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Este poema 65, el más extenso del mester de clerecía puesto que rebasa los diez mil versos, se ha conservado en dos manuscritos. El más antiguo, en pergamino, de fines del siglo xni o principios del xiv, perteneció a la biblioteca del Duque de Osuna y se guarda hoy en la Biblioteca Nacional de Madrid; muestra leonesismos en su lenguaje y en la última estrofa se afirma que lo "escrevió" Juan Lorenzo de Astorga 66. El otro manuscrito, en papel, del siglo xv, se conserva en la Biblioteca Nacional de París, tiene algún aragonesismo y su estrofa final lo atribuye a Gonzalo de Berceo. Esta diversa atribución ha planteado el problema, muy complicado, de la autoría. Antes de conocerse el manuscrito de París, se admitió en general la paternidad de Juan Lorenzo, pero, tras el descubrimiento de aquél, el alemán Baist aceptó la atribución a Gonzalo de Berceo, opinión compartida por otros investigadores, como E. Müller. Menéndez Pidal, defensor del origen leonés del poema, sostiene la autoría de Juan Lorenzo, parecer que apoya R. I. Molí y, con cierta cautela, Federico Hanssen. Pero la asignación a Berceo parece insostenible —aparte los problemas que presenta la interpretación de los textos— dadas las profundas diferencias entre el Alexandre y los poemas del clérigo riojano: nada más alejado del carácter, temas y estilo de Berceo, que este largo relato —profano, militar y seudoclásico— de la vida y hazañas de Alejandro Magno. Berceo olvida frecuentemente los nombres latinos y griegos y confunde a menudo los datos geográficos e históricos, mientras que el autor del Alexandre —desde los versos primeros en que encarece la perfección de su arte: M'ester trago fermoso, non es de ioglaría...— hace gala una y otra vez de su condición de clérigo y de su extenso saber, en cuya exhibición se envanece. Por otra parte, dado que el poema parece compuesto muy a comienzos del siglo, pertenecería a la época juvenil de Berceo, lo que hace aún más inverosímil la atribución, pues habrían de ser mayores las muestras de su corta cultura, bastante limitada aun en sus obras auténticas, que son sin duda alguna posteriores. En cuanto a Juan Lorenzo parece lo más probable que se trate de un simple copista, como lo fue Per Abbat del Cantar de Mío Cid, opinión apoyada por Alarcos 67. La paternidad del Alexandre continúa, pues, sin resolver. También se desconoce la fecha en que el Libro fue compuesto, pero se acepta generalmente que en la primera mitad del siglo XIII; Raymond S. Willis llega a remontar la data hasta 1201 ó 1202 68. Se ha discutido muy por extenso, a la vista de los leonesismos y aragonesismos que ofrecen respectivamente los dos manuscritos conservados, cuál fue el dialecto original en que se escribió el Alexandre. Alarcos Llorach, después de estudiar detenidamente las diversas teorías, llega a la conclusión de que el autor se sirvió del dialecto castellano; las palabras que a primera vista no parecen peculiares de Castilla deben estimarse como arcaísmos precastellanos, arrinconados por aquél en los dialectos limítrofes 69. En lo que concierne a la versificación, Alarcos Llorach admite que el autor del Alexandre consigue en su poema la perfección que anuncia en el comienzo de su obra, y se inclina a considerar como errores o descuidos de los copistas los versos mal medidos o los frecuentes casos de asonancia. Rechaza la opinión de Henríquez Ureña, según el cual el Alexandre ofrece mucho mayor irregularidad que las obras de Berceo, a causa probablemente del octo-silabismo que ya comenzaba entonces a hacer sentir su influjo, pero que, en todo caso, revela en el poeta "verdadera impericia técnica". Alarcos supone, por el contrario, que la probada maestría del autor en tantos otros aspectos y su vasta cultura no podían fallar precisamente en lo más mecánico y fácil de su tarea, después de haber afirmado la superioridad de las "sílabas cuntadas" y del "curso rimado" que se había propuesto seguir 70. Otro problema ofrece también interés. Hemos aludido repetidamente en las páginas anteriores a las frecuentes interferencias entre los mesteres de juglaría y clerecía y al hecho de que las obras de este último se destinaban lo mismo que las de aquél al recitado público y no a la lectura particular; opinión insistentemente defendida por Menéndez Pidal y compartida por la crítica más reciente. No obstante, Ian Michael, en un interesante estudio, ha puesto en duda este principio en lo que respecta concretamente al Libro de Alexandre. Michael examina las fórmulas épicas del Poema de Mío Cid y las compara, en número y carácter, con las que se utilizan en aquél; de su mucho menor frecuencia y de la muy inferior destreza del poeta para su empleo, deduce Michael que no se trata aquí de una composición destinada a la presentación oral ante un público habituado a los recitados épicos tradicionales. Y se pregunta el investigador si el poeta renuncia deliberadamente al empleo de los recursos épicos, como parte de su proclamado desprecio a la juglaría —y consecuentemente, pensamos, a su público—, o hay que ver simplemente en el Alexandre la decadencia de lo que habían sido hasta entonces florecientes convencionalismos del lenguaje épico 71. El poema refiere —desde su infancia hasta su muerte— la vida de Alejandro Magno, que interrumpe para intercalar variados episodios, como el relato de la guerra de Troya —larga digresión en 1.688 versos—, que cuenta el propio Alejandro a sus capitanes al contemplar las ruinas de la ciudad; el sermón satiricomoral sobre la corrupción de las costumbres72; la descripción de la bajada a los infiernos, etc. El autor del Libro de Alexandre alardea, decíamos —y la posee, desde luego—, de una copiosa erudición. Aunque a través de compendios y refundiciones, conocía a Homero, a Ovidio, a Quinto Curcio y a gran número de autores —arábigos y cristianos— representativos de la cultura de su época. Las fuentes principales de la obra son dos poemas: uno latinomedieval, el Alexandreis, de Gualterio de Châtillon que sigue a su vez la historia de Quinto Curcio, y otro francés, el Román d'Alexandre, de Lambert le Tort y Alejandro de Bernay o de París73. Pero existen además otras muchas fuentes secundarias de variada procedencia. García Gómez ha estudiado los elementos arábigos incorporados por el poeta español, como el invento que hace Alejandro de la máquina voladora74. Las dos cartas en prosa de Alejandro a su madre que figuran añadidas al final del ms. de Osuna, proceden también probablemente de colecciones arábigas de sentencias o, incluso, de versiones musulmanas de la leyenda alejandrina. Aludiendo a toda esta vasta erudición acumulada en el poema, decía de él Menéndez y Pelayo que era la obra poética de más aliento entre las del siglo XIII "además de poder considerarse como un repertorio de todo el saber de clerecía, y un alarde de la instrucción verdaderamente enciclopédica de su autor que fue sin duda uno de los hombres más doctos de su tiempo" 75. Raymond S. Willis ha dedicado un minucioso estudio a definir la importancia y significación del Alexandre dentro del mester de clerecía y ha destacado sobre todo la plena conciencia "científica" con que el poeta despliega su saber 76. Para el autor del Alexandre, dice Willis, su mester es mucho más que el mero cuidado de alinear estrofas correctamente construidas; su intención excede al simple propósito de Berceo de hablar al pueblo en román paladino, o a la patriótica y piadosa finalidad del Poema de Fernán González, o a la circunspecta exhibición del Apolonio de servirse de la nueva maestría. En el siglo siguiente, el propio Arcipreste, a pesar de sus reminiscencias clásicas, respira un clima muy distinto, y en el fondo desprecia a los que estudian clerecía y en cabo saben poco; el mismo Canciller en ningún sentido es un clérigo como el del Alexandre. Este poema, en cambio, está construido como un verdadero monumento de erudición; su asunto, en primer lugar, la historia de Alejandro, representa un notable incremento para la literatura erudita en España; el texto está compuesto de acuerdo con los más exigentes cánones de retórica y poética; los elementos decorativos suponen un derroche de todas las ramas del saber, concebidas por el autor como un conjunto científico; el héroe del poema está moldeado por el autor como un arquetipo, no simplemente con las tradicionales virtudes de justicia y valor atribuidas a los reyes, sino como un hombre letrado, diversamente instruido en todas las ciencias por su maestro Aristóteles. El autor expone inequívocamente al principio de su obra cuál es la primordial intención que le mueve a escribir el libro: para el poeta del Alexandre su mester no significa tan sólo una particular habilidad formal sino toda una ciencia adquirida y, además, la obligación de difundirla entre las gentes menos letradas con toda la capacidad que él posee; sin esta entrega a su magisterio, el poeta creería haber traicionado su misión. Willis recuerda la significativa estrofa del comienzo que define el propósito del poema:
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NOTAS 65 Ediciones: Fue editado primeramente por Tomás Antonio Sánchez en su Colección..., cit, y reproducido por Ochoa y Janer en sus respectivas colecciones, también cits. Edición de A. Morel-Fatio, Dresden, 1906. Edición de Raymond S. Willis, El Libro de Alexandre. Texis of the París and the Madrid Manuscripts prepared with an introduction by..., Princeton, 1934, Elliott Monographs 32. Edición crítica de las estrofas 321-773 por Emilio Alarcos Llorach en Investigaciones sobre el Libro de Alexandre, Anejo XLV de la Revista de Filología Española, Madrid, 1948. (nota editor web .- Textos completos del Libro de Alexandre: manuscritos O,P y fragmentos. Edición de Juan Casas Rigall) 66 El primer editor del Libro, Tomás Antonio Sánchez, leyó en esta estrofa Juan Lorenzo Segura de Astorga; pero, después de los estudios de Baist y sobre todo de Willis ha sido definitivamente rechazada la lectura Segura de Astorga por la de natural de Astorga (véase de éste último págs. XXVII-XXVIII de su edición citada). 67 Véase una minuciosa exposición de este problema en Alarcos, Investigaciones..., cit, págs. 47-57. Cfr.: A. Morel-Fatio, "Recherches sur le texte et les sources du Libro de Alexandre", en Romanía, IV, 1875, págs. 7-90; véase también la introducción a su edición citada. Ramón Menéndez Pidal, "El dialecto leonés", en Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, LVII, 1906, págs. 128 y ss. y 294 y ss.; se ocupa del Alexandre en págs. 133 y ss. Del mismo, "El Libro de Alixandre", en Cultura Española, VI, 1907, páginas 545-552. R. Cillero, "Sobre el Libro de Alexandre", en Boletín de la Real Academia Española, III, 1916, págs. 308-314. 68 Raymond S. Willis, The relationship of the Spanish 'Libro de Alexandre' to the Alexandreis' of Gautier de Chatillon, Princeton, 1934, Elliott Monographs 31. Del mismo, The debt of the Spanish 'Libro de Alexandre' to the French 'Román d'Alexandre',. Princeton, 1935, Elliott Monographs 33. 69 Véase Alarcos, Investigaciones..., cit., págs. 17-46. 70 ídem, id., págs. 67-76. Cfr.: Federico Hanssen, "La elisión y la sinalefa en el Libro de Alejandro", en Revista de Filología Española, III, 1916, págs. 345-356. Harrison Heikes Arnold, "Notes on the versification of El Libro de Alexandre", en Hispania, XIX, 1936, págs. 245-254 (véanse, del mismo, los estudios mencionados a propósito de Berceo y del Libro de Apolonio). 71 Ian Michael, "A comparison of the use of epic epithets in the Poema de Mío Cid and the Libro de Alexandre", en Bulletin of Hispanic Studies, XXXVIII, 1961, págs. 32-41. 72 La extensión de las disertaciones morales en el Alexandre es tal que ha podido pensarse que en el poema son aquéllas lo verdaderamente importante y la vida del rey sólo un pretexto para insertarlas; véase Lucia Pisíolesi, "Del posto che spetta il Libro de Alexandre nella storia della letteratura spagnuola", en Revue des Langues Romanes, XLVI, 1903, págs. 255-281. Dicha interpretación, así formulada, peca de simplista, pero las tales disertaciones no son tampoco un mero relleno o caprichosa digresión, sino que le sirven al autor para desarrollar juicios morales que afectan a todo el conjunto del Libro y sobre todo a la interpretación de la conducta del héroe; cfr. María Rosa Lida de Malkiel, La idea de la fama en la Edad Media castellana, México, 1952, págs. 196-197; y, particularmente, Ian Michael, "Interpretation of the Libro de Alexandre: the author's attitude towards his hero's death", en Bulletin of Hispanic Studies, XXXVII, 1960, págs. 205-214. 73 Para las fuentes del Alexandre véase el artículo mencionado de Morel-Fatio y las monografías de Willis citadas en la nota 68. 74 Emilio García Gómez, Un texto árabe occidental de la leyenda de Alejandro según el manuscrito árabe XXVII de la Biblioteca de la Junta para Ampliación de Estudios, Madrid, 1929. 75 Antología..., ed. cit., vol. I, pág. 191. 76 Raymond S. Willis, "Mester de clerecía. A deflnition pf the Libro de Alexendre", en Romance Phihlogy, X, 1957, págs. 212-224. 77 Menéndez y Pelayo, Antología, cit., voLI, pág. 192. 78 Valbuena Prat, ob. cit., vol. I, pág. 96. 79 Cfr.: G. Davis, "The debt of the Poema de Alfonso Onceno to the Libro de Alexandre", en Hispanic Review, XV, 1947, págs. 436-452. 80 Manuel de Montolíu, Literatura castellana, Barcelona, 1937, pág. 54. Como complemento de la bibliografía mencionada, cfr.: Federico Hanssen, "Las coplas 1788-1792 del Libro de Alexandre", en Revista de Filología Española, II, 1915, págs. 345-356. J. Berzunza, "A digression in the Libro de Alexandre: the Story of the elephant", en Romanic Review, XVIII, 1927, págs. 238-245. Antonio García Solalinde, "El juicio de París en el Alexandre y en la General Estoria", en Revista de Filología Española, XV, 1928, páginas 1-51. Julia Keller, Contribución al vocabulario del Poema de Alixandre, Madrid, 1932. Georges Cirot, "La guerre de Troie dans le Libro de Alexandre", en Bulletin Hispanique, XXXIX, 1937, págs. 328-339. María Rosa Lida de Malkiel, "Notas para el texto del Alexandre y para las fuentes del Fernán González", en Revista de Filología Hispánica, VII, 1945, págs. 47-51. Niall J. Ware, "The date of composition of the Libro de Alexandre: a re-examination of stanza 1799", en Bulletin of Hispanic Studies, XLII, 1965, páginas 252-255.
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