había encomendado a los otros tres
hermanos el cuidado del pequeño Isidoro (y su madre todavía vivía
cuando Leandro concibió la idea de volver a Cartagena); y en todo
caso Isidoro habría nacido después de la marcha de su familia de
Cartagena, cosa que tuvo lugar después del 552. Que sepamos Isidoro
se encontraba en plena madurez y vigor en el 633, cuando el Concilio
IV de Toledo, cosa difícil de suponer en un hombre mayor de sesenta
años.
30. Así Isidoro parece ser el redactor del importante decretum
Gundemari (editado en J. Vives, Concilios visigóticos e
hispano-romanos,Barcelona-Madrid, 1963,136). Que el texto rezuma
conceptos y vocabulario jurídicos típicamente isidorianos fue ya
señalado en su día por J. Sejourné,Saint Isidore de Séville. Son
role dans l'histoire du Droit canonique, París, 1929, 86-91.
Sobre el decreto vid. además, J. Orlandis, Die Synoden auf der
Iberischen Halbinsel bis zum Einbruch des Islam (711), Paderborn,
Munich-Viena-Zürich, 1981, 133-137 y I.-F. Rivera Recio,
Encumbramiento de la Sede Toledana.Hispania Sacra, 8,1955,15-21. El decreto refleja bien las aspiraciones políticas
tradicionales de la familia de Severiano, con su oposición frontal a
la presencia del poder de Bizancio en el sur hispano: cf. L.A.
García Moreno, Los orígenes de la Carpetania visigoda, en J. Alvar,
Toledo y Carpetania en la Edad Antigua, Toledo, 1990, 246
ss. Es en este contexto en el que convendría entender la machacona
insistencia en el término imperium, y no como reflejo de
ciertas aspiraciones "imperializantes" de Gundemaro contrarias al
predominio nobiliario (aunque en un sentido distinto: D. Claude,
Adel, Kirche und Kónigtum im Westgotenreich, Sigmaringen, 1971,
75 ss.).
31. Ignoramos todo de los orígenes familiares de Sisebuto, por lo
que no parece probable que en realidad perteneciera al linaje de
Recaredo I. Sin embargo el nombre de su hijo y sucesor, Recaredo II,
puede ser un testimonio de una posible falsificación genealógica
para legitimar su intento de fundar una dinastía. Como sabemos en
los usos onomásticos de la época, y concretamente en el caso de la
nobleza gótica, era normal otorgar al nieto el nombre de su abuelo
(vid. el matizado H. Castritius, Namenkundliche Argumentation am
Beispiel der Amaler Sippe,Beitrage für Namenforschungen,
20,1985, 259), máxime si este último era prestigioso; de tal forma
que con el nombre de Recaredo Sisebuto pudo tratar de ligar su
familia a la de Atanagildo-Leovigildo-Recaredo, haciendo un salto
sobre
los más efímeros reinados de Liuva II, Witerico (claramente
deslegitimado por el vocero regio que era Isidoro) y Gundemaro. Lo
que desde luego carece de todo fundamento es la falsa genealogía
medieval que hizo de Suintila un hijo de Recaredo I, que todavía
acepta -pero hace lo mismo con los llamados "Falsos cronicones"
(!!)- H. Livermore,The origins of Spain and Portugal,
Londres, 1971,196, aunque ya la rechazó en su día F. Górres, Die
Religionspolitik des spanischen Westgotenkónigs Swinthila, des
ersten katholischen "Leovigild', Zeitschrift für
wissenschaftliche Theologie, 1906,256 ss.
32. Isid.,Hist. Goth.,61 y 62: Fredeg.,IV,33; Epist.Visig.,2;3
y 4; CU de Sevilla, 1 y 2. Cf. L.A. García Moreno,en
Historia de España fundada por R. Menéndez Pidal. España visigoda,III,1
Madrid, 1991, 216-218.
33. Cf. L.A. García Moreno, La oposición a Suintila: Iglesia,
Monarquía y Nobleza en el Reino Visigodo, Polis, 3, 1991,
17-23; id., La Andalucía de San Isidoro, 576 ss.
34. Cf. D. Claude, Adel, Kirche und Konigtum, 97 ss.; L.A.
García Moreno, El fin del Reino visigodo de Toledo, Madrid,
1975, 152 ss.; J. Orlandis, Die Synoden auf der lberischen
Halbinsel bis zum Einbruch des Islam (711), Paderborn-Munich-Viena-Zürich,
1981, 166 ss.
35. lord., Get., 146. Lo segundo se desprende de la misma
afirmación de Jordanes (Getica, 42) de que los miembros de la
estirpe Balta habían ejercido la realeza entre los Visigodos como
los de la Amala entre los ostrogodos.
36. Cf. L.A. García Moreno, Genealogías y Linajes Góticos en los
Reinos Visigodos de Tolosa y Toledo, en L. Wikstrom (ed.),
Genealógica & Heráldica. Repon of The 20th International Congress of
Genealogical and Heralic Sciences in Uppsala 9-13 August 1992,
Estocolmo, 1996, 61 ss,
37. Sid.Apoll., Carm., VII, 505 afirma que Teodorico, hijo de
Teoderido, era nieto de Alarico, y sabemos que este último debió
morir sin hijos varones, y las fuentes nada dicen de una filiación
directa de Teoderido respecto de Alarico, cf. J.R. Martindale, ed.,
The Prosopography of the Later Román Empire, II, 1070; R.
Wenskus, Balthen, en Reallexikon der germanischen Altertumskunde,
2, 2ª ed., Berlín-Nueva York, 1976, 14; H. Wolfram, Histoire
des Goths, (Trad. del inglés), París, 1990, 45.
38. Olymp., fr. 10 (= Soz., 9, 8,2; Zos., 5, 37, 1); y Oros.,
7,40,2.
39. lord., Get., 158;
Marcell.com., s.a. 410; y F. Lotter, Die germanischen
Stammesverbände im Umkreis des Ostalpen-Mitteldonau-Raumes nach der
literarischen Überlieferung zum Zeitalter Severins, en H. Wolfram
-A. Schwarcz, edd., Die Bayern und ihre Nachbarn , I, Viena,
1985, 33.
40. Como en su día propuso K.A. Eckhardt, Die Nachbenennung in den
Königshäusern der Goten, Südostforschung, 14, 1955, 34-55,
pero según señala su autor el trabajo lo inició en 1945 cuando se
encontraba reponiéndose de sus heridas como prisionero de guerra en
un injusto hospital militar de Innsbrück.
41. H.-W. Klewitz, Namengebung und Sippenbewusstsein in den
deutschen Königsfamilien des 10. bis 12. Jahrhunderts. Grundfragen
historischer Genealogie, Archiv fur Urkundenforschung und
Quellenkunde des Mittelallers, 1944, 23-37; H. Castritius,
Namenkundliche, 259 ss.
42. Zosim., IV,34,3. Cf. H. Wolfram, Histoire des Goths, 75 y
77; H. Wolfram, Gotische Studien, I, Milteiiungen d. Instit.f.
Österr. Geschichte, 83, 1975, 4-12; seguido por A. Schwarcz, Die
Westgoten und das Imperium im 4. Jahrhunder, en Los Visigodos.
Historia y civilización, 18.
43. Venant.Fort., Carm., (ed. MGH AA, VI, 1, 128 v.
124): nobilitas excelsa nitet, genus Athanagildi; M. Rouche,
Brunehaut. 108 ss.
44. Isid., Hist.Goth., 6-11.
45. Este tipo de listas reales suponía un compendio de esas
Stammestraditionen en lo tocante a la legitimidad de las
aspiraciones a la realeza de una determinada familia o estirpe,
además de continuar una tradición de los Laterculi
imperiales anexos a las codificaciones legales, como muy bien se
observa en el caso lombardo de la lista real unida al Edicto de
Rotario, cf. D.N. Dumville, Kingship, Genealogies and Regnal Lists,
en P.H. Sawyer- l.N. Wood, edd., Early Medieval Kingship,
Leeds, 1977, 94.
46. Ed. MGH.Chron.min., III, 464.
47. Sobre la historia del Reino de los Suevos en el noroeste
hispánico el mejor estudio moderno es el de S. Hamann,
Vorgeschichte und Geschichte der Sueben in Spanien, Diss.
Munich, 1971, que puede también completarse con los trabajos de E.A.
Thompson, The end of Román Spain, I, Nottingham Medioeval
Studies, 20, 1976, 428, II, ibidem, 21, 1977, 3-15, III,
ibidem, 22, 1978, 15-22, id., The Conversión of the Spanish
Suevi to Catholicism, en E. James, ed., Visigothic Spain: new
approaches, 77-92. Por el contrario la monografía de C. Torres,
Galicia Histórica. El Reino de los Suevos, La Coruña, 1977
tiene un exceso de páginas y de conclusiones no contrastadas en las
fuentes, y rezuma un romántico y anacrónico "nacionalismo" gallego.
48. Vid. D. Claude, Prosopographie des spanischen Suebenreiches,
Francia, 6, 1978, n° 34, 67 y 66.
49. Vid. D. Claude, Prosopographie des spanischen Suebenreiches, nº
10, 79, 49, 22. Más problemática es asegurar la existencia de un rey Cararico, mencionado sólo por Gregorio de Tours (De
virt.S.Martini, I,II) hacia el 555 y puesto en relación con la
conversión al Catolicismo de la Monarquía sueva a causa de la
milagrosa curación de su hijo. Pues la verdad es que su nombre
coincide curiosamente con el de un rey franco, rival de Clodoveo,
citado por Greg.Tur., Hist.Franc,II,41. Este Cararico sena
eliminado por Clodoveo tras su victoria sobre los Alamanes,
tenía también como el suevo un hijo varón; y ambos debían ser
católicos en el momento de su muerte, pues antes de su ejecución
Clodoveo le hizo tonsurar, convirtiendo al padre en presbítero y al
hijo en diácono. Se muestra contrario a la existencia de Cararico
E.A. Thompson, The Conversión of the Spanish Suevi, 88 y C. Torres,
Galicia Histórica. El Reino de los Suevos, 197-204; mientras
que son favorables S. McKenna, Paganism and Pagan Survivals in Spain up to the Fall of the Visigothic Kingdom, Washington D.C.,
1938, 81-82; K. Schaferdiek, Die Kirche in den Reichen der
Westgoten und Suewen, 247 ss., que acepta S. Hamann,
Vorgeschichte, 147 ss.; y D. Claude, Prosopographie des
spanischen Suebenreiches, n° 18.
50. Hydat., 90.
51. Cf. D. Claude, Prosopographie des spanischen Suebenreiches, n°
33.
52. Sid.Ap., Carm., II,361-370; 486; V, 266-68
53. Aunque resulta totalmente arbitrario considerar que el padre del
poderoso patricio fuera el ya citado Heremigario, como quiso C.
Torres Rodríguez, Reckiario, rey de los Suevos. Primer ensayo de
unidad peninsular, Boletín de la Universidad Compostelana,
65, 1957, 141.
54. Cf. L.A. García Moreno,en Historia de España fundada por R.
Menéndez Pidal,III,I,116ss.
55. D. Claude, Prosopographie des spanischen Suebenreiches, n° 30,
31 y 68.
56. La pertenencia a la nobleza nuclear del Heerkönigtum
suevo explicaría el que él y su esposa hubieran marchado a
Tolosa, sin duda como apreciados rehenes o cautivos, cuando la
conquista del Reino suevo por Teodorico II, cf. Hydat., 220. Por otro
lado debe notarse la tradicional aliteración y variatio que
se observa en los nombres de los varios reyes suevos del siglo V:
Requila, Requiario, Requimundo y Remismundo; siendo los dos primeros
padre e hijo, y seguros miembros de la sippe real sueva. En
el caso de Remismundo podría pensarse incluso en un hijo del propio
Requiario y de la princesa goda hija de Teoderido-Teodorico I, pues
el componente -mundus se testimonia en otro de los hijos de
este rey visigodo, Turismundo. Su misma pertenencia agnaticia a la
familia real visigoda habría salvado la vida a éste Remismundo, y
explicaría mejor su residencia en la Corte de Tolosa en el 461 y que
hubiera que esperar hasta el 465 para consumar su matrimonio con una
noble -¿princesa?- visigoda, cf. Hydat., 226, pues un tal hijo del
suevo Requiario y nieto del visigodo Teoderido no había podido nacer
antes de finales del 449, cf. Hydat., 140. También podría ser un
hijo de Requiario Requimundo, pero sin duda de un matrimonio
anterior al de aquel con la princesa goda, lo que explicaría la
hostilidad hacia él por parte de la Corte de Tolosa; desde luego es
insostenible que fuera hijo del suevo Maldras, como supone una
versión de la Historia Sueborum § 89 de Isidoro de Sevilla,
pues a Requimundo le sigue como rey una facción sueva contraria a
aquel, la invención de Isidoro se habría debido al deseo de éste de
demostrar la herencia paternofilial de la realeza); posición
subordinada de Remismundo que se habría institucionalizado mediante
una Waffensohnschaft (Hydat., 226).
57. Hydat., 181; 188; 190; 193; 195; 198.
58. Hydat., 181.
59. Vid. J.M. Piel - D. Kremer, Hispano-gotisches Namenbuch,
Heidelberg, 1976, 197 (para Mal- solamente, pues Mas-
ni siquiera lo examina).
60. Bicl., a.a. 585, 6.
61. Suscribieron, respectivamente, las actas de los Concilios I
(561) y II (572) de Braga.
62. Cf. D. Claude, Prosopographie des spanischen Suebenreiches, n°
42 y 45. Desgraciadamente todavía no contamos con una edición
crítica moderna de las actas de ambos concilios, sin embargo la
edición de F.A. González (Collectio canonum Ecclesiae Hispanae,
Madrid, 1808, 606) trasmite la lectura Maliciosus como
propia de dos códices de la Hispana, indicio de la corrupción
sufrida por un nombre no latino en manos de copistas poco
diligentes. En caso de ser un mismo nombre se podría éste restituir
preferentemente como Malioc (así A. Tovar, Un obispo con
nombre británico y los orígenes de la diócesis de Mondoñedo,
Habis, 3, 1972, 156).
63. Vid. por ejemplo el rey burgundio Gundioc (Jordanes,
Get., 231).
64. Desde luego rechazamos una supuesta estirpe céltico-britona para
el nombre de este obispo Mailoc, propuesta en su día por A. Holder
(Alt-celtischer Sprachschatz, II, Leipzig, 1904, 390), que se
ha solido seguir (cf. por ejemplo J. Orlandis, Estudios sobre
instituciones monásticas medievales, Pamplona, 1971, 109; K.
Schaferdiek, Die Kirche in den Reichen der Westgoten und Suewen,
133 nota 97) sin mayor fundamento lingüístico (vid. así las
dificultades que tiene M. Richards, Mailoc, Habis, 3, 1972,
159, frente al optimismo de A. Tovar, Un obispo con nombre
británico, ibidem, 157), sobre la base de un supuesto
celtismo de la iglesia de Britonia que en su día sostuvo P. David
(Etudes historiques sur la Galice et le Portugal du VIe au Xlle
siécle, Lisboa, 1947, 57-63) que se ha solido
seguir (así E.A. Thompson, Britonia, en M.W. Barley - R.P.C. Hanson,
edd., Christianity in Britain, 300-700, Leicester, 1968,
201-205; J. Orlandis, op.cit., 106-112; K. Schaferdiek,
op.cit., 130 nota 89; A. García García, Ecclesia Britoniensis,
Estudios Mindimienses, 2, 1986, 121-132), pero que no parece
que tenga mayor fundamento que el nombre de la sede episcopal (así
se comprenden algunas reticencias de E.A. Thompson, art.cit., en su
nota 16, y de A. Ferreiro, A Reconsideration of Celtic Tonsures and
the Ecclesia Britoniensis in the Hispano-Roman-Visigothic Councils,
Annuarium Historiae Conciliorum, 23, 1991, 1-10; en todo caso
en el "parroquial suevo" se afirma que a la sede pertenecían otras
iglesias diocesanas, además del monasterio de S. Máximo).
65. Vit.Pat.Emer., V; cf. L.A. García Moreno,
Prosopografía del Reino visigodo de Toledo, n° 435.
66. Vit.Pat.Emer., V,2.
67. Según S. Teillet, Des Goths a la Nation gothique, 554 el
término gothus podría también interpretarse en un sentido
lato como indicativo de que su familia era arriana de religión; pero
el biógrafo nada dice de una previa conversión al Catolicismo de
Massona o de su familia, y todo parece indicar que ésta ya era
católica antes del episcopado de Massona.
68. Hydat., 188; 193.
69. Sobre la compleja historia religiosa de los Suevos en estos años
vid. K. Schaferdiek, Die Kirche in den Reichen der Westgoten und
Suewen, 112-120; E.A. Thompson, The Conversión of die Spanish
Suevi to Catholicism, en E. James (ed.), Visigothic Spain: New
approaches, Oxford, 1980, 78-81; L.A. García Moreno, La
conversión des Suéves au Catholicism et a l'Arianisme, en Actes
du XVe Centenaire du bapteme de Clovis. Colloque inter universitaire
et international, Reims 19-25 de setiembre, 1996, en prensa.
70. Un ejemplo preclaro de tales continuidades seria el de la famosa
familia de muladíes del valle medio del Ebro y Navarra de los Banu
Qasi; sobre los cuales vid. C. Sánchez Albornoz, Orígenes de la
Nación española. El Reino de Asturias, II, Oviedo, 1974,
577-592, con referencias a trabajos suyos anteriores; y A. Cañada,
El posible solar originario de los Qasi, en Homenaje a J.M"
Lacarra, Zaragoza, 1977, 33-38.
71. Alv., Vit.Eulog., 2: Eugenius, nobili stirpe
progenitus, Cordobe civitatis patrície senatorum traduce natus.
72. Cf. K.B. Wolf, Christian Martyrs in Muslim Spain,
Cambridge, 1988, 54 ss.
73. Eulog., Epist.Wiliesind., 8: saeva tyranni indignatio
eo tempore aprincipatu deiecerat.
74. Vid. S.J.B. Barnish, Transformation and Survival in the Western
senatorial Aristocracy C.A.D. 400-700, Papers of the Britsh
School in Rome, 56, 1988, 135 ss y 138; F. Gillard, The Senators
of Sixth Century Gaul, Speculum, 54, 1978, 685-697; y para
España: L.A. García Moreno, Los últimos tiempos del Reino visigodo
de Toledo, Boletín de la Real Academia de la Historia, 189,
1992, 440 ss.; id., Dos capítulos sobre administración y fiscalidad
del Reino de Toledo, en De la Antigüedad al Medievo. Siglos
IV-VIII. III Congreso de Estudios Medievales (Fundación
Sánchez-Albornoz), León, 1993, 306-311; lo que supone retomar la
vieja teoría E. Pérez Pujol, Historia de las instituciones
sociales de la España goda, II,VaIencia, 1896,283; contra:
C. Sánchez Albornoz, Orígenes de la Nación española. El Reino
de Asturias, I,Oviedo, 1972,236 y K.F. Stroheker, Germanentum
und Spatantike, 78 ss. Pero la verdad es que se hace difícil
seguir viendo epígonos senatoriales tardorromanos a estas alturas.
75. Eulog., Mem.Sanc, III,I. Identificación que parece asumir
D. Wasserstein, The Rise and Fall of the Party-Kings. Politics
and Society in Islamic Spain 1002-1086, Princeton, 1985, 245 ss.
n. 62.
76. Por eso Eulog., Epist.Wiliesind., 8 sigue diciendo que,
como consecuencia de ello, su familia era una destituta familia,
lo que sería una prueba más de que principatus encubría
más una dignidad, un status, que una función concreta, lo que
conviene a los principales pero no a los miembros de ese
ministerium palatino.
77. Cf. L.A. García Moreno, En las raíces de Andalucía (ss. V-X):
los destinos de una aristocracia urbana, Anuario de Historia del
Derecho Español, 65, 1995, 849-878.
78. Naturalmente optamos por identificar al conde Aznar, derrotado
en la segunda batalla de Roncesvalles (824) en compañía del conde
Eblo (Anuales Regni Francorum, s.a. 824: Vita Hludovici,
37, 320. Cf. C. Sánchez Albornoz, Miscelánea de estudios
históricos, León, 1970, 310), con el Aznar Galindo de las
Genealogías de Roda, lo que ciertamente no ha dejado de plantear
problemas (vid. C. Higounet, Les Aznar. Une tentative de groupement
des comtés gascons et pyrénéens au IXe siécle, Annales du Midi,
61, 1948, 9 ss. y C. Sánchez Albornoz, Miscelánea de estudios
históricos, 353 ss.). A favor de la identificación en mi opinión
juega la seguridad del parentesco de Aznar Galindo tanto con la
familia de Iñigo Arista (vid. infra nota 82) como con la de
los Banu Qasi; parentesco doble que parecen indicar las fuentes
carolingias al expresar el plural. Vínculos de parentesco que nos
son desconocidos en el caso de identificarle con el Aznar Sánchez,
conde franco en Gascuña.
79. Estas se denominan así por el nombre del códice en que se nos
han trasmitido. Su redacción original se piensa que fue en Nájera,
sede de la Corte navarra, y hacia el 980-990. Se trata por tanto de
una obra de inspiración y propaganda de la dinastía navarra del
momento, la llamada Jimena o segunda; de forma que su objetivo
último habría sido el de explicar las relaciones familiares que
unían a esta dinastía con sus predecesores de la primera, los
Arista, y con la dinastía condal aragonesa fundada por Aznar
Galindo. Sobre dichos textos genealógicos el estudio fundamental,
junto con edición y abundante comentario histórico, sigue siendo el
de J.Mª Lacarra, Textos navarros del Códice de Roda, en Estudios
de Edad Media de la Corona de Aragón, I, Zaragoza, 1945,
193-283. Sobre el códice de Roda hay una importante reseña
bibliográfica en M.C. Díaz y Díaz, Tres ciudades en el códice de
Roda: Babilonia, Nínive y Toledo, Archivo Español de Arqueología,
45-47, 1972-1974, 251 nota 1.
80. Vid. C. Sánchez Albornoz, Miscelánea de estudios históricos,
194; J.Mª Lacarra, Estudios de Historia Navarra,
Pamplona, 1971,42.
81. De §19 se puede deducir que el linaje tenía fuerza social en
villa Bellosta, que se identifica con el actual lugar de Las
Bellostas, ayuntamiento de Sarsa de Surta, y partido judicial de
Boltaña.
82. Con anterioridad al matrimonio de Onneca, nieta de Iñigo Arista,
con el nieto de Aznar Galindo, de igual nombre, que señalan las
Genealogías de Roda (§2 y 22), ya el propio Iñigo Arista debió
matrimoniar con una mujer de la familia de Aznar Galindo, del que
habría nacido un Galindo Enniconis citado por San Eulogio y por Ibn
Hay-yan (que le hace hijo de un Iñigo Iñíguez identificable con
Iñigo Arista muerto en 851; o con un hijo de éste, si se prefiere
hacer a Iñigo Arista hijo de Jimeno el Fuerte como apunta C. Sánchez
Albornoz, Miscelánea de estudios históricos, 196, aunque hay
que tener en cuenta que al-Udri llama a Arista Wannaqo ibn Wannaqo);
este Galindo Iñíguez se puso al servicio del emir cordobés y pudo
casar con una mujer de la familia de los Banu Qasi, pues un hijo
suyo, Musa ibn Galind, en el 870 era gobernador de Huesca y rebelde:
vid. C. Sánchez Albornoz, Miscelánea de estudios históricos,
245 ss. y 329 y notas 146 y 146 bis.
83. Vid. supra nota 70.
84. Pinitano corresponde al actual Pintano, un pueblo del partido
judicial de Sos, entre Undués y Bagues.
85. Pero vid. infra y nota 88.
86. Citados por J.Mª Lacarra, Textos navarros del Códice de
Roda, 245 nota 24.
87. Este último nombre en realidad no es euskera sino latino (Asinarius),
pero parece lo más verosímil que fuera una de esas
latinizaciones de típicos nombres vascos referidos a animales, como
el caso del bien conocido Lupus. El nombre emparentado de
Asellus aparece ya testimoniado en la Rioja en el siglo VI (Braul.,
Vit.Aemil., 34,22), una zona donde se documenta ya onomástica
euskérica (v.g. Munius, el topónimo Parpalines).
88. Vid. J.Mª Lacarra, Textos navarros del Códice de Roda, 241
nota 19.
89. El paso correspondiente de las Genealogías es ciertamente
difícil, pero el orden yuxtapuesto de palabras induce a entenderlo
así. En ese caso este Jimeno Galindonis no habría sido hijo de
Galindo Jiménez de Pinitano, o habría que suponerle hermanastro de
Oria.
90. Sería tentador identificar a este Quintila con el linaje de una
persona de igual nombre que a finales del siglo VIII era señor
independiente del castillo de Montgrony (sobre éste vid. A. Barbero,
La integración social de los 'hispani' del Pirineo oriental al
reino carolingio, en Mélanges offerts á Rene Crozet,
Poitiers, 1966, 71 ss.).
91. J.Mª Lacarra, Textos navarros del Códice de Roda, 240 nota 18.
92. Tac, Ger., 45.
93. Ptol., 111,5,9.
94. Cf. E. Kiessling, en RE, 13, 1910, 606-607 y 1815-1820.
95. L. Schmidt, Geschichte der deutschen Stamme bis zum Ausgang
der Volkerwanderung. Die Ostgermanen, Munich, 1934, 198.
96. H. Wolfram, Histoire des Golhs, 45 y 407 nota 39.
97. M. Rouche, L'Aquitaine des wisigoths aux árabes 418-781,
París. 1979, 533 nota 19; y especialmente L.A. García Moreno,
Asentamientos germánicos y surgimiento de poderes políticos en los
Pirineos occidentales (siglos V-VIII), en Actas del III Congreso
de Historia General de Navarra, en prensa.
98. A. Martín Duque, Algunas observaciones sobre el carácter
originario de la monarquía pamplonesa, en Homenaje a José María
Lacarra (= Príncipe de Viana, 47), Pamplona, 1986, 526 ss.
99. Genealogías de Roda, §19: Ista Matrona fuit uxor
Garsie Malo filium Galindi Belascotenes et domne Fakilo, et quare in
uilla que dicitur Bellosta inluserunt eum in orreo in diem Sancti
lohannis, occidit Centolle Asnari et dimisit sua filia, et accepit
alia uxor filia Enneco Aresta, et pepigit fedus cum illo et cum
mauros, et eiecit eum de comitato.
100. Bulletin Hispanique, 13, 1911, 437 y nota 15.
101. A. Barbero - M. Vigil, La formación del feudalismo en la
Península Ibérica, Barcelona, 1978, 348-353.
102. Pasiones ambas contrarias a la labor del historiador que se
reflejan muy bien en la misma introducción a ese libro, que se
termina con frases como éstas, que eximen de cualquier comentario:
"Sabemos que el nadar contra corriente en una disciplina de hábitos
tradicionales tan arraigados como es la historia, no favorecerá
nuestro futuro profesional. Sin embargo, creemos que después de
cuarenta años de respeto al principio de autoridad, en los que no ha
existido una crítica propiamente dicha, teníamos el deber de
utilizar la mayor libertad..." Sin embargo el Dr. Vigil en 1973
utilizó su autoridad de catedrático de la Universidad franquista
para expulsar de la Universidad de Salamanca a quien con 22 años era
el único Doctor, además de él, en el Departamento de su dirección.
103. Confusionismo que ya fue advertido por J.C. Bermejo, La
sociedad en la Galicia castreña, Santiago de Compostela, 1978,
18 ss.
104. Así llegan a relacionar el supuesto incesto de Matrona con
incestos actuales entre las gentes del Pirineo y una cierta
permisividad sexual en las actuales celebraciones de la noche de San
Juan, sin tener en cuenta motivos geográficos y sociológicos
evidentes.
105. Sobre el cual vid. A. Canellas, Diplomática
Hispano-Visigoda, Zaragoza, 1979, 126-128 (edición parcial,
aunque la mejor, con un estudio filológico más completo, es la de J.
Fortacín, La donación del diácono Vicente al monasterio de Asan y su
posterior testamento como obispo de Huesca en el siglo VI.
Precisiones críticas para la fijación del texto, Cuadernos de
Historia Jerónimo Zurita, 47-48, 1983, 7-70); F. Fita,
Patrología visigótica: Elpidio, Pompeyano, Vicente y Gabino,
obispos de Huesca en el siglo VI, Boletín de la Real Academia de
la Historia, 49, 1906, 148-166; P. Meréa, Estudos de Direito
visigótico, Coimbra, 1948,108 ss.; J. Campos, Vicente, Obispo de
Huesca y Calasancius, en el siglo VI, Analecta Calasanctiana,
23, 1970, 51-94.
106. Así en un documento de Irache del 1054 se dice de una hija de
García de Viguera: absenteque sorore mea que peccavit et
fornicata est cum frate suo (ed. J.Mª Lacarra, Colección
diplomática de Irache, I, Zaragoza, 1965, 18 ss.).
107. Citado por Lacarra, Textos del Códice de Roda, 241 nota 19.
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