INTRODUCCIÓN

 

En 1959 aparecía como anejo n° 2 de las publicaciones del Boletín de la Real Academia Española el magnífico estudio de la investigadora irlandesa Eleanor O'Kane titulado Refranes y frases proverbiales españoles de la Edad Media. Su publicación constituye una aportación muy valiosa para el conocimiento de nuestro riquísimo refranero medieval. A la gran colección de refranes en ella recogidos precede un interesante —aunque a veces discutible— estudio de este refranero medieval español.

Para un buen estudio de nuestra Paremiología medieval procede naturalmente recurrir a las fuentes. Se impone por lo tanto el examen atento de los refraneros elaborados en esa época, y también la lectura detenida de nuestros textos literarios medievales para detectar sus paremias y estudiar el por qué y el cómo de su empleo, su significado y su valor.

Un simple y rápido recuerdo de nuestros más significativos refraneros medievales:

a.  el Romancea proverbiorum, que nos ofrece un centenar y medio de refranes recogidos a mediados del siglo XIV por un estudiante aragonés entre sus notas o apuntes de gramática y filosofía, [ms. Acad. Hist. Publicado por A. Ríus Serra. Revista de Filología Española, XIII, 1926].

b.  el Glosario de otro estudiante también aragonés, y también de mediados del siglo XIV, que recoge 85 refranes entre proverbios en latín macarrónico y notas jocosas.

c.  el Fragmento del programa de un juglar cazurro, elaborado por un juglar andaluz a principios del siglo XV (año 1410).

d.  el famoso Seniloquium, de mediados del siglo XV, con sus 497 refranes, la mayoría de carácter popular. [B. Nac. ms. 19.343. Publicado por F(rancisco) N(avarro) S(antín). Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, X, 1904].

e.  los Refranes famosíssimos y provechosos glosados. Colección de 279 refranes. Aunque publicado en 1509 en Burgos, parece haber existido una edición anterior, ya en 1490.

f.   los Refranes que dicen las viejas tras el juego, atribuidos al Marqués de Santillana, tal como aparece en su primera edición en Sevilla en 1508. Cabe señalar que un centenar de sus 728 refranes coinciden casi exactamente en unos casos o son muy parecidos en otros con refranes de la colección
anterior.

Cabría añadir algunas colecciones españolas de aforismos y sentencias aparecidas durante la primera mitad del siglo XIII, como el Bonium (o Bocados de Oro) y también Poridad de poridades (o Secreto de los secretos) y asimismo las Flores de la filosofía.

Para algunos autores, el número de refraneros españoles medievales es inferior al de sus correspondientes en Francia y en Alemania. ¿Menos curiosidad en la España medieval por esas colecciones que la que parecía sentirse en otros países europeos? Puede ser. Pero cabe también que, por ser aquí muy familiar el refrán, no se sintiera necesidad de disponer de colecciones en que estuvieran recogidos.

Sin prescindir, ni mucho menos, de estos refraneros, para la preparación de esta conferencia hemos preferido fijar la atención en nuestros textos literarios medievales, verdadera mina de refranes y auténtica cantera del saber popular recogido y empleado por nuestros escritores.

Tras no pocas vacilaciones hemos decidido seguir un orden cronológico, fijando nuestra atención en los siguientes textos:

1.  dos del siglo XIII:

1.1.   el Libro de Alexandre

1.2.   el Libro de Apolonio

 

2.  cinco del siglo XIV:

2.1.    el Libro de Buen Amor del Arcipreste de Hita

2.2.    los Proverbios morales de Don Sem Tob de Carrión

2.3.    el Tractado de la Doctrina

2.4.    El Libro del Cavallero Zifar

2.5.    El Conde Lucanor

3.  tres del siglo XV:

3.1.    el Cancionero de Baena, principalmente las composiciones de Alfonso Alvarez de Villas andino

3.2.    El Corbacho

3.3.    La Celestina.

 

 

1. LIBRO DE ALEXANDRE [Ia mitad del siglo XIII]

    LIBRO DE APOLONIO [mediados del siglo XIII]

Debo confesar que mucho he disfrutado al volver a leer el Libro de Alexandre para preparar esta conferencia. Entre otras razones porque me ha hecho revivir mis ya lejanos tiempos de estudiante de Filología Semítica en los que mi maestro de lengua y literatura árabes, D. Emilio García Gómez, nos hacía vivir las bellezas de su bonita obra Un cuento árabe de la leyenda de Alejandro. Y mucho más recientemente mis lecturas y relecturas de la historia legendaria de Alejandro Magno en antiguo francés y también y sobre todo la que se escribió en lo que corrientemente se llama, siguiendo a Ascoli, 'francoprovenzal' y que por mi parte, y por razones harto evidentes, prefiero llamar 'italofrancoprovenzal'. E incluso me ha hecho recordar el Alexandre le Grand de Racine (1665).

Una treintena de paremias tenemos recogidas del Libro de Alexandre en lengua española de mediados del siglo XIII. Con frecuencia introducidas con fórmulas muy significativas: 'como diz el proverbio' (1905 a), 'como diz el vierso' (1478 b), 'el escripto lo diz' (1854 d), 'los proverbios viejos siempre son verdaderos' (2240 c), 'si quisieras creer los proverbios antigos' (1650 c), 'diz la escriptura' (1847 a y 2209 c), 'como diz'el escripto de Dios nuestro Señor' (2664 a), 'como diz el salmista en esto grantverdat' (2464 a), cuyo añadido de 'en esto gran verdad' venía pedido por la necesidad de completar el verso y para tener además una rima fácil con 'vanidat', 'voluntat' y 'la meitat' de los versos que completan esa estrofa.

De esa treintena de paremias que tenemos recogidas del Libro de Alexandre tan sólo tres citaremos ahora. Y en los tres casos lo hacemos principalmente por su coindicencia con las que encontramos en otras obras literarias españolas de la Edad Media.

En primer lugar la que aparece en la estrofa 1905 (versos ab): «Como diz el proverbio que non ha encubierta / Que en cabo de cosa a mal non se revierta», que también encontramos en el Libro de Buen Amor del Arcipreste de Hita, cuya estrofa 526 (versos ab) dice así: «Como dize el proverbio —-y es palabra bien cierta— / Que mal resulta siempre toda cosa encubierta».

En segundo lugar recordaremos el verso d de la estrofa 63 que dice así: «El dar fiende las peñas e lleva todo prez».

Por dos veces aparece este refrán en La Celestina. Primero bajo la forma de «El dinero las peñas quebranta» en boca de Celestina en el acto III. Y luego bajo la forma más consagrada de «Dádivas quebrantan peñas» (Traso, en el apéndice).

No dejaremos de señalar que Correas nos lo ofrece con una segunda parte en la que a 'peñas' le da una rima con 'greñas': «Dádivas quebrantan peñas y hacen venir las greñas».

En los Refranes que dicen las viejas tras el fuego aparece bajo la forma muy breve de «Dádivas quebrantan peñas» (n° 186), procediendo recordar ésta otra que encierra una filosofía muy parecida: «Quien dinero tiene, alcanza lo que quiere» (n° 628). Y por fin la estrofa 1854 que en sus versos ab dice así: «Cortemos yerva mala que non ha encubierta / Que en cabo de cosa a mal non se revierta», que inmediatamente nos traen a la memoria la primera parte de la estrofa 17 del Libro de Apolonio donde leemos: «La verdura del ramo es como la rayz, / De carne de mi madre engrueso mi cerviz».

Y ya que acabamos de citar el Libro de Apolonio, recordemos, además de esta paremia, la que dice: «Commo dize el proverbio que suele retrayer, / Que la cobdicia mala saco suele romper» (57 ab); paremia que naturalmente nos hace recordar la tan conocida de «La codicia rompe el saco», que en los Refranes del Marqués de Santillana aparece bajo la forma «Cobdicia mala, saco rompe» (n° 148).

Al comentar los Proverbios morales de Don Sem Tob de Carrión recordaremos su estrofa 206 que también hace alusión a las consecuencias de la codicia. Y entonces aportaremos asimismo otro testimonio del Tractado de la Doctrina censurando la codicia.

 

 

2.1.     EL LIBRO DE BUEN AMOR [siglo XIV]

 

Hace un momento citábamos el pasaje del Libro de Buen Amor en el que leemos: «Como dize el proverbio —-y es palabra bien cierta-— Que mal resulta siempre toda cosa encubierta», sugerido por su coincidencia con otro del Libro de Alexandre.

En su Libro de Buen Amor, Juan Ruiz, arcipreste de Hita, no sólo hace gala de su dominio de la lengua con una extraordinaria riqueza léxica, sino que además —y es precisamente lo que nos interesa ahora— revela una gran maestría en el empleo así de refranes como sobre todo de sentencias, en muchos casos de su propia cosecha.

Entre los muchísimos consejos y normas que en esta obra emplea Juan Ruiz, no pocos son proverbios de gran interés para la Paremiología.

Sin pretender —ni mucho menos— ser exhaustivos, tenemos registradas hasta un centenar y medio de paremias sacadas del Libro de Buen Amor.

Cierto es que en no pocas ocasiones resulta difícil determinar si la paremia aportada por el Arcipreste es una paremia ya consagrada por el uso o si se trata de una creación suya, de una paremia de su propia cosecha.

Aun en los casos en los que se trata de paremias tomadas por él del uso más o menos corriente y familiar en su época, resulta evidente que con mucha frecuencia el Arcipreste, aparentemente al menos, las 'deforma' para darles una forma especial, entre otras razones, porque así se lo exigen las necesidades de la métrica.

Así, por ejemplo cuando en la estrofa 526 (versos ab) escribe: «Es el agua muy blanda y da en piedra muy dura, / Mas, si da muchas veces, hace gran cavadura».

En La Celestina esa misma idea aparece bajo la forma: «Una continua gotera horadará una piedra» (Sempronio, acto VIII). Y en la Crónica de Don Alvaro de Luna bajo la forma muy expresiva de «La gotera cava la piedra cayendo en ella por continuas veces». Correas, por su parte, la registrará diciendo: «La gotera dando, hace señal en la piedra», añadiendo luego la siguiente interpretación: «Así acaece porfiando hacer mella en la dama o en su fama».

En el español de nuestros días la tenemos registrada bajo las cinco formas siguientes: «La gota de agua horada la piedra», «La gotera cava la piedra», «Continua gotera horada la piedra», «Dando la gotera, hace señal en la piedra», «Tantas veces da la gotera en la piedra que hace mella».

Muy cerca de esta filosofía, encontramos estos otros dos testimonios en el mismo Libro de Buen Amor. «Cavando el hombre mucho, la grande peña acuesta» (613 d); «La roca más pesada de la peña mayor / Con nuestra maestría y arte arráncase mejor» (617 cd), sacando inmediatamente conclusiones muy prácticas en la estrofa que nos ofrece a continuación:

Con arte se quebrantan los corazones duros,

Tómanse las ciudades, derríbanse los muros,

Caen las torres altas, álzanse pesos duros:

Por maña juran muchos, por maña son perjuros.

Al hablar hace un momento del Libro de Alexandre hacíamos notar algunas fórmulas empleadas en él para citar o para introducir una paremia. Resulta interesante observar cómo son introducidas en este Libro de Buen Amor. Por orden de su aparición hemos registrado las siguientes fórmulas: «lo dice Jesucristo» (90 a); «dice el proverbio antiguo» (93 a); «como dice la fábula» (95 a); «dícelo Salomón y dice la verdad» ( 105 a); «la fábula lo dice» (109 a); «lo dice Tolomeo y dícelo Platón, / otros muchos maestros en este acuerdo son» (124 ab); «dícelo la escritura» (160 b); «así entended, por cierto, los proverbios antiguos» (165 c); «como bien dice el sabio» (166 a); «como dice el proverbio y es palabra bien cierta» (542 b); «proverbio es repetido» (580 a); «dijo la buena vieja» (796 a); «sé que bien dice verdad el vuestro proverbio chico» (869 a); «acordaos de una hablilla» (870 a); «ya lo dice la fábula que del sabio se saca» (919 a); «aquesta chica hablilla» (921 a)~«como dice el proverbio» (928 a); «dice la fábula» (955 c); «como dice la vieja» (957 a); «como dice el proverbio» (977 a); «por ello cada uno de este refrán se entere» (1200 a); «según dice el fdósofo» (1518 a); «como dice el cuento» (1622 a).

Es curioso —aunque queremos suponer que casual— que no se repitan las fórmulas, si bien algunas —es verdad— ofrecen un gran parecido entre sí.

¡Hasta 23 fórmulas! Sin contar una más que intencionadamente hemos dejado de citar para presentarla ahora dándole todo el relieve que a nuestro entender merece.

En nuestra literatura medieval es frecuente encontrar no pocos casos de introducir un refrán mediante alguna fórmula. Pero nunca con una variedad tan grande como se hace en el Libro de Buen Amor.

Hablando del mes de noviembre, dice el Arcipreste de Hita en la estrofa 1273 (verso d): «Las viejas tras el fuego ya cuentan sus patrañas».

Ya en la estrofa 796 (verso a) había escrito «dijo la buena vieja». Y en la 957 (versos ab): «Como dice la vieja, al tejer su madeja: 'De mala gana el hombre, siempre, morir se deja'».

Al leer esto ¡cómo no pensar en ese precioso refranero atribuido —con razón o sin ella, más bien con razón y mucha— al Marqués de Santillana, que lleva por título Refranes que dicen las viejas tras el fuego1.

En la estrofa 160 (versos bcd) leemos: «dícelo la escriptura que / 'El buen esfuerzo vence a la mala ventura' / Y 'a toda pera dura gran tiempo la madura'», insistiendo en la estrofa 804 (verso c) en la alabanza del esfuerzo con estas palabras: «El esfuerzo consigue cuantos deseos son».

Esta alabanza del esfuerzo se repite una y otra vez en nuestros escritores medievales: «Buen esfuerco quebranta mala ventura», dice el 125 de los Refranes del Marqués de Santillana, quien también lo emplea en su Cancionero Castellano editado por el hispanista francés Foulché-Delbosc (I, 198 a), así como también aparece en otros Cancioneros.

Y de forma muy parecida lo leemos en el Libro de Alexandre (71 a) y en el Caballero el escudero (XXXV, 243 a) de Don Juan Manuel. Y también lo encontramos en Las Siete Partidas (II, XXVII, 1) bajo la forma de «Vence el buen esfuerzo la malandancia». Y cabría seguir aportando ejemplos de esta paremia que tan buen predicamento tuvo en nuestros escritores medievales.

Por el encadenamiento de tres refranes o frases proverbiales en un gracioso diálogo entre una vieja y el Arcipreste, traeremos a colación la estrofa 946 que dice así:

Con su pesar la vieja díjome muchas veces:

'Arcipreste, es más grande el ruido que las nueces'.

Díjele: '¡Diosme el diablo malas vejas con creces!'

Dijo: 'Bebido el vino, hablan mal de las heces'.

Sólo comentaremos, y muy brevemente, esa locución «más es el ruido que las nueces» que podemos encontrar en el Vocabulario de refranes de Correas, donde figura con el añadido de «cagajones descabeces». También lo encontramos en boca de Celestina (Celestina, acto IX) y en el Cancionero Castellano del siglo XV editado por Foulché-Delbosc (II, 562 b). Y asimismo en Alvarez Gato bajo la forma: «Son (...) las nueces más que el ruido».

Y   ya que nos hemos detenido durante unos muy breves momentos en esta paremia «más es el mido que las nueces», reproduciremos la estrofa 907 de este mismo Libro de Buen Amor en la que se recuerda que «de una chica nuez nace gran árbol de noguera» en una bonita estrofa que dice así:

Huya de habla dañosa la mujer placentera;

Pues un grano de agraz produce gran dentera,

De una chica nuez nace gran árbol de noguera,

Muchas espigas nacen de un grano de cibera.

Nuestro refranero español —de tan extraordinaria riqueza— posee varios refranes también para esta misma idea. Nos limitaremos a recordar algunos de los que es fácil localizar en el tomo español-francés de nuestra Selección de refranes y sentencias: «De pequeña centella, grande hoguera» (757), «Con pequeña herida se puede perder la vida» (585), «Por un punto ruin, perdió su asno Martín» (2313), «Por carta de más o de menos, se pierden los juegos» (2260), «Por un clavo se pierde una herradura; por una herradura, un caballo; por un caballo, un caballero; por un caballero, un campo; por un campo, un reino» (2309) [o también: (...) por un caballero, una batalla; por una batalla, una guerra»].

¡Cómo no recordar, entre otros, los siguientes pasajes de este mismo Libro de Buen Amor: «Dice el proverbio antiguo: 'quien quiere matar al can / Achaque le levanta; y, así, no le da pan'» (93 ab), «Cuidad no ser indolente, acordaos de una hablilla: / 'Cuando te den la vaquilla, átala con la soguilla'» (870 ab), que de manera muy parecida recogen los Refranes que dicen las viejas tras el fuego: «Quando te dieren la vaquilla, acorre con la soguilla» (603).

¿A qué lector español de mediana cultura no le resultan familiares en las puertas del siglo XXI los siguientes refranes y frases proverbiales escritos por el Arcipreste de Hita hace ya siete muy largos siglos?: «Pagan alguna ocasión ios justos por pecadores» (667 a), «A pan de quince días, hambre de tres semanas» (1491 b), «Ave vieja no suele en red ser apresada» (1208 d), «¡Qué buen manjar, si no fuese el pagar!» (944 d).

Y   así podríamos seguir recordando y comentando otros varios de los muchos refranes que aparecen en el Libro de Buen Amor. Pero, si así lo hiciéramos, se agotaría la hora sin haber abandonado a nuestro buen Arcipreste de Hita. Pasaremos, pues, a Don Sem Tob, aunque más adelante nos volveremos a encontrar con refranes del Libro de Buen Amor al comentar algunos de los que encontraremos en otros escritores.

 

 

2.2. LOS PROVERBIOS MORALES DE DON SEM TOB DE CÁRRIÓN [siglo XIV]

 

Como su mismo nombre indica, esta obra constituye una larga serie de consejos de doctrina moral en la que se recogen no pocas paremias. Como las siguientes: «Quien quiere tomar trucha / Aventúrese al rrío» (154 cd), paremia que en La Celestina será citada con una simple insinuación: «No se toma trucha, etc.», dando por supuesto que la continuación es harto conocida.

También en los Refranes que dicen las viejas tras el fuego aparece esta misma paremia bajo la forma: «Quien peces quiere, el rabo se remoja» (n° 591.

Recordemos esta otra estrofa de los Proverbios morales, en la que Don Sem Tob critica la codicia:

Quando lo poco viene,

Cobdiçia de más cresçe.

Quanto hombre más tiene,

Tanto más le fallesçe (206)

que cabe poner en relación con una paremia que ya comentamos al hablar del Libro de Apolonio y también con esta estrofa del Tractado de la Doctrina: «Cobdicias desordenadas / Trahen pérdidas dobladas, / E causan a las begadas / Muerte segura», después de haber aconsejado: «Non cobdicies la casada, / Parienta ni consagrada, / Por ty non sea quebrantada / Lealtad». Veamos ahora esta otra estrofa de los Proverbios morales:

Cierto es y non fallesçe

Proverbio toda vía:

El huésped y el peçe

Fieden al tercero día (526)

Hoy suele decirse: «El huésped y el pez, al tercer día hiede», «El huésped y la pesca, a los tres días apesta». Por eso dice otro refrán recogido por Correas: «El güesped y el güevo, fresco». Recordemos asimismo estas otras estrofas de Don Sem Tob:

Tomar del mal lo menos

Y lo más del bien,

A malos y a buenos

A todos les convien (135)

 

Quien por un solo tiento

Quiere acabar su fecho,

Una ves entre çiento

Non sacará provecho (146)

Y esta otra tan bonita:

 

En lo que Lope gana

Pelayo emprobrese,

Con lo que Sancho sana

Domingo adoleçe (60)

No podemos dejar de señalar que en los Refranes que dicen las viejas tras el fuego aparece (con el n° 149) el siguiente: «Con lo que Sancho sana, Domingo adoleçe». Tampoco dejaremos de hacer constar que en Correas encontramos los siguientes: «Con lo que Sancho sana, Marta cae mala», «Con lo que Pedro adolece, Sancho convalece», «Con lo que Pedro adolece, Domingo convalece», «Con lo que Pedro sana y convalece, Domingo adolece», «Con lo que sana el hígado, enferma el bazo».

Y   en el Diálogo de la lengua aparecerá bajo estas formas: «Con lo que Pedro sana, Domingo adolece», «Con lo que sana el hígado, enferma la bolsa».

No olvidemos a este respecto que asimismo en el siglo XVI, en el Lazarillo de Tormes podemos leer cómo dice el ciego a su joven acompañante: «lo que te enferma, te sana y da salud».

Y   para terminar con los Proverbios morales de Don Sem Tob de Carrión, esta otra estrofa:

¿Quién puede coger rosa

Sin tocar sus espinas?

La miel es muy sabrosa,

Mas tiene aguas besinas (110)

 

 

2.3.     TRACTADO DE LA DOCTRINA

 

Aunque atribuido por Amador de los Ríos al rabí Don Sem Tob de Carrión, en el códice IV, 6, 21 de San Lorenzo de El Escorial, figura la siguiente estrofa a manera de colofón: «Malos biçios de mi arriedro, / E con todo esto non medro, / Sy non este nombre Pedro /                de Beraguer» [Véase «Biblioteca de Autores Españoles» tomo LVII: Poetas Castellanos anteriores al siglo XV. Madrid, 1952].

Una docena de estrofas del Tractado de la Doctrina constituyen auténticas paremias. Dice así la 115: «Fasle firme çerradura / A tu lengua, de figura / Que te abise a la cordura / Lo que digas».

Una y otra vez en nuestros textos medievales aparece el sabio consejo de saber callar. Por algo dice un antiguo refrán, recogido por Correas: «La mala llaga sana, y no la de palabra».

El tema de saber callar en la Paremiología española es digno de un estudio monográfico que muy posiblemente emprendamos en un futuro inmediato. Ahora nos limitaremos a esta observación. Pero volveremos sobre él al comentar los refranes que aparecen en el Libro del Cavallero Zifar y también cuando hablemos de La Celestina.

Siguiendo con el Tractado de la Doctrina recordaremos su estrofa 145: «Dize la antigua conseia: / La mal ganada oueja, / Mala fyn ha la pelleja / Y su duenno». Tampoco dejaremos de recordar la estrofa 132 que dice así: «De parientes y sennor, / Dime qual es el mejor? / Respondió el sabidor: / Pasar sin ellos».

Por algo dice un sabio consejo: «Del superior y del mulo, cuanto más lejos, más seguro», cuya filosofía se corresponde con estos otros refranes que tenemos recogidos en el tomo II de nuestra Selección de refranes y sentencias: «Cabe señor ni cabe igreja no pongas teja», «Donde está el rey, a tres leguas».

Más radical aquí la forma en que lo expresa el refrán recogido por Correas, pues, en lugar de 'a tres leguas', dice 'a cien leguas'.

Recordaremos también la estrofa de este Tractado de la Doctrina que dice así: «Con una honça de miel / Buelven syete de fiel. / Bed que xarope cruel / Este mundo».

Y   terminaremos nuestras indicaciones en relación con esta interesante obra recordando una de sus primeras estrofas, la número 3, cuando aún se está en una especie de introducción: «Esto pensé ordenar / Para al ninno administrar / Porque es malo despulgar / El çamarro».

Eleanor O'Kane —por cierto— lo pone en relación con el refrán que dice «Home viejo de castigar y pellón prieto de espulgar malo es» del Seniloquium y con «Si al viejo castigaste, espurga tu çamarrón» del Cancionero de Fernán Pérez de Guzmán.

Por nuestra parte no dejaremos de señalar que en el Vocabulario de refranes y frases proverbiales de Correas figura el que dice: «Malo es el zamarro de espulgar y el viejo de castigar y enderezar».

 

 

 

2.4. EL LIBRO DEL CAVALLERO ZIFAR

 

Por su riqueza en refranes y locuciones proverbiales así el Libro de Buen Amor como sobre todo éste del Cavallero Zifar, y más aún La Celestina ofrecen material más que suficiente para poder dedicar a cada uno de ellos por lo menos una hora de atención, sin llegar en ningún caso a agotar la materia.

Por ser el Libro del Cavallero Zifar una obra en prosa, los refranes pueden ser citados tal cual se emplean corrientemente. No hay necesidad de darles una forma especial para adaptarlos de acuerdo con las necesidades de la métrica. Pueden mantener, en cambio, su rima propia.

Por ejemplo: «Quien se arrebata, su pro non cata» (f. 131 v), «La mala fama, antes descubierta que la buena sea cierta» (f. 135 r), «Más vale a ome andar señero que con mal compañero» (f. 136 v), «Quien con perros se echa, con pulgas se levanta» (f. 136 v), «Fas bien, y non cates a quien» (f. 139). Recordemos asimismo el que dice «Pierde el lobo los dientes, mas no las mientes» (133 r), que con el n° 547 aparece en los Refranes del Marqués de Santillana bajo esta forma: «Pierde el asno los dientes, mas no las mientes».

En repetidas ocasiones se da en el Libro del Cavallero Zifar una especie de concatenación parecida a aquella tan bonita que recordábamos hablando del Libro de Buen Amor: «Por un clavo se pierde una herradura; por una herradura, un caballo; por un caballo, un caballero; por un caballero, un campo; por un campo, un reino» (2309) [o también: (...) por un caballero, una batalla; por una batalla, una guerra»].

Veamos algunos ejemplos: «Ca de la mentira nasçe discordia, e de la discordia, despegamiento, e del despegamiento injuria, e de la injuria despartamiento de amor, e del despartamiento aborrençia, e de la aborrençia guerra, e de la guerra enemistad, e de la batalla crueldat, que estraga todos los ayuntamientos e las compañías de los omes» (f. 123 r).

Y   sigue poco después (en el mismo folio 123): «Mas debe el rey sienpre dezir verdat, ca de la verdat nasge temor de Dios, nasge justigia, e de la justigia conpañía, e de la conpañía franqueza, e de la franqueza solas, e del solas amor, e del amor defendimiento».

Y   un ejemplo más: «Ca la verdat sienpre quiere estar en plaça e non ascondida, porque la verdat es raís de todas las cosas loadas; e de la verdat nasçe temor de Dios, e del temor de Dios nasçe justicia, conpañía de la franqueza, e de la franqueza solas, e del solas amor, e del amor defendimiento, así como de la mentira, que es contraria de la verdat, nasçe despagamiento e discordia, e de la discordia injuria, e de la injuria enamistad, e de la enamistad batalla, e de la batalla crueldat, destruimiento, daño de todas las cosas del mundo» (f. 126 r y 126 v).

Dada la gran riqueza de refranes y sentencias que figuran en esta obra, muchos podrían ser los comentarios. Nos limitaremos a unas pocas observaciones.

En primer lugar, unas que dicen relación con el acierto de saber callar y el inconveniente de hablar a destiempo. Parece casi una obsesión en no pocos de nuestros escritores medievales. Y no les falta razón. Por algo dice el sabio autor de un conocido libro de devoción o más exactamente de formación religiosa: «Muchas veces me arrepentí de haber hablado, ninguna de haber callado». No es del todo exacto, pues en alguna ocasión procede hablar, mereciendo censura el callar por cobardía. Por eso, mejor sería decir: «Muchas veces me arrepentí de haber hablado; y muy pocas de haber callado».

Por dos veces aparece en El Cavallero Zifar la prudente observación de que «El mucho favlar non puede ser syn yerro» (ff. 116 v y 160 v), de acuerdo con éste otro que se recoge en los Refranes que dicen las viejas tras el fuego: «Mucho fablar, mucho errar (n° 427).

Y   en una especie de concatenación aparecen en los folios 116 v y 117 r del manuscrito del Cavallero Zifar estas otras muy sabias paremias en relación con este mismo tema: «Como faze buen callar al que fabla sabiamente, así non faze buen fablar al que fabla torpemente», «Mejor es al ome que sea mudo que non que fable mal», «Non puede ome aver peor enfermedat que ser mal fablado è mal corado», «Contesçe a las vegadas por el coraçón grandes yerros e por la lengua grandes enpieços», «A las vegadas son peores llagas de lengua que los golpes de los cuchiellos».

Después de estas consideraciones acerca de la prudencia de saber callar, pasa a hablar de la paciencia, empleando muy pronto, entre otras, esta paremia: «Cuando uno non quiere dos no pelean», que en el Diálogo de la lengua de Juan de Valdés aparece bajo la forma de «Quando uno no quiere, dos no barajan».

De los muchos refranes que encontramos en El Cavallero Zifar citaremos unos pocos que resultan más familiares en nuestros días, absteniéndonos -muy a pesar nuestro- de hacer en general comentarios: «Quien se muda, Dios le ayuda» (f. 15 v), «Piedra movediza non cubre moho» (f. 15 v), «Quien buen árbol se allega, buena sombra le cubre» (f. 54v), «Del dezir al fazer mucho ay» (f. 79 r), «Quien todo lo quiere, todo lo pierde» (f. 79 v), «De pequeña centella se levanta gran fuego si ome no pone y consejo» (f. 84 r), «La yerva mala aina cresçe» (f. 96 v), «De los escarmentados se fazen los arteros» (f 104 v), «Más val poco fecho con seso que mucho sin seso» (f. 145 v), «Mal de muchos, gozo es» (f. 186).

Varios de estos refranes aparecen asimismo en otros escritores medievales. Algunos los encontramos en los Refranes que dicen las viejas tras el fuego. Y no pocos figuran en el Vocabulario de Correas.

Así, por ejemplo, el refrán «Piedra movediza non cubre moho» también lo encontramos en los Refranes del Marqués de Santillana bajo la forma de: «Piedra movediza no la cubre moho» (n° 548).

Y   el refrán «Quien buen árbol se allega, buena sombra le cubre» (f. 54v) aparece en La Celestina donde Pármeno se limita a insinuarlo diciendo: «Quien a buen árbol se arrima...», dando por supuesto que cualquiera será capaz de captar su continuación «buena sombra le cobija», como señalaremos más adelante. Por otro lado la paremia «Quien bien sea non lieve» (f. 15 v) aparece a veces con la coletilla de «ca mudándose a menudo pierde lo que ha». Y en el Conde Lucanor bajo la forma de: «Quien bien se siede, non se lieve», es decir, «Quien bien se sienta, no se levanta».

 

 

 

2.5.     EL CONDE LUCANOR O LIBRO DE PATRONIO [siglo XIV]

 

Las partes 2a, 3a y 4a de esta obra de Don Juan Manuel constituyen un auténtico repertorio de sentencias y aforismos medievales. Y además, en las partes 1a y 5a aparecen acá y allá unas veinte expresiones entre refranes y sentencias.

Nos limitaremos a recordar un interesante párrafo del ejemplo XVI, titulado De la respuesta que dio el conde Ferrant González a Ñuño Laínez su pariente. Dice así el pasaje que nos interesa destacar:

 

(...) más les contesçería commo dezía el vierbo antígo: 'Murió el ombre e murió el su nombre'; mas si quisiéremos olbidar los vicios e fazer mucho por nos defender e levar nuestra onra adelante, dirán por nos después que muriéremos: 'Murió el omne, mas non murió el su nombre'.

Como simple curiosidad recordaremos en el ejemplo XLVII (De lo que contesçió a un moro con una su hermana que dava a entender que era muy medrosa) aparece un dicho en algarabía que, traducido al español, reza así: «Ahá, hermana, despantádesvos del sueño de la tarrezuela que faze boc, boc, e non vos espantávades del desconyuntamiento del pescueço». Y apostilla diciendo que «este proverbio es agora muy retraído entre los moros».

El curioso dicho «Otro loco hay en Chinchilla», también conocido bajo la forma de «Otro loco hay en el baño», es en cierto modo evocado en la 2a parte del ejemplo XLIII (De lo que contesçió al bien e al mal, e al cuerdo con el loco).

La mayoría de las sentencias y aforismos de las partes 2a, 3a y 4a tienen su origen en diversas colecciones aparecidas en España durante la primera mitad del siglo XIII, como el Bonium o Bocados de Oro y también Paridad de poridades (o Secreto de los Secretos) y las Flores de la filosofía.

Algunas de estas sentencias siguen vivas en nuestros días, con frecuencia ligeramente modificadas en su aspecto externo. Por ejemplo, la que dice: «Mejor sería andar solo que mal acompañado» (316), que al instante nos recuerda la actual «Más vale solo que mal acompañado».

Cabe asimismo poner en relación nuestro refrán «Dime con quién andas y te diré quién eres» con el que leemos en la 2a parte del Conde Lucanor. «Omne es, con tales se acompaña» (317).

Muy buena la sentencia que afirma: «El que sabe, sabe que non sabe; el que non sabe, cuida [es decir, piensa, del latín cogitare) que sabe» (318).

Llaman la atención unas cuantas sentencias que encierran dos partes en principio contradictorias. Por ejemplo la siguiente: «Del fablar viene mucho bien; del fablar viene mucho mal» a la que sigue esta otra: «Del callar viene mucho bien; del callar viene mucho mal».

Un poco antes aparece esta otra: «El mejor pedaço que ha en el omne es el coraçon; esse mismo es el peor» (2a parte). Y dicen verdad, planteando el problema de que, aunque en un principio: «Refrán mentiroso no hay» y «No hay refrán que no sea verdadero», porque «Los refranes son evangelios chiquitos», también ocurre que hay refranes contradictorios. Por ejemplo, frente al que nos enseña que «A quien madruga Dios le ayuda»; otro nos advierte que «No por mucho madrugar amanece más temprano» (o «más aina»).

 

 

 

3.1.     CANCIONERO DE BAENA [siglo XV]

 

     El Cancionero de Baena es, también él, una rica mina de refranes, como fácilmente puede apreciarse en la magnífica edición que de él han hecho los profesores Brian Dutton y Joaquín González Cuenca. Sobre todo, el Cancionero de Alfonso Alvarez de Villasandino que, además, se distingue por su maestría en el manejo del refrán y de la locución proverbial. Nos limitaremos a muy pocos ejemplos.

En primer lugar, cuando en su 'repregunta' (n° 122 de la edición mencionada) escribe: «E por su venida mi barva repelo, echad en remojo essa que rapades». Alusión clarísima al refrán que dice: «Cuando la barba de tu vecino veas pelar, echa la tuya a remojar» (o: «pon la tuya en remojo»).

Este refrán aparece asimismo en el Corbacho (I, XVII, 54) y también lo recoge Correas en su Vocabulario de refranes y frases proverbiales. No dejaremos de señalar que en La Celestina dice Pleberio en el acto XVI: «Debemos echar nuestras barbas a remojo y aparejar nuestros fardeles».

Recordemos también los versos: «Más vale 'tomo' çiento que mill 'te daré' mesquino», de su Dezir d'estribot pediéndole merced al Rey (n° 219, versos 25-26 de la edición citada). Versos que al instante nos traen a la memoria nuestro refrán «Más vale un 'toma' que dos 'te daré».

En otro Dezir al rey don Enrique (n° 58 de la edición citada; versos 5-6) escribe: «Quien mal fado ha en la cuna non le viene sin çoçobra», que naturalmente evoca los refranes: «Quien nace con malas fadas, tarde las puede perder», «Quien hadas malas tiene en cuna, o las pierde tarde o nunca», que podemos encontrar en los Refranes que dicen las viejas tras el fuego (n° 583), donde también aparecen estos otros: «Lo que en la leche se mama, en la mortaja sale» (406), «Cabra va por viña: qual madre, tal fija» (166).

Refranes que, a su .vez, nos recuerdan estos otros que podemos encontrar en el tomo II de nuestra Selección de refranes y sentencias: «Lo que se aprende en la cuna, siempre dura» (1599), «Lo que se ha por natura, hasta la fuesa dura» (1600), «Genio y figura, hasta la sepultura» (1220), «Lo que entra con el capillo, sale con la mortaja» (1578), «Lo que con el capillo se toma y pega, con la mortaja se deja» (1574), «Lo que en la leche se mama, en la mortaja se derrama» (1577), «Aunque muda el pelo la raposa, su natural no despoja» (379), «El que nace lechón, muere cochino» (2487).

Recordemos asimismo los que dicen: «Lo que se ha por natura, hasta la fosa dura», «Lo que se mama en la cuna, no acaba hasta la sepultura» y otros muchos en relación con el que dice: «De tal palo, tal astilla».

En el Diálogo de la lengua se aportan como ejemplo estos dos: «El que malas mañas ha, tarde o nunca las perderá», «Cual la madre, tal la hija; y tal la manta que las cobija».

Recordemos el ya citado del Cavallero Zifar. «Pierde el lobo los dientes, mas no las mientes» (113 r), que hace un momento poníamos en relación con el n° 547 de los Refranes del Marqués de Santillana: «Pierde el asno los dientes, mas no las mientes».

¡Magníficas las estrofas 3 y 4 de su Réplica contra el Adelantado Perafánl (n° 112 de la edición citada). Dicen así:

Mi señor Adelantado,

un exemplo ay aldeano:

que más val' pardal en mano

que buitre muy embolado.

Todo bien considerado,

aquí yaze otro mal:

non dar buitre nin pardal

e profanar el bien dado.

 

Mi señor Adelantado,

otro exemplo ay antigo:

que dizen que da Dios trigo

en algunt ero sembrado.

Yo como rudo azedado

que nunca aprendí derecho,

quise fruto con provecho

non teniendo barvechado.

Hasta cuatro evocaciones al refranero en estas dos estrofas. Y además, esa doble indicación de 'un exemplo ay aldeano' en la estrofa 3a y 'un exemplo ay antigo' en la 4a. Si interesante es el adjetivo 'antigo', para calificar el sustantivo 'exemplo' en la estrofa 4a, más interesante aún y sobre todo más significativo el adjetivo 'aldeano' con que en la 3a se califica ese mismo sustantivo 'exemplo', empleado con el significado de 'refrán'.

No se recata Alfonso Alvarez de Villasandino en recurrir al refranero, aunque sea de origen en ocasiones al menos tan popular que lo puede calificar de 'aldeano'.

La simple lectura de estas dos estrofas nos trae al instante el recuerdo de toda una serie de refranes que se van ensartando uno tras otro.

En primer lugar, ese 'exemplo aldeano' según el cual «Más val' pardal en mano que buitre muy embolado» nos evoca los actuales «Más vale pájaro en mano que buitre volando», «Más vale pájaro en mano que ciento volando», que a su vez nos recuerdan estos otros del tomo II de nuestra Selección de refranes y sentencias: «Más quiero huevos hoy que mañana pollos» (1687), «Más vale buena posesión que larga esperanza» (1701), «Más vale 'tengo un ochavo' que 'préstame un cuarto'» (1759), «Más vale un 'toma' que dos 'te daré'» (1766), «No dejes lo ganado por lo que has de ganar» (1911).

No dejaremos de señalar que también aparece en los Refranes que dicen las viejas tras el fuego: «Más vale páxaro en mano, que bueytre [sic] volando (422).

Cuando a continuación leemos: «Aquí yaze otro mal: / Non dar buitre nin pardal / E profanar el bien dado», enseguida pensamos en nuestros refranes: «A caballo regalado, no le mires el diente», «A caballo regalado, no le mires la boca», «A caballo regalado, no le guardes el pelo», «A borrico presentado, no hay que mirarle el diente», «A quien dan, no escoge».

En la estrofa 4a nos dice: «Otro exemplo ay antigo: / Que dizen que da Dios trigo / En algunt ero sembrado», que nos recuerda: «Dios da el frío conforme al vestido», «Dios aprieta, pero no ahoga», «Dios consiente, pero no para siempre», «Dios que da la llaga, da la medicina», «El frío sabe a quien se arrima». Y termina la 4a estrofa afirmando: «Quise fruto con provecho / Non teniendo barbechado». Evocación clara del refrán que dice: «Quien no barbecha, no cosecha».

Y también de los dos siguientes que aparecen en el tomo II de nuestra Selección de refranes y sentencias: «Más vale sazón que barbechera ni binazón» (1747), «Sazón hace trigo, que no barbecho mollido» (2633). Y de forma un tanto distinta: «Quien no llora, no mama».

Aunque nos hayamos limitado a los refranes, sentencias y locuciones proverbiales en el Cancionero de Alfonso Álvarez de Villasandino, no podemos resistir el deseo de citar al menos los versos de Juan Álvarez Gato en los que, en un bonito juego, alude a su propio apellido sin citarlo expresamente:

Las coplas de mis querellas,

Que vistes vuestras casas,

Vos fuestes la causa dellas,

Aunque pasaste por ellas

Como yo sobre la brasa

dando por supuesto que al instante vendría a la mente la locución que dice: «Pasar como gato sobre brasas», locución que —cabe recordar— también aparece en El Corbacho.

 

 

 

3.2.     EL CORBACHO O REPROBACIÓN DEL AMOR MUNDANO [siglo XV]

El Corbacho es muy rico en refranes. Con gran maestría los consigue ir combinando el Arcipreste de Talavera con numerosas citas bíblicas, así del Antiguo como del Nuevo Testamento, y también de distintos autores de la Antigüedad clásica, sin dejar de recurrir en ocasiones a testimonios más recientes, como los de Francisco Petrarca e incluso del Arcipreste de Hita.

En numerosas ocasiones introduce el refrán con palabras como «segund diz el antigo proverbio», o «como dize el enxiemplo», o bien otras por el estilo, mereciendo ser destacada la que dice: «Por ende dize el enxiemplo vulgar», que emplea en varias ocasiones.

El último párrafo del capítulo IV de la segunda parte es en extremo interesante para conocer el empleo de refranes por parte del Arcipreste de Talavera en El Corbacho. Vale la pena leerlo.

Dice así: «¡O locas syn seso, faltas de entendymiento, menguadas de juyzio natural! Creed, pues, syn dubdar que el que más vos loa es por vos engañar, como dize Catón: 'Dulcemente canta la caña quando el caçador dulcemente cantando con tal engaño toma el ave'. Piense, pues, la muger que con dulces palabras la han de tomar, que non con ásperas; y esto al comienço, que después paresce a lo que le viniere, que dulce es la entrada, mas amarga es la estada; como miel fue la venida, amarga después la vida. Por ende, dixo Salomón: 'Non por comienço la loor es cantada, mas por la fin syenpre fue comendada'. Asy que muchas cosas tyenen buenos condéneos que sus fines son diversos. Por eso dise el enxienplo bulgar: «Quien adelante non cata, atrás cae». Por ende, cada qual guarde qué faze o qué dize, que la palabra asy es como la piedra, que salida de la mano non guarda do fiere».

Junto a una cita de Catón y otra de Salomón, trae a colación hasta cinco refranes, para acabar diciendo: «E como dize el Sabio: 'Buela la palabra: desque dicha non puede ser rrevocada: desdezirse della sy, mas que ya non sea dicha, ynposible sería».

Una de las notas más sorprendentes en el empleo de refranes, así en El Corbacho como en La Celestina y también en algunas otras de nuestras joyas literarias de la Edad Media, es esa especie de sarta de refranes que se van enlanzando uno con otro como eslabones de una misma cadena.

Poco después del ejemplo que acabamos de recordar, en el primer párrafo del capítulo V de esa misma segunda parte, nueva serie de refranes:

 

Non guarda vez de molino de formo nin de honrra, que al primero íaze postrero e al postrimero primero; todo va en el dinero. E demás, oy te dirá uno la muger, a cabo de ora otro; sy a uno dize de sy, a otro dize de non; al uno ya fabel, al otro alfilel; al uno da del ojo, al otro por antojo; al uno da del pie, al otro fiere del cobdo; al otro aprieta la mano, al otro tuerce el rrostro.

 

  Nuevo ejemplo poco después:

Toma enxemplo del proverbio antiguo: Perezoso nin tardinero non seas en tomar, muchas cosas prometidas se pierden por vagar; quando te dieren la cabrilla, acorre con la soguilla; quien te algo prometiere, luego tomando fiere.

Y así podríamos seguir aportando ejemplo tras ejemplo de series de refranes que se van enlazando uno con otro.

Verdadera erudición paremiológica —nada fácil de conseguir— es la que nos ofrece El Corbacho en el capítulo 8 de la parte tercera, cuando, justo después de afirmar que «oyen se le devyera menbrar que a buen callar llaman Sancho, (locución que comentaremos más adelante) escribe: «Dize el proemio de las Clementinas sobre aquella palabra sylencio, dize:

'El favlante sea discreto en favlar'. Dize más Ovidio: 'Non ay menor trabajo que callar e mayor pena que mucho favlar, porque trae consygo el mucho errar'. Dize Catón que la primera virtud créese refrenar la lengua. Dize Sócrates: 'Dezir me pesó; callar nunca'. Dize el Arcipreste: 'Sabyeza tenprado callar; locura, demasyado fablar'.

De esta suerte, tras una cita del proemio de las Clementinas, trae otra de Ovidio, seguida de otra de Catón, a la que sigue otra de Sócrates, que a su vez es seguida de otra del Arcipreste de Hita.

 

 

 

3.3.     LA CELESTINA [finales del siglo XV]

La Celestina constituye una auténtica mina de refranes. Tenemos muy adelantada la elaboración de un «refranero de La Celestina» por orden alfabético o —como se decía-— «por orden del a.b.c», acompañado de los comentarios pertinentes y con un índice de todas las palabras clave.

Con razón La Celestina ha despertado el interés de varios paremiólogos. Entre ellos, José Gella Iturriaga (con su «Refranes de La Celestina» [Actas 245-268]) y Anita Bonilla Ernouf (con su tesis doctoral «Proverbs and Proverbial Phrases en La Celestina» [Columbia University. 1970]). Sin olvidar, desde otro punto de vista, el magnífico estudio de Francisco Castro Guisasola Observaciones sobre las fuentes literarias de ^La Celestina' [R.F.E. Anejo V. Madrid. 1924. Reimpresión 1973],

En La Celestina Fernando de Rojas se revela como un verdadero artista en el acertado empleo del refrán que maneja con exquisita habilidad y gran maestría. Y los pone en boca de todos sus perso­najes; principalmente en boca de Celestina, de Sempronio y de Pármeno; y también no pocos en boca de Calisto y de Melibea.

En lo que podríamos llamar casi un alarde de conocimiento paremiológico, nos va ofreciendo, a lo largo de su obra, un riquísimo tesoro de refranes. Más de tres centenares y medio tenemos recogidos. Amén de diez citas bíblicas, en cierto modo paremiológicas. Y de una veintena de citas que, según Castro Guisasola, responden a obras latinas de Petrarca, principalmente a su De remediis. Y también alguna que otra cita de Aristóteles (su Física), de Virgilio (la Eneida), de Ovidio (Ars amandi), de Séneca„(Cartas a Lucilio), e incluso del PseudoSéneca (Proverbios).

Leyendo La Celestina,'más de una vez nos puede parecer que su autor 'piensa en refranes'. Tan bien domina el refranero y tan familiar le debe resultar que muchas veces se limita a simplemente insinuar el refrán. Lo cual nos hace pensar además que para Fernando de Rojas el refranero es algo muy familiar. Y también para su público, ya que da por supuesto que una simple insinuación es suficiente; y no cree necesario tener que citar el refrán todo entero o al pie de la letra.

De donde cabe deducir la vitalidad y la vigencia del refranero en nuestro pueblo a finales del siglo XV. Solamente unos ejemplos rápidos de estas simples insinuaciones de refranes:

a. «no se toma truchas, etc.» (Celestina, acto VII) dando por supuesto que todos saben concluirlo añadiendo «a bragas enjutas».

b.  «quien a buen árbol se arrima...» (Pármeno, acto VIII), que se completaría diciendo «buena sombra le cobija», como podemos leer, por ejemplo, en el Diálogo de la lengua de Juan de Valdés.

Recordemos que este mismo refrán ya lo encontramos, aunque con otras palabras, en el Libro del Cavallero Zifar.

c.   «y a buen entendedor...» (Sempronio, acto VIII), que sería fácil completar pensando «pocas palabras bastan», como hoy decimos y como figura en los Refranes que dicen, las viejas tras el fuego (n° 78).

d.  «el ajuar de la frontera» (Centurio, acto XVIII), que se completaba añadiendo «dos estacas y una estera», según dice Correas 'por el poco ajuar de los presidios de soldados de fronteras'.

Tal es su dominio del refranero de su época que en algunas ocasiones parece recurrir el autor de La Celestina al curioso artificio de dividir un refrán entre dos interlocutores, como insinuándolo en el primero y completándolo quien le responde o replica.

Eleanor O'Kane trae a este respecto dos ejemplos, más o menos discutibles. Uno de ellos, muy significativo, aunque no se trate propiamente de un refrán, sino de una locución. Cuando Areusa, en el acto VII, dirigiéndose a Celestina, le dice: «Tía señora ¿qué buena venida es ésta tan tarde? Ya me desnudaba para acostar», Celestina le responde diciendo: «¿Con las gallinas, hija? Así se hará la hacienda». Enseguida pensamos naturalmente en la locución «Acostarse con las gallinas».

Temas muy interesantes, y a los que bien merecería la pena dedicar sendos estudios son, por un lado el de las posibles relaciones entre los refranes empleados en La Celestina y los del refranero conocido por Refranes que dicen las viejas tras el fuego atribuido al Marqués de Santillana; y por otro el de la también posible relación de los refranes de La Celestina con los del Quijote.

Cabría asimismo estudiar la relación entre los refranes de La Celestina y los que a modo de ejemplos emplea Juan de Valdés en su Diálogo de la lengua. E incluso los que emplea Covarrubias en su Tesoro de la lengua castellana. Sin tampoco olvidar cuáles están recogidos por Correas en su Vocabulario de refranes y frases proverbiales.

Los refranes de La Celestina dan pie para múltiples y muy sabrosas consideraciones. Y ofrecen material más que suficiente para dedicarles no sólo una hora, sino incluso varias. Nos limitaremos a unos pocos y breves toques.

En primer lugar recordaremos cómo La Celestina, en el acto III, afirma que «El dinero las peñas quebranta», mientras que Traso en la parte que suele figurar como apéndice expresa la misma idea por la expresión que hoy nos resulta más familiar aún de «Dádivas quebrantan peñas».

Dejemos constancia de que en la estrofa 497 del Libro de Buen Amor —dentro de una larga serie de estrofas consagradas al dinero-— dice así:

El dinero quebranta las cadenas dañosas,

Quita cepos y grillos, prisiones peligrosas.

Al que no da dinero pónenle esposas.

Hace por todo el mundo cosas maravillosas

concluyendo de esta manera:

Por dinero se muda el mundo en su manera.

La mujer que codicia dinero, es placentera:

Por joyas y dinero corre cualquier carrera:

El dar quebranta peñas, hiende dura madera.

Y   en El Corbacho (II, 1) del Arcipreste de Talavera podemos leer estas dos significativas paremias: «A dádivas no ay azero que rresysta, / Quanto más persona que es de carne», «Si el dar quiebra las peñas, / Doblegará una muger que non es como piedra».

Recordemos asimismo —-como ya indicamos al comentar el Libro de Alexandre— que en los Refranes del Marqués de Santillana figura «Dádivas quebrantan peñas».

Y   señalemos asimismo —como ya se hizo entonces— que en el Vocabulario de Correas figura con un significativo añadido, resultando así: «Dádivas quebrantan peñas y hacen venir de las greñas».

En el acto VII Celestina hace gala de su gran dominio del refranero y de su habilidad y maestría para manejarlo, pues para una cosa tan simple como la de recalcar la singularidad aporta hasta nueve refranes seguidos: «No hay cosa más perdida que el mur que no sabe sino un horado» que en el Diálogo de la lengua figura como «Al mur que no sabe más que un agujero, presto lo toma el gato», «Una ánima sola ni canta ni llora», «Un solo acto no hace hábito», «Un fraile solo, pocas veces lo encontrarás en la calle», que recuerda el que dice: «Monjas y frailes andan a pares». «Una perdiz sola, por maravilla vuela», «Un manjar solo contino, presto pone hastío», que se corresponde con el que dice «Todos los días gallina amarga la cocina». «Una golondrina no hace verano», «Un testigo solo no es entera fe», «Quien sola un ropa tiene, presto la envejece».

Y   naturalmente no agota las posibilidades, ni al parecer pretende hacerlo ya que en la misma Celestina se citan algunos otros que aquí no figuran. No nos sería difícil encontrar más ejemplos en nuestro rico refranero medieval. Pero a Fernando de Rojas le resulta más que suficiente citar esos nueve, pues por otra parte podría resultar excesivo seguir añadiendo refranes a los ya mencionados.

No dejaremos de señalar que en la misma Celestina aparecen estas otras paremias: «Un solo maestro de vicios dicen que basta para corromper un gran pueblo» (Melibea, acto IV), «En una hora no se ganó Zamora» (Celestina, acto VI), «El buen atrevimiento de un solo hombre ganó Troya» (Calisto, acto IV), «Un solo golpe no derriba un roble» (Sempronio, acto VIII).

Recordemos además que en el acto XVII pone Fernando de Rojas en boca de Areusa la siguiente observación: «Para esto te dio Dios dos oídos y dos ojos, y no más de una lengua, porque sea doblado lo que vieres y oyeres que no el hablar».

Respecto a esta paremia señala Castro Guisasola —según Antonio Prieto— «cómo Diógenes Laercio atribuye este pensamiento a Xenócrates y a Zenón, y fue sentencia que se apropiaron diversos escritores medievales y renacentistas».

Al hablar de las paremias en El Cavallero Zifar observamos su insistencia en aportar paremia tras paremia para justificar la procedencia de ser muy prudentes en el hablar. Y decíamos que ese consejo viene a ser como una obsesión en muchos de nuestros escritores medievales.

Además de los comentarios que ya se han venido haciendo recordaremos las estrofas 551 y 552 de los Proverbios morales de Don Sem Tob de Carrión, que dicen así:

Pero la meioría                                   Porque le meatad quanto

Del callar non podemos                   Es el oyr fablemos

Negar, mas toda vía                          Una lengua, por tanto,

Con bien que le contemos.             Dos orejas tenemos.

Y   añade a continuación, dentro de la serie de estrofas que dedica a la conveniencia de saber callar:

Sy fuese el fablar

De plata figurado,

Deve ser el callar

De oro afynado.

Después de estas consideraciones, bien vale la pena recordar dos muy prudentes consejos de los Refranes que dicen las viejas tras el fuego: «Tras pared ni tras seto no digas tu secreto» (685), «Di tu secreto a tu amigo, e serás siempre su cativo» (199).

Ya que hemos dedicado estas observaciones al número 'uno', recordemos dos paremias de La Celestina en relación con el número 'tres': «A tres tales aguijones no terna cera en el oído» (Sempronio, acto XII), «Tres veces dicen que es lo bueno y honesto» (Sempronio, acto IX).

Dada la natural limitación de tiempo renunciamos al deseo de hacer consideraciones respecto al valor del número 'tres' en distintas civilizaciones así en la Edad Media como también en la Antigüedad, limitándonos a recordar el triple brindis en honor de las tres Gracias, que a veces se multiplicaba por otros tres, resultando entonces 'nueve' en honor en ese caso de las nueve musas.

Y   terminamos estas consideraciones sobre números recordando que en el acto I ..exclama Sempronio: «¡En sus trece está este necio!». Por la limitación de tiempo a la que hacíamos alusión hace un momento sólo diremos que caben dos explicaciones para esta locución españolas «estar en sus trece» o «mantenerse en sus trece». Por un lado puede ser una alusión a nuestro papa Benedicto XIII, el papa Luna (finales del XIV y principios del XV). Pero, por otro lado cabe también pensar en los trece artículos de la fe judaica redactados por Maimónides en la segunda mitad del siglo XII.

 

 

 

REFRANES QUE DICEN LAS VIEJAS TRAS EL FUEGO

Y vamos a terminar con unas breves consideraciones acerca de los Refranes que dicen las viejas tras el fuego, atribuidos al Marqués de Santillana.

Auténtica joya de nuestra Paremiología, con la que se puede disfrutar y aprender al mismo tiempo. Cabría calificar este refranero de antología de la filosofía popular medieval recopilada cuando ya se vislumbraban los albores de la Edad Moderna.

En orden alfabético un tanto peculiar, aunque diga que «van ordenados por el a.b.c».

Es curioso comprobar cómo alguno aparece repetido. Concretamente, el que dice «antes quebrar que doblar» (n° 104) es luego recogido en el n° 626 bajo la forma de «quebrar, mas no doblar».

El Marqués de Santillana, según el parecer de Eleanor O'Kane, resulta crítico en el uso de los refranes, excluyéndolos de sus composiciones líricas religiosas y amorosas y en la mayor parte de sus obras de molde clásico o italianizante, apareciendo sólo en sus versos familiares y en sus sátiras.

La misma Eleanor O'Kane ofrece un ejemplo muy significativo del Doctrinal de privados, muy dura sátira con motivo de la ejecución de su enemigo Don Alvaro de Luna.

He aquí el ejemplo a que nos referimos:

Fize grazias y mercedes,

Non comí solo mi gallo;

Mas ensillo mi caballo

Solo, como todos vedes.

Se trata de una clara alusión, no sólo irónica sino cruel, del refrán que dice: «Quien solo come gallo, solo ensilla su caballo», que con el n° 598 figura en los Refranes que dicen las viejas tras el fuego, donde también podemos encontrar estos otros: «Uno piensa el vayo, y otro el que lo ensilla» (n° 702), que más tarde emplearía Juan de Valdés como ejemplo en su Diálogo de la lengua: «Aun no ensillays, y ya cavalgays» (n° 30).

No pocos de los refranes que hemos ido citando sacados de los distintos escritores considerados, los encontramos en estos Refranes del Marqués de Santillana. Recuérdese, por ejemplo, que al refrán «Agua vertida, no toda cogida» (n° 91) —que más tarde volveremos a encontrar en el Diálogo de Lengua de Juan de Valdés— corresponde en el Rimado de Palacio: «Del agua que se vierte, la medio non es cogida» (445).

Recuérdese asimismo que la locución «A buen callar, llaman Sancho» que encontrábamos en El Corbacho, figura aquí con el n° 2. No dejando de señalar que también la encontraremos más tarde en el Diálogo de la lengua.

En relación con esta paremia procede dejar constancia de los últimos versos del romance Morir vos queredes, padre. San Miguel os haya el alma que alude a la partición de su reino por el rey Don Femando, cuando va a morir en el castillo de Cabezón el año 1065, y cuyos versos finales dicen: «Todos dicen amén, amén, / Menos don Sancho que calla», surgiendo entonces este dicho de «Al buen callar llaman Sancho».

Para no subrayar ni siquiera con lápiz, ni tampoco escribir absolutamente nada en los libros, ni en los propios y menos aún en los ajenos, sean privados o sean públicos, tengo por norma hacer fotocopias de los textos sobre los que debo trabajar con mayor insistencia. En la fotocopia de estos Refranes que dicen las viejas tras el fuego empecé a subrayar en rojo los que consideraba más destacables para poder volver con mayor facilidad sobre ellos. Después de una segunda y luego una tercera lecturas, resultó que ya apenas servían los subrayados,pues abundaban demasiado. Y hube de recurrir a otros colores y a otros signos con notas e indicaciones al margen y a pie de página. Eso revela la enorme importancia de esta colección que hace un momento calificábamos de auténtica joya de la Paremiología española recopilada en los umbrales del siglo XVI.

 

 

A MANERA DE EPÍLOGO

 

Muchos de los refranes empleados por nuestros escritores medievales han llegado hasta nuestros días y perviven con notable vigencia. Unas veces han llegado tal cual; otras, con alguna ligera variante.

La mujer ha sido con frecuencia no sólo el mejor depósito del folclore oral, sino también la que ha sabido transmitirlo de generación en generación. «Por boca de madre», en expresión gráfica que solemos emplear cuando nos referimos a la supervivencia del judeoespañol durante cinco largos siglos.

Por eso es muy significativo ese título de Refranes que dicen las viejas tras el fuego. Lo mismo que cuando el Arcipreste de Hita en su Libro de Buen Amor introducía un refrán con alguna de las indicaciones que ya recogimos más arriba: «dijo la buena vieja», «como dice la vieja», y sobre todo aquel tan significativo verso que decía: «las viejas tras el fuego ya cuentan sus patrañas».

Obligado es dejar constancia a este respecto de que en el Diálogo de la lengua (1533), al contestar Valdés a la pregunta de Coriolano sobre si nuestros refranes «son como los latinos y griegos», afirma que «los castellanos son tomados de dichos vulgares, los más dellos nacidos y criados entre viejas tras el fuego, hilando sus ruecas», mientras que «los griegos y latinos (...) son nacidos entre personas doctas y están celebrados en libros de mucha doctrina».

Y para terminar voy a hacer una confesión: muchas, muchísimas horas me ha llevado preparar esta conferencia. Nunca había necesitado tantísimo tiempo para preparar una lección o una conferencia de una hora. Pero también debo confesar que pocas veces he gozado tanto como en esas muchas horas dedicadas a su preparación. El refranero español es una auténtica maravilla. La sabiduría popular que en él se contiene es realmente asombrosa.

 

 

 

 
 

 

 

REFRANES Y SENTENCIAS
EN LA LITERATURA MEDIEVAL ESPAÑOLA

 

jESÚS CANTERA ORTIZ DE URBINA
Universidad Complutense de Madrid

Paremia, 7: 1998. Madrid