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El culto a los santos, aquellos intercesores humanos ante la presencia divina, originó a lo largo de los siglos medievales una considerable producción escrita que se conoce como literatura hagiográfica. Estas obras, a pesar del empleo de los más diversos géneros, perseguían una idéntica finalidad: por una parte, informar sobre la santidad de un individuo, y por otra, mantener o incrementar su devoción entre los fieles. Sin embargo, estos textos hagiográficos, es decir los que tienen como protagonista a un santo¿ deben ser estudiados teniendo en cuenta no sólo el fin de su redacción, sino también las circunstancias que rodearon el momento en que se ponen por escrito, así como el espíritu que los inspiró. En cierto modo, se trata de una literatura funcional, elaborada frente a las necesidades de la celebración litúrgica en las festividades de los santos, y por ello estrechamente ligada a los santuarios donde este culto se celebraba. Generalmente, estas obras son resultado de la fijación escrita de una tradición oral próxima o lejana, pero cuyo mecanismo siempre obedece a las leyes del recuerdo y la memoria.1 Al mismo tiempo, estas narraciones son un excelente material histórico, no sólo por la información que se desprende a lo largo del relato, que para el hagiógrafo queda en segundo lugar pues el principal objetivo es la edificación espiritual de su público, sino sobretodo porque proporcionan al historiador una indiscutible fuente para el estudio de las mentalidades, que en cierta medida le permitirán conocer las aspiraciones y los deseos de una sociedad determinada. 'Aunque siempre el peso de la intención moralizante sobrepasa al deseo de reconstruir el pasado en su desarrollo cronológico, y es en ese momento cuando la hagiografía se separa de la historia.2 En especia] tanto las vitae como los miracula trasmiten unos elementos, quizá a primera vista poco perceptibles, que contribuyen a definir las estructuras mentales de un determinado grupo humano. Entre ellos se pueden destacar, como ejemplos, la permeabilidad entre el mundo sensible y el mundo sobrenatural, o la idéntica naturaleza entre lo corporal y lo psíquico característico del mundo medieval.3 De este modo, el objetivo no consiste en demostrar la veracidad o autenticidad de los hechos que aparecen en estas obras, sino determinar y reflexionar sobre un elemento común a todas estas narraciones. Es decir, lo «maravilloso», que para Jacques le Goff no debe entenderse como una categoría sino como un universo, y que en el caso de lo «maravilloso cristiano» se traduce en lo sobrenatural y lo milagroso.
lo sobrenatural y lo milagroso. Exponentes de lo «maravilloso cristiano»
Lo maravilloso en el Occidente medieval no responde a una formulación intelectual, racional y categórica, sino que más bien comprende una realidad tangible e imaginaria. De este modo, siendo su finalidad inmediata suscitar admiración, sorpresa y asombro, englobará todo aquello que para estos hombres resulta anómalo, prodigioso y extraordinario, incluyendo por lo tanto lo milagroso y lo sobrenatural. Así pues, estos aspectos maravillosos, trazos fantásticos que jalonan unos relatos de profunda inspiración cristiana, van intrínsecamente unidos al «hecho milagroso», que es la manifestación expresa de la omnipotencia divina. Durante los siglos plenomedievales se produce una gradual entrada de lo maravilloso en la cultura clerical, debido en gran medida a las necesidades creadas por la pedagogía cristiana. En un marco histórico determinado como es el siglo xiii, Europa asiste a un esforzado zelus animarum. A partir de la reforma gregoriana, se presenta como una problemática acuciante encontrar el medio de asegurar la salvación no tanto a la masa anónima-de fieles, como a un nivel más individual. Para ello se va a desplegar una nueva pastoral, protagonizada fundamentalmente por las nuevas órdenes mendicantes que de manera activa buscan el modo de santificar al fiel. De este modo, en el orden práctico las dos directrices seguidas serán la doctrina de la fe junto, a la conducta moral, y como consecuencia de esta inflexión, aparecerán desde sermones mejor adaptados a las necesidades de la instrucción religiosa, a manuales de confesores.4 En este contexto histórico, la palabra cobra especial relieve como instrumento de mediación y seducción, ya que el arte en la manera de hablar condicionaba en gran medida la recepción del mensaje. Realmente, interesaba que la forma del discurso lograra sensibilizar, edificar y animar a actuar a los fieles de acuerdo con la fe que profesaban, por lo tanto era necesario cautivar la atención de un público de fieles en su mayoría iletrados que, al escuchar los relatos que tanto agradaban a sus oídos y satisfacían su poderosa imaginación, estaban recibiendo una catequesis sobre preceptos morales o religiosos y con los que incluso se les trasmitían verdades de fe.3 En consecuencia, en el ámbito de la producción escrita se introduce lo maravilloso, que viene a ser elemento constitutivo tanto de las narraciones milagrosas como de aquellas con un sentido simbólico y una finalidad moralizante incluidas en las predicaciones, los exemplum.6 Dado el carácter general de este término y su posible referencia a una realidad diversa, se pueden distinguir tres esferas diferentes: Mirabilis, es lo maravilloso con sus orígenes precristianos; Magicus o lo sobrenatural maléfico y satánico; Miraculosus, lo sobrenatural cristiano. Por lo tanto, el milagro, miraculum, es un elemento bastante restringido dentro del amplio dominio de lo maravilloso.7 Así pues, lo miraculosus quedaría definido por las siguientes características: su autor siempre pertenece al ámbito de lo sagrado. Además, mientras el milagro no reclama explicación, pues es conclusivo y resolutivo, lo maravilloso suscita la curiosidad y se abre a un cuestionamiento. Por último, en el milagro lo sobrenatural opera en lugar del hombre, mientras que en lo maravilloso lo sobrenatural pone al hombre a prueba. Sin embargo, tanto los miracula como las mirabilia pretenden admirar y maravillar.8 Al considerar el milagro como la prueba más evidente dé la omnipotencia divina capaz de modificar las leyes de la naturaleza, el hombre de la Edad Media ante una situación adversa, una necesidad imperiosa o una dificultad puntual, no dudará en dirigir sus palabras hacia donde tiene la certeza que serán acogidas y escuchadas gracias a la mediación de esos intercesores de los hombres: los santos. De este modo, con sus plegarias creaba un invisible lazo de unión entre el Cielo y la Tierra, cuyos más claros exponentes serán los milagros. Las narraciones de milagros podían aparecer a lo largo de la vitae de un santo siguiendo un esquema cronológico, o bien al final de la obra agrupados por similitud temática y complementando la vida. Por otra parte, aparecen gestas de milagros cuya finalidad era la propaganda de un santo, pues demostrando su eficacia sobrenatural se contribuía a incrementar su fama y devoción. En muchas ocasiones, la redacción de estos Libri miraculorum respondía a una necesidad de reactivar un culto determinado, ya que el conocimiento de estos prodigios solía originar un flujo de peregrinaciones hacia el santuario donde se encontraban las reliquias del santo. Estas intervenciones del santo en favor de los fieles que solicitaban su ayuda se suelen manifestar mayoritariamente en acciones taumatúrgicas, que formarían parte de lo que Pierre André Sigal denomina el «milagro práctico», es decir, aquellos que insisten en la eficacia del santo como protector y taumaturgo, frente al milagro que trasciende la experiencia sensible, y donde se pone de manifiesto la relación privilegiada del santo con el más allá, las visiones y apariciones.9
Las imágenes de lo maravilloso
El mundo medieval es un mundo estético, figurativo, donde la imagen cobra un especial relieve. Además, teniendo en cuenta que «lo maravilloso» no es un simple concepto intelectual, sino un universo integrado por numerosos elementos descriptivos, se pueden determinar una relación de imágenes que ponen de manifiesto el papel desempeñado por este elemento en la producción hagiográfica castellano-leonesa del siglo xiii. Evidentemente, el protagonismo lo ejerce el factor sobrenatural presente en todos estos relatos de milagros. La mediación del santo en favor de las necesidades de los hombres se realizaba tanto en vida como una vez muerto, además eran esas intervenciones milagrosas las que consagraban su fama de santidad. Normalmente, en el caso de los milagros post mortem la presencia del santo se manifiesta de modo inmaterial e informe pues se trata de la virtus que emana del sepulcro. Aunque en el caso de las reliquias, huellas tangibles de la presencia del santo en la tierra, la materialidad del objeto es evidente. Sin embargo, en algunas ocasiones su puesta en escena adquiere formas más definidas que permiten al testigo de este acontecimiento proporcionar una detallada descripción del personaje celestial. Tal es el caso del caballero don Gutierre quien «vio en sueños delante de sí a san Isidro más resplandeciente que el sol. El cual se vino para él y le dio un anillo de oro con una piedra preciosa». También el obispo de León Don Cibrián llegó a contemplar a este santo hispalense que se le apareció «muy hermoso, vestido de su palio pontifical. Cercado de muchas compañías de ángeles», que le anunciarán su muerte inminente. O bien cuando Ñuño Meléndez «vio un obispo muy claro» amonestádole por las malas acciones infringidas hacia su monasterio, se produce en este caballero una actitud de profundo arrepentimiento que le llevó a «rogar con muchas lágrimas que le perdonasen y a jurar que sería defensor del dicho monasterio».10 De igual modo, si de manera general en el desarrollo de los milagros taumatúrgicos el santo mediante una voz misteriosa señalaba el momento o el modo en que se efectuará la curación, su repentina aparición podría considerarse un hecho anómalo y por lo tanto sorprendente. Así, san Idelfonso, «pontificalibus infulis decoratus, refe-rens se fuisse satura parvum et spissum, verutamen satis pulcrum», se aparece a un ciego indicándole que se dirija a Zamora donde están sus reliquias y recobrará la vista.11 Este mismo esquema aparece en el caso de las milagrosas liberaciones de cautivos cristianos en territorio musulmán. Cuando san Isidro se le aparece al prisionero Juan Domínguez, «missus sum ad te ut de manu hostium liberem te», éste pudo proporcionar una detallada descripción de la figura del santo: «disposicionem vultus viri dei ac eiusdem stature mensuram, quem nunquam viderat nec de eo quidnam audierat».12 También de santo Domingo de Silos se cuenta con similares descripciones, pues se aparece al cautivo Pedro de Llantada al que se le «semejava bien un monge... tenie un baguiello como qui va carrera». Dado el carácter excepcional de tales apariciones, el fiel no se mantendría en una actitud de indiferencia, sino que el efecto inmediato sería el sobresalto, como Servando de Cozcorrita quien «ovo de ello pavor, fizo la cruz en la cara...volvióse la cabeça, echóse abuçado».13 Este santo redentor de cautivos irrumpía a media noche en las oscuras y profundas cárceles musulmanas liberando a los cristianos de las cadenas y guiándoles en su huida. Así un grupo de prisioneros en Ronda, estando dormidos, vieron una gran luz y a un «omme pequeño e tenia en la mano una pertiega delagada» y que llamándoles por sus nombres se les presentó como Santo Domingo. Lo mismo ocurre a otros cautivos, que fueron deslumhrados por una intensa luz en medio de la cual lograron percibir la figura de un monje que se les anunció como el santo de Silos. Por último, Juan Sánchez, criado del monasterio, durante su cautiverio tuvo la visión de la misma imagen del santo que estaba en el altar de la iglesia.14 De igual modo, el propio san Antonio se apareció a sus frailes una vez fallecido con la intención de darles algunos consejos: «ad fratres secretius accedentes, ipsum beatum Antonium dormientibus apparuisse et nomina fratrum ad quos eos mittebat, docuisse testati sunt».15 De este modo, estas apariciones aunque no son el medio ordinario por el que el santo actúa, son un elemento fundamental que lograría atraer la atención del público y que permanecerían en la memoria colectiva. Esta presencia efectiva del santo en la tierra, individuo que por sus méritos y virtudes disfruta de la gloria del Cielo, supone la superposición de dos mundos distantes, el sensible y el sobrenatural, en un mismo escenario. La consecuencia inmediata es sin duda la aparición de un fenómeno extraordinario y, por lo tanto, sorprendente. Dentro de esta tipología de imágenes cabe destacar una escena recogida en la Vida de san Millán escrita por el poeta riojano Gonzalo de Berceo, donde en el transcurso de una batalla aparecen en el cielo dos figuras celestiales: «fermosas e luzientes.... caras angélicas celestial figura vinien en dos cavallos plus blancos que cristal/ armas cuales non vio nunqa omne mortal». Uno de estos personajes llevaba mitra y cruz pontifical, y el otro una cruz, se trata de Santiago y Millán. Pero quizás resulte de mayor interés analizar la reacción producida entre los soldados cristianos ante este fenómeno inexplicable y asombroso, que ni mucho menos es de terror o espanto, pues estos santos vienen en su ayuda en medio del combate, sino imbuida de un sentimiento de humildad y piedad. Así «fincaron los inojos/firien todos los pechos con los punnos cerrados/prometiendo enmmienda a Dios de sus pecados».16 Por sí mismas estas visiones y apariciones son relatos del gusto de la época, donde lo natural se integra en perfecta unión con lo maravilloso. Aunque, por ejemplo, en el caso de san Idelfonso las apariciones tanto de la Virgen como de santa Leocadia se presentan como acontecimientos de especial relieve y significado en la vida del santo. Así, cuando el santo compuso su obra en defensa de la virginidad de la Madre de Dios, ésta quedó tan complacida que ella misma le presentó al santo su tratado «decenter ornatum».17 Dentro del corpus hagiográfico del siglo xiii merece destacarse la obra de Gonzalo de Berceo, quien escribiendo en lengua vulgar y acercándose a la mentalidad de su público pretende deleitar con sus narraciones. De este modo, sus vitae se convierten en relatos amenos e incluso divertidos, que las sitúan al mismo nivel que los poemas épicos de tanto gusto y difusión en esos momentos. Berceo elige como mejor ocasión para desplegar todo su talante imaginativo un momento en la vida del santo: la muerte, pero sobre todo su recibimiento en el Cielo. A partir de ese momento, lo imaginario y lo posible se unen en un todo: la imagen de la Gloria donde llega el alma que «prisierónla los angeles que estavan redor». Tanto «los sanctos patrïarchas...desedende los apóstoles de Christo mensageros...las huestes de los mártires...los confessores...las vírgenes» se alegran de recibir al santo y honran su presencia. Del mismo modo ocurre con san Millán de la Cogolla, a quien «cantando grandes laudes al cielo la subieron/con grandes processiones a Dios la offrecieron/con él todos los sanctos festa doble ficieron... dicien sanctas canciones, todos lis facien onra». Incluso en esta ocasión, los santos, reconociendo los méritos de este hombre, intervienen diciendo: «qe lis viniessen tales tres cada día».18 De este modo, las visiones y las apariciones parecen consagrarse como los episodios maravillosos por excelencia. Al mismo tiempo, se presentan como las ocasiones idóneas para que el hagiógrafo despliegue todo su talento narrativo, pues de sus palabras y de la minuciosidad de sus descripciones dependerá el provocar una reacción de agradable sorpresa y entusiasmo entre un público de fieles devotos.
Del carácter sorprendente a la cotidianidad de lo asombroso
En numerosas ocasiones los propios hagiógrafos parecen ser conscientes del carácter inverosímil de los hechos que cuentan. De este modo, estos autores suelen acudir a múltiples garantías que otorguen fiabilidad a su relato, tales como el valor del testimonio personal o la proximidad temporal del suceso que supondría contar con la participación de testigos directos a la hora de redactar su obra.19 Así por ejemplo, la presencia en el monasterio silense de los cautivos redimidos por la intercesión de santo Domingo es garantía de la veracidad de unos relatos tan sorprendentes. Se trata de liberaciones que no siguen el esquema tradicional de la huida salvando peligros y obstáculos, sino que, por el contrario, se puede hablar de una serie de «traslaciones fantásticas» de cautivos hacia territorio cristiano. Resulta probable pensar que al escuchar estos sucesos de boca de sus protagonistas se despertase entre el auditorio una similar reacción de asombro y admiración a la vivida por los propios testigos del suceso. Estos hombres que se encontraban durmiendo en sus respectivas celdas se despertaban liberados de sus cadenas en otro lugar y «no sabien como».20 Sin embargo, no sólo se trata de intervenciones maravillosas del santo en favor de los hombres, como aquella curación de san Antonio a un hombre a quien «ayuntó el pie a la pierna e fizo oraçión e atóle con sus manos faziendo la señal de la cruz e luego fue soldado como antes»; o aquella mujer que temiendo que su hijo se quemase con el fuego lo encuentra «en una caldera de agua ferviendo jugando con ella» por lo cual «muchos fueron maravillados». Sino que a veces se producen ciertas situaciones extraordinarias provocadas únicamente por la presencia del santo. Así, en una ocasión, el hagiógrafo, para destacar el don de la palabra del santo, presenta a san Antonio predicando a la orilla del río y al que incluso los peces lo entendían pues «unos davan vozes, otros abrían las bocas, e otros visiblemente enclinavan las cabeças»; contemplando este espectáculo muchos de los herejes «dexando el erron» se convirtieron. Del mismo modo, encontramos al santo predicando en medio de una tormenta que no llegó a mojar a ninguno de los asistentes al sermón. Un episodio similar aparece en la vida de fray Pedro González, quien continuó predicando en medio de una tempestad pues ninguno de los presentes se mojaba: «nec una sola gutta eos tetigit».21 Por último, en la vida de san Isidro se cuenta como en una ocasión un lobo merodeaba los alrededores de la villa, y las gentes asustadas por esta amenaza avisan al santo que se encontraba rezando, «cum devotione fundendi», en la iglesia de la Magdalena. Este sin ningún signo de alarma continuó su oración confiando en la voluntad de Dios, «fíat voluntas Domini». Al terminar salió de la iglesia y halló al lobo muerto junto a su ganado que asombrosamente no presentaba ninguna herida: «invenit lupum feralem mortuum; et iuxta eum, suum sine lesione animal Iiberatum».22 Estos mismos fenómenos inexplicables se siguen produciendo una vez muerto el santo, pero ahora en relación con sus reliquias o su sepulcro. Así, las piedras que cubrían la tumba de san Isidoro manaban agua; las velas del sepulcro de san Isidro permanecen siempre encendidas; o las campanas que colgaban sobre la tumba de san Millán sonaban «quandi de venir alguna brava cosa o muerte de grand omne o tacha periglosa tannese por si mismas por suerte miraclosa», de lo cual parece que fue testigo el mismo hagiógrafo.23 De esta manera, todos estos episodios admirables presentes en la vida del santo pueden demostrar como este individuo disfrutaba ya en vida de una consideración especial ante Dios. Esta idea no sólo se demuestra por los dones divinos otorgados de manera graciosa, y que evidencian sin ningún tipo de duda la santidad de su condición (profecía, ubicuidad, visiones, buen olor en vida y una vez muerto, la incorruptibilidad o la emanación de óleo perfumado del sepulcro o de las reliquias), sino también a través de algunas circunstancias precisas que permiten hablar de una cierta «protección celestial». Así por ejemplo, cuando san Millán se retira a la vida eremítica, el hagiógrafo señala como las fieras no le atacaron sino que «todas fuyien ant elli... Pero al monje bono nul pavor norfizieron». Idéntica protección divina es la que disfruta el propio san Antonio a quien unos herejes le ofrecieron comida envenenada, pero haciéndole «la señal de la cruz sobre ello e resabiólo e non sentió algund dapno».24 De esta misma suerte disfrutan los restos mortales del santo y de este modo con motivo de un intento de robo del arca que trasladaba las reliquias de san Isidoro a León, se produce un fenómeno destacado ya que resulta asombrosa la manera como resuelve este episodio. El santo actúa en respuesta de las oraciones y llantos de los fieles que trasladaban tan precioso tesoro y hace que los ladrones musulmanes pierdan la razón: «múdoseles el pensamiento, y alteróseles la voluntad y el juicio de tal manera que del todo olvidaron el propósito que traían». Incluso la escena llega a ser cómica pues estos «enemigos de la fe cristiana» adoptan una actitud ingenua y ridícula al comenzar a saludar alegremente a los cristianos e «hicieron gran reverencia al cuerpo santo».25 Se trata de sucesos maravillosos que se repiten en todas estas vitae. Finalmente, sorprendería escuchar como santo Domingo de Guzmán no se mojaba bajo la lluvia, o como sus libros a pesar de caerse a un río no sufrían ningún desperfecto; o como a fray Pedro González le saltaban los peces a sus manos pudiendo de este modo conseguir alimento y a san Isidro labrador le ayudaban en sus tareas agrícolas dos figuras celestiales.26 En definitiva, aunque el santo sea un personaje más próximo al fiel por su condición humana y se pretenda presentar como modelo a imitar, sus vidas siempre presentan episodios con una serie de características que se pueden calificar como «admirables». Estas son las pruebas de estar ante un personaje, que aunque vive entre los hombres, disfruta de un especial designio de la Providencia. Por otra parte, en los relatos de milagros aparecen con frecuencia algunos sucesos sobrenaturales, es decir que implican la intervención divina en el orden natural de las cosas, que sorprenden, más que por su carácter grandilocuente, por su ingenuidad y simpleza. En relación con este aspecto cabe destacarse una serie de intervenciones milagrosas de san Antonio cuya materia puede considerarse como una «nimiedad», y que se desarrollan en un ámbito muy cotidiano. Generalmente se trata de algo que carece dé relevancia para el sujeto favorecido y que incluso puede parecer gracioso o entretenido para el lector u oyente. Es por ejemplo el caso de un vaso roto que cae en una cuba de vino pero el santo reza y «el vaso se torno sano»; o aquella mujer empujada por la muchedumbre que seguía al santo en su predicación y que cayéndose sobre el lodo se manchó todos sus vestidos. Entonces, temiendo «el peligro del cuerpo e la conffusión de su marido» se encomienda al santo y los vestidos quedaron sin ninguna mancha; o bien cierta mujer devota de la orden franciscana que prestaba sus servicios en el convento, a la cual un día llegando tarde a casa su marido le pegó tanto que «non le dexó cabello en la cabeça». Pero el santo, intercediendo por ella, logra «que le fueron tornados los cabellos». Sin duda, es la consideración del santo como fiel aliado celeste de los hombres la que lleva a dirigirle las peticiones más variadas.27 También milagros que se pueden considerar «secundarios» son algunos de los que realiza santo Domingo de Silos para facilitar la huida a los cautivos cristianos. De este manera el santo proporciona desde un cuchillo para hacer un hueco en la pared, a una escalera para saltar el muro, e incluso en una ocasión un barco para cruzar el Estrecho. Del mismo modo, san Millán, con ocasión de unas obras para construir una casa de pobres, interviene para solucionar un pequeño error humano. Así, ante una viga que resultaba demasiado corta, la alargó y «vínoli bien complida... e sobrava bien un palmo».28 En algunas ocasiones son los propios hombres los que acuden a soluciones extrañas y fuera de los mecanismos naturales. Tal es el caso de la elección del lugar para sepultar el cuerpo de san Isidoro tras la traslación de sus reliquias. Los canónigos de León dejan la decisión a un peregrino que se dirigía a Santiago, este joven alemán cogiendo una piedra la lanzó sobre el pavimento que «anduvo de acá para allá...y allí donde paró cavaron y abrieron la sepultura del dicho difunto y la hallaron llena de pez y de resina», admirándose todos los presentes colocaron el cuerpo en su interior.29 Finalmente, dentro de este panorama hagiográfico peninsular volvemos a destacar la figura de Gonzalo de Berceo, pues a través de su obra se pueden percibir una serie de rasgos innovadores. Parece ser que el poeta no sólo quiere provocar un sentimiento de admiración y de sorpresa entre su auditorio, mostrando la puesta en acción de esos poderes sobrenaturales que Dios ha concedido al santo. Ya que, aunque no falten lo sobrenatural y maravilloso, en gran parte son ocasiones para exponer una serie de presupuestos religiosos como la actitud de agradecimiento por parte de los fieles a la intervención divina y que se expresa en oraciones, procesiones y ofrendas, o la fe como instrumento necesario para que se produzca el milagro. Quizás exista una intención por parte de este clérigo de demostrar no tanto la intervención de los poderes del santo, demasiado extraordinaria, sino, por el contrario, como el poder de la oración de cualquier cristiano era capaz de conseguir Jos favores divinos. Sin embargo, es evidente que muchas de las acciones milagrosas del santo vienen a subsanar algunas necesidades materiales del individuo. Aunque al mismo tiempo, contribuirán a incrementar la admiración y el asombro del público. Un sentimiento que se traduce en el orden práctico en una mayor devoción y culto hacia un santo determinado.
Consideraciones finales
Evidentemente, todos los dones divinos otorgados al santo de manera gratuita a lo largo de su vida y sus manifestaciones expresas eran ocasiones suficientes para ilustrar «lo maravilloso cristiano» presente en estos relatos. Al mismo tiempo, las visiones celestiales o la presencia de personajes gloriosos en el ámbito terreno, propiciaban una interesante ocasión para cautivar la atención del público por medio de un sentimiento de expectación ya que el hagiógrafo está ofreciendo a sus oídos y a sus imaginaciones lo que realmente les gustaba. Pero su objetivo no era simplemente provocar la admiración y el asombro en el receptor, sino demostrar la omnipotencia divina que en numerosas ocasiones incluso actúa de manera inexplicable. Sin embargo, existen otros aspectos, quizás menos relevantes a la hora de reconstruir la figura del santo, que causaban una reacción ' similar en el receptor de la obra. Así por ejemplo, un medio muy frecuente es presentar a los enfermos que acuden al santo como casos irremediables o bien describir minuciosamente los síntomas de la enfermedad que padecían, con lo cual se acentuaría el gesto de sorpresa y entusiasmo entre los fieles cuando el santo desplegando sus poderes taumatúrgicos realizase el milagro de la curación. De este modo, se puede hablar de un conjunto de «técnicas» o de desarrollo narrativo muy similares en todos estos textos. Por lo tanto, serán en este tipo de episodios milagrosos donde aparecen el mayor número de situaciones o de elementos que despiertan una reacción unánime de asombro, sorpresa o admiración, que permiten atribuirles la condición de milagroso por un inconsciente colectivo. Sin embargo, y a pesar de su carácter extraordinario y sorprendente, estas intervenciones celestiales en el orden natural de las cosas llegaron a formar parte de la realidad cotidiana del mundo medieval. De este modo, aún logrando que unos ojos se abran llenos de admiración, su pupila se irá dilatando cada vez en menor medida, y lo maravilloso, conservando siempre su carácter imprevisible, dejará de figurar como particularmente extraordinario. Como consecuencia, en muchos milagros las apariciones sobrenaturales no provocan inquietud en el personaje implicado y resultan aceptadas con toda normalidad.30 Para el hombre medieval lo sobrenatural irrumpe de manera casi continua en su vida, por lo tanto ésta intervención divina en su realidad cotidiana es reconocida y admitida por todos sin provocar ningún tipo de cuestionamiento. Así pues, no se produce una actitud de rechazo o de incredulidad ante fenómenos que nos puedan parecer demasiado extraordinarios. La admiración y el entusiasmo son continuamente provocados a partir de unos episodios donde lo extraordinario llega a confundirse con lo ordinario, donde lo sobrenatural despierta la imaginación de un receptor popular que ve en el santo a su más fiel y poderoso aliado. En definitiva, esta categoría de lo «maravilloso» responde a una serie de elementos que integran un universo imaginario con proyección en la realidad y su introducción en el relato hagiográfico parece que obedece a varios motivos. Por una parte, garantizar la fama de santidad de un individuo que desde su tránsito al Cielo ejerce el papel de intercesor por excelencia ante la presencia divina. Y por otra, proporcionar episodios que aunque en un primer momento provoquen una actitud de súbita sorpresa, al instante transforman esa reacción en admiración y deleite. Lográndose establecer de este modo una directa y clara recepción de mensajes entre un auditorio diverso pero unificado por un parámetro común, su fe y la certeza en el contenido del relato.
NOTAS
1. P. A. SlGAL, «Le travail des hagiographes aux XI a Xll siécles: sources d'informarion et méthodes de redaction», Francia, t.15, 1986, p. 149-183. 2. P. A. SlGAL, «Histoire et hagiographie: les "miracula" aux XI et Xii siécles», Annales de Bretagne et des pays de l'Ouet, 87,1980, p. 237-257. 3. J. Le Goff, « «Les mentalités: une histoire ambigüe», Faire Histoire, París, 1974. 4. R MlCHAUD-QUANTlN, «Les méthodes de la pastorale du XIII-XV siécle», Miscellanea Medievalia, 7,1970, p. 76-91. 5. H. MARTIN, Mentalite médievale (XI-xv siécles), París, 1996, p. 175-176. 6. Para los exempla ver: J. BERLIOZ, «Le récit efficace: l'exemplum au service de la predicación (XIII-XV», Rhetorique et histoire, París-Roma, 1979, p. 113-146. C. BREMONT, J. Le GOFF, J. C. schmitt, L'exemplum, Turnhour, 1982. 7. J. LE GOFF;, La maravilloso y lo cotidiano en e! Occidente medieval, Barcelona, 1985, p, 13; G. VEYSSiÉRE, «Miracles et merveilles en Provence aux xiii et xiv siécle á travers des textcs hagiographiques», Miracles, prodiges et merveilles au Moyen Age, Société des Historiens Médiévistes de renseignement Supérieur Public, Orleans, junio 1994, París, 1995, p. 201. «Le miracle n'est pas une intervention divine liée au bon vouloir de la divinité maiss bien une réponse a une invocation...Aprés une présentation tres sucincte, ¡e déposant expose la situation qui 'a conduit á invoquer le saint, evoque la promesse a réaliser en cas de succés, ce qui implique un échange avec Dieu par l'intermédiaire du saint et par consequénce l'établissement d'un veritable contrat synallagmatique comprenant les obiigations a accomplir par les deux parties.» 8. F. DUBOST, Aspect fantastiques de la litelrature nattative medievale (XII-XIIl), t I, París, 1991, p. 85-87. 9. P. A. SIGAL, L'homme et lee miraccle dans la France medieval (IX-XII siecles), París, 1985, p. 15. 10. Miracula sancti Isidori, cap. 26, 16 y 49. Esta obra escrita por Lucas de Tuy entre 1221-1224 y que incluye como apéndice una Vita sancti Martini, viene a completar el corpus hagiográfico en honor a san Isidoro que se conforma a lo largo de! siglo XIII. 11. Translatio et inventio corporís sancti Adefonsi (12), obra de Juan Gil de Zamora (1229-1318). Escrita alrededor de 1282 forma parte de su Tractatus historiae canónicae et civilies líber illustrium personarum que ha llegado a nuestros días de manera fragmentada y editada por el padre Méndez colaborador del padre Flórez. En esta obra se incluyen vidas como la de Fernando III, Alfonso X o el Cid... A su autor, un fraile franciscano que formó parte del séquito regio de Alfonso X y con toda probabilidad de su círculo literario, se le encomendó la educación del infante don Sancho. El esquema es el común a todas estas vidas: revelatio-inventio-elevatio-traslatio, aunque también incluye las apariciones al santo de la Virgen y de santa Leocadia, así como tas revelaciones de los cuerpos de san Atilán y Froilán sepultados en esta misma iglesia. Editada por F. FlTA en Boletín de la Real Academia de la Historia (se abreviará BRAH), 6, p. 60-70. 12. Vita et miracula Isidorii agricolae, Bibloteca Hagiográfica Latina, 4494 (se abreviará BHL). Atribuido por los Bollandistas y por F. Fita a Juan Gil de Zamora autor de unos himnos dedicados a este mismo santo. El códice, actualmente perdido, fue editado por F. FiTA, BRAH, 8 (1886). N. 22. También a Pedro García, condenado en la cárcel por el rey por acuñar moneda, se le aparece el santo prometiéndole la liberación (n. 35); o al paralítico Laurencio que vio al santo «albis vestibus» (n. 38) y al sacristán de la iglesia que viendo al santo con hábito monacal quedó «espergefactus, trepidus et admirans»(n. 20). 13. Vida de santo Domingo de Silos, (653-4 y 709). Esta obra escrita por el célebre poeta rio¡ano Gonzalo de Berceo en 1236, a partir de una copia incompleta del primer biógrafo del santo pues le faltaba la mitad del libro segundo y el tercero de Grimaldo (s. VI). Siguiendo un esquema tripartito, el clérigo riojano altera el orden de los milagros de la vitae del siglo xi para agruparlos temáticamante. Del mismo modo, se sirve de la amplificatio para divulgar una teologia dogmática y moral con intencionalidad catequética y propagandística. En 1916 se encuentra cerca del monasterio de Silos un códice fechado de finales del siglo xiii y comienzos del xiv que contiene además de otras obras esta Vida berceana. Este manuscrito (ms. 12) fue editado por B. Dutton en 1975 y en 1978 por A. Ruffinato. Otros manuscritos de esta obra son: ms, H-18 (s. xiv) en Real Academia de la Historia y ms. 4 en la Real Academia de la Lengua, editado por Sebastián de Vergara en 1736. 14. Miracolos romançados de como sancó santo Domingo los cautivos de la cautividad, n. 42, 40, 13 y otros ejemplos en n. 43 y 75. Esta obra atribuida a Pedro Marin, procurador de dicho monasterio, compila una serie de liberaciones milagrosas de cautivos acontecidas entre 1232 y 1293, aunque la fecha de redacción se sitúa entre 1284-5, El códice encontrado en Silos en 1916 fue editado por K. Heinz-Anton en 1988 (m.12) y contiene además de estos milagros la vida latina de Grimaldo, la de Berceo, una vida de don Muño Sánchez de Hinojosa. 15. Legenda sancti Antoni Paduani, n. 33, Se conserva un único códice del siglo XVIII (BNM ms. 2763) editado por m. de CASTRO en Archivos Iberoamericano, t. 34, 1974. y Vita sancti Petri Gundisalvi O.P. Tudensi. (257-8). (BHL, 6711), Códice en BC Tuy (s. XIV). Editada por E. FLÓREZ en Híspania Sacra (se abreviará HS), t. XXIII, p. 245-263. Esta obra redactada en la segunda mitad del siglo XIII y con toda probabilidad por un miembro de la orden dominica, sigue un esquema tradicional: origen familiar y recepción del cargo de obispo; ingreso en la Orden y periodo de formación; milagros en vida; muerte y milagros post mortem. A continuación se recogen 126 milagros atribuidos al santo y examinados por don Gil obispo de Tuy en 1258, tratándose en su mayoría de curaciones y exorcismos. 16. Vida de san Millán, (439a y 440). Obra escrita por Gonzalo de Berceo entre 1230-6 y dedicada al fundador del cenobio riojano de san Millán. Son tres los manuscritos: s. Xlll (1260) perdido; otro del s. XIV (1330) del que se conservan algunos fragmentos en la biblioteca de la Real Academia de la Lengua; y una copia del S. XVIII en Silos derivada de los anteriores. Editada por B. Dutton en 1967. En los milagros de san Isidoro escritos por Lucas de Tuy hay una escena similar en la que aparecen san Isidoro y Santiago antes de la batalla de Baeza. 17. Translatio et inventio corporis sancti Adefonsi (7), también testigo de una visión que resulta absolutamente maravillosa y extraordinaria fue uno de aquellos cautivos liberados por el santo silense, quien una noche «vio una vission assi como si sovies despierto que estauan cerca sí omnes revestidos que rezauan e éntrelos una mugier muy granm, que le comunicó su inmediata liberación. Miracolos romançados..., n. 31. 18. Vida de santo Domingo de Silos (522-26). Vida de san Millán (294-314), En relación con las visiones celestiales La obra principal es la Vida de santa Oria, la versión romanceada por Gonzalo de Berceo de la vida latina no conservada y escrita por el monje Munio (s. XI). Esta obra escrita hacia 1265 y que podemos definir como perteneciente al género místico-visionario está dividida en siete partes, siendo el núcleo central las tres visiones celestiales de la santa. 19. SlGAL, «Histoire et hagiographic...», p. 243 20. Miraculos romançados..., n. 43, 47, 63 y 77, 21. Legenda sancti Antoni Paduani, n. 3, 4, 5, y 13. 22. Vita et miracula Isidorii agricolae, n. 3 23. Miracula sancti Isidori, cap. XXIV; Vida de san Millán, (487b). Lo mismo ocurre el dia de !a traslación de las reliquias de san Isidro cuando comienzan a sonar las campanas sin que nadie las hubiese tocado. Vita et miracula Isidorii agricolae, n. 52 y 9. 24. Vida de san Millán, (30b y 31 d). legenda sancti antoni paduani, n. 27. 25. Miracula sancti Isidori, cap. IV. 26. Vida de santo Domingo de Guzmán, cap. XXXVII. Vita sancti Petri Gundisalvi, (255-6): «ad ipsos ad idem accedentes flumen pisces in eo degentes quasi eisdem motu rationis obedientes sponte accedebant quod quidem est mirabilius. Y Vita et miracula Isidoríi agricolae», n. 2: su señor pudo ver una mañana, dos yugadas de bueyes junto con dos hombres «Dei coarancia atque colore albencia» que trabajaban con prontitud y firmeza. 27. Legenda sancti Antoni Paduani, n. 2, 9, 15, 28. Miracolos romançados... Cuchillos: n. 25, 65 y 41; escalera: n. 29, 35 y 66; barco, n. 61. Vida de san Millán, (234cd). 29. Miracula sancti Isidori, cap. 37. 30. J. Le Goff, Lo maravilloso y lo cotidiano..., citado, p. 15.
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